COMENTARIOS VERANIEGOS y XV


Pues aunque me parecía imposible cuando inicié este calv…digo, este periplo que me autoimpuse, en realidad como una forma de acompañar al amigo que todos los días se curra un buenos días que  nos alegra las mañanas, al final hemos conseguido llegar a la meta. No sabía muy bien que iba a dar de sí la andadura, a la manera de un Camino de Santiago que sabes cuándo empieza y cuando acaba, pero no tienes claro que va a ocurrir en el durante. Tampoco sabía muy bien cual iba a ser el recorrido pues al comienzo sólo pensé en tres o cuatro etapas por las que iba a pasar. El caso es que ha llegado el último día y eso es más de lo que cabía esperar. Y ahí nos vamos a quedar, porque el tema de hoy va a ser. La espera.

 

Hay muchas cosas que caracterizan al verano, algunas de ellas, las más evidentes, las hemos tratado estos días, pero hay otras más sutiles que están ahí aunque a veces no nos demos cuenta. Y si lo pensamos un poco, hemos de estar de acuerdo que el verano no es más que una suma de esperas, de tiempos perdidos entre cosas que suceden, de anhelados momentos que parecen no llegar e indeseadas situaciones que sabes que llegarán y que tristemente lo hacen demasiado pronto.

Desde que comienzan los primeros calores empezamos a esperar, descontando cada día, el comienzo de nuestras ansiadas vacaciones. No importa que no tengamos gran cosa planificada o aun que el plan que se nos presente no sea todo lo interesante que nos gustaría, lo importante es que finalmente no tendremos que ir a trabajar, levantarnos temprano o ver caras habituales que aun en el caso de que nos resulten agradables estamos saturados de ellas. Y esa espera se alarga como los relojes de Dalí, deformado cual huevo frito el tiempo parece estirarse y los días se nos hacen de 28 horas como mínimo. De la misma forma, cuando al fin llega nuestro momento comienza otra espera, aunque en esta no queramos pensar, para que se acaben los días libres y volvamos a la terrible rutina laboral. De nuevo el tiempo nos juega una mala pasada y parece dispuesto a recuperar lo que antes perdió, comiéndose los minutos cual Vin Diesel los kilómetros en “Fast and Furious Siete y media”. Y una vez de regreso volvemos a esperar, en este caso deprimidos y desganados los 11 meses de condena que nos quedan por delante hasta el próximo verano y nuestros nuevos días de descanso.

 
Visto así es muy triste, pero aun puede empeorar, porque todas estás esperas están adornadas con las esperas de los que te rodean y si las tuyas son duras, las de los de alrededor se convierten en insoportables o como mínimo nos endurecen aun más nuestros malos momentos. Porque “los otros” se pasan todo el tiempo contando en alto, vale tu también lo haces llegado el momento pero es por autodefensa, y eso es un germen para la hipocresía. Y es que cuando suenan y resuenan frases tipo: “Me queda ya sólo una semanita” o “el culo me huele a playa”, tu reacción no puede ser otra que sonreír y decir: “Que suerte”, que en realidad significa “No tengo nada claro que el que crees que es tu padre lo sea realmente”. Y eso sin conocer de nada a su familia.  

Claro, porque imaginemos que tú te vas en Agosto, o aun peor en Septiembre, y los que vacacionan en Julio comienzan a preavisarte de su partida desde 15 días antes de que se produzca y cada día te sueltan la cantinela. Diréis que ese tipo de crueldad supera algunas torturas de tiempos de la Inquisición y que casi mejor escuchar la canción del verano 16 veces al día, aunque eso en realidad ya lo hacemos, lo que suma más desazón y fatiga a nuestras mermadas fuerzas. Ese tipo de sadismo, tal vez involuntario, se produce a nada que te cruces con el desgraciado afortunado (valga la contradicción). Nuestra esmerada educación no nos permite desearle, al menos en voz alta, cualquier mal, pero nuestras entrañas nada entrañables si que imaginan alguna desgracia que parecen merecer.  Y por fin parten, dejando de darnos en los morros con su ansiada escapada, pero eso no merma nuestra congoja, porque nosotros seguimos esperando la nuestra y, como ya comentamos, el tiempo no pasa y por eso la sonrisa de Jordi Hurtado es siempre la misma, pero ahora además añadimos a nuestra impaciencia el momento de ver el regreso del burlón y vengar la afrenta infringida de manera mucho más hiriente, si cabe.

 
 
Y por fin, aunque parecía no llegar nunca el momento, vuelven. Y de nuevo la hipocresía nos gana la batalla y le preguntamos, quizá con mala baba pero sin que se nos note, que tal se lo ha pasado. En realidad esperábamos que se hubiera torcido un tobillo al bajarse del coche nada más llegar a su destino y que, escayolado, sólo hubiera podido oler la playa acercando la nariz a ese culo del que presumía que tenía el aroma impregnado. Es intento vano, el tipo/a aunque haya pasado las peores vacaciones de su vida nos dirá que han sido estupendas, que ha disfrutado como un enano y, tras todas las alharacas, nos dirá la frase que hace que nuestro odio se incremente exponencialmente: “Han sido cortas”. ¿Será posible?. ¿Cortas?, corto tienes el miembro, picha enana. ¡¡¡Han sido interminables, mamón!!!.

Claro que él no tiene la culpa, porque como ya comentamos el tiempo no sólo es relativo sino que es un cabrón y para el que disfruta va a toda leche y para el que espera no transcurre, algo parecido a las velocidades de los que practican el deporte de la caminata matutina. Pero ha llegado el momento de la venganza despiadada, ahora eres tu el que presumes de la cuenta atrás y ansías producir el mismo efecto que en ti provocaron multiplicado por mil, pero una de dos, o el tipo es un superhéroe al que protege un campo de fuerza o es el campeón de la hipocresía y supera el dolor con una entereza que no es humana. Y eso jode aun más. Porque el tipo parece decirte sinceramente cuando tu le vas con el cuento de que te piras en 15 días: “Me alegro mucho…”. Y añade a continuación para clavarte un punzón en la espalda: “….lo estarás deseando que te has pasado aquí todo el verano currando mientras nosotros disfrutábamos”. No existirá Dios y llegase en ese momento el Apocalipsis que este tipo se merece el infierno eterno si o si. Ah, pero no, el apocalipsis aun no, por favor, que todavía no te has ido y te vas a quedar sin vacaciones si se produce. Así que continuamos contando días, en alto claro, y finalmente llega el momento. ¡¡¡Por fin!!! Que te sientes como un preso de película americana cuando le ponen en libertad (en el fondo, como el de él, tu destino es volver a prisión, pero eso no lo piensas en ese instante). Y ahí se acelera todo, que como las comunicaciones el mundo va  a toda mecha Y tal y como leí el otro día en una revista, las cosas han cambiado tanto y el tiempo es tan corto que hasta lo que haces con la ropa de la maleta es distinto. Antes llegabas a tu destino, deshacías la maleta y colocabas todas las  pendas en el armario. Luego empezaste a dejar la ropa en la maleta e ibas sacando lo que te ibas poniendo, para el último día meterla toda. Ahora realizas verdaderos equilibrios para ir sacando lo que necesitas sin que se desbarate nada y que la maleta este siempre hecha. En el fondo es porque nada más llegar sabes que el regreso está a la vuelta de la esquina. Y efectivamente se produce. Y esa criatura diabólica con forma humana que te ha estado amargando todo el verano te dice : “¿Ya?, pero si ha sido un visto y no visto”. Y con una contención digna de la presa de Assuan, te fuerzas a no responder como merece (también porque no tienes a mano un kalashnikov) y te prometes que el año que viene te vas tú en Julio y se va a cagar. Lo que pasa es que para eso tienes que esperar otros 11 meses y, por experiencia os digo, que estar en el otro lado (los que se van en Julio) no modifica nada de lo relatado sólo altera el orden. Y el protagonista que el que se va en Agosto, o incluso en Septiembre, se convierte en un indeseable y maléfico personaje, mientras que nosotros sólo padecemos sus hirientes puyas…a las que respondemos con nuestra peor mala leche sin perder la sonrisa, por supuesto.

 


Y así las esperas dominan nuestro verano y se acaba por fin la serie de estos comentarios. Ahora puede llegar ya el Apocalipsis que ya nos pilla preparados, aunque mejor dicho ya está aquí en forma de los trescientos y pico días que quedan hasta que nos volvamos a ir. Pasadlo bien hasta entonces, tanto como yo me lo he pasado escribiendo todo esto y que sepáis que lo digo con total sinceridad…¡¡¡mamones!!!. La próxima vez cuelgo un selfie de mis pies en la playa.

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