COMENTARIOS VERANIEGOS II


Otro de los grandes acontecimientos del verano es la contemplación de los cuerpos, espectáculo es, lo que no significa que sea agradable necesariamente.

No hay año que no escuches en los tiempos primaverales la famosa frase de: “No, no como eso porque estoy con la operación bikini”. La verdad es que si la operación del desembarco de Normandia hubiera tenido el mismo éxito, estaríamos a estas alturas bajo el yugo alemán (Uys, pues si lo estamos). Pues eso, o partíamos de una situación muy lamentable o  los logros de plan adelgazamiento son muy escasos, o ambas cosas. Uno contempla bikinis y bañadores por doquier y comprueba que las lorzas han triunfado sobre los esfuerzos, que fundamentalmente se circunscriben a una declaración de intenciones y poco más, porque la tentación es grande y si nos gusta comer hacemos una Escarlata Ohara y dejamos lo del adelgazamiento para pensárnoslo mañana.



Pero no es sólo cosa de chicas, los humanos masculinos también intentamos reactivar nuestro atractivo o impedir que los años y los kilos derroten el poco que nos queda. Y así salimos a correr 2 o 3 minutos al día (lo que da de sí nuestro bofe), probamos a hacer unas abdominales artríticas, unas flexiones con trampa, o subimos por la escalera hasta el primero para coger el ascensor, que más arriba nos da vértigo. Los resultados son también lamentables. Y a veces suponemos que si no nos quitamos la camiseta no se notará tanto, lo que podía ser una buena idea, pero como no nos compramos una camiseta nueva más grande sino que nos ponemos esas que tanto nos gustan y que son de hace 12 años cuando aun nos veíamos los pies si mirábamos para abajo, el efecto camuflaje se pierde mucho y el dibujo de la camiseta parece distorsionado como si se mirase por un ojo de buey. Que quien bien nos quiere nos dice: “pero tira esa camiseta ya que está para la basura y te queda fatal” y nosotros insistimos: “¿esta?, pero si es cojonuda y el retrato del Che es reivindicativo”. Pobre Che, por obra y gracia de la elasticidad, su barba parece una pradera donde tomarse un picnic.


Lo que pasa es que tampoco nos vemos tan mal, al menos los hombres, nos miramos al espejo, poco y de pasada y nos damos rápidamente el visto bueno. Al modo de las anoréxicas que aun estando escuálidas creen verse obesas, nosotros actuamos de forma contraria y resaltamos nuestros atractivos aunque no existan. Y nos vemos estupendos.

El otro día estuve viendo una película de stripers masculinos, unos tipos cachas que provocaban gritos de pasión con sus insinuantes bailes en el público femenino. Cuando acabó, me quité la camiseta e imitando los movimientos de la película me acerqué a mi mujer para ponerla a cien…”deja ya de hacer tonterías, que nos tenemos que ir”…vale, habíamos quedado, pero aun faltaban 2 horas y media para la cita, tampoco creo que anduviéramos cortos de tiempo. No entendía nada, mis movimientos eran perfectos, lo que pasa es que eso es como Bricomania, que tú ves al tío hacer un castillo gótico con dos tablas la mar de fácil y te pones y haces exactamente lo que el tío ha descrito y te sale un crucifijo retorcido. Algo así debió pasar porque otra cosa no comprendo. Aunque también puede ser cosa de expectativas, una mujer ve a un striper buenorro serpenteando los musculitos y piensa que debe tener un pene que da gusto (en todos los sentidos). Claro, tu mujer ya conoce lo que se va a encontrar si te bajas los calzoncillos y eso hace que tenga menos ansiedad en general. Lo de dejarte los calcetines puestos también puede influir.



Que otra cosa no entiendo, porque no hay diferencia entre nuestro cuerpo y el de ellos, o al menos la misma que entre el de nuestras señoras y el de Giselle Bunchen, y ahí estamos intentando animar la cosa y hacer florecer la pasión y…eso, echar un polvo. “Que no, que tengo la regla”. Y tú dices : “juer, pues una comidita rápida”. Y ella contesta : “No como de eso porque estoy con la operación bikini” Y va y lo cumple.

 

Cosas del verano.

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