GUS MORNIS, 30/04/2020


En cierto modo, la vida es como el jazz... es mejor cuando improvisas
(George Gerswin)

Guuuud mornis, cinéfilos

Os escribo estas líneas con el Kind of blue de Miles Davis de fondo. Es lo bueno que tiene el confinamiento y el teletrabajo, siempre hay que ver el lado positivo de la vida como dicen los Phyton, y es que uno puede estar dándole a la tecla con su música bajita de fondo sin fastidiar al vecino de al lado. Y es que hoy, el calendario nos marca que es el Día Internacional del Jazz, así que me perdonen Lars Von Trier o Ana de Armas que también celebran su día, amiguito que Dios les bendiga, pero hoy el gus se lo vamos a dedicar a esta gran música de músicas que tampoco sabría muy bien cómo definir.

Así que no me las doy de experto y recurro a la wikipedia que dice que el jazz es un género musical que nació en Estados Unidos a finales del siglo XIX y que se expandió por todo el mundo durante el XX. La enciclopedia digital habla de una identidad compleja para lo que en realidad es una familia de géneros musicales, y un producto de la herencia africana que siempre ha estado abierto a la inclusión de nuevos sonidos. No nos saca de mucho esta definición, especialmente a los neófitos, así que he buscado otras explicaciones menos ortodoxas, como esa cita del director de orquesta Philip Whiteman que dijo que el jazz era la música tradicional de la era industrial, o esa otra de Nina Simone para quien el jazz es una palabra blanca para describir a la gente negra.

Sea como sea, y siempre desde un punto de vista no iniciado, el jazz es ante todo un estado de ánimo que tiene la misma variedad que sus instrumentos. Puede expresar tristeza o lamento, ese sonido que sale de las tripas de un saxo y que representa casi un gemido ahogado en la noche. Y te puede llevar a la alegría que destila la pianola de Scott Joplin o al paroxismo de un desfile de un mardi grass en Lousiana. Y todo es jazz (and all that jazz).

No se me caen los anillos al decir que mi primer acercamiento al jazz fue por las vías menos tradicionales. Artistas pop que coqueteaban con el género como Eric Clapton, Van Morrison o Sting.  Y por supuesto el cine, el jazz es también un género cinematográfico. Me cautivaron las películas de los ochenta como Cotton Club o Bird. Recuerdo que esta última la vimos cuatro gatos mal contaos en un ya desparecido cine de la Heroica e Inmortal (uno de ellos el mismísimo Bunbury en persona), y me dejó totalmente alucinado. Para mí sigue siendo la mejor película que se ha hecho nunca sobre jazz.  Forrest Whitaker está increíble en su papel de Charlie Parker, y ni siquiera fue nominado para discutirle el Oscar al Dustin Hoffman de Rain Man (ganó eso sí una merecida Palma de interpretación en Cannes). Él es la estrella de nuestro mosaico hoy. Por supuesto, no podía dejar de citar como parte de mi poco convencional educación jazzistica las bandas sonoras de las películas de Mr Woody Allen.

El Día Internacional del Jazz fue instaurado por la ONU en 2011 con el objetivo de promulgar esta música como herramienta educativa y motor de valores como la paz y la unidad. Falta nos hace pues. Yo seguí aprendiendo cuando entré a un chat de cine. Una tal Tara me daba la brasa sobre Count Bassie o John Coltrane, y no sabe lo que se lo agradezco, porque aprendía más y más todos los días. Porque el jazz hay que aprender a apreciarlo, y aquí sigo. Tal y como dijo Steve Lacy, el jazz es como el vino, cuando es nuevo es solo para experto, cuando envejece todo el mundo lo ama.





Comentarios

César Bardés ha dicho que…
Casi, casi, es mi santo.
El jazz ha sido una guía para mí desde que mi padre me lo descubrió siendo yo muy niño. Me acuerdo que me decía "fíjate que la siguiente nota siempre es la que te pide el cuerpo". Y me pasaba horas viendo girar sus vinilos que incluían muchos nombres ilustres. Había una colección en especial que yo no me cansaba de poner. Eran diez discos en un álbum muy lujoso que se llamaba "La era de las grandes orquestas" y dentro estaban esos diez discos con éxitos de Duke Ellington, Glenn Miller, Count Basie, Johnny Mercer, las Andrews Sisters, Tommy Dorsey y Benny Goodman. Yo no sabía muy bien quiénes eran esos señores y señoras pero disfrutaba muchísimo e, incluso, me atreví a grabar una cinta con las canciones que más me gustaban (me enloquecía, por ejemplo, el "Take the A train" de Ellington) y tuve la osadía de llevarlo a una fiestecilla en casa de un amigo...qué éxito. No iba con muchas esperanzas (era la época del "Only you" de Yazoo, del "The look of love", de ABC, o de Spandau Ballet y su "Gold"), pero resultó todo un éxito. Comenzaron todos a coger sus parejas y, más mal que bien, comenzaron a bailar swing como posesos. A partir de ahí, mi entusiasmo con el jazz no hizo más que crecer, hasta que, en compañía de otro loco al que le gustaba esa música como yo, fuimos al Festival de Jazz de Madrid (creo que era el cuarto que se celebraba) a ver consecutivamente a Oscar Peterson, Herbie Hancock, Miles Davis y Chick Corea. Vibré en todos y cada uno de sus estilos. Es como si el jazz fuera una música que te lanza un mensaje cifrado y sólo te gusta si eres capaz de descifrarlo. He visto a mucha gente de mucho nombre en directo desde entonces. Nombres como Lionel Hampton (2 veces), Nina Simone, Manhattan Transfer (3 veces), Betty Carter, Take 6 (tres veces), Ray Charles, Wynton Marsalis (3 veces), Al Grey, Dizzy Gillespie (en un memorable concierto en el Auditorio Nacional al lado de Paquito D´Rivera y unos cuantos más), Stephane Grapelli y, sí, también a Woody Allen.
El jazz forma parte de mi vida. Siempre vuelvo a él. Siempre me pierdo en él. Y siempre pienso que el mundo es un lugar mejor con él.
Abrazos improvisados.

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