GUS MORNINS, 09/04/20
Yo
estaré en todas partes, en todas partes donde quiera que mires, donde exista
una posibilidad de que los hambrientos coman, allí
estaré, donde exista un hombre que sufra allí estaré, y estaré en la risa de
los niños cuando
sientan hambre y la cena esté ya
preparada, y cuando los hombres coman de la tierra que trabajan
y vivan en las casas que levanten, allí también estaré
(Las
uvas de la ira, John Ford, 1940)
Guuud
mornins, cinéfilos.
Al
igual que Tom Joad, y tal y como os prometí, yo hoy también estoy aquí, en un
día en el que normalmente no solemos estar en el gus. Hoy, Jueves Santo, día
del amor fraterno como marca el calendario cristiano, día también en el que
celebran su primer cumpleaños confinados Isabel Coixet o Dennis Quaid por poner
algo de cine. En esta fecha conmemoramos también el aniversario de la
legalización del PCE en España, una noticia que sin duda hubiera llenado de
júbilo a John Reed, personaje al que a estas alturas todos sabéis que
interpretó Jack Beatty en aquella película de Warren Nicholson de primeros de
los ochenta.
Y
hoy, vamos a hacer algo que solemos hacer de vez en cuando en el gus como es
dedicar nuestro tiempo a una de esas películas que ahora cumplen un aniversario
redondo, y no hay numero más redondo que el ochenta (bueno sí, el ocho millones
ochocientos mil ochocientos ochenta y ocho, pero vamos). Esos, 80 claro, son
los años que han transcurrido desde el estreno del film que comentamos hoy. Y
al hilo de la última efeméride, hoy hablaremos de una novela que en su día fue
difamada, prohibida e incluso quemada por considerarse un manifiesto comunista.
Esa novela fue Las uvas de la ira (1939) de John Steinbeck e inspiró tan
solo un año más tarde la película homónima de John Ford (1940), dos auténticas
obras maestras.
Y
es que cuando se juntan dos maestros del lirismo narrativo como los dos Johns,
el resultado solo puede ser este. Steinbeck no colaboró directamente en el
guión, como si haría después por ejemplo en Viva Zapata, pero sí debió estar en
contacto con su tocayo y desde luego quedó maravillado con la película que le valió
a John Ford su segundo Oscar como director.
Curioso
que de los cuatro largometrajes con los que Ford conquistó la estatuilla en la
categoría (el primero lo había logrado con El delator, y las otras las conseguiría
con Qué verde era mi valle y El hombre tranquilo) ninguno fuera un
western. No obstante, todas ellas comparten la misma visión poética que el director
exhibe en sus películas del Oeste, acentuado en esta ocasión por una puesta en
escena tan austera como efectiva. Ford echó mano del maestro Gregg Toland,
autor de una fotografía que destila la misma negrura que hay en el texto.
Recurrió a uno de sus actores favoritos, Henry Fonda, ya sabéis el cine eran
sus andares, para interpretar de manera magistral a Tom Joad, y se rodeó de algunos de sus habituales como
Ward Bond y Linda Durnell que se llevó el segundo Oscar que cosechó el film. El
guion fue obra de Nunnally Johnson quien daría el salto a la dirección en la
década siguiente. Las uvas de la ira se rodó en escenarios naturales de
Oklahoma, Arizona, Nuevo México y California así como en estudios de la Fox. Su
estreno tuvo lugar en Nueva York el 24 de enero de 1940, y hoy, ocho décadas
después de aquello su mensaje está más vivo que nunca.
Porque
¿de qué trata Las uvas de la ira? Una familia de campesinos arruinados
por la Gran Depresión debe emigrar a California después de que les expropien
sus tierras. Escapando del hambre y la pobreza emprenden un largo viaje hacia
la tierra prometida, aunque descubrirán que está muy lejos de serlo ¿Nos suena
de algo? ¿No es acaso una noticia que vemos cada día en los informativos?–ahora
parece que importa menos, pero la crisis que estamos viviendo no hará sino
agravar la situación. Sustituid las caravanas por las pateras, y los caminos
polvorientos por las aguas mediterráneas para ver que es así.
John
Steinbeck había ganado el año anterior el premio Pulitzer por una obra que fue
ampliamente censurada por los sectores más conservadores. Steinbeck se alineaba
con las tesis de Roosvelt con un texto que apelaba a la dignidad de la clase
trabajadora y a la solidaridad entre los más débiles. En cine, el New Deal se había asociado con el
idealismo optimista de las comedias de Capra, pero el film del que hablamos
hizo virar el rumbo. Hay que recordar que Las uvas de la ira se estrenó
el mismo año que El gran dictador, un firme alegato contra los totalitarismos.
El
testigo de Steinbeck lo recogió alguien tan poco sospechoso de simpatizar con
las hordas rojas como John Ford. Su película no es un panfleto comunista, y su legado está por encima de cualquier ideología. Sobre el viejo Seamus han pesado los más absurdos
clichés; fascista, racista, intolerante cuando en realidad era ante todo un
humanista. Y Las uvas de la ira es sobre todo una lección de humanidad. El cine y la literatura nos hace más humanos a través de obras como Las
uvas de la ira.
Siento
que el gus de hoy haya tenido un gus así un poco amargo, dadas las
circunstancias que estamos atravesando, tal vez no sea la mejor propuesta para alegrarle a uno el día. No sé en qué plataforma la están
echando actualmente, pero francamente, deberían ponerla en todas. Esta es una
película que debería ser de visión obligatoria en las escuelas, y que nosotros
los adultos, deberíamos revisar una vez al año. Como mínimo.
Comentarios
Por cierto...Linda Durnell? A ver,la actriz es Linda Darnell,pero tampoco tiene que ver con el asunto,te refieres a Jane Darwell en ese increíble papel de Ma Joad.
Abrazos polvorientos.