Gus mornins, 27/04/2020
Si
tuviera la oportunidad de ser otra cosa, sería actor.
(Al
Pacino)
Guuud mornins,
cinéfilos
Lunes
27 de abril, ya queda una semana menos para que todo esto acabe. Al menos este
fin de semana los niños y algunos de sus privilegiados acompañantes han podido
celebrar una escapadita y lo que parece, ojalá, el principio del fin. Ellos nos
podrán contar lo que se ve ahí fuera y lo que nos espera cuando salgamos de
casa.
Por
su parte, el resto hemos tenido que consolarnos con celebrar otras cosas, por
ejemplo, los ochenta años que nos cumplió este sábado pasado nuestro venerado
Al Pacino, a quien le dedicamos el gus de hoy. Un canal de televisión le dedicó
todo un día proyectando alguna de sus películas más conocidas. Michael
Corleone, Frank Serpico, Scarface, y hasta Shylock, personajes memorables que
han hecho de este actor una leyenda. Al nos llega a los ochenta en plena forma,
y este último año le hemos podido ver en dos de los grandes éxitos de la
temporada, en un breve pero sustancioso papel con Tarantino en Érase una vez
en Hollywood, y como Jimmy Hoffa en El irlandés a las órdenes de
Scorsese y con Robert de Niro como compañero de reparto. Era la tercera vez que
Al y Bobby compartían plano en un film, ya que lógicamente no pudieron hacerlo
en la segunda parte de El Padrino al interpretar el segundo al padre del
primero en una época distinta.
Nominado
al Oscar en 8 ocasiones, solo tiene una estatuilla en su vitrina, la
conquistada por Esencia de mujer. No es desde luego la película por la que uno
quiere que Pacino gane el Oscar, porque además en algún momento saca a relucir
la vena histriónica que de vez en cuando le posee, y porque tiene el precedente
de Vittorio Gasman que interpretaba al mismo personaje, con más tino en mi
modesta opinión, en la versión italiana. Pacino se quedó muy cerca del premio
en ediciones como la de 1974 en la que Joel Grey le arrebató el eunuco dorado
por Cabaret. Dos años después, volvía a luchar por el Oscar, con el mismo personaje en la segunda parte de la peli de Coppola, y en una decisión todavía más incomprensible que la anterior, Art Caney le dejaba sin subir al escenario.
Y
es que, lo decíamos el otro día de Nicholson, Al es uno de los más grandes,
pero de cuando en cuando a uno le dan ganas de soltarle un par de guantadas
bien dadas. Como bien decía el otro día C.B a propósito de Jack, son actores
tan buenos y con una técnica tan precisa que de vez en cuando se permiten
pasarse un poco de frenada. En cualquier caso, y con todos mis respetos para el
grandísimo Nicholson, Al me parece todavía más grande. Su presencia es un lujo
en cualquier película por muy de sobrado que vaya. Tal vez el suyo sea el secreto de unos ojos
que pueden expresar tanto la ternura de un niño desvalido como la fiereza de
una bestia parda.
El
ejemplo lo tenemos en la trilogía Corleone. Michael empieza siendo el hijo
modelo que se presenta en la boda de su hermana con todos sus galones y
condecoraciones de héroe militar, y termina muriendo solo en una silla después
de haber sido el mismísimo diablo. Uno de mis planos favoritos de la historia
del cine, ya os lo he puesto aquí alguna vez y no me resisto a ponerlo otra, sucede al final de El padrino
dos, cuando vemos a Michael sentado en una silla en su jardín. Por su cabeza
pasan miles de pensamientos después de haberse pulido a todo aquel que le
estorbaba en sus intereses, mientras que al fondo caen al suelo las últimas
hojas del otoño.
Ochenta
años y un día, suena a condena, pero para nosotros ha sido todo un placer
disfrutar con este actorazo. Perdón por el retraso, Al, japi berdei.
Comentarios
Sí, Al es muy grande. Es el actor del gesto inesperado (mi hijo le imita muy bien), de técnica asombrosa, con un dominio de miradas espectacular. Y da igual el papel que interprete. Siempre le reivindico en aquella comedia que hizo ya unos cuantos años y que era francamente divertida: "Autor, autor", pero es que es capaz de afrontar lo dramático, lo trágico, lo intenso, lo inútil, el final, el principio y la gloria.
Grande, muy grande.
Abrazos con las manos en primer plano.
Es verdad que a veces (mas de las que me gustaría) se excede un poco, pero si el director le controla bien es una maquina de hacer sentir, "El irlandés" de Scorsese es un gran ejemplo y la discusión entre Pacino y Pesci (otro descontrolado muchas veces) es maravillosa por lo que tiene precisamente de contenida.
Y por poner dos pelis en las que me gusta mucho (aparte de los padrinos, claro) diría "Frankie y Johnny" o "Carito´s Way", en esta última los excesos son para Sean penn, pero Al compone un personaje, como bien dice Dex, lleno de ternura, aunque sepamos que su pasado no es tan enternecedor.
Abrazos gritando en la escalinata de la ópera