GUS MORNINS, 29/04/20


“Una vez dije que los actores son ganado. Fue una broma, pero son como niños. Hay que darles cariño y, a veces, abofetearlos”. 

(Alfred Hitchcock)

Guuud mornins, cinéfilos.

Hoy en el gus hablaremos de psicosis y de suspense, y no de los que genera la actual situación ni la incertidumbre de cuándo podremos salir realmente de nuestro escondite ni las dudas de si haremos o no lo correcto. Hoy hablaremos de alguien que de suspense y de psicosis sabía un rato, porque tal día como hace algunos años, cuarenta para ser más exactos, moría en Los Ángeles Alfred Hitchcock, el gran iconoclasta del cine, un tipo al que hay que echarle de comer aparte francamente.

En el gus hemos hablado tantas veces de tío Alfred que es difícil decir algo nuevo cada vez que intentamos homenajearle. Más allá del anual y cansino artículo de C.B (el otro), hoy me centraré en la relación de Hitch con su ganad o sea con sus actores. Ya se sabe la legendaria relación amor – odio del director con sus actores, y más en especial con sus actrices, y más en especial con las rubias. A pesar de que uno de sus primeros films lleva por nombre El enemigo de las rubias, Hitch siempre se mostró proclive a trabajar con mujeres de ese mismo color de pelo, ya que según él revelaban más misterio a la par que frivolidad, y además en la época del blanco y negro resultaba mucho más espectacular fotografiarlas e iluminarlas. Era tal su obsesión con las rubias que por exigencias del guión algunas actrices como Ingrid Bergman o Joan Fontanine tuvieron que teñirse.

A lo largo de su carrera, Hitch trabajó eventualmente con muchas actrices y muchas rubias como Carole Lombard, Marlene Dietrich, Eve Marie Saint o Barbara Harris, Doris Day, una joven Shirley McLaine, o una teñida Julie Andrews. Sin embargo, muy pocas pertenecen a su club de favoritas.

Nada más llegar a Hollywood, Hitchcock se topó con David O´Selznick y con Rebeca. La elección para la protagonista, la Sra De Winter, fue complicada, y antes de ser elegida Joan Fontaine se barajaron para el papel Vivian Leigh, Maergaret Sullivan y Ann Baxter. Fontaine era la más inexperta de todas ellas, y Hitch se aprovechó de esa situación, provocando un ambiente hostil en el plató provocando que todos los actores pareciesen llevarse mal entre sí. La actriz confesaría más tarde que eso le vino bien a su personaje, rodeada en todo momento de gente que parece desconfiar de ella. La relación entre Joan y su director fue cordial en todo momento, y la actriz se llevaría el Oscar por su siguiente colaboración con tito Alfred en Sospecha.

Ingrid Bergman se convirtió en la primera gran musa del británico. O Selznick les unió por contrato en Recuerda y Hitch comenzó a obsesionarse con la sueca (Alfredo Landa no fue el primer hombre ni siquiera el primer Alfredo que lo hizo). Por su parte, doña Ingrid, que también tenía su genio, se encargó de pararle los pies, ya que veía a su director como una figura casi paternal. Con el tiempo, director y actriz se hicieron grandes amigos, y tendrían tiempo de cultivar esa amistad, puesto que coincidieron en dos largometrajes más, Encadenados y Atormentada.

Cuando Ingrid se fue por otros derroteros rossellinianos, tito Alfred se tuvo que buscar a otra. Y esa otra no fue sino Grace Kelly, a quien el director veía como la típica rubia elegante y refinada que por lo bajini supuraba sexo a raudales. Por eso la puso de niña pija bien en Crimen perfecto y La ventana indiscreta, rodadas ambas en 1954. Para su tercera y última película juntos, Atrapa un ladrón, se la llevó a la Costa Azul y la puso en brazos de quien sería su marido, Rainiero de Mónaco. En una audiencia destinada a conocer a los del cine, el príncipe conoció la actriz y bueno, ya se sabe lo que vino después. Hitchcock, capaz de asustarnos con los relatos de miedo más terroríficos, fue también sin quererlo el artífice de todo un cuento de hadas (aunque ahora que lo pienso, la cosa terminó bastante mal así que)

Vera Miles no era el mismo tipo de chica exuberante que las otras, pero le dio también al director mucho juego en películas como Falso culpable o Psicosis. Vera también actuó en uno de los episodios del programa de televisión Alfred Hitchcock presenta.

Kim Novak y Janet Leigh solo trabajaron para Hitch en una ocasión, pero menuda ocasión. Tanto Vértigo como Psicosis son dos de los títulos más emblemáticos del tío Alfred, y es probable que no haya habido nunca alter egos tan preclaros del director como Scottie Fergusson y Norman Bates. Novak llegó al rodaje de Vértigo de casualidad, pues sustituyó a la primera opción de Hitch que era precisamente Vera Miles, que se encontraba embarazada por entonces. Kim y Alfred (rebotado por el plantón de la Miles) tuvieron sus más y sus menos durante el rodaje, sobre todo por cuestiones de vestuario, porque la actriz se negaba a ponerse los vestidos que el director le imponía (tal y como Madeleine se niega en un principio a vestirse como le ordena Scottie). La actriz desconocía cuan importantes eran para Hitch ese tipo de detalles. Leigh, por su parte, protagonizó la escena más emblemática del cine de Hitch (la ducha) y vivió un rodaje de acongojamiento permanente.

Para el rodaje de Los pájaros, Hitch se vino a Europa dispuesto a convencer a la princesa Grace de volver al cine. No lo consiguió, pero entonces vio a su sustituta en un anuncio de jabones de la tele. La elegida era Tippi Hedren que se convirtió en la última gran obsesión de Alfred.  El rodaje del film fue un martirio para la mamá de Melanie. El director había dejado claro que ningún miembro del equipo debía acercarse a su estrella más de lo necesario, y eso incluía a Rod Taylor, que estaba obligado a hacerlo por necesidades del guión. En una ocasión, la Hedren sufrió varios golpes con unas maquetas y hasta sufrió un cuadro de stress. Los médicos la aconsejaron entonces al menos dos semanas de reposo, y el Gordo entró en cólera. A pesar de los pesares, Tippi repitió con el director en Marnie, la ladrona.

Es probable que Hitch sea el director más homenajeado/ plagiado de la historia. En muchos de estos homenajes, se mantiene la tradición de las rubias; Gwynet Paltrow protagonizó el remake de Crimen perfecto, Angie Dickinson y Melanie Griffith trabajaron para De Palma en Vestida para matar y Doble cuerpo respectivamente (lo de ser hija de Tippi era un plus en el caso de Melanie), Anne Heche hizo de Janet Leigh en la Psicosis de Van Sant, y Scarlett Johanson fue la propia Leigh en el biopic que protagonizó Anthony Hopkins en 2012.

Cuarenta años sin Hitchcock y sin sus rubias, Si tuviéramos posibles contrataríamos a la Barbará Harris de La trama y nos dirigiríamos a él a través de ouija. Tío Alfred, le diríamos, te echamos de menos, estamos bien, más o menos. Kim y Tippi también bien por aquí. Besos.





Comentarios

INDI ha dicho que…
grande Alfred, uno de los genios indiscutibles que ha dado el cine. Siempre es un placer volver a revisar sus películas y también ver que regresa al gus para alegrarnos la mañana.

Psicosis, quizás sea una buena definición de los tiempos que vivimos. La tan famosa "desescalada" (patada al diccionario) parece que comenzará en breve, con más incertidumbres que certezas. Si podremos pasear a solas, acompañados, a una distancia de 2 metros o salir a correr con mascarilla y huyendo de todo ser viviente nos lo tendrán que aclarar. Si podremos dentro de unas semanas entrar a una sala de cine, a un bar a tomar una caña o si la única manera de beber vino fuera de casa será pidiendo al cura en la misa que reparta un poco también nos lo tendrán que aclarar. Porque cada vez que hablan más que aclarar lo lían todo un poco más. Paciencia y salud, ante todo.

Abrazos liosos
César Bardés ha dicho que…
Alfred Hitchcock fue, ante todo, un revolucionario. Innovó en casi todos los aspectos en la forma de hacer cine, en la forma de contar una historia y en la forma en la que pedía trabajar a sus actores (era un enemigo acérrimo del método). Famosos son sus enfrentamientos con Montgomery Clift en "Yo confieso" y, sobre todo, con Paul Newman en "Cortina rasgada" (se ha comentado mucho aquella escena en la que Newman y Andrews están en el restaurante en Estocolmo y comienzan a discutir. Hitchcock quería hacer unos primeros planos de Newman y éste no hacía más que preguntarle qué es lo que tenía que pensar su personaje. Hitchcock, muy arisco, le dijo: "Nada, no tiene que pensar nada. Sólo quiero su cara", algo que chocaba visceralmente con la forma de actuar de Newman). En cualquier caso, todo lo que hizo Hitchcock fue introducirnos en mundos muy oscuros en facetas tan variadas como la muerte, el sexo y la propia mente humana y la deuda que todos los espectadores del mundo tenemos con él es impagable.
No voy a comentar nada de cómo se están haciendo las cosas.
Abrazos psicóticos.

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