GUS MORNINS 28/4/20
“Encended
al mundo. El mundo necesita vuestra luz”
Mary McDonnell
Vamos con una de esas
actrices que tiene un talento impresionante a pesar de que el cine no la ha
tratado demasiado bien y nunca está en la lista de las actrices favoritas, en
parte porque su carrera en la pantalla no ha sido demasiado larga por diversas
razones. Hoy Mary nos cumple los 68 años.
Mary nació en Ítaca
(podría estar bien que fuera en la mítica Ítaca) en el estado de Nueva York, en
1952, hija de Eileen, un ama de casa, y John, un ingeniero informático, de
descendencia irlandesa. Se graduó con buenas notas en Arte Dramático en la
Universidad del Estado de Nueva York y, posteriormente, en la Academia de Arte Dramático
de Nueva York. De ahí, entró en la prestigiosa compañía teatral Long Wharfe que
solía trabajar por toda la costa este de los Estados Unidos. Su verdadero
interés siempre se centró en el teatro y Mary estrenó un buen puñado de obras,
primero en el Off – Broadway y después en el mismo centro del teatro mundial.
Se especializó, sobre todo, en obras de autores contemporáneas, pero tuvo un
enorme éxito en dos obras de enjundia. Una fue Verano y humo, de Tennessee Williams, la otra fue El jardín de los cerezos, de Anton
Chejov, al lado de David Strathairn, en donde recogió las críticas más elogiosas
de toda su carrera. En una de ellas se la saludaba como “la nueva Kate Hepburn”.
Por supuesto, su salto
definitivo a la fama fue con su recordado papel de “En pie con el puño en
alto”, en Bailando con lobos, de
Kevin Costner. De ese rodaje ella siempre recordó lo nerviosísima que se puso
cuando tuvo que rodar la escena de sexo con Costner. Tanto es así que confiesa
que actuó drogada con pastillas porque no podía soportarlo. En cualquier caso,
el cine descubrió a una actriz con un rostro muy particular, con mucha
personalidad, con una capacidad dramática excepcional y sin un gesto de más.
Consiguió la nominación a la mejor actriz secundaria de aquel año.
Lawrence Kasdan contó
con ella en el que es, prácticamente, el papel principal para ese drama coral
de enorme profundidad y acierto que es Grand
Canyon, como la esposa de Kevin Kline, deseosa de seguir sintiéndose útil
en plena menopausia. Aunque decir que ella está bien en esta película es una
perogrullada porque absolutamente todos los que actúan en ella están bien, Mary
compone un papel muy difícil, con el clásico declive del ama de casa que entra
en la cuarentena y que, sin embargo y a pesar de sus frustraciones, no cae en
ningún momento en el histerismo.
Al año siguiente, le da
un toque de enorme clase a Los fisgones,
de Phil Alden Robinson, emparejándose con Robert Redford y dando muchísima
serenidad al lado femenino de la película. Aún se recuerda ese baile que se
marca con muchísimo estilo en la fiesta privada de los protagonistas.
Al año siguiente, en
1992, realiza el que es, quizá, el mejor papel de su carrera. La actriz que, a
raíz de un accidente, se queda confinada en una silla de ruedas en la excelente
Passion Fish, de John Sayles. Sólo la
aparición de una enfermera muy especial comienza a hacer mella en el carácter
amargado de una mujer que ha decidido encerrarse en la amargura e, incluso, en
la ira hacia un mundo en el que no quiere formar parte. Por su papel, consiguió
otra nominación a la mejor actriz principal.
A partir de aquí, su
carrera comenzó un cierto declive por varias razones. La primera de ellas fue
la absurda costumbre del cine de Hollywood más comercial de condenar al
ostracismo a cualquier actriz que cumpla más de los cuarenta y cinco (es cierto
que el acceso de Mary McDonnell al cine se produjo muy tarde). La segunda es
que dedicó gran parte de su tiempo a la enseñanza del arte dramático en
compañía de su marido Randle Mell, con el que se casó en 1984, teniendo dos
hijos y felizmente unidos en la actualidad. Él también es actor y, aunque ha
trabajado en cine en papeles secundarios en películas como La casa de Carroll Street, Mensajero
del futuro, Sin miedo a la vida o
Cookie´s Fortune, de Robert Altman,
es un actor que se ha dedicado casi por completo a la televisión. El caso es
que ambos han formado parte del claustro de profesores de la Academia de Arte
Dramático de Nueva York, y, lo que es aún peor, les gustaba enseñar.
Aunque a Mary aún la
podemos ver en papeles secundarios en películas como Mumford, de Lawrence Kasdan (una maravilla), o Donnie Darko, ella también se acercó al mundo de la televisión pero
también con cierta lentitud. Primero con películas realizadas para ese medio y,
luego, con papeles fijos en series. El primero de ellos fue en la afamada Urgencias en el papel de la madre del
doctor John Carter (Noah Wyle), más tarde como la Presidente Laura Roslin en Battlestar Galactica, o en la tercera
temporada de Fargo. Mary nunca ha
sido demasiado adicta a la fama, destacando siempre por su discreción y su
predilección por estar en segundo plano, o en la afamada serie médica de Anatomía de Grey.
Como vídeo, os dejo con
el baile que se marca en Los fisgones.
Y como mosaico, os la
dejo en un fotograma de Grand Canyon.
¿Os acordáis? Ella va haciendo footing
y se encuentra algo muy especial en medio de un seto…
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