GUS MORNINS 21/4/20
“Eso
no quedaría muy bien en mi epitafio –dijo Schaeffer con languidez- Hay un
perceptible halo de presión bajo las luminosas palabras “Dio su vida por su
país en un urinario de mujeres en la Alta Baviera” Teniente
Schaeffer en “El desafío de las águilas”, de Alistair MacLean.
Hoy vamos a homenajear
a este escritor que ha sido llevado en múltiples ocasiones al cine. He leído
varias de sus novelas y su estilo era ágil, extremadamente estilizado para ir
al grano, sin dejar nunca de lado una cierta calidad literaria siempre enfocada
hacia lo visual. Quizá por eso sus novelas eran el objetivo preferido de muchos
directores y productores que se peleaban por llevarlas al cine. Alistair
MacLean hoy hubiera cumplido 98 años.
Alistair nació en
Glasgow, hijo de un protestante escocés al que pronto destinaron muy cerca de
Inverness. Allí, muy cerca del Lago Ness, Alistair se crió durante su infancia.
En 1941, en cuanto llegó a la edad mínima para alistarse, se enroló en la Royal
Navy llegado a ser Técnico Operativo de Torpedos, realizando, sobre todo,
labores de escolta de convoyes hasta 1945.
Licenciado de la Marina
al año siguiente, MacLean estudió filología inglesa en la Universidad de
Glasgow y se licenció con notas brillantes en 1953, entrando a trabajar como maestro
de escuela.
En su estancia
universitaria comenzó a escribir historias cortas para redondear sus escasos
ingresos. En 1954, ya siendo profesor, consiguió un premio con una historia
marítima y la Editorial Collins se fijó en ese joven escritor que prometía con
ese estilo tan directo. Efectivamente, la editorial tuvo un buen ojo. Alistair
MacLean publicó con ellos HMS Ulysses,
la historia de un barco de guerra en plena Segunda Guerra Mundial. La novela
obtuvo un gran éxito y estuvo durante varios meses como número uno de ventas.
Los ingresos que le generaron fueron de tal cuantía que no dudó en abandonar su
puesto de maestro y dedicarse por completo a la escritura.
En 1960, Hollywood
llamó a su puerta para adaptar su novela Los
cañones de Navarone. Los derechos de su historia le hicieron un hombre
rico. Lo cierto es que la película obtuvo varias nominaciones al Oscar y se ha
convertido en un clásico del cine bélico y de aventuras con unos estupendos
Gregory Peck, Anthony Quinn y David Niven en los principales papeles.
A partir de ese
momento, las novelas de Alistair MacLean estuvieron rifadas en el mundillo.
Richard Widmark se interesó él mismo por producir Caminos secretos, una historia de espionaje en la Guerra Fría
narrando una fuga de Berlín Este con los “dopos” pisando los talones al
protagonista, el propio Widmark, que, además, también probó suerte con algunas
escenas tras las cámaras en sustitución del director Phil Karlson. Como
curiosidad diremos que fue la primera banda sonora de un muchacho que parecía
bastante apañado con la música. Firmó su crédito como Johnny Williams.
El enorme éxito de
Alistair MacLean le llevó a hacer un curioso experimento. Publicó algunas
novelas bajo el pseudónimo de Ian Stuart para probar que el éxito que tenía no
se debía a que su nombre figurase en la portada, sino a la calidad de las
historias que contaba. Tuvo cierta parte de razón. Bajo ese nombre publicó Estación 3 ultrasecreto, la historia de
un virus que se escapa de un laboratorio y obliga a actuar a un oficial especializado
en terrorismo biológico. Fue llevada al cine en 1965 por John Sturges con
George Maharis y Richard Basehart de protagonistas. Está bastante bien aunque
no sea de las más conocidas de Sturges. Dana Andrews también andaba por ahí en
el papel del general que dirige toda la operación de alerta.
En 1968, el propio
Sturges adaptó Estación Polar Cebra,
con Rock Hudson, Ernest Borgnine, Jim Brown y Patrick McGoohan en los papeles
principales. A mí, personalmente, es una película que me gusta mucho. Está
llena de tensión y de aventura a través de esa historia sobre un submarino
supuestamente de rescate a una estación meteorológica en el polo que esconde
algo más. Aunque los decorados cantan un poco al final y no deja de ser un
producto de la Guerra Fría, es una estupenda película.
Ese mismo año, otro
exitazo con El desafío de las águilas,
con Richard Burton como el Mayor Smith y Clint Eastwood como el Teniente
Shaeffer intentando asaltar el Schloss Adler bávaro para, supuestamente, salvar
a un general prisionero de los nazis aunque, en realidad, se trata de descubrir
a un topo dentro de la cúpula del ejército británico. Llena de acción y tensión
(ya no se hacen película así), Brian G. Hutton dirigió con acierto y con un
sentido del ritmo excepcional.
En 1971, otra película
que no estaba nada mal. Las ocho
campanadas, con Anthony Hopkins y Jack Hawkins, sobre un agente secreto que
debe investigar que ha sido de un barco que naufragó sin dejar rastro en las
costas de Inglaterra. Llamó la atención la actitud rebelde de ese agente
secreto interpretado por Hopkins, que tiene verdaderos problemas para acatar la
autoridad de sus jefes y llevar a cabo sus misiones, aunque el deber, sin duda,
es lo primero. Una nueva visión tipo Bond sobre el agua.
Algo más floja resultó Muñecas ahorcadas, con Sven Bertil Taube
y Barbara Parkins en la trama de un agente secreto que trata de seguir la pista
de un cártel europeo de la droga. Aquí, MacLean renuncia un poco a la vista de
pájaro a la que nos tenía acostumbrados para reducir la historia a las andanzas
de un espía que tampoco lo es tanto, sino más bien un investigador privado.
En 1972 funcionó algo
mejor una película titulada El miedo es
la clave sobre un hombre obsesionado por la pérdida de su familia que
viajaba en un aeroplano mientras hablaban con él por radio. MacLean se adentra
de pleno en los terrenos del misterio y habría que destacar a un jovencísimo
Ben Kingsley en uno de los papeles secundarios de esta película protagonizada
por Barry Newman y Suzy Kendall.
En 1974, uno de los
mayores fiascos en las adaptaciones de sus novelas (en la mayoría de las
ocasiones él mismo escribía el guión). Se trata de Caravana hacia la aventura, la historia de una pareja de fotógrafos
interpretados por David Birney y Charlotte Rampling. Demasiado simple e,
incluso algo infantil, MacLean patinó por el que es, quizá, el mayor fracaso de
su carrera.
Se recupera levemente
al año siguiente con la apasionante Nevada
Express, un thriller del Oeste
sobre un tren que lleva un cargamento de medicamentos y en el que se cuela,
misteriosamente, un hombre que está buscado por la ley. Con Charles Bronson de
protagonista, la película es notable y la novela es aún mejor.
Otro fiasco fue Terror nuclear, basada en su novela La rendición dorada, con Richard Harris
de protagonista. Queriendo ahondar un poco en el estilo inaugurado por El enigma se llama Juggernaut, MacLean
se queda en una historia tonta sobre un barco mercante reconvertido en pasaje
de placer y que se usa como tapadera para introducir una cierta cantidad de oro
en los Estados Unidos. Ni siquiera la lógica funciona en esta película que,
incluso, tuvo un cambio en la dirección en pleno rodaje.
En 1978 se recupera un
poco con una especie de segunda parte de Los
cañones de Navarone, con la película Fuerza
10 de Navarone, con Harrison Ford, Robert Shaw en el papel que en la
original desempeñó Gregory Peck, y Edward Fox en el que había interpretado
David Niven. La dirección del experto Guy Hamilton dio lugar una película
aceptable, llena de aventuras y con cierto éxito.
La última adaptación
aceptable de las novelas de Alistair MacLean fue en el año 1980 con Operación Isla del Oso, con Donald
Sutherland, Vanessa Redgrave, Richard Widmark y Christopher Lee. Con algún que
otro fallo de casting no deja de ser
una aventura que está muy bien, con una trama de espionaje que se centra en lo
inhóspito de la Isla del Oso, muy cerca del Polo Norte y con un antiguo
misterio en el que estuvieron implicados los nazis. Muy interesante.
A partir de aquí, tanto
las novelas como las adaptaciones de Alistair MacLean cayeron en picado.
Simplemente, dejó de estar de moda. En 1980, muy malos resultados para La torre de los rehenes, con Peter Fonda
y Maud Adams tratando de salvar un secuestro en la Torre Eiffel. El fracaso (y
la baja recaudación de anteriores intentos) le condenaron a un ostracismo
cinematográfico durante nueve años. Sólo la serie B le rescató en El río de la muerte, a mayor gloria de
Michael Dudikoff, y una infecta película seis años después con el título de El camino de la muerte polvorienta, con
Linda Hamilton y Simon MacCorkindale. Su último título fue Mirada en la noche, una olvidable historia de espías con Pierce
Brosnan a punto de convertirse en James Bond.
Desde que el fracaso
comenzó a instalarse en su vida, Alistair MacLean tuvo que luchar contra el
alcoholismo, lo cual desembocó en una pérdida de ese estilo directo y lógico
que provocó en unas tramas muy poco creíbles en su última etapa. Murió en
Munich víctima de la cirrosis. Está enterrado a muy pocos metros de la tumba de
Richard Burton en Celigny (Suiza).
Como video os dejo con
los créditos iniciales de Estación Polar
Cebra con la estupenda banda sonora de Michel Legrand.
Y como mosaico os dejo
con él. Fue un gran escritor al que le gustaba narrar historias de acción. De
hecho, hay varios elementos comunes en sus obras. Apenas hay historias de amor
en ellas y, además, casi siempre alguno de sus protagonistas guarda un secreto
que es clave para la resolución de la trama. Alistair MacLean.
Comentarios
Buen gus
Besos. low