EL CINE EN CIEN PELÍCULAS (XLVIII)


- ¿Tú sabes cómo me siento? Como una gata en un tejado de zinc recalentada por el sol.
- Pues salta del tejado. Salta! Los gatos saltan desde los tejados sin hacerse daño. Anda, salta!!


LA GATA SOBRE EL TEJADO DE ZINC (Cat on a Hot Tin Roof) USA, 1958. Dir Richard Brooks con Paul Newman, Elizabeth Taylor, Burl Ives, Judith Anderson (99 min)

Tennesse Williams ocupa un lugar destacado entre los miembros de esa maravillosa generación de dramaturgos norteamericanos que se encarga de renovar el teatro de su país en los años que siguen a la II Guerra Mundial. Entre estos autores, entre quienes también es posible encontrar a figuras como Arthur Miller o Edward Albee, es fácil reconocer la huella del teatro realista de Eugene O´Neill y sus seguidores, si bien entre los componentes del grupo cabe apreciar también sutiles diferencias. Y así, mientras por ejemplo el teatro de Miller da más relevancia a los valores éticos y a denunciar la precariedad de vida de las clases trabajadoras, Williams prefiere poner el acento en el tratamiento de las pasiones humanas. En su obra se ve la influencia tanto de Chejov, al que admiraba profundamente, como de la prosa de Faulkner en su defensa por las clases más desfavorecidas y en el retrato de la decadente aristocracia sureña.  Williams, nacido Thomas Lanier Williams en Columbus, Misisipi y apodado “Tennesse” por su origen y su característico acento, es el máximo baluarte del llamado “gótico sureño” que recibe  ese nombre porque sus tramas suelen estar localizadas en el bajo Estados Unidos, Se trata de un teatro valiente en el que hay una fuerte presencia de temas tabú en la época como el alcoholismo o la homosexualidad, habitado por seres atormentados y dominados por brutales represiones psicológicas que terminan finalmente estallando a veces incluso de forma violenta.  No es casual que estas tramas se desarrollen en latitudes donde el calor y la humedad ambientales están simbolizando de forma abierta esa asfixia a la que están sometidos sus protagonistas.

Hollywood no tarda en echarle el ojo a estos autores, y se pone a la tarea de llevar a la pantalla algunas de sus obras, después de que todas ellas hayan triunfado en los escenarios de Broadway. Gracias a la intensidad dramática de sus textos y al impacto emocional de las historias que allí se cuentan, Williams se destaca como el favorito a la hora de las adaptaciones, tanto que quizá estemos ante el dramaturgo contemporáneo que en más ocasiones ha sido llevado al cine.  Igualmente, debido a sus especiales características, el drama sureño se adapta a la perfección al trabajo introspectivo y meticuloso de los intérpretes del Actor´s Studio, muy en boga en la época.

Así, el primer personaje surgido de la pluma del escritor en asomar a la gran pantalla es el Stanley Kowalski que Marlon Brando defiende en Un tranvía llamado Deseo (Elia Kazan, 1951). La obra se había publicado en 1947 siendo galardonada al año siguiente con el Pultizer, y se mantuvo en la cartelera de Broadway durante dos temporadas. El propio Brando interpretó a su personaje sobre las tablas con Jessica Tandy dándole la réplica en el papel de Blanche Dubois, y con Kim Hunter y Karl Malden completando el elenco. En la versión cinematográfica, Tandy fue sustituida por Vivien Leigh que venía de interpretar a la protagonista en la versión londinense que había preparado Laurence Olivier. La película cuenta la historia de una desquiciada dama perteneciente a una familia de clase alta venida a menos que por circunstancias debetrasladarse a Nueva Orleans para vivir con su hermana y su cuñado. El inestable comportamiento de la mujer condiciona la vida de la pareja y de sus allegados. La película fue todo un éxito y se convirtió en un clásico instantáneo gracias especialmente al excelente trabajo de Kazan con sus actores. Leigh, Malden y Hunter se llevaban el Oscar a casa, por sus respectivos trabajos mientras Brando y su camiseta se convertían en un mito eterno.

A Un tranvía llamado Deseo le siguieron las adaptaciones de La rosa tatuada (Daniel Mann, 1955) y Baby Doll (1956) de nuevo con Kazan en la dirección. La cuarta en la lista es la película que comentamos hoy, tras la cual llegaron títulos como De repente el último verano (Joseph L. Mankievicz, 1959), Piel de serpiente (Sidney Lumet, 1960) o La primavera romana de la señora (José Quintero, 1961). En los años siguientes, los textos de Williams cayeron en las manos de directores como Peter Glenville (Verano y humo, 1961), John Huston (La noche de la iguana, 1964), SidneyPollack (Propiedad condenada, 1966) o Joseph Losey (La mujer maldita, 1968). En la mayoría de estos films, ya fuera en solitario o ya en colaboración con otros, el propio Williams ejerció como guionista. Tras la muerte del autor, en 1983, su obra siguió siendo objeto de revisiones en nuevos remakes así como en producciones para televisión.  Una de las más destacadas es la estupenda versión que uno de nuestros protagonistas de hoy, Paul Newman, hizo de El zoo de cristal (1987).

En los escritos de Tennesse Williams queda perfecta constancia de lo azaroso de su vida. Aunque nacido en Misisipi, muy pronto se trasladó con su familia a Sant Louis para vivir una infancia nada feliz con un padre autoritario que trataba a sus hijos con excesiva agresividad. A los siete años se vio obligado a estar en cama dos años tras serle diagnosticada difteria, y fue entonces cuando empezó a escribir con una máquina que le regaló su madre.  A pesar de las dificultades pudo graduarse con excelentes calificaciones en Columbia y después se instaló en Nueva Orleans donde compuso el grueso de sus grandes obras. Williams era homosexual y se sentía muy unido a su hermana mayor Rose, aquejada de numerosos problemas mentales que comenzó a desarrollar en su etapa adulta. Rose quedó incapacitada de por vida tras someterse a una lobotomía autorizada por sus padres, un episodio que dejó marcado para siempre a su hermano y que probablemente motivó que cayese en la bebida.

El escritor fue encontrado muerto el 25 de febrero de 1983 en una habitación del hotel Elysee de Nueva York.  Tenía 71 años y la muerte de su secretario y amante Frank Merlo le había sumido en una profunda depresión. Su cadáver apareció rodeado de barbitúricos y frascos de pastillas; tuvo al parecer una muerte absurda, y se atragantó con el tapón de uno de ellos al intentar abrirlo con los dientes. Al final de su vida, Tennesse Williams se había convertido en el personaje de uno de sus célebres dramas.



Junto con Elia Kazan, Richard Brooks es el único de los grandes directores clásicos que ha adaptado a Tennesse Williams en más de una ocasión. Además de dirigir La gata sobre el tejado de zinc, el cineasta estuvo al frente del rodaje de Dulce pájaro de juventud (1962), otro clásico de nuevo con Paul Newman como protagonista, secundado esta vez por una excelente Geraldine Page. Ruben Sax, ese era el verdadero nombre de Brooks, había nacido en Filadelfia en 1912, en el seno de una familia judía de origen ruso, y aunque comenzó su actividad profesional como periodista deportivo pronto cambió el rumbo y se marchó a Hollywood a escribir guiones. Puede que el mundo perdiese entonces un gran cronista pero desde luego ganó un director de cine superlativo, merecedor de jugar en las grandes ligas junto a las vacas sagradas del Olimpo hollywoodiense.

Entre esos primeros guiones sobresalen el de Brute forcé (Jules Dassin, 1947) y el de Cayo Largo (John Huston, 1948). Su debut en la realización se produce en 1950 con el drama político Crisis al que llega por recomendación expresa de su protagonista principal Cary Grant. Repite en el género con la magistral El cuarto poder (1952), en la que el editor de un periódico en la banca rota decide sacar a la luz los trapos sucios de un famoso gánster. Cine de primera con la poderosa presencia de Humprhrey Bogart y Ethel Barrymore en lo más alto del cartel.

En La última vez que vi París (1954) dirige por primera vez  en su carrera a Liz Taylor dentro de un nostálgico melodrama basado en un relato de Scott Fitzgerald. Su siguiente éxito es otro estupendo clásico del cine de “colleges” Semilla de maldad (1956) con un espectacular duelo interpretativo entre Glenn Ford y SidneyPoitier. En apenas un lustro, Brooks ya se ha revelado como un excepcional director de actores; en los años siguientes seguirá explotando esa cualidad consiguiendo grandes trabajos de Bette Davis, Ernest Borgnine (Banquete de bodas, 1956), Stewart Granger (La última caza, 1956) o Rock Hudson (Sangre sobre la arena, 1957).

Otra característica esencial del Brooks director es su querencia por las adaptaciones por grandes clásicos de la literatura universal. No solo se atreve con Tennese Williams en los dos ejemplos ya citados, sino incluso con Dostoievski, quizá por aquello de reivindicar a sus ancestros europeos, y en 1957 despacha una versión bastante aceptable de Los hermanos Karamazov, con la lógica dificultad que supone rodar con un equipo extranjero una historia tan netamente rusa (y eso que Yul Brynner de caucásico, claro, da más que el pego). En 1960 adapta la novela de Sinclair Lewis Elmer Gantry, que se conoce en nuestro país como El fuego y la palabra y que contiene unaencendida  crítica contra el fanatismo de los falsos predicadores religiosos. La película estaba interpretada por Burt Lancaster, que en aquella edición se llevó el Oscar por su trabajo, y Jean Simmons que aquel mismo año se convertiría en la señora Brooks.  La tercera en discordia, Shirley Jones, también se coronó como mejor secundaria de 1960, arrebatándole la estatuilla a entre otras la Janet Leigh de Psicosis. Un tercer premio de la academia fue a parar al guion adaptado, obra del propio Richard Brooks.

Después de adaptar a Joseph Conrad en la versión de Lord Jim (1965), una estupenda película de aventuras con un majestuoso Peter O´Toole , llega una de las cumbres de la filmografía del director. Se trata de Los profesionales (1966), enérgico y entretenidísimo western que además de contar con un reparto de lujo, incluye pasajes y diálogos geniales como ese de “Son ustedes unos hijos de puta / Sí, señor, pero lo nuestro es de nacimiento y usted se ha hecho a sí mismo”. Casi sin solución de continuidad, Brooks encadena al año siguiente una nueva obra maestra al asumir el riesgo de llevar al cine la icónica novela de Truman Capote A sangre fría.

La publicación de A sangre fría en 1966 supuso una especie de revolución en el mundo del arte y la literatura norteamericanas, y podría decirse que también en el mundo entero. La novela recreaba el asesinato de una familia de un pueblo de Estados Unidos a manos de dos convictos fugados que cometieron el crimen sin de forma arbitraria y sin ningún móvil aparente. El propio Capote llegó a entrevistarse  con los asesinos, condenados a muerte en la prisión, una vez fueron capturados. La obra terminaba siendo un alegato contra la pena capital, y se puede decir que en ella, su autor inaguró un nuevo género literario, la novela periodística o la “non fiction novel”.  En 2006, Douglas McGrath y Bennet Miller recrearon la trama de A sangre fría en sus películas Historias de un crimen y Capote, interpretadas respectivamente por Toby Jones y Philiph Seymour Hoffman en el papel del autor de Desayuno con diamantes.

Ciertamente era todo un riesgo adaptar un texto como A sangre fría, pero Brooks salió más que airoso del reto. Para empezar, opto por un estilo sobrio cercano al documental , próximo por tanto al espíritu con el que había sido escrita la novela. Siguiendo el ejemplo de Hitchcok en Psicosis, desechó la idea de rodar en color a fin de evitar que el espectador quedase impresionado ante el exceso de sangre. La Columbia, productora de la película, quería a Paul Newman y a Steve McQueen como los protagonistas del film, pero Brooks presionó para que no fuese así, y la obra acabó siendo interpretada por los desconocidos Robert Blake y Scott Wilson. Además de que la decisión aporta a la historia la dosis de veracidad necesaria, reconozcamos que ni a Newman ni a McQueen les hubiese beneficiado aparecer en una película como esta dando vida a dos asesinos sanguinarios.

La filmografía de Richard Books no volverá a alcanzar cotas tan altas, si bien presenta algún que otro título reseñable en su tramo final. En 1969, el realizador escribe y dirige Con los ojos cerrados, vehículo para lucimiento absoluto de su esposa, Jean Simmons, que en el film interpreta a una mujer madura que se refugia en el alcohol para intentar olvidar las continuas infidelidades de su marido. El argumento parece ciertamente sacado de un drama sureño del mismo Tenesse Williams y le valió a la Simmons una nominación al Oscar – fue la segunda y la última de toda su brillante carrera- , aunque finalmente tuvo que ver cómo su compatriota Maggie Smith se llevaba el premio por Los mejores años de Mrs Brodie de Ronald Neame.

Unos meses de divorciarse de la protagonista de Espartaco, Richard Brooks le hinca el diente al western en su vertiente más paródica. El resultado es la divertida Muerde la bala (1976) que recrea una  frenética carrera de caballos a través de diversos estados norteamericanos; entre sus participantes, dos pesos pesados como Gene Hackman y James Coburn, mano a mano pugnando por ver quién se lleva el gato al agua, ahí es nada. Otro de los títulos reseñables de Brooks en estos años es Buscando al Sr Godbard (1977) con Diane Keaton en su año más triunfal – gracias al Oscar por Annie Hall, interpretando a otra joven liberada que se dedica a la educación de niños sordos.

Dos títulos vienen a cerrar la filmografía de Richard Brooks ya en los ochenta. Solo la presencia en el reparto de Sean Connery logra elevar el nivel de Objetivo mortal  (1982), rutinaria sátira contra el sensacionalismo televisivo. Años más tarde, el último trabajo del director será el convencional drama Juego sucio en las Vegas (1985), protagonizado por Ryan O´Neal, y con el mundo de los casinos y las apuestas de fondo. Brooks moriría el 12 de marzo de 1992 a consecuencia de un ataque cardíaco sufrido en su residencia de Beverly Hills. Muchos recordaron entonces su perfil intelectual que le llevó a cuestionar en más de una ocasión el propio concepto de identidad norteamericana heredado de la tradición roostveliana. Su ideología se refleja también en su más breve carrera literaria que incluye novelas como The Brick Foxhole (1943) llevada al cine unos años más tarde en la excepcional  Encrucijada de odios (Edward Dmtytryk, 1947).




Nos encontramos en una vasta plantación algodonera en un lugar del profundo Misisipi, perteneciente a la familia Pollit. En la mañana de su 65 cumpleaños, el patriarca del clan a quien todos apodan cariñosamente Big Daddy ha acudido a la ciudad para someterse a unas pruebas médicas que le confirmen si como se sospecha en un principio padece cáncer. Mientras en la finca se prepara una gran fiesta en su honor.

Sin embargo, a no todo el mundo parece entusiasmarle la celebración, sin ir más lejos a Brick, el hijo menor del patriarca, una antigua estrella del fútbol caída en desgracia a causa entre otras cosas de su adicción al alcohol. En las vísperas del cumpleaños paterno, Brick decidió culminar una noche de borrachera acudiendo a la pista de atletismo de su viejo instituto e intentar completar una carrera de vallas. Una fatal caída le obliga a apoyarse en una muleta y a guardar reposo en su habitación. El joven no tiene intención de bajar a felicitar a su padre con quien no tiene una buena relación; prefiere pasar la velada acompañado de una botella, un vaso y unos hielos.

Quien sí ha acudido a la fiesta es Gooper, el hijo mayor de Big Daddy, acompañado de su insoportable esposa y de su no menos insufrible caterva de hijos, un total de cinco (aunque ya hay un sexto ya en camino). Mae y Gooper son ambiciosos y desean quedarse con toda la herencia de Big Daddy cuando este muera; para ello han planeado quitarse de en medio a Brick ingresándolo en una clínica de rehabilitación. Eso es al menos lo que intuye Maggie, la bella esposa del ex futbolista que se presenta en la habitación de su marido para convencerle de bajar a la fiesta de su padre.

Durante la conversación surgen los primeros reproches. Maggie se siente atrapada dentro de un matrimonio que no funciona, como una gata sobre un tejado de cinc caliente llegará a decir. Una de las cosas que le echa en cara a su marido es haber cambiado tanto y haber recurrido a la bebida tras el suicidio de Skypper, un compañero del equipo a quien se sentía muy unido.  Tras intentar en vano que Brick se vista para bajar a la fiesta, Maggie se despide rumbo al aeropuerto para recibir a sus suegros. Cuando llega allí encuentra que ya se le han adelantado Gooper, Mae y sus niños. Bajo la batuta de su madre, los críos – “bestias cuellicortas” como les llama Maggie- comienzan a entonar una serenata que previamente han ensayado para dar la bienvenida a los abuelos.

Las noticias que llegan de la ciudad son buenas. Big Daddy no tiene ninguna enfermedad y podrá vivir cien años. El patriarca no puede disimular su alegría al ver que Maggie ha ido a recibirle al aeropuerto, pero nota preocupado la ausencia de su marido. Al llegar a casa, toda la familia se sienta a la mesa a cenar acompañada de un médico y un diácono amigos de la familia, mientras las “bestias cuellicortas” revolotean alrededor como moscas. Con la excusa de examinarle su pierna rota, el doctor sube hasta la habitación de Brick y le informa de que han mentido con respecto al diagnóstico de su padre que en realidad se está muriendo. El propio Big Daddy pide ver a su hijo y la fiesta se traslada al cuarto de este donde Maggie le regala la bata que le había comprado para que Brick se la diese.

Ya a solas, Brick y su padre tienen su enésimo encontronazo. El segundo le pregunta al primero si es cierto que él y Maggie ya no duermen juntos en la misma cama e intenta oír de su propia boca qué tipo de amistad le unía a Skipper. Brick le habla de que ha encontrado el mejor refugio en la bebida pues cuando bebe un click se activa en su cabeza y le transmite calma. Big Daddy reclama entonces la presencia de Maggie y el cruce de acusaciones se identifica; Brick que mantenía una relación homosexual con su compañero de equipo, obliga a confesar a Maggie lo que siempre había venido sospechando, que esta se acostó con su amigo por venganza, y que este hecho fue el que motivó el suicidio de Skipper.  La discusión termina cuando Brick hace la maleta en presencia de su padre y pone rumbo al coche para marchar a la ciudad.

Bajo un torrencial aguacero, el joven termina confesando a Big Daddy que en realidad se está muriendo, y que todo el mundo le ha engañado haciéndole concebir falsas esperanzas. El patriarca se encierra en el sótano en estado de shock por la noticia. Mientras Gooper y Mae intentan que Big Mama, que ignora la gravedad de la enfermedad de su marido, firme los primeros papeles de la herencia ante una indignada Maggie. Brick baja al sótano para hablar de nuevo con su padre al que reprocha que haya pasado toda la vida coleccionando cosas y bienes materiales despreciando los sentimientos de las personas. Tras un nuevo y feroz enfrentamiento llega la reconciliación final. Ataviado con la bata que Maggie y Brick le han regalado, Big Daddy abandona el sótano y reúne a toda la familia. Es entonces cuando Maggie, la gata, le anuncia una sorpresa, un último regalo anunciando que está embarazada. Todos saben que es mentira y la pareja se retira a su cuarto ante las airadas protestas de Gooper y Mae. Cuando el matrimonio se queda solo, Maggie promete a Brick que hará todo lo posible para que la mentira se convierta en verdad, sellando su pacto con un apasionado beso final.



Ocho años después de conquistar su primer Pulitzer por Un tranvía llamado deseo Tennesse Williams se hacía en 1955 con el segundo gracias a La gata sobre el tejado de zinc caliente. La primera representación de la obra tuvo lugar en Broadway el 24 de marzo de 1955 bajo la dirección de Elia Kazan que ya había adaptado al cine a Williams en la película de Brando y estaba a punto de repetir con Baby Doll. En aquella ocasión, los primeros Maggie y Brick fueron Barbara Bel Guedes y Ben Gazzara que serían sustituidos posteriormente por Patricia Neal y Jack Lord. La pieza ha venido representándose en los mismos escenarios durante más de medio siglo hasta hoy; entre las actrices que han interpretado a lo largo de este tiempo a la “gata” Maggie figuran Katheleen Turner, Ashley Judd o Scarlett Johansson; por su parte, a Brick le han puesto rostro actores como Charles Durnning o Jason Patric. El impacto del texto de Williams provocó que desde el principio el montaje traspasase fronteras y pudiese verse en todo el mundo. En España, por ejemplo, donde la censura consiguió eliminar el adjetivo "caliente" del título original, se pudo disfrutar de la adaptación que hizo en 1979 Ana Diosdado con su marido Carlos Larrañaga como Brick y María José Goyanes en el papel de la gata. O más recientemente del montaje que bajo la tutela de Mario Gas protagonizaron Aitana Sánchez Gijón y Carmelo Gómez. La última vez que pudo verse la obra en los escenarios españoles fue en 2015 con Eloy Azorín haciendo de Brick y Juan Diego como Big Daddy.  En fin, de entre todas las versiones internacionales, más de uno hubiésemos dado un riñón por estar en una muy especial, la que dirigió en el mismo año del estreno Ingmar Bergman en el teatro nacional de Mamo con Max Von Sidow como cabeza de cartel.

Pero sin duda en el imaginario colectivo Brick y Maggie Pollit siguen siendo para todos Paul Newman y Elizabeth Taylor gracias a la película de Brooks. No importa que después haya habido otras películas y otras series y por allí hayan pasado intérpretes tan respetables y tan magníficos como Jessica Lange, Natalie Wood, Tommy Lee Jones o Laurence Olivier. Ver La gata sobre el tejado de cinc es sobre todo ver a Paul con su albornoz azul a juego con sus ojos y a Liz pasear su sensualidad en combinación para despertar el deseo de su hombre. Él era como quien dice un recién llegado cuya carrera empezaba a despuntar y a poner rumbo a la leyenda, mientras ella había dejado atrás su etapa de niña prodigio e ídolo juvenil y comenzaba a centrarse en papeles de mayor altura dramática. La prensa sensacionalista creyó que durante el rodaje saltarían chispas entre las dos estrellas, dos de los guapos oficiales del Hollywood de entonces, pero se equivocó de pleno. Newman se había casado ese mismo año con Joanne Wodward con quien llegaría a formar uno de los matrimonios más estables del cine estadounidense; Taylor por su parte sufrió un duro revés a las pocas semanas de empezar a filmar tras conocer que el tercero de sus maridos, Mike Tood, había fallecido en un accidente aéreo. La productora concedió a la actriz unos días de permiso tras los cuales volvió al trabajo más entregada si cabe que antes de recibir la noticia de la tragedia.

El tercero en discordia era BurlIves quien ya había interpretado a Bigg Daddy sobre las tablas de Broadway en la versión original de Kazan.Ives, actor de raza y secundario de lujo, fue incluido en las famosas listas negras del mccartismo por sus presuntas vinculaciones comunistas, pero posteriormente aceptó colaborar con el Comité de Actividades Antiamericanas, lo que le permitió poder seguir desarrollando su carrera de actor. Sin embargo, su otra profesión, la de cantante y productor musical, se vio truncada por esta misma circunstancia. En el mismo año del estreno de La gata, Burl Ives recogió el Oscar que le acreditaba como mejor secundario por su aparición en Horizontes de grandeza de Wiliam Wyler, maravilloso western en el que daba vida a otro patriarca, atrapado esta vez en las luchas intestinas de dos familias rivales de ganaderos. Otros papeles relevantes de la trayectoria del actor fueron los de Al este del Edén (1955) o Un rostro en la multitud (1958), ambos a las órdenes de su amigo Elia Kazan

El reparto de la película de Brooks se completaba con nombres como los de Judith Anderson, la malvada ama de llaves de Rebeca (Alfred Hitchcock, 1940), Jack Carson y Madeleine Sherwood. El film obtuvo 6 nominaciones al Oscar de 1958, incluyendo Mejor Película y Mejor Dirección; Newman recibió su primera candidatura a la estatuilla, mientras que Taylor cosechó su segunda derrota consecutiva tras haber sido finalista por primera vez el año anterior con El árbol de la vida (Edward Dmyytrik, 1957) Otras opciones al premio de la Academia fueron para la fotografía en color de Willaim Daniels – nadie hubiese entendido una película así en blanco y negro privándonos de disfrutar con el azul de los ojos de él y el violeta de los de ella- y para el guión adaptado que corrió a cargo del propio director y de James Poe, uno de los pocos de aquella época en los que no metió mano directamente el propio autor de la obra teatral. Williams, que ya había tenido problemas con la censura en el estreno de su obra en Broadway, no quedó muy satisfecho del resultado cinematográfico, fundamentalmente por la ambigüedad planteada en torno a la relación homosexual del protagonista, clave para entender el sentido de la obra.

Aun así, los guionistas se acercaron bastante al espíritu del drama sureño y lograron plasmar en pantalla la esencia del teatro de Williams; un cruce de emoción y pasiones, con una atmósfera irrespirable donde se ventilan odios, celos, venganza y corrupción. Y con una nueva heroína que sumar a la galería de grandes personajes femeninos del autor; Maggie Pollit se sumaba así a Baby Doll o la Blanche DuBois de Un tranvía llamado deseo; y Liz Taylor consiguió trasmitir esa mezcla de sensualidad y fiereza en un personaje que a punto estuvo de caer en las manos precisamente de Vivian Leigh.

De Books a Kazan, de Mankiewicz a Huston, el cine fue imprescindible para dar a conocer en el mundo entero la figura y la obra de Tennesse Williams. Personajes torturados unos por su sed de codicia, buscando otros su propia aceptación en la amabilidad de los desconocidos. Dramas bañados en sudor y alcohol que supieron trascender el ambiente local de la América profunda para alcanzar la universalidad de una tragedia griega.





Comentarios

César Bardés ha dicho que…
Desde muy joven me apasionó la dramaturgia de Tennessee Williams. Creo, además, que la primera película en la que le descubrí fue en "La gata sobre el tejado de zinc". Mis padres hablaban muchísimo de ella y me llamó la atención muchísimo ese cartel diseñado por Saul Bass cuando se pasó en el cine de verano de Cullera. Por supuesto, no me dejaron ir a verla. Recuerdo que ellos sí fueron y me dijeron, secamente: "Esta no es para ti. Cuando seas más mayor podrás verla". Y, sí, la he visto varias veces. No sólo en cine. También acudí al teatro para ver esa versión que comentas, Dex, de Mario Gas, con Aitana Sánchez-Gijón y Toni Cantó (que había sustituido a Carmelo Gómez porque, parece ser, se sentía acosado por Aitana) y con Carlos Ballesteros en el papel del padre. Sin ser mala (Cantó bajaba el nivel) vi aquella versión que ya os comenté en alguna ocasión, en el Teatro Reina Victoria, con Eusebio Poncela, Carlos Lemos y Mari Carmen Sánchez Pascual con la aparición de Marisa Paredes como la cuñada embarazada. Ahí sí me quedé impresionado con la obra (la escenografía me irritó un poco porque estaba planteada con la mitad del escenario en una jaula. Lo único que estaba diáfano a la vista era el dormitorio de Brick y Maggie). Recuerdo que fui con un amigo (corría el año 85) y nos quedamos los dos quietos en la butaca después de todo sin apenas movernos. Lo de Carlos Lemos había sido mágico.
Por supuesto, luego he visto otras de las obras que comentas. A recordar también "Dulce pájaro de juventud", que vi con Analía Gadé y Pep Munné en el Albéniz, o "La rosa tatuada" con una memorable Concha Velasco en el papel principal, o "El zoo de cristal", en el María Guerrero, con Amparo Soler Leal. También impactantes...pero menos. El caso es que Williams siempre me ha hechizado con esos dramas extremos en los que los personajes siempre mendigan cariño y muy pocas veces lo consiguen.
Muy de acuerdo con tu valoración de Richard Brooks, un director mayúsculo del que rara vez se acuerdan los críticos de turno. Ha hecho películas extraordinarias aunque su filmografía no fuese muy larga porque el tipo se planteaba, directamente, hacer un cine libre y de calidad.
Y qué decir de Paul y Liz. Durante muchos años se especuló con la posibilidad de que volvieran a rodar juntos y no fue posible. Incluso estuvo durante mucho tiempo dando vueltas la idea de que volvieran a coincidir en "Al caer el sol", donde Liz daría vida a la inspectora que finalmente interpretó Stockard Channing que se parecía físicamente a Liz, pero, dicen, que la Taylor tenía pánico de volver a aparecer junto a un hombre que había envejecido tan bien como Paul y rehusó hacer el papel en el último momento. Cabe preguntarse si Liz le hubiera dado ese aire picantón y casi incisivo que le dio la Channing al papel.
Un gran gus con muchos recuerdos dentro. Gracias, Dex.
Abrazos calientes.
CARPET_WALLY ha dicho que…
Tremendo. Que huérfanos de estos guses maravillosos hemos estado estos días.

Y hoy además un tres en uno, el autor, el director y la película.

Sobre Williams, siempre he pensado que en sus historias se respira el calor humedo sureño de forma que es imposible que las pasiones no se desaten, hay tanta intensidad en sus personajes, tanto pasado oculto que esa humedad, esos sudores emanan una sensualidad de la que es imposible escapar.

Sobre Brooks que era un monstruo capaz de hacer verdaderas maravillas y de sacar petroleo de sus actores, no digo que Kazan no sacara jugo ( que lo hizo insuperablemente) de las historias de Williams, pero Brooks le dio una dimensión tal vez menos física y mucho más sentida ( ami me lo parece). Y sólo una cosa, "Objetivo mortal" no es una buena película, por momemntos parece hasta chapucera (el guon es bastanete caótico), pero dista mucho de ser rutinaria...y de hecho apunta en los 80 algo que entonces no parecía muy real, los terroristas suicidas que se inmolan para conseguir sembrar el terror.

Y sobre la película, escandalosa en su época, hoy es una historia tan cercana que parecería casi costumbrista. Un matrimonio que hace aguas por tendencias homosexuales de uno y el adulterio de otra, un padre rígido acostumbrado a tener a toda la familia en un puño, bastante despiadado y poco empático, el buen hijo pelota que busca su propio beneficio...

La cuestión es que las tres patas del banco no bastan, hace falta Dex para que el banco no cojee.

Grande.

Abrazos con muleta.

Entradas populares de este blog

Guuud mornins, 14/05/13

Gus de media mañana y un ratito (6/05/2013) - DJ suplente.