GUS MORNINS 26/6/18

“Mi padre fue el que plantó en mí el sueño de convertirme en director de fotografía”.
                                                                                                Vittorio Storaro
No podía dejar pasar la ocasión de felicitar a este auténtico genio de las imágenes en el cine, que hoy cumple setenta y ocho años y sigue en plena forma, trabajando y dándonos lo mejor, haciendo que el cine adopte imágenes de auténtico ensueño y consiguiendo que olvidemos que la realidad suele estar mejor fotografiada.
Nacido en Roma, el padre del pequeño Vittorio resultó ser un proyeccionista del cine Lux de la capital italiana. Allí le llevaba cuando salía del colegio y el pequeño futuro genio de la imagen pasó horas viendo las películas que su padre proyectaba, absorbiendo sus formas, sus fantasías, sus luces y sus sombras. Tanto es así que a los siete años ya tuvo su primera máquina fotográfica, regalo también de su padre. El talento se le salía por los poros con esa corta edad y, tanto es así, que el pequeño Vittorio pasó el examen a los once años para ingresar en la Escuela Técnica de Fotografía Cinematográfica de Roma, donde pasó el curso con notas brillantes. Tan brillantes que, cuando alcanzó ya la edad universitaria, Vittorio consiguió ser admitido en el Centro Estatal Experimental de Cinematografía, graduándose a la temprana edad de veintiún años.
A los veinte años ya era becario como ayudante de fotografía en varios rodajes. El tiempo libre lo pasaba en las galerías de arte, estudiando a los grandes maestros en su uso de la luz. Trabó amistad con Bernardo Bertolucci mientras rodaba diversos cortos para aprender el oficio sobre el terreno y éste le recomendó a su amigo Franco Rossi para que contratara a ese joven de veinticinco años para encargarse de la fotografía de Juventud, juventud, una película que pasó sin pena ni gloria por la cartelera italiana. Proliferaban ya en esa época las películas del giallo italiano y fue el encargado de fotografía de Crimen en la pista de tenis, de Franco Rosetti, y, sobre todo, de la mítica El pájaro de las plumas de cristal, de Dario Argento. Ya siendo un experto con la cámara, Bernardo Bertolucci inicia su fructífera colaboración con él en El conformista, en La estrategia de la araña, basada en un cuento de Jorge Luis Borges, y, por supuesto, en El último tango en París donde el mundo comienza a darse cuenta de la maestría de Vittorio Storaro.
Después de trabajar de nuevo con Bertolucci en un trabajo inmenso como es Novecento, Storaro se dispone a hacer las Américas y comienza con una producción más bien modesta como es Ágatha, de Michael Apted, con Vanessa Redgrave en el papel de la escritora Ágatha Christie y recreando (y dando una explicación totalmente ficticia) la desaparición que sufrió durante unos cuantos días en la que todos la daban por muerta. A partir de ahí comienza su asociación con Francis Ford Coppola y la extraordinaria fotografía (no se dice ninguna tontería si se afirma que esta película contiene una de las mejores fotografías de la historia del cine) de Apocalypse now. Vuelve con Bertolucci para poner imágenes a esa historia de incesto con Jill Clayburgh que fue La luna; regresa a Estados Unidos y consigue un fascinante acabado fotográfico para Coppola en Corazonada; y, desde luego, resulta ser el más indicado para llevar a cabo la imaginería de Rojos, de Warren Beatty, biografía del fundador del Partido Comunista de Estados Unidos, John Reed.
También realiza un maravilloso trabajo para Richard Donner en Lady Halcón y, por supuesto, es uno de los puntos más fuertes en los que se apoya Bertolucci para rodar El último Emperador. Vuelve con Coppola para fascinar una vez más con Tucker y se dispone a dar un festival de colorido nacido directamente del mundo del cómic en Dick Tracy, de Warren Beatty. A finales de los noventa traba amistad con Carlos Saura y se dedica a operar la cámara en sus películas Taxi, Tango y, sobre todo, Goya en Burdeos y, es verdad, quizá ha estado un tanto desaparecido durante la primera década del 2000 interviniendo en proyectos poco interesantes, aunque siempre bien fotografiados. Sólo ha resurgido recientemente con toda su experiencia y fuerza en las dos últimas películas de Woody Allen: Café Society y Wonder Wheel.
Es el segundo extranjero que ha recibido el prestigiosísimo galardón de la Sociedad Americana de Cinematografía junto con Sven Nykvist, otro grandísimo maestro de este arte.
Sus escenas suelen estar iluminadas desde detrás de las cámaras o desde arriba. Para los interiores, su luz suele provenir de las ventanas. Para los exteriores, su luz suele ser siempre la del atardecer.
Diseñó una serie de geles para impregnar el negativo que son conocidos como “La selección Storaro”. Su intención al diseñarlos fue utilizar un gel para cada estado de ánimo que se quiera expresar. Es una figura muy respetada dentro de la profesión.
Ha ganado tres premios de la Academia además de una nominación por Dick Tracy. Los premios fueron por Apocalypse now, Rojos y El último Emperador.
Aunque las malas lenguas dicen que tiene un ego algo pronunciado, siempre ha creído que Gordon Willis era mejor que él diseñando fotografías.
Su concepción de la fotografía se basa en pintar con la luz y expresar emociones con el color, basándose en la percepción psicológica de los mismos que había teorizado el escritor alemán Goethe.
Aquí os dejo con un vídeo que repasa algunos de los mejores trabajos que os he ido nombrando. Es una auténtica gozada. Y fijaos sobre todo en el empleo de la luz.


Y como mosaico, él, el escultor de las tinieblas.





Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Qué bonito el vídeo y qué interesante lo que cuentas en este gus. No conocía a este señor, dicho esto soy mucho de fijarme en la iluminación de una escena porque una luz especial, como por ejemplo la luz que entra a través de una ventana como comentabas, me dice muchas veces más que un diálogo. Hay escenas preciosas en ese vídeo,mal música también es muy bonita.

Besos

low
CARPET_WALLY ha dicho que…
Lo de Storaro es una barbaridad.
Estoy completamente de acuerdo en que "Apocalyse Now" tiene una de las mejores fotografías de la historia del cine. De la luminosidad a la oscuridad, de la explosión del color a la negrura más profunda...es brutal.

Porque una cosa que tiene Storaro es que participa en la narración, no se limita a darle cuerpo, fondo o textura, Vitorio ilumina, colorea, matiza en función de dinámica de la historia. Y nunca lo hizo tan claramente como en "Whonder Wheel" donde Kate Winslet aparecía rosa, verde o azul según sus distintos momentos anímicos y eleva una buena película a un nivel superior, un ejercicio maravilloso que merece la pena disfrutar.

Abrazos de luz

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