GUS MORNINS 5/3/19

“Me encantaba trabajar en los estudios de cine. Me encantaba cómo olían. Me volvía loco compartir el comedor con un puñado de indios mientras observaba cómo unos cuantos romanos hablaban por teléfono en las cabinas habilitadas allí. Me encantaba ver el nivel técnico que se desarrollaba en las películas con música mientras la grababa. Y, por encima de todo, me encantaba ser parte de todo ello, parte de esa peculiar fraternidad de artistas, sintiéndome empequeñecido y superior al mismo tiempo y enviado allí por las mismas equívocas reacciones de un destino injusto”
                                                                                                   André Previn
Vamos de óbito en óbito en este gus, pero que no quede porque alguno de los trillones pueda decir que nos hemos dejado un homenaje merecido a éste o a aquél. Esta semana el turno definitivo le llegó al gran André Previn, una de las más extraordinarias figuras en el arte de la composición, orquestación y arreglo de bandas sonoras de la historia del cine. Sería injusto no poner un poco de música al gus recordando a este maravilloso hombre de pentagrama inmortal.
André Previn era berlinés de nacimiento, pero nació en un lugar y en una época equivocada. Era judío y, con apenas nueve añitos, la familia decidió emigrar a los Estados Unidos antes de que Hitler y sus secuaces se echaran encima. El destino lo eligieron porque el tío Charles trabajaba en el departamento musical de la Universal y los padres de André, que ya sabían de la vocación temprana de André por el piano, veían cierto futuro para el niño. No dudaron en matricularle para que recibiera formación clásica, pero André era un poco rebelde y, dominador del piano a muy temprana edad, publicó su primer disco de jazz a los dieciséis años mientras terminaba su formación básica. Merced a los contactos de su tío, a los diecisiete ya entró en el departamento musical de la Metro Goldwyn Mayer como arreglista y orquestador. En el fondo, eso le sirvió como una escuela inmejorable porque, inquieto como era, no dudó en probar suerte con algunas composiciones que el estudio le iba confiando siempre en el terreno de la serie B o, incluso, C. Todo cambia cuando, llevado por su pasión por el jazz, André Previn publica un disco con arreglos de ese tipo de música basado en temas del musical, que por entonces triunfaba en Broadway, My fair lady. El éxito del álbum le proporciona una mayor confianza en producciones de más categoría auspiciadas por el estudio y así André Previn firma su primera composición importante para la maravillosa Conspiración de silencio, de John Sturges, o para Mi desconfiada esposa, de Vincente Minnelli. Una de sus mejores composiciones es la que realiza para El fuego y la palabra, de Richard Brooks y, a partir de ahí, todos los directores quieren las notas de Previn en sus películas.
Así, pues (y nos estamos reduciendo a su faceta de compositor, teniendo en cuenta que también fue un notable arreglista de películas con composiciones ajenas como Gigi, por ejemplo), Previn realiza las bandas sonoras de Los cuatro jinetes del Apocalipsis, de Vincente Minnelli; Larga jornada hacia la noche, de Sidney Lumet; la maravillosa y muy olvidada Cualquier día en cualquier esquina, de Robert Wise; la música adicional de Irma, la dulce, de Billy Wilder; Adiós, Charlie, de Vincente Minnelli; Bésame, tonto, de Billy Wilder; La rebelde, de Robert Mulligan; el estupendo score de En bandeja de plata, de Billy Wilder…
Aquí hace un parón porque André Previn nota que le falta algo en el currículum y es dar el salto hacia la composición clásica y la dirección de grandes orquestas. Es un músico todo-terreno así que acepta primero la dirección titular de la Orquesta Sinfónica de Houston y, una vez que se hace con el manejo de la batuta y comprende cómo se mueve con el mundillo, al mismo tiempo de los maravillosos programas que dirige en los conciertos en vivo, se le ofrece la dirección titular de una de las mejores orquestas del mundo: la Orquesta Sinfónica de Londres.
A partir de aquí, André Previn compagina su labor en el cine, sus ocasionales vueltas al jazz (yo tengo dos de sus álbumes con Itzhak Perlman que son una auténtica gozada como son A different kind of blues y It´s a breeze) y sus labores como director clásico que incluye, también, composiciones para salas de conciertos.
A partir de aquí ya no compone mucho más para el cine, salvo la música incidental de la biografía de Piotr Ilich Tchaikovsky en La pasión de vivir, que interpretaron Richard Chamberlain y Glenda Jackson y las adaptaciones de bandas sonoras ajenas como Jesucristo Superstar, de Norman Jewison; Millie, una chica moderna, de George Roy Hill, o La leyenda de la ciudad sin nombre, de Joshua Logan.
En 1998 estrenó la ópera de su autoría basada en el libreto de Un tranvía llamado Deseo, que obtuvo un gran éxito. En 2009 también estrenó otra ópera basada en el guión de Breve encuentro. Además también tiene un concierto para violoncello y orquesta para ser interpretado por el reputado Yo-Yo-Ma, un concierto para piano para Vladimir Ashkenazy e, incluso, un concierto de violín para su mujer Anne-Sophie Mutter, la violinista excepcional que conquistó el corazón de Herbert Von Karajan y que, a pesar de sus esfuerzos, nunca llegó a enamorarse de él. Fue André Previn el afortunado.
Anteriormente, por supuesto, André Previn había estado casado con Mia Farrow, por lo que es el suegro de Woody Allen, ya que es el padre de Soon-Yi.
Tiene cuatro Oscars de once nominaciones. La mayor parte de ellas al premio, que ya no se estila, de mejor banda sonora adaptada. En concreto, sus premios fueron por Gigi, Porgy and Bess y My fair lady en esta categoría. Para la mejor banda sonora original se llevó el suyo por la música que compuso para Irma, la dulce.
Como lo que nos une es el cine, no puedo resistir la tentación de poner la banda sonora que compuso para ese tour de force que realizó Burt Lancaster y que le granjeó su Oscar al mejor actor por El fuego y la palabra, de Richard Brooks.


Y como mosaico creo que no hay mejor homenaje como una foto de él en plena acción, con pasión, con la música en su alma.


Comentarios

Anónimo ha dicho que…
No sabía que había fallecido este gran músico, merecidísimo homenaje. No sé porqué pensaba que había estado casado con Ali MacGraw. Has nombrado una peli que me encanta, Cualquier día en cualquier esquina, preciosa. Me encanta Shirley MacLaine en papeles dramáticos. Importantísima la música en las películas, al menos para mí lo es.

Besos

low
Anónimo ha dicho que…
Importantísima la música en las películas e importantísima en la vida en general, de hecho, tiene el poder de cambiar estados de ánimo.

Muy merecido homenaje y me alegro que fuese el quien se llevase a la chica, gracias por este gus magistral.

Besos musicales.

Albanta

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