EL CINE EN CIEN PELÍCULAS (XIV)
Es cierto que
perteneces a Victor. Eres parte de su obra, eres su vida. Si ese avión despega
y no estás con él lo lamentarás, tal vez no ahora, tal vez ni hoy ni mañana,
pero más tarde, toda la vida. Siempre tendremos París. No lo teníamos, lo
habíamos perdido, hasta que viniste a Casablanca, pero lo recuperamos anoche.
Nunca me dejarás, yo también tengo mi labor que hacer, y no puedes seguirme a donde
voy, en lo que voy a hacer no puedes tomar parte… Yo no valgo mucho, pero es
fácil comprender que los problemas de tres pequeños seres no cuentan nada en
este loco mundo. Algún día lo comprenderás…. Ve con él, Ilsa.
CASABLANCA. USA
(1942). Drama. Dir: Michael Curtiz; Humphrey
Bogart, Ingrid Bergman, Paul Henreid, Claude Rains, Peter Lorre (102 min).
Casablanca ¿Qué
se puede decir que no se haya dicho ya de una película como esta? Poco o muy
poco. Ha pasado el tiempo, ha corrido demasiada agua bajo el puente desde aquel
23 de enero de 1943 en el que la película pudo verse por primera vez en los
cines norteamericanos (aunque el primer pase tuvo lugar el 26 de noviembre del
año anterior, coincidiendo curiosamente con el desembarco de las tropas aliadas
en el Norte de África). Y el brillo del mito sigue intacto después de todos
estos años y lo seguirá estando “as time goesby”. Debo reconocer que éste es
uno de los episodios más difíciles a los que me enfrento en esta “El cine en
cien películas”, y es que es difícil situarse ante una película que antes que
película es un mito, difícil salir indemne del brillo cegador de su leyenda.
Así que intentaré como pueda esquivar los miles de tópicos que la rodean, la mayoría,
como buenos tópicos, falsos o al menos no verdaderos del todo. Dudo que no sucumba a alguno o a varios de
ellos, pero allá vamos.
Lo cierto es que a lo largo de la Historia del Cine hay
películas que nacen más o menos siendo “autoconscientes” de su trascendencia,
de suponer un hito, un antes y un después (Ciuadano
Kane, 2001 Odisea del espacio, Avatar o incluso Lo que el viento se llevó y algunos pocos títulos más). Casablanca no figura ni mucho menos
entre esos títulos, y solo un cúmulo de circunstancias y azares han acabado
convirtiéndola en la eyenda que hoy es.
En un principio, el film surge en un contexto muy determinado, Estados Unidos
acaba de entrar en la Segunda Guerra Mundial tras el ataque japonés a Pearl
Harbour en diciembre de 1941 (“Sam, si es diciembre aquí en Casablanca, ¿qué
hora es en Nueva York”, Todos duermen, en América todos duermen”), y Hollywood debe
poner en marcha su artillería propagandística para, entre otras cosas, justificar
la intervención norteamericana en el conflicto.
Casablanca
ofrecía la coartada perfecta. A principios de los cuarenta formando parte del
protectorado francés, la ciudad marroquí es un hervidero de gentes que van y
vienen yque sobre todo, esperan, esperan y esperan. Buscan desesperadamente ese
billete para el avión a Lisboa, que les lleve a América, que les conduzca a la
libertad. Allí vive hace años Rick Blaine, un americano impasible que llegó a
Casablanca con la intención de tomar las aguas- aunque le informaron mal- y que
en el pasado llegó a creer en causas nobles. Todo hasta que París y una mujer
se cruzaron en su camino. Con su inmaculado smoking blanco se pone cada noche
al frente de Rick´s, un lugar al que todo el mundo acude, la bella y frágil
Yvonne, el arrogante mayor Strasser de los SS, el cínico y corrupto capitán
Renault. Rick´s es un pequeño oasis en
el que todo cabe: se conspira, se juega – qué escándalo- y, en unos tiempos
oscuros, a veces hasta asoma la dignidad y sus parroquianos se conjuran para
ahuyentar la barbarie alzando la voz con cantos, que no son cantos de taberna,
sino cantos patrióticos que claman para que el día de gloria esté cerca; su dueño
no permite jaleo en el establecimiento, ya no se juega el cuello por nadie y se
permitiría despreciar a alguien si simplemente tuviera tiempo de pensar en él.
En el fondo, es un sentimental, lo era al menos hasta que Paris y esa mujer se
cruzaron en su camino, justo en la fecha en la que los alemanes entraron en la
capital. Ese día, los alemanes vestían de gris y ella iba de azul. Y ahora
ella, de todos los tugurios de todas las ciudades del mundo, ha elegido el
suyo. Y se planta en él, tan joven y guapa como siempre, flanqueada de todo un
héroe de la Resistencia que escapó de un campo de concentración y está llamado
a continuar su heroica cruzada. Ella siempre pensó en el mientras cumplía
condena, incluso en los días en los que estaba sola en París. Oh, sí, París,
siempre nos quedará París, y ahora hay que pensar en otras cosas, y hay que
conseguir esos salvoconductos como sea. Quizá el precio resulte demasiado caro
y doloroso; reavivar la llama de algo que pudo haber sido y no fue, despedirse
entre lágrimas y orgullo en un neblinoso hangar a las afueras de Casablanca.
Aunque siempre nos quede París.
Sí, Casablanca,
ofrecía la coartada ideal con ese final pluscuamperfecto en el que vemos cómo
la Resistencia que representa la figura de Victor Lazslo da la bienvenida a la
lucha a la Norteamérica representada por Rick, o cómo el cínico gendarme
francés Renault arroja a la papelera una botella de agua de Vichy en un gesto
que de sutil tiene poco. Así que el comienzo de esa gran amistad era en
realidad el deseo de una gran alianza.
En el fondo, Hall B Wallis y la Warner se salieron con la
suya, y lo más importante, consiguieron que la película fuese un éxito y el
público acudiese a las salas a verla (aunque hubiese que esperar para la
aparición del mito). Conviene tener en cuenta que estamos en la época en la que
Hollywood empieza a aplicar su famoso sistema de producción en cadena que se
alargará durante toda la década siguiente, y los estudios seleccionan sus
proyectos en función del éxito que hayan podido tener otras películas en el
pasado reciente. La Metro Goldwin Mayer acababa de obtener un éxito clamoroso a
finales de los treinta con Argel
(John Cromwell, 1938), remake de la película francesa Pepe Le Moko (Julian Duvivier, 1937), un drama que mezclaba romance
y aventura ambientado en la exótica kasbah argelina, y la Warner, una de sus
grandesrivale, estaba buscando una historia de características similares. A tal
efecto, el productor Hall B. Wallis compró por 20.000 dólares los derechos de
una obrita teatral de Murray Barnet y Joan Allison llamada Everybody Comes to Rick’s. (Todo el mundo acude a Rick´s). En el
estudio, los lectores de los guiones se pusieron enseguida manos a la obra,
pero descubrieron al poco tiempo con pavor que el texto era un ladrillo
infumable con nulo potencial cinematográfico. Así que Wallis contrató a los
gemelos Epstein, Julius y Philip, para intentar reflotar aquel desastre. Los
hermanos se encontraban entonces colaborando con Frank Capra en sus
documentales sobre la participación de los soldados estadounidenses en la
guerra, y para aliviarles un poco la carga de trabajo el productor decidió
reclutar a un tercer guionista, Howard Koch, que había trabajado con Orson
Welles en la famosa recreación de La guerra de los mundos. Por si fuera poco,
Casey Robinson, escritor en nómina de Wallis, y al parecer la persona que le
dio a conocer la obra de Barnett y Allison también quiso aportar su granito de
arena. Las desavenencias entre el equipo de guionistas eran notables, tanto que
llegó el primer día de rodaje y la historia todavía no había terminado de
escribirse. En consecuencia, el guión de la película terminó de completarse en
el propio set de grabación; cada mañana, los guionistas aparecían con las
nuevas escenas y los nuevos diálogos que habían escrito la noche anterior. Hoy
en día, tampoco está muy claro de quién es realmente el guión de Casablanca y cuál de los guionistas
implicados en meter mano a la historia aportó más a la causa (Koch y los
Epstein se pasaron toda la vida tirándose los trastos por el particular). Se
rumorea incluso que la famosa frase que cierra el film y que le dice Bogart a
Claude Rains (“Louie, presiento que este es el comienzo de una hermosa
amistad”) fue idea del mismísimo Wallis.
Pero si el proceso de guionización de la película fue una
aventura, la elección del encargado de dirigirla trajo también más de un
quebradero de cabeza a la productora. A principios de los cuarenta, la Warner
decidió saltarse la norma de trabajar con directores en nómina y se lanzó a
contratar de forma eventual a directores de otros estudios (estas operaciones solían
ser frecuentes, y consistían básicamente en un cambio de cromos entre los
diewxricoa de las distintas majors). La jugada le había salido bien en casos
como el de El sargento York (Howard
Hawks, 1940) o La carta (William
Wyler, 1942); sin embargo tanto Hawks como Wyler rechazaron ponerse al frente
de Casablanca. Wallis se vio
entonces obligado a recurrir a un hombre de la casa como Michael Curtiz que ya
había rodado para el estudio obras como El
capitán Blood (1933), La carga de la
brigada ligera (1936) y Robin de los
Bosques (1939), las tres a mayor gloria de la pareja que formaban Errol Flyn
y Olivia de Havilland, o como esa obra maestra del cine negro titulada Ángeles con caras sucias (1938) que
protagonizaba precisamente Humphrey Bogart.
Así como Bogart fue Rick Blaine desde casi el primer momento
– se comenta que se le llegó a ofrecer el papel incluso a Ronald Reagan- los
productores tuvieron más problemas para encontrar a la actriz que sería su
partenarie en pantalla. Parece ser que la primera opción era Anne Sheridan, que
había trabajado con Curtiz y Bogart en la citada Ángeles con caras sucias, pero los guionistas sugirieron que el
papel le iría mejor a una “bella extranjera” (aunque también les valía una
americana con “buenos pechos”). Fue entonces cuando Wallis acudió a la Metro en
busca de la austriaca Hedy Lamarr, la protagonista de Argel, pero Louis B Mayer se negó en redondo a ceder a su estrella.
La ocasión saltó cuando el productor
independiente David O´Selznick que tenía en nómina a Ingrid Bergman accedió a
que la joven actriz sueca participase en la película. Bergman había debutado en
el cine norteamericano a finales de los treinta en Intermezzo (1939) junto a Leslie Howard, y Szelnick creyó que el
film de la Warner serviría para apuntalar el despegue de su actriz y potenciar
su perfil romántico. Hay que reconocer que el hombre ojo tenía un rato. Dicen
que la Bergman nunca estuvo mejor que en Casablanca, quizá por la incertidumbre
que tuvo durante todo el rodaje a causa de no saber el final de su personaje.
Es famosa la anécdota que afirma que Ingrid se plantaba todas las mañanas en el
plató y lo primero que hacía era preguntarle al pobre Michael Curtiz si se
sabía ya por fin el si se quedaba con Bogart o con Henreid. Y que un día, el
húngaro, harto de tanta preguntita se volvió y le contesto con malas pulgas:
“Con los dos, Ingrid, te quedas con los dos”. Yo, sin embargo, creo que Ingrid
está perfecta simple y llanamente porque es una de las grandes actrices de la
Historia. Me fijo en la famosa escena del “As time goes by”. Hasta entonces
hemos visto a una Ilsa Lund joven, algo desconcertada también, pero radiante.
Incluso sonríe a Sam cuando le pide que toque su canción y se la tararea para
que haga memoria; pero es empezar a sonar las primeras notas del piano, y su
rostro cambia completamente. De repente a Ilsa le caen veinte años de golpe, se
nota que el tiempo ha pasado realmente. Eso es algo que sólo está al alcance de
los y las muy grandes.
En cuanto al resto de personajes, Casablanca nos permitió la
posibilidad de poder disfrutar de la presencia de secundarios de lujo en el
cine de la época, la mayoría de ellos exiliados del nzismo. Ahí estaba Peter
Lorre, el inolvidable protagonista de M,
el vampiro de Düsseldord (Fritz Lang, 1934) que un año antes venía de
participar en el clásico de Hollywood El
halcón maltés (John Huston, 1941), y que en la obra de Curtiz tenía una
breve pero decisiva aparición dando vida al infortunado Ugarte. Estaban también
Paul Henreid, nacido en Trieste en la época en la que la ciudad italiana
pertenecía todavía al imperio austrohúngaro, que dio vida a Victor Lazslo, y
Conrad Veindt, incorporando al mayor Strasser. Mención especial merece la
presencia del británico Claude Rains interpretando al capitán Renault,
aportando a su antipático papel la suficiente dosis de socarronería que hacía
que al final el personaje resultase hasta entrañable. Pero es que además, qué sería de Casablanca
sin Sam, sin Dooley Wilson y sin su famosa canción “As time goes by” que canta
pero que no toca como le pide insistentemente Ingrid Bergman. Wilson era músico
de jazz pero no sabía tocar el piano. Por su trabajo de siete semanas en la
película percibió un sueldo de 350 dólares (simplemente por comparación, Sidney
Greenstreet que en el film interpreta a un personaje con menor presencia en
pantalla como Ferreri se llevó a casa 3.750 dólares a la semana por su
trabajo).
Eran otros tiempos. Pero no cabe duda de que Casablanca no hubiese sido lo mismo sin
Sam y sin su piano. Y pensar que hubo momentos en los que en el guión no se
contemplaba ni siquiera que se cantase “As time goes by”; hay que agradecer a
los gemelos Epstein que después se lo pensasen mejor. Luego incluso se pensó en que lo cantase una
mujer, y se barajaron los nombres de Ella Fitzgerald y Billie Holiday. Los Epstein también tuvieron la tentación de matar
en accidente a Victor Laszlo para que Ilsa y Rick pudiesen finalmente coger el
avión a Lisboa con todas las bendiciones (el código Hayes, imperante en la
época, no consentía que se viese en pantalla un adulterio). Pese a todas las
vacilaciones, se llevaron junto a Koch el oscar al mejor guión del año, uno de
los tres con los que fue recompensando el film (los otros fueron los de mejor
película y mejor dirección).
Muchos factores han contribuido, como vemos, a acabar
haciendo de Casablanca una verdadera
leyenda. Quizá resultara decisivo el caótico proceso de producción del film
alimentando todo tipo de bulos y de especulaciones, tal vez influyera
igualmente el tortuoso rodaje que tuvo lugar en escenarios de Arizona y en los
estudios que la Warner poseía en Burbank (localidad natal del cineasta Tim
Burton, por cierto). De no haber sido por todo ello, hoy no estaríamos hablando
del mito de un actor llamado Humphrey Bogart, que supo hacer un icono de su
personaje que ha alimentado los sueños de seducción de generaciones enteras, nadie
iría por ahí soltando citas de frases que NUNCA se dicen en la película (no es
“Siempre nos quedará París” sino “Siempre tendremos París”, en el doblaje
castellano Ilsa nunca le pide a Sam que la toque otra vez, con una ya es
suficiente). Nadie creía en Casablanca, ni siquiera quienes
participaron en el film daban un duro por ella. Y sin embargo, una montaña de
casualidades hizo posible el milagro. Afortunadamente, como canta Sam, “the foundametal things apply…” “as
time goes by”.
AS TIME
GOES BY
Dooley
Wilson
You must
remember this
A kiss is still a kiss
A sigh is just a sigh
The fundamental things apply
As time goes by
A kiss is still a kiss
A sigh is just a sigh
The fundamental things apply
As time goes by
And when
two lovers woo
They still say: "I love you"
On that you can rely
No matter what the future brings
As time goes by
They still say: "I love you"
On that you can rely
No matter what the future brings
As time goes by
Moonlight
and love songs
Never out of date
Hearts full of passion
Jealousy and hate
Woman needs man
And man must have his mate
That, no one can deny
Never out of date
Hearts full of passion
Jealousy and hate
Woman needs man
And man must have his mate
That, no one can deny
It's still
the same old story
A fight for love and glory
A case of do or die
The world will always
Welcome lovers
As time goes by
A fight for love and glory
A case of do or die
The world will always
Welcome lovers
As time goes by
ASÍ QUE PASE EL TIEMPO
Dooley Wilson
Debes recordar esto:
Un beso sigue siendo un beso,
un suspiro es solo un suspiro.
Las cosas fundamentales adquieren valor
a medida que pasa el tiempo
Un beso sigue siendo un beso,
un suspiro es solo un suspiro.
Las cosas fundamentales adquieren valor
a medida que pasa el tiempo
Y cuando dos amantes se atraen,
todavía dicen: "Te quiero".
En eso puedes confiar,
no importa lo que traiga el futuro,
así que pase el tiempo.
todavía dicen: "Te quiero".
En eso puedes confiar,
no importa lo que traiga el futuro,
así que pase el tiempo.
La luz de la luna y las canciones de amor,
nunca pasan de moda.
Los corazones llenos de pasión,
celos y odio.
La mujer necesita al hombre,
y el hombre debe tener su compañera,
eso, nadie lo puede negar.
nunca pasan de moda.
Los corazones llenos de pasión,
celos y odio.
La mujer necesita al hombre,
y el hombre debe tener su compañera,
eso, nadie lo puede negar.
Es siempre la misma vieja historia,
una lucha por el amor y la gloria,
un caso de morir o matar.
El mundo siempre dará la
bienvenida a los amantes,
así que pase el tiempo.
una lucha por el amor y la gloria,
un caso de morir o matar.
El mundo siempre dará la
bienvenida a los amantes,
así que pase el tiempo.
Comentarios
Muchas casualidades y azares (¿No es así la vida?) y un lugar preeminente en la cultura de todos los tiempos. "Casablanca" representa muchas cosas, es una bellísima historia de amor y es una maravillosa historia de renuncia. Y aquí saco una reivindicación feminista, la decisión parece tomarla Rick, pero Ilsa acepta que debe irse con el objetivo de un bien mayor, la libertad del mundo...que no es moco de pavo.
Como bien dices hay un cierto paralelismo entre Rick y los USA de la época, no le caen bien los alemanes pero no toma partido, le preocupan sus perseguidos pero no pone en riesgo su negocio. Aquí lo hace al final movido por el amor, los uSa lo hicieron cuando les tocaron las narices a ellos...Hasta entonces miraban sin intervenir, que se lo digan al pobre Churchill asumiendo durante demasiado tiempo la defensa de la democracia en Europa casi en solitario.
La película se puede ver 150 veces y siempre sonríes con las mismas cínicas frases, te emocionas con La Marsellesa o se te hace un nudo en la garganta en cada encuentro de Ilsa con Rick. ¿Es la película perfecta? No lo sé, pero si no lo es, le falta muy poco. ¿Lo es este gus?...pues también le faltará muy poco si no lo es.
Abrazos habituales
Sí. Tengo la sensación de que todos, alguna vez, hemos sido Rick. Quizá no en una noche de niebla, en un aeropuerto de algún lugar perdido de África, pero todos lo hemos sido. Todos hemos huido de esa última mirada que se nos lanza porque hemos temido derramar el agua de nuestros ojos delatando la desnudez de nuestro interior. ¿Quién sabe? También es posible que arqueáramos los labios hacia abajo, a punto de dejar salir el nudo en la garganta, cuando recibiéramos una nota diciendo que ella no iba a venir. Da igual. "Casablanca" es lo que tenemos, es lo que somos, es la casualidad y es la grandeza del cine resumida en una sola película.
Gracias.
Abrazos en la penumbra.
Gracias por incluirla en tu lista.
Besos mientras escucho a Sam. Siempre me emociona escuchar a Sam.
low
Abrazos en blanco y negro
Casablanca es indispensable en cualquier repaso cinematográfico que se precie, no podia faltar, en cualquier caso, toda una fiesta como dice Indi.
Besos con turbante.
Albanta
No hace falta el desierto, basta una playa en la noche, un abrazo, compartir el tiempo por fugaz que sea.
Lo importante es haber conocido el amor verdadero, porque la belleza siempre persiste en el recuerdo