Gus mornins, 22/6/20


¡Es fantástico¡Un hombre casado, aire acondicionado, champagne y patatas fritas ¡ Una fiesta maravillosa¡

(La tentación vive arriba, 1955, Billy Wilder)

Guuuus mornins, cinéfilos.

En este primer gus de verano de 2020 nos preguntamos cómo será la nueva estación en un año tan atípico. Estrenamos verano y de paso nueva normalidad, pero cómo será eso. Supongo que ya no iremos a los sitios de siempre, pero a cambio podremos descubrir otros que teníamos al alcance de la mano y ni sabíamos que existían.  Las playas no estarán tan abarrotadas, así que los que elijan costa tendrán que madrugar más si quieren primera línea. Tampoco habrá verbenas en las que bailar “agarrao”. Y para bajar a la piscina o a la playa habrá que sumar a la toalla y al bronceador los dos nuevos complementos de moda: la mascarilla y el gel hidroalcohólico.

De verano y veraneantes nos habla la película a la que dedicamos hoy nuestro gus. Y es que su creador, el más grande entre los grandes, nació tal día como hoy hace 114 años. Parafraseando el título de un film documental, Dios creó a Billy Wilder, y el cine descubriría a su propio Dios. Tio Billy le dedicó una película entera a esos Rodríguez que tanto escasearán este verano, al creer en el potencial cinematográfico de una obra que había pasado unos años antes por Broadway, escrita por George Axelroad. Su título en castellano, La tentación vive arriba.

La película tiene como protagonista a Richard Sherman, un ejecutivo neoyorkino de mediana edad que ha tenido que quedarse solo trabajando en la ciudad durante el caluroso verano mientras su familia se marcha de vacaciones. Sherman acaba entablando amistad con su vecina de arriba, una modelo de publicidad que ha alquilado el apartamento por unos días mientras rueda un anuncio de pasta de dientes para la televisión. El hombre fantasea con una relación con la sexy e ingenua joven a la que intenta seducir con champagne, patatas fritas y música de Rachmaninov. Sherman está obsesionado con el libro que está leyendo, un tratado de psicología obra de un tal Dr Brubaker titulado La picazón del séptimo año que sostiene que después de siete años de matrimonio (los mismos que él lleva casado), la pasión amorosa desaparece y la mitad masculina de la pareja empieza a pensar en tener una aventura extramarital.


La picazón del séptimo año es precisamente el título original de la cinta. A partir de ella, Wilder, que hasta entonces se ha dividido entre el drama, el cine negro y la comedia, inicia un idilio casi continuado con este último género que abarcará tres lustros (con la excepción de El héroe solitario y Testigo de cargo llegará hasta La vida privada de Sherlock Holmes en 1970). Con su particular estilo corrosivo y ácido, Wilder revoluciona el cine cómico en estos años ofreciendo una imagen nada complaciente de la clase media norteamericana de la que destaca su hipocresía y su espíritu materialista.

Tom Ewell repitió el papel que ya había interpretado en Broadway, y que parece uno de esos personajes que posteriormente Wilder escribiría para Walter Matthau. Ewell está perfecto en su personaje de Sherman, y el Globo de Oro conquistado por su trabajo se antoja más que merecido.

Su oponente femenina es Marilyn Monroe, la Chica. Nunca se dice su nombre en la película, y así queda más claro que ella es “la tentación”, aunque en una de sus ensoñaciones, Sherman se pregunta si realmente no será ella Marilyn Monroe en un guiño metacinematográfico.

Tío Billy y Norma Jean comenzaron aquí su tormentosa relación profesional que tendría una segunda parte en Some like it hot años después. Wilder ya comenzó a saber del carácter indisciplinado de su estrella, así como de su impuntualidad de la que siempre se quejaba.  Pero era Marilyn, al fin y al cabo. Tío Billy siempre bromeaba al respecto diciendo que tenía una tía en Viena que se aprendería de memoria todos los diálogos de sus películas, pero a nadie le interesaría verla.

Ewell y Monroe estuvieron muy bien acompañados por un puñado excelente de secundarios entre quienes se encontraba por ejemplo Oscar Homolka, actor de físico característico que ya había trabajado con Hitchcock en varias ocasiones.


Por supuesto, la película contiene una de las escenas más legendarias del cine, la que muestra las faldas de Marilyn volando al viento al paso de una rejilla de metro en la neoyorkina avenida Lexington con los protagonistas volviendo a casa tras haber disfrutado de una tarde de cine (viendo, por cierto, El monstruo de la Laguna Negra de Jack Arnold). La escena tiene su propia mitología e historia detrás.  Para empezar la imagen de cuerpo entero de Marilyn jugando con su vestido blanco nunca se ve en el film, y sí varios barridos y primeros planos. La icónica fotografía fue tomada por Sam Shaw, amigo personal de Marilyn a quien había conocido en el rodaje de Viva Zapata en los tiempos en los que la actriz flirteaba con Elia Kazan.

La escena se rodó dos veces. La primera en la propia Lexington Avenue ante un montón de fotógrafos y curiosos que no paraban de vitorear los movimientos del vestido (hubo hasta 14 tomas).  Los gritos del gentío eran tales que no se oía nada, y Wilder debió rodar la escena definitiva en un estudio de la Metro (La tentación fue la única película de Wilder para la MGM).

Entre la muchedumbre que se había agolpado para ver el rodaje en la avenida Lexington , se encontraba Joe DiMaggio, marido por entonces de Norma Jean, al que no le hacía mucha gracia todo aquel jolgorio.  Dicen que aquella noche, el beisbolista y la actriz mantuvieron una tensa discusión en su hotel. La pareja se divorciaría poco después.

El vestido blanco que lucía la Monroe en esa escena es también un objeto de coleccionista. Durante años fue propiedad de la actriz Debbie Reynolds que lo subastó en 2011, siendo el precio final de venta cercano a los seis millones de dólares.

Más allá de la leyenda, lo cierto es que La tentación vive arriba es una película divertidísima, mucho más de lo que parece. Wilder tiene tantas joyas en el género que es difícil quedarse con una. Desde luego, es una forma maravillosa de empezar el verano. Que importa el calor si podemos dejar la ropa interior bien fresquita en la nevera. Champán, patatas fritas, Rachmaninov, Marilyn y el genio de Sucha, Imperio Austrohúngaro, 1906. ¿Qué más se puede pedir?





Comentarios

César Bardés ha dicho que…
Yo creo que es una excelente película. Además, está siendo muy poco apreciada por las nuevas generaciones que la consideran "poco graciosa". Es cierto lo que dices de que es un papel para Walter Matthau. De hecho, Wilder le hizo prueba de cámara y sabía a la perfección que era el actor ideal para esta película. Luchó por él y, sin embargo,la Metro le dijo que no, que Tom Ewell, que era el actor que la había llevado a la escena. Wilder siempre dijo que Ewell estaba muy bien, que daba el tipo, que físicamente era redondo (aunque luego confesaría que, mirando por el objetivo, perdía bastante magia), pero siempre ha sostenido que Walter Matthau era Sherman y que ése hubiese sido el papel que le hubiera catapultado al estrellato (recordemos que en 1955, Matthau era poco más que un secundario).
Por otro lado, la adaptación. Sólo viendo esta obra en original y, luego, reviéndola en su adaptación al cine se puede uno dar cuenta del verdadero genio que era Billy Wilder. Es alucinante cómo introduce cambios y lo hace para mejorar de forma muy ostensible al original de Axelrod (el propio autor lo confesaba. Wilder había mejorado su obra). En cualquier caso, ha quedado como una obra "menor" de Wilder y a mí me parece maravillosa.
Por cierto, sobre la conversación posterior de Monroe con di Maggio hay una película, bastante poco conocida, titulada "Insignificance", dirigida por Nicolas Roeg e interpretada por Theresa Russell (que lo hace francamente bien) y por Gary Busey que hace un di Maggio bastante atípico y controladamente celoso.
Abrazos insignificantes.
Anónimo ha dicho que…
Es de las películas que ves con una sonrisa en los labios, reconoces cada escena, me parece deliciosa.

Pues estrenamos esta nueva normalidad, frase distópica que suena fatal. Andamos un poco todos perdidos, sin saber si hacemos planes o no hacemos, en fin un año raro raro.

Una gran apuesta para comenzar el verano.

Un beso con la ropa interior refrigerada en el congelador.

Albanta

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