GUS MORNINS 16/6/20


“A ustedes les gusta alguna de mis películas. Piensen que, lo que ven, no es ni el cincuenta por ciento de lo que a mí me hubiera gustado hacer con ellas. Y también que no saben cuánto tuve que luchar para poder hacer ese cincuenta por ciento”
                                                                                                   Nicholas Ray
Cuarenta y un años se cumplen hoy sin este cineasta, quizá el más “maldito” junto con Orson Welles de todos los que han poblado la nómina de creadores en Hollywood. Hijo de un constructor, Nick comenzó a crear ya en el instituto porque se le ocurrió hacer un programa de radio para el colegio. Consiguió terminar e ir a la Universidad de Chicago, pero sólo estuvo allí un año. Uno de sus profesores fue el dramaturgo Thornton Wilder que aseguró que “Nick Ray estaba muy mal aconsejado”. Entró como delineante dentro del estudio de Frank Lloyd Wright, del que aprendió todos los secretos del uso del espacio y la geografía del entorno. Lloyd Wright acabó echando a Nick debido a que tenía unas ideas políticas demasiado radicales.
Entra en el Group Theatre donde traba amistad con Elia Kazan. Allí, Nick se enamoró directamente del modo de vida bohemio de un grupo de jóvenes que trataban de revolucionar el teatro con un bombardeo de ideas y de conceptos hasta entonces desconocidos. Tanto es así, que el propio Nicholas Ray dijo que fue la época más feliz de su vida. A la vez, Nick Ray se involucró dentro del movimiento comunista. Sin embargo, todo el mundo se dio cuenta de la inmensa energía que poseía y de su dedicación completa al mundo del teatro y su nombre comenzó a ganar tanto prestigio que la Librería del Congreso de los Estados Unidos le encargó la grabación de la música popular del sur del país para su preservación para las generaciones futuras. Después de un trabajo bien hecho (le dio tiempo a tener un hijo con su primera mujer y a divorciarse poco después), la CBS le encargó un programa de radio. Allí conoce a John Houseman, posteriormente productor y actor, que le encarga la producción de unos cuantos espectáculos para la Oficina de Guerra de los Estados Unidos. Mientras tanto, Kazan rueda su primera película, Lazos humanos, y quiere que Nick Ray sea su ayudante de dirección.
Atraído por la posibilidad de dedicarse al cine, Ray consigue que se le encargue una película exclusivamente para televisión y realiza, de forma muy competente, una versión de Voces de muerte, con Mildred Natwick en el papel protagonista. Esta película fue llevada al cine dos años después, dirigida por Anatole Litvak con Barbara Stanwyck.
En 1946, Houseman le da a leer la novela Ladrones como nosotros, de Edward Anderson y Nick Ray no lo dudó. Quería dirigir la película. El resultado fue Los amantes de la noche, con Farley Granger y Cathy O´Donnell de protagonistas, una excelente película que, sin embargo, no contó con la confianza del productor Howard Hughes, que la encajonó durante dos años y la estrenó posteriormente dentro del más estricto circuito de películas de serie B, es decir, en programa doble y en cines de segunda.
Aún así, Ray, no se desanimó y quiso seguir trabajando. Con una historia que no le gusta demasiado se dispone a hacer Un secreto de mujer en donde conoce a la actriz protagonista, Gloria Grahame, y termina casándose con ella. Ray describió la película como “una experiencia desastrosa, agravada por el hecho de que la conocí”. Grahame estaba casada por aquel entonces, pero se quedó embarazada de Ray y decidió pedir el divorcio y casarse con él. El matrimonio, desde el principio, empezó mal. Se fueron de luna de miel a Las Vegas y Grahame pasó todo el tiempo sola mientras Ray llega a gastarse 540.000 dólares en los casinos. El matrimonio fue espantoso y acabó con Grahame acostándose con el primer hijo de Ray y sorprendidos por éste.
Mientras tanto, Bogart queda impresionado con Los amantes de la noche hasta tal punto que, para inaugurar la andadura de su productora, Santana, quiere a Nicholas Ray para dirigir Llamar a cualquier puerta, una radiografía de la delincuencia juvenil con un novato John Derek acompañando a Humphrey. La película obtiene un razonable éxito, pero queda un tanto lastrada por su excesivo buenismo. Al mismo tiempo, Ray teme que el Comité de Actividades Antiamericanas se lance sobre él, pero es el propio Howard Hughes el que lo impide que le hace una especie de chantaje. Le obliga a firmar un contrato de varias películas en exclusiva para él mientras Hughes se compromete a quitarle de encima las huestes del Senador McCarthy. Ray acepta y dirige sin demasiadas ganas a Joan Fontaine en Nacida para el mal, o Infierno en las nubes, una película bélica a mayor gloria de John Wayne y Robert Ryan que, directamente, iba en contra de las ideas políticas del propio Ray. Bogart acude en su rescate y le produce una película enormemente personal y, quizá, una de las mejores de toda la filmografía del director. En un lugar solitario es una oscura película sobre un maltratador guionista que, además, es sospechoso de un asesinato y una mujer que está dispuesta a todo con tal de regenerarle. Aunque ya las cosas estaban totalmente rotas con Gloria Grahame, Ray insistió en que fuera ella la protagonista. Ella accedió de buen grado.
El caso es que En un lugar solitario fue un indudable éxito de crítica, pero no tanto de público. Aún así, Ray se embarca en una serie B de mucha calidad como es La casa en sombras, sobre un policía (Robert Ryan) que investiga un asesinato a la vez que tiene muchos problemas con la violencia y, después, en Hombres errantes, un retrato del mundo del rodeo con Robert Mitchum. Cumplido el contrato con Hughes, Ray realiza un western de enorme personalidad e impacto como es Johnny Guitar, con Joan Crawford y Sterling Hayden. Curiosamente, a Ray nunca le gustó esta película, pero le proporcionó tanto éxito que no dudaron en confiarle la dirección de Rebelde sin causa, una película legendaria en la que pudo modificar muchísimas partes y elegir al actor protagonista. Fue James Dean, sí, pero Ray tenía muchísimas dudas acerca de él.
Por esta película, Ray recibió su única nominación al Oscar, en concreto, al mejor guión adaptado. Lo que sí hubo fue una perfecta química durante el rodaje entre Dean y Ray, que proyectaban rodar más películas juntos. Cuando Dean fallece, Ray se entrega a hacer una película titulada Sangre caliente, basada en una compilación de datos que su primera mujer hizo sobre la vida de los gitanos. Durante una estancia en París, Ray lee un relato titulado A diez pies de altura, sobre un profesor que cae en una profunda adicción a la cortisona. Consigue a James Mason como protagonista y nace Más poderoso que la vida, una obra adelantadísima a su tiempo y que fue un desastre comercial. Los chicos franceses no dudaron en calificarla como una de las mejores películas de los años cincuenta. Ray, animado por la crítica, aborda una película que es mucho mejor de lo que parece, como es Muerte en los pantanos, con Christopher Plummer como un ecologista que quiere destapar una serie de crímenes que han ocurrido en los pantanos de Florida. Durante el rodaje, Ray comienza a tener sus primeros problemas de salud.
Samuel Bronston invita a Nicholas Ray a rodar en España Rey de reyes, una obra llena de sensibilidad y problemas que, sin embargo, no arredra a Ray a la hora de abordar 55 días en Pekín, también con Bronston. Las continuas broncas con el productor, su abuso del alcohol y del tabaco y su estrés llevado al límite acabó con Ray gravemente enfermo después de sufrir un ataque al corazón. Esto marcó decisivamente el final de su carrera. Nadie le ofrecía trabajo y se entregó a la cultura hippie ahondando en sus problemas con las drogas. En 1970 dio clases en la Universidad de Nueva York (uno de sus alumnos fue Jim Jarmusch) y, con un presupuesto otorgado por la propia universidad, realiza una película cooperativa con sus estudiantes titulada Nunca volveremos a casa, mitad documental, mitad ficción. Traba amistad entonces con Wim Wenders y, de acuerdo con él, realiza su última película, un retrato de la agonía del cáncer que él mismo sufría en la desgarradora y terrible Relámpago sobre el agua, aunque la intención era realizarlo a través de un supuesto viaje a la India para, a través de técnicas orientales, buscar una curación. El cáncer pudo con él antes de que pudiera intentarlo.
Os dejo un vídeo homenaje a Nicholas Ray. Por cierto, no hagáis ni caso al parche, lo llevaba como pose.


Y como mosaico, ahí lo tenéis, dando instrucciones a James Dean.




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