Gus mornins, 12/06/20
"El humor forma parte de un
cerebro bien amueblado. Yo no me fiaría de alguien que no tuviera sentido del
humor"
(Rosa
María Sardá)
Guuuus
mornins, cinéfilos.
Yo,
realmente, y después del re GUS to tan amargo que se me quedó con el gus de
ayer, quería hacer hoy un post más descargado y alegre de cara al fin de
semana. Pero está visto que no nos dejan. Y es que de ayer y hoy el mundo se ha
vuelto si cabe un poquito más triste. Se nos ha ido Rosa María Sarda, y no nos
ha dejado ni ganas de eso. Ya sabíamos que estaba muy enferma, ayer lo
recordaban Jordi Evolé o Julia Otero en las redes que en sus últimas
entrevistas se habían despedido de ella, y qué emocionante resultaba que tanto
ellos como ella sabían que era la última vez.
Muchos
ayer al despedirse también la definieron como una fuerza de la naturaleza, y no
era una frase por cumplir. Ella debía ser así. La Sardá, así con el artículo delante
como solo pueden llevarlo las grandes, era sinónimo de felicidad y también de
carácter, una mujer sin pelos en la lengua a la que no se le ponía nada por
delante.
Nació
en Barcelona en 1941, y de jovencita ya comenzó a demostrar sus dotes en el
teatro amateur. A los 22 añitos fichó por la compañía de Dora Santacreu y Carlos
Lucena desde la que se dio a conocer en Cataluña y después en toda España.
La
tele ha sido uno de los refugios de la Sardá. Tuvo su primera oportunidad en el
medio cuando en 1975 interviene en Una vella coneguda, olor, adaptación de una
obra de Josep María Benet. En 1980 debuta en el cine en El vicario de Olot
de la mano de Ventura Pons con el que ha trabajado en numerosas ocasiones.
Es
en esta década cuando la Sarda se hace conocida a nivel nacional gracias a su
aparición en el programa Ahí te quiero ver que se mantiene en TVE cuatro
temporadas. En él se combinaban sketchs humorísticos con una entrevista semanal
a un personaje de actualidad. Y allí la Sarda lo borda, tanto que empiezan a
llamarla la “Carol Burnett española”por
las características del show. Los de mi quinta recordaremos aquel “Honorato,
¿ponemos la tele un rato?
Rosa
María Sardá comienza a prodigarse en el cine. Además de Ventura Pons trabaja
con Berlanga (Moros y cristianos), García Sánchez (Siempre hay un
camino a la derecha), Bajo Ulloa (Airbag) o ya en este siglo Iciar
Bollain (Te doy mis ojos), Santiago Segura (Torrente 2, misión en
Marbella). Ganó dos Goyas como actriz de reparto gracias a Manuel Gómez
Pereira (¿Por qué le llaman amor cuando quieren decir sexo?) y a Joaquín
Oristrell (Sin vergüenza). Presento la gala de los premios de la
Academia en 5 ocasiones siendo una de las maestras de ceremonias más
recordadas.
Rosa
también trabajó para dos de nuestros directores de Oscar. Penélope Cruz era su
hija en Todo sobre mi madre en donde sacaba a relucir su vis dramática
como esposa de un enfermo de Alzheimer al que daba vida Fernando Fernán Gómez.
Fue también una actriz venida a menos enrolada el rodaje europeo de La niña
de tus ojos, la única de sus nominaciones al Goya que no cristalizó en
premio. Con Trueba también trabajó en El embrujo de Sanghai y La reina de
España. Un año antes, había intervenido en la taquillera Ocho apellidos
catalanes de Martínez Lázaro, con un papel a su medida recordando un poco a
la madre de Goodbye, Lenin.
Por
entonces ya le habían diagnosticado el cáncer que la alejó ayer de nosotros
para siempre. En los últimos años siguió también en el teatro donde protagonizó
una fantástica versión de La casa de Bernarda Alba a las órdenes de Lluis
Pascual y al lado de su gran amiga Nuria Espert en el reparto. Sardá también
dirigió sus propios montajes.
En
fin, una vida intensa que se nos va. La compararon con Caroll Burnett y Billy
Cristal, pero no necesitaba imitaciones. Era ella misma, la Sardá. Y lo dicho,
hoy el mundo es un poquito más triste si cabe que ayer. Descanse en paz, señora,
gracias por las risas.
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