Gus mornins, 18/06/2020


Soy feliz, no deseo nada que no tenga
(Cuentos de Tokio, 1953, Yasuhiro Ozu)

Guuuus mornins, cinéfilos.

La frase que encabeza hoy nuestro gus debería servirnos como máxima y como lección de vida y no solo en estos tiempos difíciles. En realidad, la cita debería haber encabezado el gus de ayer, gafado por los duendes de la informática, y es que el 17 de junio se celebraba un centenario muy especial, el de la actriz que nos sonríe desde el mosaico. Ayer hace cien años nacía en Japón Setsuko Hara, una de las intérpretes más conocidas en la historia de la cinematografía nipona, gracias especialmente a las seis películas en las que intervino a las órdenes del maestro Ozu. A pesar de que trabajó con otros genios como Kurosawa o Naruse, Setsuko siempre será la Noriko de Ozu.

Nacida en 1920 en la ciudad de Yokohama, su nombre real era Masae Aida y debutó en la producción germano-japonesa La hija del samurái en 1937. Pronto se ganó el apodo de la “eterna virgen” y en un símbolo de la época dorada de cine japonés. Ella, sin embargo, procuró llevar su carrera del modo más discreto posible, y así poco sabemos de su vida privada. Se especula mucho acerca de la relación con Ozu, y muchos quisieron ver una pareja de cine similar a la que mantuvieron otros realizadores (Rosellini, Godard) con sus musas ( Bergman, Karina), pero también dio que hablar su posible bisexualidad. Sí se sabe que mantenía un importante sentimiento patriótico y una especial sensibilidad hacia las necesidades de las mujeres.

Sí, con Yasuhiro Ozu escribió una de las páginas más inolvidables del cine japonés. También es digna de ser mentada su aparición en películas de Naruse como La voz de la montaña (1954), o su trabajo junto a Kurosawa en El idiota, por ejemplo, donde el maestro supo sacar partido a su expresión a base de continuos primeros planos; pero Setsuko siempre será recordada por la llamada “trilogía de Noriko”. Los tres títulos que la componen son Primavera tardía, Principios de verano y la inmortal Cuentos de Tokio. En las tres se llama igual, Noriko, y en las tres interpreta al arquetipo de mujer dulce y sumisa, dispuesta a anteponer la felicidad de otros a la suya. Destaca por supuesto la Noriko de Cuentos de Tokio, esa joven viuda que atiende y se sacrifica por los padres de su difunto esposo más que los propios hijos del matrimonio.  En las tres películas la actriz coincidió con el gran Chishu Ryu, el otro gran actor de Ozu por excelencia; en la primera fueron padre e hija, en la segunda hermanos, y en la tercera nuera y suegro.

La popularidad de estos films fue tal, que Noriko era el nombre favorito para bautizar a las niñas nacidas durante los años de postguerra. Sin embargo, Hara huía de los focos y de la fama. Se retiró en 1963, el mismo año en el que murió Ozu, cuando solo tenía cuarenta y tres años. Volvió a su Yokohama natal y allí vivió sin que nada se supiera de ella hasta su muerte en 2015 con 95 años. Su figura inspiró la aclamada cinta de animación Millenium actress que versaba en torno a las investigaciones sobre el destino de una estrella retirada.
Supongo que no será exagerado decir que nos encontramos ante una de las actrices más grandes de la historia. En muy pocas películas consiguió algo que muy pocos y pocas consiguen: hacer que el público se olvidara de que estaba ante una estrella, traspasar la pantalla dotando a sus personajes de una inmensa humanidad. Su sonrisa era de esas de las que además iluminan el patio de butacas, sabía transmitir esa calma y serenidad que Ozu quería plasmar en sus películas, y sin embargo tras esa sonrisa se ocultaba cierto halo de tristeza y melancolía. Las películas de Hara y Ozu demuestran al espectador que el cine es capaz de hacernos mejores personas, que todavía existen buenas gentes en el mundo, y su secreto para ser y hacernos felices es, ni más ni menos no desear nada que no tengan.




Comentarios

César Bardés ha dicho que…
No cabe duda de que su Noriko de "Cuentos de Tokyo" es un prodigio de sensibilidad, de tranquilidad y, no sé si es por las cosas que hace, de belleza (en la película, me parece una mujer guapísima). Es muy oportuno este homenaje que haces a una actriz que es una de las más impresionantes que ha dado el cine japonés y que, sin embargo, permanece como una de las más desconocidas para el gran público. No se puede añadir nada más salvo el deseo de compartir una taza de té con ella.
Abrazos tiernos.

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