Gus mornins, 20/05/20


“- ¿No los odias?
- ¿El qué?
- Estos incómodos silencios. ¿Por qué creemos que es necesario decir gilipolleces para estar cómodos?
- No lo sé, es una buena pregunta.
- Entonces sabes que has dado con una persona especial. Puedes estar callado durante un puto minuto y compartir el silencio.”

(Pulp Fiction, Quentin Tarantino, 1994)

Guuud mornins, cinéfilos

Sí, sí, hoy hablaremos de Quentin y de Pulp Fiction y de una de las películas que marcaron rotundamente la década de los noventa. Cannes no quiso perder la oportunidad de tener esa cinta en su programación y de premiarla con Clint Eastwood ejerciendo de presidente del Jurado. Tarantino , que ya había alborotado al personal con su magnífico debut cinematográfico en Reservoir Dogs, lo puso todo patas arriba con su segundo trabajo, elevado casi al instante a la categoría de clásico de culto y a ícono de la cultura pop. El resto de cintas presentes en Cannes nada tuvo que hacer ante el huracán Quentin, incluidas Rojo de Kievslowski, Quemado por el sol de Mikhalkov o Vivir de Zhang Yimou. Pero no empecemos a venirnos arriba ni a comernos las p que ya nos estamos adelantando como siempre.

Bien, la verdad que los noventa no comenzaron nada mal para el cine norteamericano, que en los dos primeros años del decenio vio cómo David Lynch y los hermanos Coen añadían la prestigiosa Palma de Oro a su curriculum.  El primero con Corazón salvaje, retorcida versión del mito de El mago de Oz; los segundos – aunque la película como suele ser habitual en los hermanos venía firmada solo por uno de ellos, Joel en este caso – con Barton Fink, fábula de ecos mefistofélicos ambientado en el Hollywood de los años dorados. Para redondear las cosas, Joel Coen recibió el premio al mejor director en aquella edición, y John Turturro fue nombrado mejor actor por su papel.

Billie August se sumo en 1992 a Francis Ford Coppola como segundo director que consigue la Palma de Oro en Cannes con una de sus películas. Tras Pelle, el conquistador llegó Las mejores intenciones con guión del mismo Ingmar Bergman que contó para el cine la historia de sus propios padres. Su actriz principal, Pernilla August, también resultó premiada.

Más de medio siglo después de su creación, Cannes concede en 1993 por primera vez la Palma de Oro a una película dirigida por una mujer. Se trata de El piano de la neozelandesa Jane Campion, quien no obstante debe compartir el premio con la china Adiós a mi concubina (también la primera cinta de ese país en ser premiada) de Chen Kaige, historia sobre dos estrellas de la Ópera de Pekin en los tiempos de la Revolución Cultural. Aunque la película visualmente es un gozo, creo que a su director se le va un poco la mano con el metraje.

Cannes celebra en 1995 el centenario del cine concediendo la segunda palma de oro al serbio Emir Kusturica con Underground. Otra que repite en esa edición es Helen Mirren, mejor actriz por La locura del rey Jorge. Un año más tarde  es la británica Secretos y mentiras de Mike Leigh la que también hace (casi) pleno llevándose la Palma de Oro, el premio a la mejor actriz y el galardón del Jurado Ecuménico.

En 1997, Cannes celebra su edición número cincuenta y para festejar la ocasión se saca de la manga una Palma de Oro extraordinaria que entrega al sueco Ingmar Bergman. Mejor director en su día por En el umbral de la vida, Bergman no había conseguido nunca llevar a lo más alto del palmarés a ninguno de sus films. Por lo demás, en la sección oficial un nuevo exaequo para la iraní El sabor de las cerezas de Kiarostami y La anguila de Imamura que ya había ganado en los ochenta con La balada de Narayama.  

En los dos últimos años del siglo, Cannes se entrega al cine de autor más radical. Primero dándole la palma a La eternidad y un día del griego Theo Angelopoulos, que ciertamente para algunos supone la eternidad y un par de semanas más de las que dice el título. Y luego a Rosetta de los belgas hermanos Dardenne en donde lo dan todo en cuanto a su particular estilo (francamente las tienen mejores).

En cuanto al Premio del Jurado, esa especie de galardón de consolación que siempre hay en los festivales, hay que reseñar el triunfo en los noventa de títulos tan interesantes como La bella mentirosa, las citadas Vivir y Quemado por el sol que lo comparten en 1994, Rompiendo las olas, El dulce porvenir o La vida es bella. Debemos reseñar igualmente que en 1992 el español Víctor Erice logra el premio de la crítica con su documental sobre Antonio López El sol del membrillo. Y que en 1999 el premio al mejor director fue para Peeeeeedro por Todo sobre mi madre.

Gerard Depardieu, Tim Robbins o Sean Penn fueron algunos de los primeros espadas en ganar mejor actor en Cannes durante los noventa. Johnatan Pryce y Peter Mullan también lo hicieron. Al menos, los franceses nos ahorraron el bochorno ajeno de ver a Roberto Begnini subiéndose a las butacas del Palais y avanzando entre el público para llegar al escenario. Entre ellas, además de las citadas August y Mirren, pues figuran en el palmarés Irene Jacob, Virna Lisi, Holly Hunter o Brenda Blethyn.

Y por último como siempre, las películas que no se fueron de Cannes con una palma sino con un palmo. Ahí van unas cuantas: Bienvenido al paraíso, Ju Dou, Cazador blanco, corazón negro, Caza de brujas, Instinto básico, Regreso a Howards End, Leolo, El largo día acaba, Mi estación preferida, Mucho ruido y pocas nueces, La reina de la noche, El gran salto, Tres colores: Rojo, La gente del arrozal,  Entre dos mares, Ed Wood, Nubes pasajeras, Belleza robada, Funny games, L. A Confidential, Los idiotas, La vendedora de rosas, Velvet goldmine, El viaje de Felicia, El verano de Kikujiro, Una historia verdadera, Wonderland

Lo dicho, a veces, muchas, injusticias como un piano.




Comentarios

César Bardés ha dicho que…
Es inevitable que haya injusticias en cualquier certamen, concurso o evento competitivo dedicado a las artes. Depende de muchos factores y, si eres un buen aficionado al cine, debes contar con ello. Es curioso como en la primera mitad de los noventa se premian películas estupendas y el nivel baja a esa pseudo intelectualidad, a menudo, tan irritante en la segunda mitad. Cannes y sus jurados.
Muy interesante el repaso.
Abrazos cainitas.

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