Gus mornins, 4/05/2020
¿No
irás a enamorarte de mí, verdad? Quiero decir que no empezarás a salir conmigo
y a despertarte sudoroso y a mirarme como si fuera una princesa cuando eructo”.
(Los
fabulosos Baker Boys, Steve Kloves, 1989)
Guuud
mornins, cinéfilos.
A
falta de nuevos lunes con episodios de El cine en cien películas, seguimos
dedicando de vez en cuando algún gus a alguna de esas películas que en este
funesto 2020 están cumpliendo añitos, aniversarios redondos que es que parece
que fue ayer cuando se estrenaron. Este año se cumplen 30 años del estreno de
Los fabulosos Baker Boys, si bien su fecha de producción es del año anterior no
llegó hasta los cines españoles hasta las vísperas de los Oscars del año
siguiente. Recuerdo perfectamente cuándo y en qué circunstancias vi esta
película y como salí del cine completamente enamorado de ella, y de Jeff y de
Michelle, guapos a rabiar los dos. Y a partir de entonces, no he dejado de estar
enamorado de todos, de sus protagonistas y de la película que me viene
acompañando desde ese momento y que me siento obligado a ver de vez en cuando.
No
hace poco la revisé y volvió a ganarme. Puede que no figure en ninguna lista de
las mejores de la historia ni nada de eso. Ni maldita la falta que le
hace. Tampoco su director Steve Kloves
que se estrenaba con la cinta logró más allá; solo hizo una más con la parejita
Dennis Quaid – Meg Ryan, y desde luego es más conocido por su faceta de
guionista en algunas pelis de la saga Harry Potter o en el film de Curtis
Hanson Jóvenes prodigiosos por la que llegó a estar nominado al Oscar.
Pero
la verdad es que el hombre empezó francamente bien en esto de dirigir
películas. Bajo su apariencia de comedia ligera y amable, Los fabulosos Baker
Boys presenta un retrato triste de personajes tocados por un cierto desencanto.
Los hermanos Bridges – Jeff y Beau- son los fabulosos Baker Boys, dos ya
veteranos pianistas que habiendo dejado atrás sus tiempos de gloria –
suponiendo que esos tiempos admitieran tal calificativo- se dedican ahora a
amenizar las veladas del piano bar en hoteles de lujo. Frank – Beau- es el cerebro
del dúo, lleva las finanzas y prepara los guiones de los shows – en realidad
viejos chistes con los que presentan las canciones y que nadie ríe. Pero es
disciplinado, porque la vida lo ha hecho así, tiene esposa y dos hijos y tiene
que procurar que le salgan las cuentas para llevar cada día comida a casa. A su
lado, Jack es un tarambana, un alma perdida que aún no ha cumplido los cuarenta
y ya siente que su vida se va directamente por el desagüe. Vive solo en un
cuchitril con la sola compañía de un perro sin dientes y una niña, vecina suya,
que le visita cuando su madre se va de farra con el ligue de turno. Su única
tabla de salvación es el teclado de un piano que acaricia cada noche que le
dejan en un club de jazz y a la que se aferra con pasión. La música que toca
con su hermano no la siente.
Los
tiempos cambian, el cerebral Frank propone un cambio de aires, contratar a una
vocalista. Y llega ella, Suzie Diamond, vaya nombrecito, y lo desbarata todo. Jack
abandona por un momento a sus ligues y a sus camareras y no puede apartar los ojos
de ella. Y eso es malo para el negocio, ya se sabe lo que dice el refrán español,
allá donde tengas la olla… pues eso.
Y
de eso va esta maravillosa película. Nos habla del fracaso, de la dignidad, de
que vivir realmente consiste en sobrevivir, para lo cual es condición
indispensable renunciar a tus sueños, o en el mejor de los casos no dedicarles tanto tiempo como
merecen. Y lo hace con una sonrisa, casi una caricia para que no te alcance del
todo lo amargo del mensaje. Sin sermonearte ni recurrir a sentimentalismos
forzados .
Una
maravillosa película con una maravillosa banda sonora llena de momentos
mágicos. Por supuesto, el Making Whoopies al piano en una mágica noche de fin
de año, pero también el Ten cents a dance o el You are sixteen que acaba
reconciliando a los hermanos. Y unos maravillosos intérpretes. Porque, claro
está el gran Jeff Bridges que, además, amigas mías, tiene un señor revolcón en
esta película, pero no nos dejemos llevar por el entusiasmo porque a su lado
está Beau que le roba un par de escenitas o tres.
Y
por supuesto, está ella, Michelle, guapa, guapa, guapa, con esa mirada inocente
(de la que sacó petróleo Stephen Frears) y a la vez felina (que también supo
aprovechar Tim Burton). Una actriz superlativa en una actuación tremenda.
Michelle llegó a la gala de los Oscars superfavorita habiendo ganado antes todo
lo ganable, Globo de Oro, Nueva York, Los Ángeles… Luego llegan los premios de
la Academia and the winer is Jessica Tandy por Paseando a Miss Daisy. El miércoles pasado, por cierto, Michelle cumplió
62 espléndidos años, pero es lo que tiene haber nacido el mismo día que se
murió Hitchcock , que nadie te felicita ni te dedica un gus.
Así
que para finalizar, naturalmente dejaremos que Jeff y Michelle se nos canten
algo.
Comentarios
Es una película que, más allá de las cuestiones meramente cinematográficas, se te queda porque, a pesar de que habla de gente que se dedica al mundo del espectáculo, también lo hace de pasiones humanas que nos ocurren a todos. De nuestras conciencias y de nuestras almas apasionadas. Y de que siempre hay una chica, siempre, que se cruza en nuestros sueños y parece que la felicidad es posible aunque puede que sea, como siempre, efímera.
Un gus para dar alaridos.
Abrazos pianísticos.