GUS MORNINS 26/5/20
“Habla
bajo, habla lento y no hables demasiado”
John Wayne
Vamos con este gigante
del cine y su rico anecdotario porque hoy hubiera cumplido 113 años. Nunca ha
habido nadie como él y, sospecho, nunca lo habrá. Sería muy largo hablar sobre
su inacabable filmografía de 165 títulos y sus diferentes incursiones en la
dirección, así que vamos a su parte más curiosa que, quizá, sea más entretenida
en estos tiempos difíciles.
Es el actor que ostenta
el record de más papeles principales en el cine. En concreto, 142.
Su compañía de
producción se llamaba Batjac…por error, porque su verdadero nombre era Batjak.
Sin embargo, su secretaria, al redactar la escritura de constitución de la
empresa, se equivocó mecanográfica y sustituyó una letra. Wayne no le dijo nada
para no herir sus sentimientos y por arte de un error tipográfico, la compañía
cambió de nombre.
Siempre que coincidía
en los rodajes con Ward Bond, eran muy frecuentes las bromas entre ellos.
Algunas de ellas incluían puñetazos.
Su bebida favorita era
el tequila. También tenía un barco, llamado Ganso
salvaje. Si estabas invitado a él, era obligatorio beberse una copa en la
pasarela antes de embarcar.
Le ofrecieron el papel
protagonista de Doce del patíbulo,
pero lo rechazó por dos razones: prefería producir y dirigir su propia película
de guerra, Los boinas verdes, y
estaba muy disgustado por la luz que se arrojaba sobre los militares en la
película de Robert Aldrich.
Una noche, antes de
comenzar un rodaje, se alojó en un hotel de Las Vegas. Dio la casualidad de que
tenía la habitación contigua a la de Frank Sinatra (se detestaban). El caso es
que en la habitación de Sinatra se estaba celebrando una fiestecita y Wayne fue
a quejarse para que dejaran de hacer ruido. La puerta la abrió un
guardaespaldas de Sinatra. Wayne pidió ver a Frank y charlaron durante un
momento. Frank rehusó hacer menos ruido y Wayne dijo que se iba a quejar a la
dirección del hotel. Cuando iba a salir de la habitación, el guardaespaldas se
interpuso por delante de Wayne y le dijo:
“Nadie habla al señor Sinatra así”. Wayne le pegó un fabuloso puñetazo que
hizo que el guardaespaldas aterrizara en una silla y la rompiera en pedazos.
Desde ese momento, Sinatra le pidió disculpas y se acabó la fiesta.
No era racista
completo, pero sí declaró al Playboy Magazine que los negros no estaban
cualificados para acceder a cargos públicos. No hay que olvidar que Wayne se
casó tres veces, las tres con mujeres latinas.
En 1968, el partido
Republicano contactó con él para que se presentara a la nominación para la
carrera presidencial cuando terminara el segundo mandato de Nixon. Wayne rehusó
el ofrecimiento porque no creía que una estrella de cine estuviera capacitada
para dirigir el país. A pesar de ello, apoyó las campañas de Ronald Reagan para
el cargo de Gobernador de California.
A pesar de que se
quejaba de que Solo ante el peligro
era una película antiamericana, fue a recoger el Oscar a la mejor interpretación
del año en nombre de Gary Cooper y se quejó de “dónde diablos estaba mi agente cuando este papel estaba en el
mercado”.
De sus
interpretaciones, la que más detestaba era la que hizo en El conquistador de Mongolia (curiosamente, insistió en interpretarla
cuando vio el guión encima de la mesa de despacho de su amigo y director de la
cinta, Dick Powell). La que más le gustaba de todas las que había hecho fue la
de La legión invencible.
Después de su
fallecimiento, se propuso que recibiera, de manera póstuma, la Medalla de Honor
del Congreso de los Estados Unidos. Para recibirla tenía que contar con el aval
de varias personas de reconocido prestigio. Bajo la iniciativa de Maureen
O´Hara y Elizabeth Taylor, firmaron Frank Sinatra, James Stewart, Gregory Peck,
Jack Lemmon, Kirk Douglas y Katharine Hepburn.
Estaba convencido de
que el actor que iba a heredar su forma de actuar era Christopher Reeve.
En 1973, Clint Eastwood
escribió a Wayne hablándose de la posibilidad de hacer una película del Oeste
juntos. Wayne respondió rechazándolo vehementemente porque abominaba de Infierno de cobardes. En consecuencia,
Eastwood jamás volvió a dirigirse a él.
Rechazó el papel
protagonista de Harry, el sucio
porque pensaba que el personaje estaba muy lejos de los papeles que solía
interpretar. Cuando vio la película, le encantó y encargó a su agente que le
buscase papeles similares. Interpretó McQ
y Brannigan. Al respecto, el director
Don Siegel dijo: “John Wayne no puede
interpretar a Harry Callahan…ni siquiera puede interpretar a McQ…es demasiado
viejo”.
Le disgustó enormemente
lo que hizo Sam Peckinpah con Grupo
salvaje porque destrozaba el mito del Oeste.
Su única incursión en
el teatro, la realizó en el teatro universitario de la Universidad del Sur de
California, mientras estudiaba. Fue en Enrique
VIII.
Aunque era republicano,
se declaró votante de Franklin Roosevelt en los años de su presidencia y
respetaba enormemente a su presidente, fuera del partido que fuera.
Llevó un peluquín
durante toda a su carrera desde que hizo La
venganza del bergantín en 1948. Se da la circunstancia, que en una escena
de pelea de Alaska, tierra de oro, de
1960, se puede apreciar como el peluquín se le cae a Wayne.
En los años sesenta,
encabezó una campaña de protesta contra el cine que se hacía en Hollywood por
su deriva poco proclive hacia la moral y las buenas costumbres, con abundancia
de desnudos y de mensajes provocativos. La campaña se fue al traste cuando
decían que John Wayne era el protagonista de un buen puñado de películas que
destacaban por su violencia.
Aborrecía películas que
trataban de romper los cánones morales de la época, como La semilla del diablo (a la que tildaba de “vulgar”), La naranja mecánica o El último tango en París. Incluso
rechazó una película tan “blanca” como Love
Story de la que decía “¿Hollywood es
incapaz de hacer una agradable y pequeña historia de amor?”.
También despreció otras
películas como De repente, el último
verano, Easy rider y, sobre todo, Cowboy de medianoche, a la que consideraba una película “perversa”.
Perdió una gran
cantidad de dinero debido a la producción de El Álamo. Eso le obligó a aceptar un papel tras otro y a exigir una
cantidad de dinero desorbitada (250.000 dólares) por cuatro días de trabajo en El día más largo. Dos años después, ya
se había recuperado.
Fue completamente
bebido a actuar como invitado en el show de Dean Martin. Cuando llegó al
estudio, dijo que no podía actuar porque, incluso, se había caído de la
borrachera que tenía encima. Se lo contó a Martin que le dijo: “Duke, la gente cree que yo hago el show
todos los días en ese estado… ¿cómo no lo vas a hacer tú?”. Wayne salió y
el show se hizo.
Lauren Bacall siempre
reconoció que John Wayne fue la persona más atenta con ella y con Humphrey
Bogart desde el momento en que se descubrió el cáncer de esófago que padecía
él. No dejaba de mandar flores y tarjetas para levantar el ánimo.
Hizo una película que
detestaba, El fabuloso mundo del circo,
sólo porque, con el dinero que iba a ganar, podría comprarse el yate Ganso salvaje.
Samuel Fuller siempre
lamentó que Wayne rechazara hacer Uno
rojo, división de choque, en el papel que, finalmente, interpretó Lee
Marvin. Le ofreció el guión, Wayne lo leyó y le dijo: “No estaré vivo para poder hacerlo”.
Creía que Marlon Brando
era el actor más talentoso que había visto nunca. Pero también pensaba que
debería dirigir sus esfuerzos en otra dirección que no sea la de llamar la
atención por una cosa o por otra. Con su talento basta para fijarse en él.
Quizá ha sido uno de
los actores que, de forma más imponente, sabía entrar en una escena. Ahí os
dejo unas cuantas grandes entradas de él como vídeo del día.
Y como mosaico, en el
encuentro con otro grande, en busca de El Dorado.
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