EL CINE EN CIEN PELÍCULAS (XXIV)


Es un mundo extraño

TERCIOPELO AZUL (Blue velvet) USA, 1986 Dir: David Lynch con Kile McLahan, Laura Dern, Isabella Rosellini, Dennis Hooper. (120 min)


David Lynch es para muchos uno de los grandes genios que ha dado el cine en su historia. Su indiscutible talento natural y su desbordante capacidad para imaginar mundos e historias poco convencionales le ponen al nivel de otros grandes creadores del Séptimo Arte como Stanley Kubrick o Alfred Hitchcock. No obstante, como suele ser habitual en el caso de personajes con una personalidad tan carismática, junto a la legión de seguidores que veneran a Lynch considerándolo desde hace décadas un realizador de culto, no faltan quienes le aborrecen y le consideran un bluff sobrevalorado. Sea como sea, el director norteamericano no suele dejar indiferente a casi nadie; sea como sea es también el prototipo perfecto de artista polifacético y total. Además de hombre de cine y de televisión, Lynch es o ha sido a lo largo de su carrera músico, productor musical, pintor, dibujante, publicista, fotógrafo y hasta diseñador de muebles. Por supuesto, también le hemos visto ejercer como actor y hacer sus pinitos delante de las cámaras; este mismo año por ejemplo pudimos disfrutar de su presencia en un breve cameo en la estupenda Lucky, opera prima del también intérprete John Carroll Lynch, quien pese a su apellido no comparte ningún tipo de parentesco con el cineasta.

Lo cierto es que éste llegará al cine a través de la pintura, su primera y verdadera vocación artística. Al primer Lynch no le interesa el cine tanto como un arte que cuenta historias; lo que realmente le importa es la observación de la imagen en movimiento. De esta forma, sus dibujos cobran vida y adquieren mayor expresión y dinamismo, la pantalla se va convirtiendo en el nuevo lienzo sobre el que plasmar no sólo formas y figuras, sino también inquietudes y obsesiones. La cámara será más tarde igualmente el bisturí sobre el que hurgar en lo más recóndito del cerebro y del subconsciente humano. No todo el mundo está dispuesto a que hurguen en su yo más profundo; en consecuencia, no todo el mundo está predispuesto para el cine de David Lynch.

Nacido en Missoula, Montana, el 20 de enero de 1946, Lynch se cría en el seno de una familia de clase media que, debido al trabajo del padre, un científico que trabaja para el Ministerio de Agricultura estadounidense, se ve obligada a cambiar constantemente de residencia. El futuro artista se refiere a su infancia como “una etapa idílica, una especie de permanente sueño despierto, cuyo único aspecto problemático fue, sin duda, una forzada vida nómada”. Comienza sus estudios en Whasington y los continúa en Virginia y Boston.Es una etapa agitada en la que el joven Lynch tiene tiempo de alistarse en los “boy scouts” llegando incluso a ejercer como acomodador en la toma de posesión presidencial de John Fitzgerald Kennedy. Tras un intento frustrado de viajar a Europa para estudiar arte al lado del maestro de la pintura Oskar Koloschka se instala definitivamente en Filadelfia a mediados de la década de los sesenta.

Es precisamente en esta época cuando Lynch inicia su idilio con el audiovisual con una serie de primeros cortos de carácter experimental que suponen el mejor banco de pruebas para su posterior debut en el largometraje. El artista prepara en 1971 Cabeza borradora, un film que debido a problemas financieros no podrá ser estrenado hasta seis años más tarde. Catalogado casi de forma instantánea como un film de culto, Lynch sienta aquí las bases de lo que será su futura obra cinematográfica. La película, una fascinante e inclasificable paranoia, se inicia con una especie de pequeño Big Bang, toda una declaración de intenciones en la que el director nos da la bienvenida a su particular universo surrealista y onírico. Para su primer film, Lynch elige una escalofriante fábula que recrea la historia de Henry Spencer, un joven inseguro y asustadizo que un día recibe de boca de su amiga Mary la noticia de que va a ser padre de una criatura deforme y horrible. Se trata de una película cocinada en plan Juan Palomo; Lynch la ha escrito y la dirige, pero también la produce, compone la música e incluso monta los decorados. Rodada en un blanco y negro que subraya los aspectos más tenebrosos, la película causa un enorme impacto en su estreno, y sorprende el desparpajo con el que el novel autor arremete contra los tabús más sagrados: la familia, el sexo o la religión. Sus tres protagonistas principales, una pareja que concibe un hijo sin haber mantenido relaciones sexuales previas, componen una singular versión de la Sagrada Familia. Entre quienes se quedan ojipláticos con la película se encuentra el mismísimo Stanley Kubrick que afirma sin rubor que el futuro del cine pasa irremediablemente por David Lynch. Por su parte, la crítica encuentra una conexión directa entre el film del debutante y la obra de Luis Buñuel, aunque el director de Montana se descuelga y se cura en salud diciendo que sólo conoce al genio calandino de oídas. ¿Nos lo creemos?

El caso es que cuatro años después de su arrollador debut, Lynch sorprende con el segundo de sus trabajos, una propuesta en esta ocasión mucho más sobria y clásica, rodada al igual que su opera prima en blanco y negro. Se trata de El hombre elefante, drama inspirado en la historia real de Joseph (John en la película) Merrick y que adaptaba una obra del escritor y antropólogo Ashley Montagu. Nacido con una grave malformación física que confería un aspecto monstruosotanto a su cuerpo como a su rostro, Merrick vivió en la Inglaterra del siglo XIX y está considerado como el más famoso ejemplo del síndrome de Proteus de la Historia. Es esta una enfermedad genética que produce un crecimiento excesivo de la piel y un anormal alargamiento de los huesos, y de la que apenas se han confirmado 200 casos en el mundo desde su descubrimiento. Merrick se vio obligado a pasar toda su vida confinado en circos y en “paradas de monstruos” donde era exhibido como un fenómeno, y sólo pudo encontrar cierta paz durante los últimos años de su vida gracias a los cuidados y atenciones del doctor Frederick Treves, un cirujano que decidió estudiar su caso. El film de Lynch se centra en esta última época.

La cinta obtiene un moderado éxito de taquilla y recibe el respaldo de la crítica. Hollywood también se rinde a la película premiándola con ocho candidaturas a los Oscars, entre ellas la de Mejor Película. Lynch consigue sus dos primeras nominaciones a la estatuilla, una como director y otra como guionista (que comparte con Eric Borgen y Christopher DeVore). La cosecha de galardones se completa con el Bafta británico y el César francés a la mejor producción de 1981. En ella destaca también la prodigiosa interpretación de John Hurt en el rol protagonista, bien secundado por Anthony Hopkins y AnneBrancfort. El hombre elefante se convierte en el primer gran éxito comercial de Lynch que también por primera vez en su vida trabaja con el apoyo de un gran estudio, Paramount. El actor Mel Brooks, que había quedado asombrado tras ver Cabeza borradora, quiso producir el film, si bien prefirió  no dar mucha publicidad a su participación en el mismo ante el temor de que el público quedase confundido y pensase que se encontraba ante una parodia.

De la mano esta vez de los productores italianos Dino y Raffaella De Laurentis, Lynch estrena en 1984 Dune, adaptación de la célebre novela homónima de ciencia ficción que el norteamericano Frank Herbert había publicado a mediados de la década de los sesenta. Ya durante el decenio anterior el director chileno Alejandro Jodorowski barajó la idea de llevar a la obra a la gran pantalla. El proyecto, sin embargo, resultaba demasiado ambiciosos y no llegó a buen puerto; el realizador quería que en los créditos del film apareciesen algunos de sus referentes artísticos como Orson Welles, Salvador Dalí o los miembros del grupo de rock Pink Floyd. Finalmente, la Universal consideró que David Lynch era el director más adecuado para sacar adelante la empresa… y se equivocó de pleno. El público no entendió la película, la primera en color de su autor, y la crítica dictaminó que su director no había sabido captar la esencia del texto de Herbert ni estar a la altura. Dunees en efectopesada y farragosa, se pierde en sus tramas y no acierta a transmitir el mensaje existencialista de la novela. Pese a todo, hoy en día hay alguno que la reivindica como título de culto. En la actualidad, el canadiense Dennis Villeneuve prepara una nueva versión del clásico de Herbert.
Después de dirigir Terciopelo azul (1986), la película de la que hablaremos a continuación y que a día de hoy continúa siendo una de las cumbres de la trayectoria lyncheana, el bueno de David decide tomarse un tiempo antes de regresar al primer plano de la actualidad a comienzos del siguiente decenio. Vaya si lo consigue; el director tiene un arranque de los noventa sencillamente espectacular con su cuarto film Corazón salvaje (1990) logrando alzarse con la prestigiosa Palma de Oro de Cannes.  Protagonizada por Nicolas Cage, cuando todavía era Nicolas Cage, y por Laura Dern – y con unos secundarios de lujo comoWilliemDafoe y DianneLadd - esta sugerente “roadmovie”, adaptación de una novela de Barry Gifford, propone una versión muy particular del mito del mago de Oz que combina de forma afortunada la comedia y el drama, siempre con el característico toque del cine de su autor.

No contento con revolucionar el mundo del cine, ese mismo año David Lynch pone sus ojos en la pequeña pantalla, dispuesto a revolucionar también el de la televisión. Surge Twin Peaks y se produce un pequeño cataclismo que pone patas arriba el universo de las seiscientas veinticinco líneas. No nos equivocaríamos mucho si afirmásemos que la época dorada que vive en la actualidad la ficción catódica gracias al impulso de las Netflix o las HBO tiene aquí sus raíces. Con el famoso “quién mató a Laura Palmer”, Linch trasciende al thriller y al clásico “wodunit” para desplegar todo su habitual imaginario onírico y surrealista. Gracias un elegante sentido de la puesta en escena y un acabado técnico muy cuidado – a destacar el icónico “score” de AngeloBaladamenti- la serie cautivó a los espectadores de medio mundo durante dos temporadas, de 1990 a 1991. De los 30 episodios de los que constaba la serie, su creador sólo dirigió cinco, entre ellos el piloto y el encargado de cerrar cada temporada, dejando el resto de la labor para realizadores invitados. En 1992 el propio Lynch filma Twin Peaks, el fuego camina conmigo, que relata la última semana en la vida de Laura Palmer, y que en general es mal recibida por los críticos. El pasado 2017, también bajo la supervisión de Lynch se estrenó en la plataforma norteamericana ShowtimeTwin Peaks, thereturn, serie de 18 capítulos que retoma a los personajes de la obra clásica veinticinco años después.

Barry Gifford, el autor en cuya obra Saylor y Lula se había inspirado Lynch para rodar Corazón salvaje, coescribe junto al director el que será su sexto largometraje. Se trata de Carretera perdida (1997), una intriga desasosegante y perturbadora que desconcierta a los críticos por su complejo argumento no lineal. Claro que para los que ya lo van enterrando vivo, el de Missoula guarda una bala en la recámara, una maravilla llamada Una historia verdadera (1999), una rareza si se quiere en la filmografía del director en cuanto a lo que esconde de emotividad y sencillez. El argumento es tan simple como conmovedor, nada de sueños raros ni de realidades paralelas. Richard Farsnworth, justamente nominado al Oscar por su trabajo, encarna a un anciano que recorre 500 kilómetros por el interior de Estados Unidos a bordo de su pequeño cortador de césped para visitar a su hermano que ha sufrido un infarto y con el que hace tiempo que no se habla. Una joya y un enorme regalo para todos los que amamos el cine.

Diez años después de conseguir la Palma de Oro en Cannes, Lynch vuelve a triunfar en el certamen galo llevándose esta vez el premio al mejor director por Mullholand Drive (2001) que le reportó igualmente la que hasta el momento es su última nominación al Oscar a título personal. Inicialmente concebida como el episodio piloto de una serie de televisión, la película arranca con la llegada a Hollywood de una aspirante a actriz que entabla amistad con una mujer que ha perdido la memoria. La película, definida por su propio creador como una historia de amor en la ciudad de los sueños, se desdobla a su vez en diferentes subtramas, la mayoría de las cuales no tiene conexión interna entre sí, y contiene escenas de carácter surrealista. De nuevo, como sucedía en Carretera perdida, una narrativa no convencional que levanta pasiones tanto a favor como en contra.  Mullholand Drive fue elegida por la BBC como la mejor película de lo que llevamos de siglo en un controvertido ranking que incluía una selección de cien títulos, y sirvió entre otras cosas para lanzar al estrellato a su protagonista principal, Naomi Watts. Fiel a su estilo y a su deriva, Lynch entrega en 2006 InlandEmpire, otro incatalogable drama psicológico de casi tres horas sin apenas lógica ni argumento que hasta la fecha supone su última incursión en el largometraje. No obstante, en 2007 dirige More thingsthathappened que incluye escenas que se desecharon en el montaje del film del año anterior, y en 2017 se pone al frente del proyecto de la continuación de Twin Peaks como ya hemos comentado. En estos últimos años, Lynch ha vuelto a sus orígenes centrándose en la producción de cortos (todos ellos performances imposibles y marcianadas auténticas) que ahora distribuye por Internet.



Un cielo azul en el que no hay sitio para una sola nube. La cámara descendiendo hasta enfocar un pequeño parterre cercado por una valla de color blanco en el que sobresale el rojo de unas rosas. Azul, blanco y rojo, simbolizando la bandera de las barras y estrellas y en consecuencia el sueño americano. A continuación, un coche de bomberos pasa ante nuestros ojos a cámara lenta mientras sus ocupantes nos saludan con la mano, sonrientes. Un grupo de niños atraviesa un paso de cebra en fila india ante la atenta mirada de su maestra que señal de Stop en mano les indica el camino a seguir. Un hombre riega tranquilamente el césped de su jardín, mientras dentro, en el salón de su casa, su esposa mira despreocupada la televisión. Nada parece perturbar la paz y la tranquilidad que se respira en Lumberton, el pequeño pueblo en el que nos encontramos, famoso, según nos cuentan, por su potente industria maderera.

De repente, todo cambia. Habíamos dejado a una mujer mirando despreocupada la televisión, y de pronto descubrimos que lo que está viendo es una película de gangsters. En pantalla se observa el primer plano de una pistola, alertándonos quizá de un peligro en ciernes. El hombre que estaba regando tranquilamente el césped comienza a sufrir una serie de convulsiones, y cae finalmente fulminado en lo que parece un ataque al corazón. Tendido en el suelo, sigue sosteniendo en su mano la manguera de la que sigue manando agua esta vez con el efecto de un surtidor. Ajeno a la tragedia, un bebé se acerca con sus tambaleantes pasos hacia el cuerpo inmóvil, mientras un perrito intenta saciar su sed con el agua que sigue saliendo de la manguera. La cámara se posa entonces en el subsuelo del jardín poblado de pequeños insectos pululando entre la hierba. La suave música que habíamos estado oyendo hasta entonces se atenúa siendo sustituida por un chirrido inquietante. En cuestión de segundos, hemos pasado del cielo al suelo, de lo sublime a lo ínfimo, del sueño a la pesadilla.

Contiene Blue velvet uno de los arranques más deslumbrantes y de mayor intensidad del cine norteamericano de las últimas décadas. En poco más de dos minutos y sin ningún tipo de diálogo Lynch nos muestra la esencia de su obra. Ya de entrada, queda clara la existencia de un lado oscuro oculto en el subsuelo de lo cotidiano que amenaza con aflorar a la superficie y alterar el equilibrio que se presupone rige el orden de las cosas. En este mundo extraño, el bien ha de coexistir con el mal, la armonía con el caos. Es el abc del cine de Lynch.

El cineasta halla en el thriller y en el cine negro el mejor vehículo para sacar a la luz sus singulares y oníricas paranoias. En el fondo, es una excusa, a menudo absurda. La película que comentamos narra el particular descenso a los infiernos de su protagonista principal, Jeffrey Beaumont, a través de una extraña – pero al fin y al cabo intrascendente- investigación que tiene como punto de partida un curioso hallazgo. Jeff  vuelve a su pueblo natal, Lumberton, para cuidar a su padre enfermo y hacerse cargo ocasionalmente del negocio familiar. Un día, volviendo a casa desde el hospital, el muchacho encuentra en el suelo de un descampado los restos de una oreja humana cercenada; sin pensárselo dos veces, acude a comisaría para entregar su descubrimiento, y se entrevista con el detective Williams que le dice que esté atento porque en breve podrían requerir su presenciaara interrogarle. Esa misma noche, el joven se presenta en el domicilio particular del propio Williams, dispuesto a averiguar más detalles sobre el caso, pero el policía esta vez le pide que se mantenga lo más lejos posible del mismo. A la salida de la casa, Jeff se topa con Sandy, la hija de Williams, quien le dice que ha oído algunos datos sobre la investigación de su padre. Todas las pistas llevan a Dorothy Vallens, la misteriosa cantante de un club de jazz que vive a no pocos metros del hogar de ambos. Sandy y Jeff se embarcan entonces en una aventura tan fascinante como perturbadora.

A la noche siguiente, Jeff entra en la casa de Dorothy haciéndose pasar por un fumigador que está trabajando en el edificio, y en un descuido de la mujer  logra hacerse con una copia de las llaves. Veinticuatro horas después, él y Sándy volverán al mismo lugar con un plan. Jeff volverá a introducirse en la casa y Sandy se quedará esperándole en el coche; cuando la dueña del piso esté de regreso, la chica hará sonar cuatro veces el claxon, y esa será la señal para que su amigo salga por patas. Sin embargo, en el momento en el que Dorothy entra en el portal, Jeff está en el baño y el ruido de la cadena le impide escuchar los bocinazos. Cuando este oye que la puerta se abre no tiene más remedio que ocultarse en un armario empotrado a través de cuyas rendijas es testigo de una brutal escena. Dorothy se quita la ropa y es entonces cuando suena de nuevo el timbre y aparece Jack, un hombre de aspecto violento que se abalanza sobre la cantante y comienza a abusar salvajemente de ella, golpeándola hasta dejarla sin sentido. Cuando Jack se va, el joven sale del armario con la intención de socorrer a la cantante, que permanece malherida en el suelo.

A partir de esa noche, Jeff y Dorothy comienzan a verse a menudo; él descubre las tendencias sadomasoquistas de ella, comienza a vigilar a Jack, y sus sospechas se encaminan a pensar que este ha secuestrado al hijo y al marido de la cantante. Por si fuera poco, inicia también una relación sentimental con Sandy. Una noche, al salir del club donde actúa Dorothy, Jeff visita su apartamento. Al momento, se presentan también Frank y sus compinches, totalmente colocados, que deciden llevarse a la pareja a dar un pequeño “paseo”. A la mañana siguiente, el joven amanece en los alrededores de una fábrica abandonada con signos claros de haber recibido una feroz paliza.
Sandy descubre la relación entre Jeff y Dorothy, cuando una noche, después de haber salido juntos, la cantante les espera en el porche de su casa totalmente desnuda y con el rostro ensangrentado. Los tres entran en casa y llaman a una ambulancia para que se lleve a Dorothy que no deja de abrazarse a Jeff suplicándole que le haga el amor. Una Sandy llorosa y visiblemente alterada le pide explicaciones a su novio quien esa misma noche decide acabar con el asunto presentándose en el apartamento de Dorothy y matando finalmente a Jack en defensa propia.

Como se ve, la trama es algo débil, presenta más de una incongruencia argumental, y la lógica narrativa en muchas ocasiones no se sostiene. Como dijimos, no es lo relevante; lo que realmente importa es ver cómo Jeff paga cara la osadía de adentrarse en el lado oscuro. Lo suyo es una pérdida de la virginidad no solo sexual  sino sobre todo emocional.

Tras el fiasco de Dune, el productor Dino de Laurentis decidió dar a Lynch otra oportunidad financiando su nueva película. Esta vez no se equivocó; la película costó seis millones de dólares, y en su estreno recaudó dos y medió más. No obstante, más allá del éxito económico, el film tuvo un gran impacto crítico, y se convirtió en eso que se denomina un clásico instantáneo.  La clave pudo estar en la insólita y efectiva combinación de géneros; Lynch se consolidó además como un maestro en la puesta en escena y en la creación de atmósferas, algo que no pasó desapercibido para la Academia de Hollywood que volvió a nominarle en la categoría de Mejor Director. En el apartado técnico, sobresale la partitura musical de Angelo Balladamenti, en su primera colaboración con Lynch, aderezada con temas como el clásico que da título al film, popularizado en los 60 por Bobby Venton, y versionado después por otros “crooners” como Tony Bennett. En el apartado artístico, Kyle Mclahan volvía a colaborar con el director que le hizo debutar en la citada Dune, interpretando a Jeffrey – años más tarde repetiría  a sus órdenes como protagonista de Twin Peaks. Laura Dern, quien posteriormente se convertiría también en musa del cineasta, da vida aquí a Sandy, en el que es su papel más recordado de su carrera junto al de la doctora Ellie Sattler de Parque Jurásico (Steven Spielberg,1993). La tercera en discordia es Isabella Rossellini como la enigmática Dorothy Vallens;la sensual interpretación que hace del tema Blue Velvet la hija de la legendaria Ingrid Bergman  en la escena más famosa de la película es ya un icono del cine. A destacar igualmente la presencia desatada de Dennis Hooper en la piel del sanguinario Jack Booth, y el sorprendente cameo de un irreconocible Dean Stockwell, ex niño prodigio que saltó a la fama de la mano de Joseph Losey en El muchacho de los cabellos verdes (1948).

El epílogo de la película resulta tan clarificador como su arranque. La cámara nos muestra un primer plano de los ojos cerrados de Jeff, poco a poco el plano se va abriendo y nos encontramos a nuestro protagonista relajado en una tumbona, en ese mismo jardín donde empezó todo. Como despertando de un sueño – o de una pesadilla- el muchacho se incorpora y se dirige a la cocina donde le espera su prometida con la mejor de sus sonrisas. La luz lo inunda todo, el orden ha vuelto a restablecerse y todo vuelve a su ser.  Cae el telón y el azul de su terciopelo. Al final, todo resultó ser un sueño, un mal sueño.

IN DREAMS 
(Roy Orbison)

A candy colored clown
They call the Sandman
Tiptoes to my room everynight
Just to sprinkle stardust and to whisper
"Go to sleep, everything is all right".

I close my eyes
Then I drift away
Into the magic night.
I softly say
A silent prayer
Like dreamers do
Then I fall asleep to dream
My dreams of you.

In dreams
I walk with you,
In dreams I talk, to you.
In dreams you're mine
All of the time
With you ever
In dreams, in dreams.

But just before the dawn
I awake and find
You're gone.
I can't help it,
I can't help it
If I cry.
I remember, that you said: Goodbye

It's too bad
That all these things
Can only happen in
My dreams.

Only in dreams,
In beautiful dreams.


EN SUEÑOS
Roy Orbison


Un payaso dulce con la cara pintada
Al que llaman el hombre de arena
Entra cada noche de puntillas en mi habitación
Para rociarme con polvo de estrellas y susurrarme:
"Duérmete, todo va bien".

Cierro mis ojos
Y me dejo arrastrar
Hacia una noche mágica
Digo suavemente
La silenciosa oración
Que dicen los soñadores
Entonces me quedo dormido
Para soñar contigo.

En sueños
Paseo contigo,
En sueños, hablo contigo
En sueños, eres mía
Todo el tiempo
(estoy) siempre contigo.
En sueños, en sueños.

Pero poco antes del amanecer, despierto
Y descubro que te has ido.
No puedo evitarlo,
No puedo evitar
Llorar
Al recordarte
Diciendo: "Adiós".

Qué pena
Que todas esas cosas
Solo puedan pasar
En mis sueños.

Sólo en sueños
En hermosos sueños.



EL MOSAICO DE HOY


Comentarios

CARPET_WALLY ha dicho que…
Bueno, no seré yo quien diga que "Terciopelo azul" no merece estar en una gran lista de películas notables de la historia del cine, tampoco quien piense que Lynch no ha hecho nada para que se le consideré un innovador. Lo que si puedo decir es que yo no le hubiera incluido, ni a él ni a su peli en una lista que hubiera elaborado yo mismo. Y eso que a mi, "Blue velvet" me parece una film más que apreciable. No digo ya nada de esa selección de las mejores 100 películas de lo que va de siglo encabezada por el, para mi, timo de la estampita que supone "Mullholand drive".

De todo Lynch, me quedo con "El hombre elefante" y por simpatía con "Corazón Salvaje". "Terciopelo azul" también me gusta aunque no esté entre mis preferidas de todos los tiempos, lo mismo que "Una historia verdadera". La cuestión es que yo entiendo el cine como una forma de contar historias y no como Lynch un arte visual de imágenes en movimiento. Ahí no me va a encontrar y además me parece un desperdicio, por entiendo que el tipo tiene un grandísimo talento, pero lo desaprovecha para desviar su atención ( y la nuestra) a sus juegos florales.

En todo caso, un gran gus, Dex. Lo cortés no quita lo valiente.

Abrazos azules.
Anónimo ha dicho que…
No soy yo muy fan de Lynch. Es un cine que suele llegarme poco exceptuando dos de sus pelis, El hombre elefante y Una historia verdadera. Esta última volvieron a pasarla hace unos días por tv y me atrapó todavía más que la primera vez que la vi. A mí me parece toda una lección de vida.
In Dreams es una de mis canciones de siempre. Me gusta todo la música de Roy Orbison y está muy especialmente.

Espero que hayáis tenido un buen verano. El mío ha sido tranquilo y con eso me doy por satisfecha.

Besos soñadores para todos.

low
César Bardés ha dicho que…
Yo también espero que hayáis tenido un buen verano. Tengo varias cosas en la cabeza y espero deleitaros con una nueva presentación de libro en breve, ya veremos. Ahora mismo estamos en ese vacío pre-publicación que siempre me pone muy nervioso. Os mantendré informados.
Mucho habría que hablar de Lynch. Ya sabéis que a mí no me gusta. Más allá de su dominio de la fotografía y de la descripción de ambientes turbios bajo una capa de aparente orden idílico, sinceramente, siempre me ha parecido que le encanta tomar el pelo a la gente. Me pasa con todas sus películas a excepción, ya lo sabéis, de "El hombre elefante" y de "Una historia verdadera", verdaderas joyas, valga la redundancia. Algo menos con "Terciopelo azul" aunque, revisada recientemente para las labores radiofónicas (os aconsejo que oigáis el programa en ivoox por la estopa que me pongo a repartir de la manera más educada), se me queda irremediablemente antigua y la saco muchos más defectos. Mucho de lo que el amigo maño nos cuenta parece sacado de un entusiasta (y joven) profesor de facultad que tiene verdadera pasión por un cine que, sospecho, no llega a entender del todo (recordemos que la obsesión del cine de Lynch consiste en traspasar a imágenes el principio de la cinta de Moebius) aunque es muy dueño de pensar que es el genio de los genios geniales (por mucho que Stanley Kubrick también lo dijera). En cualquier caso, alguien debió decirle a Isabella Rossellini que lo suyo no era cantar, a Kyle McLachlan que lo suyo no era actuar, y a Laura Dern que no lo suyo no era gesticular.
Abrazos aterciopelados.
Anónimo ha dicho que…
Pues parece que ya estamos todos aqui. Yo me reincorporo hoy, así que os escribo aun en shock.

Más en shock aun por la inclusión de Terciopelo Azul en esta sección. La ví en su momento de estreno allá por los 80, no me gustó nada, recuerdo que incluso me produjo una sensación de rechazo y Lynch y su cine es de las cosas que, si puedo, evito.

Pero lo importante es volver a veros, que es un gustazo.

Besos rencorosos (con Lynch, no con el maño)

Albanta



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