GUS MORNINS 25/9/18
“Hollywood
es algo así como un carísimo y maravilloso club de fans permanente. Para vivir
allí, no necesitas llevar dinero encima. Tu rostro es tu tarjeta de crédito. Y
lo mejor de todo es que es válida para el mundo entero”.
Walter Pidgeon
Hoy es 25 de septiembre
y este caballero al que rendimos homenaje nos dejó en esta misma fecha hace
treinta y cuatro años. Por aquellas casualidades del destino resulta que nació
un 23 de septiembre así que creo que no hay nadie mejor para recordar en un día
cómo hoy. El domingo hubiera cumplido ciento veintiún años.
Walter Pidgeon era un
actor mayúsculo. Tenía elegancia hasta decir basta, no importa el papel que debía
interpretar, siempre era un auténtico caballero, lleno de clase, con una
capacidad para transmitir tranquilidad que era única. No sólo trabajó de
secundario, como algunos estáis pensando, sino que también hizo unos cuantos
papeles inolvidables como protagonista porque era un actor completo y muy versátil,
capaz de hacer comedia, drama, intriga o, incluso, musical.
Walter Pidgeon era
canadiense de nacimiento. Con buenas notas en la escuela, pasó a la Universidad
de New Brunswick en Canadá. Allí estudió Derecho y también estuvo en el grupo
de teatro universitario. Cuando le quedaba un año para graduarse, fue reclutado
por el ejército para unirse a la 65 Batería de la Artillería de Campo
Canadiense, una unidad que iba a viajar a Europa para combatir en la Primera
Guerra Mundial. Walter nunca llegó a ir. También la casualidad, como pasó con
Jack Warden del que hablamos la semana pasada, hizo que nunca entrara en
combate. Haciendo su instrucción al pobre Walter le ocurrió un accidente debido
al retroceso de los cañones que debía manejar y fue aplastado por la cureña de
dos de ellos. Con heridas muy graves, fue ingresado en el hospital, donde pasó
diecinueve meses aprendiendo a andar de nuevo. Licenciado del Ejército, terminó
su carrera y en 1919 decidió mudarse a Boston, en Estados Unidos, con la
esperanza de encontrar alguna pasantía.
Como no lo lograba al
cabo de unas semanas, decidió presentarse a la correduría de banca, que no le
agradaba mucho, pero con el dinero que ganaba amplió sus estudios dramáticos y
se matriculó en el Conservatorio de Música de Nueva Inglaterra de Boston. Sí,
Pidgeon cantaba. Y cantaba estupendamente con su voz de barítono.
Harto de trabajar en
banca, decidió trasladarse a Nueva York y hacer una prueba en el despacho de un
agente. Impresionado por la voz que exhibía aquel joven de 1,90 de estatura,
decidió buscarle sitio en la comedia musical teatral y en apenas tres años,
Walter Pidgeon debutaba en Broadway. Como su físico era espectacular, enseguida
fue fichado por Hollywood (que aún estaba en el período del cine mudo) para
pasear su palmito por diferentes películas, ninguna con historia. Cuando llegó
el sonoro, la Warner no lo dudó y le ofreció un contrato de siete películas
animados por su estupenda voz. Trabajó en varios musicales como protagonista
como La novia del regimiento, de John
Francis Dillon; o Noches de Viena, de
Alan Crosland (director que entonces estaba en la cresta de la ola por su éxito
multitudinario en la mítica El cantor de
jazz); o Bésame otra vez, de
William Seiter, al lado de Edward Everett Horton. A pesar de ello, Walter sentía que lo estaban encasillando como
el típico chico elegante, con bonita voz, que se enamoraba de la chica de turno
y que podía exhibir muy poco sus dotes dramáticas.
Cuando en 1936 le ofrecen
el papel protagonista de la primera versión de Magnolia, Walter lo rechaza (su papel lo interpretó Allan Jones, el
cantante de ópera de Una noche en la
ópera, de los Marx) y pidió que lo incluyesen en películas de contenido
dramático.
Dicho y hecho, eso es
lo que hicieron los ejecutivos de la Warner…pero no de protagonista. Walter,
durante algún tiempo, tuvo que hacer de “el otro hombre”, es decir, el amigo
del protagonista que, inevitablemente, tenía que morir para dejar el camino
libre al actor principal para que pudiera acabar con la chica en cuestión. Así,
hizo de amigo inseparable de Clark Gable en Saratoga,
o de Cary Grant en esa joya perdida que se llamó Big Brown Eyes, la única película en la que Cary hizo de detective
privado. Coquetea, para salir del encasillamiento, con la serie B hasta que
Fritz Lang le brinda una oportunidad de oro para interpretar al Capitán Alan
Thorndike de El hombre atrapado. El
argumento empezaba así (y luego me decís si no era atractiva la historia). Un
hombre camina con ropa de caza y un fusil con mira telescópica por un bosque
cualquiera. A lo lejos, ve que se está celebrando una especie de fiesta en una
residencia de lujo. Se esconde entre los árboles y saca los prismáticos para
cotillear. Efectivamente, en una enorme terraza bañada por el sol, hay un
montón de invitados riendo y bebiendo alrededor de una figura con un brazalete
con svástica. Se trata de Adolf Hitler en su residencia de verano de
Berteschgaden. El hombre coge el fusil. Fija el objetivo con la mirilla. Espera
unos segundos…y aprieta el gatillo. El fusil no tiene bala. Es sólo un juego.
El hombre sonríe porque sabe que, de haberlo cargado, Hitler ahora estaría
muerto. Su rostro comienza a cambiar. Quizá no fuera mala idea después de todo.
Decide coger una bala y ponerla en la recámara del fusil, vuelve a ajustar la
mirilla y…
Hasta aquí puedo leer.
El hombre del fusil, naturalmente, era Walter Pidgeon. Su trabajo es de una
seguridad impresionante y eso anima a John Ford para ofrecerle el papel del
señor Gruffyd en la inolvidable ¡Qué
verde era mi valle!, encarnando la voz de la razón para los mineros de la
alta Irlanda y la voz del mismo amor para Maureen O´Hara, un papel maravilloso,
increíble, que Pidgeon borda con ternura, pero sin llegar en ningún momento a
la emoción fácil. Una auténtica maravilla. Al año siguiente, consigue su
primera nominación al Oscar al mejor actor por La señora Miniver, de William Wyler. El papel del cabeza de familia
en plena guerra que tiene que soportar las penurias de un Londres bombardeado a
cada paso resulta fantástico, especialmente en sus escenas de complicidad con
Greer Garson. Al año siguiente, otra nominación al mejor actor por su
encarnación de Pierre Curie en Madame
Curie, de Mervyn Le Roy, al lado otra vez de Greer Garson, posiblemente la
actriz con la que mejor se entendió. Volvió a repetir su papel de Clem Miniver
en lo que fue la segunda parte de la película que le dio su primera nominación,
La historia de los Miniver, otra vez
con Greer Garson y la dirección, muy inferior, de H. C. Potter.
En 1952 interpreta a
Harry Pebbel, el productor que trata de vigilar los excesos de Kirk Douglas en
la maravillosa Cautivos del mal y, a
la vez, convencer a Lana Turner, Dick Powell y Barry Sullivan de que vuelvan a
trabajar para los Estudios Shields. Resulta ser también el árbitro de la pelea
por la sucesión en una gran empresa en La
torre de los ambiciosos, de Robert Wise, estupenda película sobre el mundo
empresarial con un reparto en el que además de Pidgeon figuraban William
Holden, Barbara Stanwyck, Fredric March, Dean Jagger y Paul Douglas. Es el
testigo de los amores entre Elizabeth Taylor y Van Johnson en la entrañable La última vez que vi Paris: También es
el taciturno y aislado Doctor Morbius de Planeta
prohibido, una fábula de ciencia-ficción primitiva que, además, es también
una adaptación de La tempestad, de
William Shakespeare. Obtiene una fama generalizada en su papel del Almirante
Harriman de Viaje al fondo del mar,
de Irwin Allen; y es una auténtica gozada verlo actuar como el portavoz de la
mayoría del Senado de los Estados Unidos en la magistral Tempestad sobre Washington, de Otto Preminger, al lado de Charles
Laughton, Peter Lawford, Franchot Tone, Gene Tierney, Don Murray, Lew Ayres,
Paul Ford y Henry Fonda.
En los sesenta aparece
poco por el cine y acepta papeles como estrella invitada para distintas series
televisivas. Una de esas invitaciones fue para sustituir a Raymond Burr en la
serie Perry Mason porque Burr estaba
convaleciente de una operación intestinal y, mientras se recuperaba, los
productores pensaron que era buena idea poner un episodio con otro abogado
protagonista que, de alguna manera, estaba conectado con el mítico Mason. Entre
los invitados estuvieron Hugh O´Brien, Bette Davis, Michael Rennie y Walter
Pidgeon, en esta ocasión, interpretó a un veterano abogado, Sherman Hatfield,
que, a la sazón aparecía como uno de los profesores que había instruido al
propio Perry Mason. Lo hizo tan bien y el episodio tuvo tanto éxito que los
productores no dudaron en ofrecerle una serie con el personaje de Sherman
Hatfield como protagonista. Pidgeon rehusó porque consideraba que la televisión
era necesaria, sí…pero no le gustaba nada, no, al menos, como para atarse a un
plató de televisión durante varios años.
En 1968, ya con la edad
notándosele de forma evidente, interpretó al mítico empresario teatral Florenz
Ziegfeld en Funny girl, de William
Wyler, dando apoyo y calor a Barbra Streisand. Sonó una nominación al
secundario por una encarnación elegante, paciente y divertida del empresario,
pero, aunque la crítica le alabó, la Academia le ignoró.
Aún interpretó al viejo
maestro de un carterista profesional en Harry
dedos largos, al lado de James Coburn. Y hay que decirlo. Su penúltimo
papel fue en una película que no pasó ni mucho menos a la historia. Pánico en el estadio, vehículo para el
lucimiento estelar de Charlton Heston en plena era de catástrofes…pero su
personaje de carterista que se hincha a hacerse con lo ajeno en plena final de
la Super Bowl resulta ser, sencillamente, lo mejor de la película.
A partir de aquí,
Pidgeon, ya mayor, con ochenta años, se retira del cine. A los ochenta y siete
fallece, en brazos de su segunda esposa (enviudó de la primera en 1926,
fallecida al dar a luz a su única hija), de un ataque al corazón.
Como curiosidades
podríamos decir que dejó todo preparado para que su cuerpo fuera donado a la
Facultad de Medicina de la Universidad de California para la investigación
médica.
Era republicano
moderado y presidió el sindicato de actores de 1952 a 1957. Tuvo una cierta
mala fama en aquellos años porque intentó impedir por todos los medios el
rodaje de una película titulada La sal de
la tierra, porque la mayor parte de su equipo estaba acusado por el Comité
de Actividades Antiamericanas. La película, finalmente, se hizo.
Tenía una memoria
nefasta para los nombres. Cuando no se acordaba del nombre de alguien, cosa que
ocurría bastante a menudo, le llamaba “Joe”. Un año, mientras rodaba, el equipo
de la película le regaló una silla de director en la que rezaba “Joe Pidgeon”.
Su hija fue una de las
responsables de animación del Departamento de Dibujos Animados de la Metro
Goldwyn Mayer. Le dio dos nietos.
En 1960 volvió
fugazmente al musical interpretando sobre los escenarios una obra titulada Llévame contigo. Fue nominado al Tony al
mejor actor por un musical.
En los años treinta
formó parte del elenco de la obra teatral Rose
Marie, un musical que catapultó a la fama a Jeanette McDonald. El
protagonista de la obra era un policía montado y Pidgeon le gustó tanto
interpretarlo que, cuando acabaron las representaciones, se personó en la
oficina de alistamiento de la Policía Montada del Canadá para entrar a formar
parte del cuerpo. Fue rechazado debido a sus lesiones con la cureña de los
cañones en la Artillería de Campo.
Fred Astaire decía por
activa y por pasiva que Walter Pidgeon era el mejor cantante que había
escuchado nunca.
Era un consumado
jugador de bridge y le encantaba pasar el día cuidando su jardín.
Escondido detrás de su
consumada elegancia, era un hombre al que le encantaba contar una interminable
colección de chistes picantes. Parece ser que en el plató de Planeta prohibido todo el mundo estaba
deseando un descanso para que Pidgeon comenzase a contar unos cuantos.
Ostenta el honor, junto
con Raymond Massey y Ryan Gosling, de ser uno de los tres actores canadienses
que, en alguna ocasión, ha sido nominado al Oscar al mejor actor. Ninguno ha
ganado hasta ahora.
Walter Pidgeon y Greer
Garson coincidieron hasta en ocho ocasiones en distintas películas. Fueron
grandes amigos (nunca amantes) y él llegó a decir que ella era su mejor amiga y
la mejor persona que había conocido en Hollywood. Aquí os dejo un homenaje a
una pareja que, tal vez, no tuvo el reconocimiento que merecía.
Y como mosaico Pidgeon,
con Greer y Ronald Colman. Un toque de clase.
Comentarios
Nos hemos quedado con las ganas de escuchar la voz de Pidgeon, entiendo que tu búsqueda ha sido infructuosa. Efectivamente destaca en muchas de las películas que has mencionado, aunque yo tenga predilección especial por "Tempestad sobre Washington" y su papel en ella. En "Planeta prohibido" también me gusta mucho, aunque es una película que ahora se ve como una antigualla (otra de revisionismo histórico cinéfilo necesario), si olvidas los "adelantos" técnicos es una historia apasionante.
Me temo que nuestro maño favorito se ha ido ya camino de la Concha, veremos si se encuentra con Danny De Vito, con Kore Eda o tiene que conformarse con C.B. (el otro).
Abrazos elegantes
Si, hubiese estado bien oir cantar a Pidgeon si surge la ocasión estaría más que bien.
Fantástica vida, fantástico Gus.
Gracias.
Besos operísticos.
Albanta