EL CINE EN CIEN PELÍCULAS (XXVII)


Todo esto ocurrió en la época oscura del periodismo cuando un reportero a la caza de la noticia era capaz de justificar hasta un asesinato.  Naturalmente lo que se ve en esta película no tiene ninguna relación con los periodistas de hoy. ¿Listos? Érase una vez…

LUNA NUEVA (His girl Friday). USA, 1940. Dir Howard Hawks con Cary Grant, Rosalind Russell, Ralph Bellamy (92 min)


Conocido como el “Shakespeare de Hollywood”, Ben Hecht cuenta entre otros méritos el haber sido la primera persona en recibir el Oscar al Mejor Guión Original por su trabajo en la película La ley del hampa (Josef Von Stemberg, 1927). A lo largo de su vida fue periodista, novelista, dramaturgo, director de cine, productor y guionista, siendo esta última faceta por la que es más reconocido a nivel popular. Ya en solitario o bien en colaboración con otros, intervino en la escritura de más de setenta films, entre los que destacan obras maestras como Scarface, el terror del hampa (Howard Hawks, 1932), Una mujer para dos (Ernst Lubitsch, 1933), Cumbres borrascosas (William Wyler, 1939), o Encadenados (Alfred Hitchcock, 1947).Hecht aparece en los créditos de todas las películas citadas; sin embargo, todavía impacta mucho más leer la nómina de las películas en las que participó sin figurar acreditado debido al boicot que sufrió por su apoyo activo al movimiento sionista en Palestina a partir de los años treinta (el propio Menajem Begin pronunció unas palabras en su funeral celebrado en 1964). La diligencia (John Ford, 1939), Lo que el viento se llevó (Victor Fleming, 1939), Gilda (Charles Vidor, 1946), Jennie (William Dieterlie, 1948), Extraños en un tren (Alfred Hitchcock, 1951), Cara de ángel (Otto Preminger, 1952), Cleopatra (Joseph Leo Mankiewicz, 1963)… El listado de títulos, como dijimos, no puede resultar más mareante

Es de justicia pues comenzar el capítulo de “El cine en cien películas” de hoy glosando la figura del hombre que inspiró la película que nos ocupa. Por encima incluso de la del director de la susodicha, nada menos que Howard Hawks, tonterías las justas. Luna nueva (Hisgirl Friday en el original) está basada en la pieza teatral Thefront page que Ben Hecht publicó en 1928 junto al también dramaturgo y guionista cinematográfico Charles McArthur. Se trata, como se sabe, de uno de los textos contemporáneos que ha sido llevado a la gran pantalla en mayor número de ocasiones. La primera fue en la película que dirigió Lewis Milestone en 1931 que se conoció con el título original de la obra (en España se tradujo como Un gran reportaje), siendo la de Hawks la segunda de las adaptaciones.  Ya en los años setenta, Billy Wilder sería el encargado de rodar Primera plana, un nuevo remake con la pareja Lemmon- Matthau en lo alto del cartel.  Y aún todavía existe una cuarta versión, ambientada en el mundo de la televisión Interferencias (Ted Kotcheff, 1988), fue su título en castellano, con Katheleen Turner, Burt Reynolds y Christopher Reeve en el reparto. Es, con mucho, la más floja de las cuatro películas, y aun así resulta simpática y agradable de ver, prueba incontestable de que la historia que hay en su interior es oro puro.

En su paso de las tablas a la gran pantalla, Thefront page contaba con la ventaja adicional de relatar una trama localizada en el mundo del periodismo, un argumento que al llamado séptimo arte siempre le ha dado mucho juego. El “cine de periodistas” constituye casi un género en sí mismo y ha dado pie a lo largo de los tiempos a la construcción de grandísimas historias. Conviene recordar de nuevo que hoy hablamos de uno de los guiones más versionados del cine, y por tanto también de los más atractivos, pero también que el gran clásico entre los clásicos, Ciudadano Kane(Orson Welles, 1941) narra la vida de un magnate de la prensa. Algunas de esas historias están basadas en hechos reales, centrándose en el seguimiento de un reportaje de investigación. El espectador descubre las trabas con las que se encuentra el periodista en su camino por destapar la verdad, trabas que siempre vienen por el mismo lado, los políticos y el poder establecido. El ejemplo clásico de este tipo de películas sería Todos los hombres del presidente (Alan J Pakula, 1976) centrado en el llamado “caso Watergate”, pero también sería válido citar otros como los de Matar al mensajero (Michael Cuesta, 2014) o Spotlight (Tomas McCarthy, 2015). Hubo que esperar hasta bien entrado el siglo XXI para que una película de periodistas ganase por fin el Oscar a la mejor película; recordemos que por su opera prima, Welles tuvo que conformarse con el premio al mejor guión, y que el personaje principal de Sucedió una noche (Frank Capra, 1934) era un reportero, pero la película no está ambientada en ese mundillo. En todos estos títulos se pone de manifiesto la defensa a ultranza de la libertad de expresión y el derecho a la información que debería ser una garantía en toda sociedad que se presuma democrática Steven Spielberg nos dio una lección al respecto en la reciente Los archivos del Pentágono (2017); también George Clooney había hecho lo mismo unos pocos años antes en la magnífica Buenas noches, buena suerte (2005). Otra variante de este tipo de films lo encontramos en aquellos que protagonizan reporteros de guerra, cintas como El año que vivimos peligrosamente (Peter Weir, 1982), Bajo el fuego (Roger Spottiswoode, 1983), o la española Territorio comanche (Gerardo Herrero, 1996).

Pero también en el terreno de la ficción nos podemos encontrar con buenas películas sobre periodismo, y también aquí vemos como el tema de la corrupción y el de las relaciones entre la prensa y los poderes fácticos es uno de los argumentos más recurrentes. De ahí que muchos de los títulos que podemos citar como ejemplos se inscriban en el género del cine negro o al menos linden con él. No olvidemos que a la prensa se le suele llamar el cuatro poder, y precisamente con ese título se tradujo en España Deadline USA (Richard Brooks, 1952), una magnífica película con Humprey Bogart en la que se denuncian las presiones a las que se ven sometidos los empleados de un periódico por parte del grupo editorial del diario para no investigar sobre los turbios asuntos que se lleva entre manos un importante jefe mafioso. O más recientemente La sombra del poder (Kevin McDonald, 2009) con Helen Mirren y Russell Crowe intentando, no sin dificultades, sacar a la luz los trapos sucios de un joven y prometedor congresistaal que da vida Ben Afflleck.

Otras películas de este subgénero prefieren centrarse en censurar el sensacionalismo de determinado tipo de periodismo. Citaremos en este sentido a dos auténticos precursores como son Billy Wilder y SidneyLumet, autores respectivamente de El gran carnaval (1951) y Network, un mundo implacable (1976), dos ácidas sátiras que cuestionan los códigos deontológicos de la profesión (con los años se ha demostrado lo absolutamente adelantadas a su tiempo que estaban ambas). Entre los ejemplos recientes más notables destaquemos Nightcrawer (Dan Gilroy, 2014) con un pletórico JakeGyllenhaal haciendo que el espectador se pregunte desde su butaca si todo vale a la hora de dar una información y una noticia.

Supongo que habrá que volver a tocar el tema del cine del cine de periodistas antes de que termine esta serie.

Antes de hablar a fondo de Luna nueva (por favor no confundir con el segundo capítulo de la inefable saga de Crepúsculo) detengámonos un rato en la figura de su director, Howard Hawks, uno de los grandes, pero grandes de verdad, del Hollywood clásico. Prolífico y versátil como pocos, su filmografía ronda la cincuentena de títulos y abarca prácticamente todos los géneros cinematográficos conocidos hasta entonces. Comedia, drama, western, cine negro, no había nada que se le pusiera por delante a este hombre. Tocó todas las teclas, y lo que es más difícil, sin desafinar nada.

Nacido en Goshen, Indiana, el 30 de mayo de 1896, Hawks iba para ingeniero. Antes de dedicarse al cine fue piloto de pruebas y corredor de coches. Ambas profesiones fueron objeto de homenaje por parte suya en dos de sus film; en la magistral Solo los ángeles tienen alas (1939), drama que combina el romance y la aventura que transcurre en una base de aviones dedicados al transporte comercial cerca de los Andes (el director había participado en la I Guerra Mundial y aportó también su experiencia), y en Peligro .Línea 700 (1965), uno de sus últimos films ambientado en las carreras automovilísticas de Daytona. En su época de estudiante, Hawks, residente en Passadena, pasa los veranos cerca de Hollywood y comienza a interesarse por el mundo del cine. Su carrera comienza en 1917 como director de segunda unidad. En los primeros años de la siguiente década, el futuro realizador haría también sus pinitos como guionista, montador, y asistente de dirección.
Hawks escribe el guión de la que será su primera película, El espejo del alma (1927), un drama mudo producido por la Fox que tiene como protagonista a una mujer que tras quedar ciega en un accidente de coche deposita en la oración sus esperanzas para curarse.  Otros títulos realizados en la etapa muda como Donde las dan las toman (1927) o Una novia en cada puerto (1928), darán paso ya el sonoro al primer gran clásico en la filmografía del cineasta. Scarface, el terror del hampa (1932) narra el ascenso y posterior caída de un gangster de origen italiano que de lugarteniente de uno de los capos más famosos de Chicago se convierte en un poderoso jefe de la mafia. La cinta, protagonizada por Paul Munni, está considerada uno de las grandes películas del género negro de la historia, y está repleta de hallazgos tanto narrativos como visuales. En 1983, el director Brian de Palma se hizo cargo de un remake del film que, con Al Pacino en el papel principal y el descubrimiento de la bella Michelle Pfeiffer en una de sus primeras apariciones en el cine, se convirtió también en un clásico de culto inmediato.

A lo largo de la década de los treinta,  Hawks cimenta su fama como director prolífico y todoterreno.  Y aunque cultiva, como hemos visto, el género negro o el de aventuras,  es quizá en el terreno de la comedia en el que cosecha sus primeros grandes éxitos.  Junto a Lubistch, Preston o Capra, el director es uno de los pioneros de la llamada screwball, vertiente de la comedia romántica caracterizada por argumentos ligeros y por un tono en general irreverente y alocado que se materializa en diálogos ágiles y mordaces y en situaciones de puro vértigo (lo que hace Rossalind Russell en la película de hoy con dos teléfonos en la oreja a la vez es realmente asombroso, de Guiness o algo así). De este periodo, además de la película de la que hablamos hoy, data La fiera de mi niña (1938) o Bola de fuego (1941). En el contexto de estas comedias flota de forma permanente la famosa “guerra de sexos”; nadie como Katherine Hepburn o Barbra Stanwyck para representar a esa mujer valiente y decidida, arquetípica de esa clase de comedias, frente a un oponente masculino mucho más vulnerable.

La versatilidad hawkasiana se hace mucho más evidente a partir de la década de los cuarenta. Sargento York, integrada dentro del género bélico, proporciona al realizador su primera y única nominación al Oscar a la Mejor dirección al tiempo que la primera estatuilla para su protagonista principal Gary Cooper.  Hawks vuelve al cine negro con Tener y no tener (1944), adaptación del célebre texto de Ernst Hemingway, y la película que reunió por primera vez en pantalla a la pareja Bogart- Bacall. Repite dos años más tarde llevando al celuloide El sueño eterno de Raymond Chandler, de nuevo con la pareja anterior en la cabecera del reparto, y con un guión, incomprensible para muchos en el que colaboró entre otros William Faulkner.

El primer western de Howard Hawks se estrena  en 1948, la monumental  Río Rojo con John Wayne y Montgomery en los créditos y padre e hijo adoptivo en la ficción; ambos son dos ganaderos que planean transportar diez mil cabezas desde Texas a Missouri, una proeza nunca intentada por nadie antes. Hawks se convertirá en los años siguientes en uno de los directores clave del género gracias a la llamada trilogía de los ríos (más tarde vendría  Rio bravo en 1959 para cerrar su carrera en 1970 con Rio lobo) y a un título tan imprescindible como El dorado (1966).

En paralelo, Hawks demuestra a lo largo de todos estos años que su tino para la comedia sigue intacto con títulos que rezuman clasicismo como Nace una canción (1949)- remake musical de su propia creación Bola de fuego-, La novia era él (1948),Me siento rejuvenecer (1952) o Los caballeros las prefieren rubias (1953). Su última aportación al género se produce con Su juego favorito (1964) donde ya no tiene a Cary Grant como protagonista, pero en la que Rock Hudson se antoja el recambio perfecto.

Además, Hawks probará fortuna con el cine histórico, y el resultado será la notable Tierra de faraones (1955), drama que ilustra la construcción de la pirámide de Keops. Se atreve incluso con el fantástico y ni tan mal. El enigma de otro mundo, codirigida junto a Christian Nyby en 1951, dará pie al famoso remake que bajo el título de La cosa rodará John Carpenter a principios de los ochenta. Por último cómo olvidar en este apresurado repaso a las películas de Hawks esa maravillosa cinta de aventuras que lleva por nombre Hatari ¡, una fiesta de película en la que destaca la especial camaradería que viven sus personajes principales en ese safari que se montan en plena sabana africana. El canto a la amistad y al compañerismo que se revela como un recurso típicamente hawkasiano tanto en westerns como en films bélicos o de acción, y será copiado por muchos otros después.

Y después de todo este deslumbrante palmarés, una triste nominación al Oscar, que casi da vergüenza decirlo, un error de bulto que la Academia pretendió maquillar después con el socorrido e insuficiente premio honorífico. Porque más allá de la impresionante nómina de títulos de la que acabamos de dar fe, Hawks dejó en  cine una huella imborrable. Su estilo siempre se caracterizó por la sobriedad y la discreción. Le gustaba filmar a los actores a la altura de los hombros y dejarse de florituras procurando que los movimientos de cámara resultasen lo más imperceptibles posible al espectador. La historia, los diálogos, los actores que los declamaban… todo eso era más que suficiente. Al final ni la falta de premios ni reconocimientos podrán negar lo que Howard Hawks realmente fue. UN GRANDE.

Supongo que habrá que volver hablar de Howard Hawks antes de que termine esta serie.

Luna nueva es, como ya vimos más arriba, la segunda de las adaptaciones cinematográficas de la obra teatral escrita en 1928 por Ben Hecht y Charles McArthur. Lewis Milestone se había hecho cargo de la primera en 1931 apoyado en un guión de Barlett McCormack que se ceñía casi escrupulosamente al texto original. The front page contenía una sátira feroz no solo hacia determinado tipo de prensa sino también hacia la clase política, siempre dispuesta a manejar al denominado cuarto poder para lograr sus intereses. La obra contaba la historia de Hildy Johnson, el reportero de un prestigioso periódico que lo ha sido todo dentro de la profesión, pero que decide abandonarla para casarse e iniciar una nueva vida. Cuando Hildy comunica la noticia a su jefe, este, un viejo zorro que se las sabe todas, parece contrariado y no está dispuesto a que su empleado abandone el diario así como así. De tal forma que al final le convence para cubrir un último reportaje, la noticia del ahorcamiento de un hombre acusado de asesinato, que a su vez será arteramente utilizada por el alcalde de la ciudad para conseguir una nueva reelección. El reparto estaba encabezado por Adolph Menjou y Pat O´Brien en la piel de los dos periodistas.

Cuando Hawks decide llevar la pieza de nuevo al cine, esta ya se ha convertido en todo un referente del teatro norteamericano del siglo XX, que no sólo ha sido llevado ya una vez a la pantalla, sino que a partir de entonces será objeto de un sinnúmero de representaciones. En una de ellas, por cierto, la llevada a cabo a mediados de los cincuenta en un instituto de Ohio, el Kenyon Collegue, el encargado de interpretar a Hildy Johnson será un jovencito muy guapo, de cabello rubio y ojos azules que después se hará muy famoso, un tal Paul Newman.

Hawks confía el guión a Charles Lederer, un escritor con el que volverá a trabajar en Los caballeros las prefieren rubias, y que, en años posteriores, también trabajará al servicio de Billy Wilder en El héroe solitario o del propio Millestone en La cuadrilla de los once (1960) o Rebelión a bordo (1962). Entre director y guionista se las apañan para introducir un cambio revolucionario en la historia, Hildy Johnson no será un hombre como en la trama original, sino una mujer, y para colmo será la ex esposa del jefe del periódico. Las modificaciones encajan, como también vimos, en los supuestos de la llamada screwall, al presentar a una mujer habituada a convivir en un mundo de hombres y a lidiar por tanto de forma permanentemente con las bravuconadas del sexo masculino. En su posterior remake de 1974, Billy Wilder retomará el esquema primitivo de la obra y Hildy volverá a ser un hombre, interpretado, eso sí, con rasgos algo femeninos, en claro homenaje al personaje de Luna nueva, por Jack Lemmon. Frente a él, su inseparable Walter Matthau, como el cínico jefe del diario, que hará los imposibles para que su empleado no consiga casarse finalmente con su novia, papel reservado a una jovencita y desconocida por entonces Susan Sarandon.

Si por algo destaca la película de la que hoy hablamos es por lo trepidante de su acción cuyo epicentro se sitúa en la sala de prensa de una penitenciaria en la que se va a celebrar el ahorcamiento de Earl Williams, un tímido desempleado acusado de haber matado a un ciudadano negro. En realidad, el acto es una pantomima, y no tiene otro objetivo que el de garantizar un puñado de votos que a su vez permitan la inminente reelección de la corrupta pareja que forman el sheriff y el alcalde locales. Hasta esa sala de prensa llega Hildy Johnson, la reportera estrella del Morning Post que ha estado abogando en las últimas semanas por la liberación de Williams a quien considera inocente pues piensa que el homicidio se produjo de forma accidental. Hildy se había presentado esa misma mañana en la oficina de su jefe, Walter Burns para anunciarle que dejaba el periódico para casarse con un vendedor de seguros con un parecido más que razonable al actor Ralph Bellamy.  Burns que conoce a la mujer como nadie - habían estado casados varios años- no está dispuesto a que tal cosa ocurra y urde todo tipo de artimañas para convencerla de que cubra la noticia de la ejecución como un último favor.  Así que ella se presenta en el penal y consigue una entrevista con el reo. Ya en la sala de prensa presume ante sus compañeros de que ese es su último reportaje. La estancia se convierte en las horas siguientes en una jaula de grillos, con un permanente ir y venir de gentes y un frenesí continuo. Mientras, Williams es conducido a una habitación para que le realicen un análisis psiquiátrico y es allí donde misteriosamente obtiene una pistola y se escapa. Hildy descubre por medio de un funcionario – al que soborna- de que el arma se la proporcionó el propio sheriff para intentar reconstruir el crimen (todo un lumbreras el señor). La reportera sube entonces a la sala para darle la primicia a su jefe, y es entonces cuando el fugado aparece por la ventana apuntándole con la pistola. Hildy lo tranquiliza y lo esconde en el escritorio de otro periodista a la espera de que llegue su jefe y decida sobre la situación. Al final, el escondite de Williams es descubierto con absolutamente todo el mundo en la sala. El sheriff procede a detener a Walter y a Hildy acusándoles de proteger a un criminal, pero entonces llega un hombre que dice haber entregado esa misma tarde al propio sheriff y al alcalde un sobre que contenía el indulto del gobernador al ajusticiado, y estos le habían disuadido para que se olvidase del tema. El encarcelamiento de los dos corruptos saldrá a la mañana siguiente en primera plana en todos los periódicos de la ciudad. Y Hildy podrá por fin casarse, aunque quizá no con el hombre que pensaba.

En Luna nueva, el personaje de Hildy  es interpretado por Rosalind Russell en el que quizá es el papel más recordado de una carrera que no obstante fue recompensada con nada menos que cinco Globos de Oro y cuatro nominaciones al Oscar. La actriz compone aquí a una mujer fuerte y de carácter que no duda en desafiar e insultar a sus compañeros de profesión a quienes llama “carroñeros”, y al mismo tiempo es capaz de dejar que aflore su instinto femenino para arropar a Williams y a Mollie, la prostituta de buen corazón dispuesta a acompañar al preso en sus últimas horas.

Al lado de Russel, Cary Grant brilla y brilla en su característico papel de adorable canalla por el que no puedes más que sentir simpatía. Grant había comenzado a trabajar con Haws en un registro dramático en la citada Solo los ángeles tiene alas, pero sus cuatro colaboraciones posteriores fueron en el campo de la comedia. Solo un año antes, Grant se había puesto a las órdenes del director en una de las cimas del género, la delirante La fiera de mi niña dando vida a un despistado paleontólogo a quien una ciclónica Katharine Hepburn volvía literalmente majareta.

El tercer lado del triángulo lo formaba Ralph Bellamy como el prometido de Hildy. Actor fundamentalmente de teatro, Bellamy había sido candidato al Oscar como secundario por su aparición, también junto a Grant, en otra maravillosa screwball, La pícara puritana (Leo McCarey, 1937); también podemos verle en el reparto de películas importantes como La semilla del diablo (Roman Polanski, 1967) o Pretty Woman (Gary Marsall, 1991), su último papel antes de morir. En Luna nueva, Bellamy es el timorato Bruce Baldwin, blanco de todas las tretas de Burns que consigue meterlo en chirona una y otra vez bajo las acusaciones más peregrinas, todo con el único fin de que él y su pareja pierdan el tren y su boda no llegue a celebrarse. Su personaje tiene más relevancia y minutos que el de Susan Sarandon, su homóloga en el remake de Billy Wilder, y da pie a un sinfín de situaciones divertidas.

Y es que, se pongan como se pongan, ya no se hacen películas así. Claro que siempre habrá quienes digan que films como Luna nueva son antiguallas que pertenecen al pasado.  A fin de cuentas, lo que se nos cuenta ocurrió en la época oscura del periodismo, donde un reportero a la caza de la noticia era capaz hasta de justificar un asesinato. Y naturalmente, esto no tiene nada que ver con los periodistas de hoy.

En fin, permitidme que hoy nos despidamos con uno de los temas musicales más conocidos (¿el que más?) de entre las películas que componen la filmografía de Howard Hawks.





Comentarios

César Bardés ha dicho que…
Completo repaso a "Luna nueva" y a Howard Hawks, aunque ir en profundidad con genios como éste se antoja una tarea poco menos que imposible. Habría que decir que "Luna nueva" fue todo un éxito, mientras que "Primera plana" fue un completo fracaso (eso no quiere decir que sea peor, creo que incluso la de Wilder tiene virtudes que la otra no tiene). La razón, en cualquier caso, de este éxito y este fracaso reside en la época en la que las dos son realizadas. Sabemos que la obra pone a la prensa de canallas, jugadores de ventaja, malvividores, borrachos, desleales, competitivos y no sé cuántas cosas más. Eso, en el año 40 de "Luna nueva", estaba plenamente asumido y la gente pensaba mayoritariamente así. Sin embargo, cuando se estrena "Primera plana" la situación es completamente diferente. Los periodistas ya no eran canallas, eran héroes. Y la razón es que se estrena el mismo año en el que Bob Woodward y Carl Bernstein destapan el caso "Watergate" y obligan a dimitar a Richard Nixon. La gente no puede admitir que los periodistas fueran facinerosos dispuestos a todo con tal de conseguir una noticia y dieron de lado a "Primera plana".
Evidentemente, la forma de dirigir de Hawks es mucho más cercana y más contemplativa que la de Wilder, que, con la cámara, se aleja mucho más consiguiendo que la obra de enredo sea vista con una panorámica mucho más completa. Lo que interesa a Hawks en "Luna nueva" es la rapidez de los diálogos, a menudo improvisados, con dos actores en estado de gracia como Grant y Russell. De hecho, en una réplica, hay alguien que dice al personaje de Grant, Walter Burns, que "es un fracasado" a lo que Grant responde: "Eso es lo que le dijeron una vez a Archie Leach". Archibald Leach era el verdadero nombre de Cary Grant.
Y desde luego, esta antigualla y "Primera plana" son ejemplos preclaros de lo que está pasando actualmente con la prensa. Pero los nuevos cinéfilos ¿sabéis lo que contestan?: "¿Por qué tanto interés por un montón de gente que lleva un porrón de años muerta?".
Enhorabuena, Dex.
Abrazos en primicia.
CARPET_WALLY ha dicho que…
Brutal, de nuevo, el gus del amigo maño.

Recien llegado de Scotland (sin Yard en este caso) me acomodo a la conducción por la derecha y a los miles de correos que han llegado en mi ausencia de ¡¡dos días laborables!!, la gente se ha vuelto loca.

Hawks es uno de mis directores favoritos, me hace sentir siempre bien (incluso en sus pelis menos cómicas), como uno más del grupo principal, como si pudieses invitar a un trago a cualquiera de los personajes y este te aceptara sin dudarlo en total camaradería. Y tanto esta, como "El Dorado" o "La fiera de mi niña" estarán siempre entre mis preferidas de todos los tiempos.

Y la velocidad de los diálogos, impresionante, así pasa que no descansas de sonreir, de reir, de mirar,...es el ritmo frenético de la redacción llevado al pie del cadalso. Creo que no se puede comparar a la película de Wilder, tampoco la intención es del todo la misma, aunque la crítica a la profesión periodista estaba en ambas, Hawks la utiliza como fondo de la relación entre los protagonistas y su retrato es más caricaturesco, en la de Wilder es la esencia misma del film, mucho más mordaz, más cruel y ácido. Ambas son obras maestras.

Es curios ver como en esta época de empoderamiento femenino podamos comprobar que en los 40 había gente como Hawks, por ejemplo, que entregaba papeles protagonistas a mujeres que eran capaz devolver a un hombre del revés y no eran jamás mujeres florero.

Quizá, solo por eso, mereciera echar un vistazo a estas antiguallas, a gente muerta...pero tampoco es necesario, ni leer a Cervantes, ni "Romeo y Julieta", ni a Lorca, ni visitar la Alhambra,...ni sacar a Franco de el Valle de los Caidos...


Que somos muy revisionistas.

Abrazos maravillados

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