GUS MORNINS 10/1/17
“Te
voy a entregar. Lo probable es que escapes con cadena perpetua. Eso quiere
decir que estarás libre dentro de veinte años. Eres un ángel. Te estaré
esperando. –se aclaró la voz y luego añadió- Si te ahorcan, siempre te
recordaré” (Dashiell Hammett – El halcón maltés)
Tal día como hoy en
1961, hace 55 años, se fue para siempre la voz ronca y amarga de Dashiell
Hammett, posiblemente el mejor escritor de novela negra de todos los tiempos
junto al gran Raymond Chandler. Hammett nació en una apartada granja de
Maryland en 1894 y a la temprana edad de 21 años ya estaba trabajando de
detective privado para la Agencia Pinkerton, lo que le proporcionaría un buen
montón de ideas para su posterior carrera literaria. Con 24 años se alistó en
el Ejército para servir en la Primera Guerra Mundial, concretamente en el
Servicio Americano de Campaña, la misma unidad en la que servía otro chaval
llamado Ernest Hemingway y al que, probablemente, conoció. Su misión era
exactamente la misma: conducir ambulancias. Sin embargo, Hammett contrajo la
gripe española que, debido a una mala curación, se convirtió en tuberculosis.
Fue repatriado e ingresado durante un año en un hospital. Cuando salió de allí,
se entregó al alcohol, convencido de que iba a morir de esa enfermedad.
En su estancia en el
hospital conoció a la enfermera Josephine Dolan, que posteriormente se
convertiría en su mujer. Tuvieron un hijo. Cuando Dash salió del hospital,
probó fortuna como creativo publicitario pero, paralelamente, se le ocurrió
mandar un relato policíaco a la revista Black
Mask. Fue impresionante su irrupción en el panorama literario porque supo
sacar, con un modelo propio, al crimen de los salones de té y rodearlo de
ambientes urbanos y corruptos, retratando una sociedad enferma y cansada, que
se entrega con facilidad al crimen. Así, Dashiell Hammett llegó a publicar
hasta 65 relatos negros. Entre ellos destacan la creación de personajes como el
Agente de la Continental (del que nunca sabremos su nombre) que aparece en la
magistral Cosecha roja, el amargo
detective Sam Spade de El halcón maltés
y el algo más optimista pero igualmente resabiado Nick Charles de El hombre delgado.
Se agravó su
tuberculosis y los médicos le aconsejaron que su mujer y sus dos hijos no
convivieran con él por razones de seguridad. Ellos se mudaron a San Francisco y
Dash los iba a visitar los fines de semana. Eso fue la semilla que, junto con
el creciente alcoholismo del escritor, acabó por hundir al matrimonio.
Posteriormente conoció a Nell Martin, escritora de cierta fama, con la que
mantuvo una relación de dos años, pero el amor de la vida de Dashiell Hammett
no fue otro que la fantástica escritora Lillian Hellman, manteniendo con ella
una convivencia llena de separaciones y reencuentros hasta la muerte del
escritor en 1961. Mientras tanto, el propio Hammett ejerció de maestro para
ella, dándole consejos, ayudando a crear su propio universo narrativo y
afinando el estilo. Hellman lo reconoce en varios de sus libros y también dice,
muy escuetamente, que siempre le echó mucho de menos. Después del éxito que
supuso la publicación en 1932 de El
hombre delgado, Hammett dejó de escribir dedicándose a la meditación y a sus
inquietudes política. Activo militante de izquierdas, fue miembro del Partido
Comunista. A pesar de su enfermedad, consiguió alistarse en 1942 para luchar
por los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial con el grado de Sargento.
Fue destinado a las Islas Aleutianas donde dirigió un periódico para las
fuerzas allí destinadas.
Seis años después de su
desmovilización, en 1951, Hammett fue citado por el tristemente célebre Comité
de Actividades Antiamericanas negándose a facilitar nombres (aunque no tuvo
ningún reparo en declarar y reconocer su propia actividad como miembro del
Partido Comunista) y siendo declarado “testigo hostil”. A consecuencia de ello,
tuvo que padecer prisión durante seis meses. En 1961 se le declaró un cáncer de
pulmón que, en apenas dos meses, acabó por matarle. Como veterano de las dos
guerras, obtuvo el derecho de ser enterrado en el Cementerio de Arlington.
La relación de Dashiell
Hammett con el cine es más intensa de lo que se cree. Comenzó muy pronto, en
1929, con la película Las calles de la
ciudad, la película que descubrió a Gary Cooper como una estrella joven de
la época, dirigida por Rouben Mamoulian y en ella se describía cómo un tipo
quiere ascender en la escala social a través de negocios poco limpios y acaba
por destruirlo todo desde dentro. Más tarde, poca gente sabe esto, se hizo ya
una adaptación temprana de El halcón
maltés, con el más bien soso Ricardo Cortez en el papel protagonista y Roy
del Ruth detrás de las cámaras. Con el inicio de la serie de El hombre delgado, Hammett comenzó a ser
reconocido en Hollywood, sobre todo a través de la adaptación que en España se
llamó La cena de los acusados, de W.
S. Van Dyke y con William Powell y Myrna Loy en los papeles protagonistas, una
auténtica delicia y contada con bastante más humor del que había en la novela
original. El director Phil Rosen convenció a la estrella emergente Fay Wray (la
chica de King Kong) para protagonizar
la delicadísima novela de Hammett Una
mujer en la penumbra. Los primeros escarceos del mítico cine negro con las
reglas que tanto se ha imitado después aparecen en la temprana adaptación de La llave de cristal, de Frank Tuttle, con
George Raft en el papel principal. Por supuesto, el nombre de Hammett es
conocido en todo el mundo a raíz del maravilloso trabajo que John Huston
realizó con la definitiva adaptación de El
halcón maltés, con un tipo que aún no acababa de ser una estrella como
Humphrey Bogart y que aquí dio el salto al Olimpo de los dioses. La nueva
versión que Stuart Heisler dirigió con Alan Ladd a la cabeza de cartel sobre La llave de cristal afianzó esa fama (es
una espléndida película). Tanto es así que Hollywood le ofrece la posibilidad
de escribir un guión y Dash se aplica a adaptar la obra de Lillian Hellman Vigilancia en el Rhin, una auténtica
maravilla que recomiendo encarecidamente a los que no la hayáis visto, con Paul
Lukas y Bette Davis organizando la resistencia a los nazis desde los Estados
Unidos. Aunque posteriormente hubo más intentos, ninguno llegó a la categoría
de sus relatos adaptados en los treinta y los cuarenta pero quiero hacer
hincapié en dos de ellos, claramente influenciados por la literatura de
Hammett.
El primero de ellos es Yojimbo, de Akira Kurosawa, una
clarísima traslación al Japón del tardofeudalismo de Cosecha roja. No está acreditado el material original de Hammett
pero Kurosawa sí que confesó que se había fijado en esa novela para poner en
pie esa maravillosa película con Toshiro Mifune de protagonista. Por supuesto,
hace poco tuvimos el cumpleaños de Sergio Leone y ya sabéis que su película Por un puñado de dólares fue demandada
por el propio Kurosawa como plagio de Yojimbo
dándole la razón los tribunales. Por otro lado, Muerte entre las flores, de los hermanos Coen, es una visita al
universo de Dashiell Hammett en toda regla, con más de un punto de contacto con
La llave de cristal. La enorme
potencia de las imágenes de los ínclitos hermanos nos traslada no solo a toda
la imaginería creada por el enorme escritor sino también al pulp que emanaba de los relatos de Black Mask, la revista en la que los
publicaba.
Pero no solo eso, y ya
termino, sino que Dashiell Hammett, como personaje de cine, también ha dado
bastante juego. Ha habido dos actores que han sabido captar al escritor en dos
etapas muy distintas de su vida. Uno, quizá el mejor de todos ellos, ha sido
Jason Robards que, en la extraordinaria Julia,
de Fred Zinnemann se erigía como el apoyo fundamental para la búsqueda
incansable que Lillian Hellman (Jane Fonda) emprendía para localizar a su amiga
del alma y, posteriormente, a la hija de ésta. El otro fue Frederic Forrest en El hombre de Chinatown, de Wim Wenders,
con producción de Francis Ford Coppola en la que vemos a Dashiell Hammett
comenzando a escribir sus relatos mientras intenta resolver uno de sus casos en
la Agencia Pinkerton. Ambos atractivos, ambos de vuelta de todo y dispuestos a
ofrecer una interminable batalla a la vida. Ése fue Dashiell Hammett.
Hoy voy a poner un
poema de Hammett. Es muy cortito y aparece en su relato Demasiados han vivido cuyo protagonista es su detective Sam Spade.
Dice así:
Demasiados han vivido
tal como vivimos
Para que nuestras vidas
sean prueba de nuestra vida
Demasiados han muerto
tal y como morimos
Para que sus muertes
sean prueba de nuestra agonía.
Como música, dejaremos la banda sonora que John Barry (el otro grande, justito detrás de John Williams) compuso para El hombre de Chinatown, mucha categoría y mucha clase.
Y para el mosaico, tenía que ser él, el gran Jason Robards, un actorazo, en su papel de Hammett en Julia por el que fue galardonado con el Oscar al mejor actor secundario.
Comentarios
Abrazos apresurados
Albanta
Grande Hammet y grande Robards.
Hablaban ayer en la radio de la novela negra y su calificación como menor dentro de la gran literatura habiendo grandes escritores que la practicaban. La conclusión fue más o menos que algunos de ellos publicaban gran cantidad de relatos (de tirada semanal o menos) y con ciertos clichés repetidos que aminoraban la calidad literaria (que los hacían como churros, vamos). Por ejemplo Jim Thompson detrás de Hammet y Chandler el otro gran nombre de la novela negra USA, además de publicar cosas como "La huida" (llevada al cine por Peckimpah) o "Atraco perfecto" (que guionizó luego para Kubrick) o "1280 almas" (que también traslado Tavernier pero situándola en África) y otras novelas de gran valor, se cree que publicó cerca de otras 3.000 novelitas de detectives y policiacas en las que sin duda no se dejó tanto la piel.
Curiosamente Thompson también se afilió al partido comunista y también estuvo perseguido, lo hizo según contó para tener un buen sitio donde charlar de cosas interesantes (aquellos grupos debían tener cierto nivel cultural).
Caza de brujas para ellos y quizá ahora también. Despues de oir el magnífico discurso e ayer de Meryl y la estúpida e ignorante respuesta de un estúpido ignorante, comparaba odiosamente lo que ocurre aquí en España con los comentarios de la gente de la cultura acerca de la política actual o de algunos políticos y su linchamiento absurdo e injustificable. La Streep no duidaba que se avecinaban tiempos negros para la libertad y la cultura...algo que aquí ya hemos vivido en cierta forma.
Abrazos negros