GUS MORNINS 27/11/18

“Lo que tú pretendes a la hora de hacer una película está a ciento cincuenta mil kilómetros de lo que al final te sale. Termina siendo algo totalmente diferente. Es muy parecido a la vida. Yo no puedo planear una película ciñéndome al guión o al storyboard. Necesito la cámara. Necesito a los actores. No puedo hacerlo todo en una mesa de despacho. Necesito a la realidad susurrándome. Si dejas abierta la puerta a la realidad, el aroma de esa realidad es tan fuerte que acaba ofreciéndolo todo. Acaba por entrar e infiltrarse en tu historia y eso es lo que realmente me divierte”
                                                                                              Bernardo Bertolucci
Ayer nos despertábamos con la noticia de la muerte del gran Bernardo Bertolucci. Discutido, polémico, artista y genial en ocasiones. Un director que creo que bien merece un gus de homenaje por todo lo que ha significado para el cine con un trío insuperable de obras maestras que dan una cierta idea de su estilo, de sus obsesiones y de su categoría como director de cine.
Bernardo Bertolucci era hijo del poeta Attilio Bertolucci, muy conocido por las latitudes italianas. Nacido en Parma, fue a estudiar a la Universidad de Roma donde comenzó, también él, a publicar poemas. De hecho, a la temprana edad de 20 años, Bernardo ya era un reconocido poeta que publicaba con asiduidad en diversas revistas de la capital italiana. Un buen día, en el mismo edificio donde vivía la familia Bertolucci, se instaló Pier Paolo Pasolini que, inmediatamente y debido a las mismas inquietudes artísticas y políticas, trabó amistad con Attilio y, dispuesto a rodar su película, Accattone, ofreció la ayudantía de dirección al joven y brillante Bernardo. La experiencia le marcó de tal manera que no dudó en abandonar para siempre la poesía y dedicarse al cine porque, según sus propias palabras, era una nueva forma de poesía.
Con la financiación de su padre, Bernardo se juntó con su hermano Giuseppe y rodaron juntos dos cortometrajes que tuvieron buena acogida en festivales especializados en el formato. Con veintidós años, Bernardo ya se atrevió a rodar su primera película: La commare secca, según un guión que le regaló el propio Pasolini. La historia tenía su interés. Una prostituta es asesinada en un parque y la policía consigue identificar a unas cuantas personas que habían transitado por allí más o menos a la hora del crimen. Uno de ellos es el responsable. El meollo de la película estaba en el interrogatorio que se hacía a los sospechosos, los cuales, no sin subterfugios, tenían que explicar qué hacían en el parque y por qué. Así, Bernardo daba un repasito a la clase media italiana que, por supuesto, buscaba en la explotación de mujeres un modo de pasar el rato y dar salida a sus frustraciones y deseos. Una película que, aún lejos de sus mejores películas, daba una idea del enorme cuidado que iba a poner Bertolucci en el resto de su filmografía.
A continuación rodó una película que incluso llegó a tener una nominación al Oscar al mejor guión original que escribió el propio Bertolucci. Antes de la revolución describe el deseo que siente un joven hacia su atractiva tía después de sufrir el traumático asesinato de su mejor amigo. Transitando de la homosexualidad al incesto, Bertolucci firma una obra agobiante, que se va oscureciendo según avanza el metraje, una pequeña joya que no deja de escandalizar (algo que se convirtió en costumbre durante toda su carrera) y que, además, le permitió conocer a quien sería su primera esposa, la actriz Adriana Asti.
Seguidamente, Bertolucci apostó por hacer su primera película abiertamente política y que hoy en día resulta muy difícil de ver. Desaparecida de los circuitos comerciales, de la programación de las filmotecas y de los canales de televisión Compañeros, resulta ser una adaptación muy libre de El idiota, de Fiodor Dostoyevski y en ella se describe, con el fondo del mayo del 68 francés (en el cual Bertolucci creyó fervientemente), a un estudiante activista que se declara favorable al Vietcong en la guerra de Vietnam, se horroriza ante la visión que da de Rusia Boris Pasternak en Doctor Zhivago y, también se enamora mientras se envuelve cada vez más en hechos que le sobrepasan y que no termina de controlar. Hay muchos adoradores de esta película que, quizá, contiene el mensaje político más claro de la posición de Bernardo Bertolucci en este aspecto. A mí no me parece de sus mejores películas.
Entre medias, Sergio Leone rueda un maravilloso guión de Bernardo Bertolucci como es el de Hasta que llegó su hora, con Charles Bronson, Henry Fonda, Claudia Cardinale y Jason Robards. Un western con estructura de ópera, con una descripción de personajes atípica y con un tempo marca de la casa del propio Leone que acaba por lindar con el paroxismo.
Después de participar en la película de episodios Amor y rabia junto a directores como Marco Bellocchio, Jean Luc Godard, Carlo Lizzani, Pier Paolo Pasolini y Elda Tattoli, para describir el amor en diferentes lugares del mundo en plena actualidad, Bertolucci sí que hace una de sus grandes películas basándose en una novela de Alberto Moravia: El conformista dando inicio a una etapa plena de madurez creativa. Con Jean Louis Trintignant y Stefania Sandrelli encabezando el reparto, Bertolucci da una idea del entreguismo que sufre un personaje hacia las ideas más fascistas donde el sexo y la violencia están íntimamente relacionados. Aquí se pone de manifiesto una de las constantes del cine de Bertolucci y es el preciosismo en la imagen a través de su larga colaboración con el gran Vittorio Storaro.
A continuación, y de manera sorprendente, Bertolucci rueda La estrategia de la araña, una película en la que también ajusta cuentas con el Partido Comunista a través de la figura de un joven que vuelve a su pueblo natal, en donde su padre es considerado un héroe revolucionario porque fue asesinado por los fascistas, sólo para comprobar que, en realidad, era un traidor asesinado por sus propios compañeros comunistas. Una película que levantó escoceduras dentro del Partido Comunista al que Bertolucci pertenecía desde 1966.
Mucho se ha hablado de El último tango en París, probablemente por aquella fiebre que se desató en España en plena dictadura que hacía que la gente se desplazara a Perpignan para ver la película que, para la época, contenía escenas que escandalizaban al más pintado. Vista con frialdad y objetividad, la película es la primera obra maestra del director. Una radiografía de la soledad que se trata de paliar a través del sexo, de la frustración terrible de un mundo deshumanizado que ahoga a sus víctimas de una forma agobiante y cruel. También se han levantado muchas ampollas cuando María Schneider llegó a declarar que la escena de la violación fue real. No fue así. Y permitid que abra un inciso. Es verdad que Brando y Bertolucci se pusieron de acuerdo para que el actor utilizara unas maneras que no estaban ensayadas (más relacionadas con la fuerza que con el sexo) para que Schneider tuviera una reacción de rechazo más evidente. Lo que no es de ninguna manera cierto es que hubiera violación como tal. Por lo general, la gente tiende a creer que lo que pasa en pantalla lo observan muy pocas personas y no es así. Hay alrededor de veinte o treinta personas trabajando. La escena no tiene un solo plano y hay que mover la cámara y las luces y todo el trajín. ¿No creéis que si hubiera habido violación de verdad alguien del equipo hubiera puesto el grito en el cielo? Lo que pasa es que María Schneider cayó en el anonimato después de rodar esta película y El reportero, de mi adorado Michelangelo Antonioni y, con el fin de que se hablase de ella, de lo mal que lo pasó y a ver si alguien le daba algo para trabajar, se sacó de la manga el tema intentando crear una especie de leyenda sobre un actor que estaba cuestionado por su vida discutible y un director que escandalizaba allá por donde iba. De hecho, el mismo Vittorio Storaro declaró que no ocurrió absolutamente nada en esa escena que llevó todo un día rodar.
Dicho esto, volvemos a la película en sí. Brando está sublime, monstruoso, impresionante. Consiguió una nominación al Oscar al mejor actor y siempre quedará en mi memoria ese plano fijo sobre su rostro, mientras está echado con camiseta en la cama, en el que está recordando toda su infelicidad y comienza a llorar. La longitud del plano induce que, sin duda, Brando llora de verdad, sus lágrimas son reales y su categoría como actor es, prácticamente, inalcanzable.
Después del éxito que obtuvo con esta película, Bertolucci se lanza a hacer un fresco impresionante sobre la historia reciente de Italia con Novecento, una película inmensa que también me parece una obra maestra (aunque, en esta ocasión, sí que yo hubiera cortado la media hora final que me parece, simplemente, una fiesta). Con interpretaciones memorables de Burt Lancaster, Robert de Niro, Gerard Depardieu, Stefania Sandrelli y, sobre todo y ante todo, el brutal y terrible Attila que incorpora Donald Sutherland, Novecento es una maravilla visual y narrativa, sobre la lucha del pueblo en Italia, sobre el fascismo, sobre la humanidad y la justicia y sobre unos tiempos de los que, lamentablemente, el hombre aprende muy poco. Hay que tener mucho tiempo para verla, es cierto, pero merece mucho, mucho la pena.
Bertolucci vuelve a escandalizar con La luna, en la que plantea un incesto madre-hijo con una maravillosa Jill Clayburgh. También se dijo que aquí Clayburgh le masturba realmente al hijo, incorporado por Matthew Perry. Mentira. Probablemente, el aire que escandaliza a lo largo de toda la obra de Bertolucci hace que se digan esas barbaridades. En cualquier caso, resulta enormemente atrayente esta historia de una cantante de ópera que cae en el incesto con su hijo de quince años para, de alguna manera, desviar su atención de su adicción a la heroína. Un sacrificio por amor de madre que se convierte en amor carnal. Polémico, sin duda.
La tragedia de un hombre ridículo es una buena película que protagoniza Ugo Tognazzi en la piel del propietario de una industria quesera que ve cómo su hijo es secuestrado. Ante una situación empresarial complicada, el hombre, que se las da de listo, decide emplear el dinero del rescate para reinvertir en la empresa con resultados nefastos. Aquí sí que Bertolucci le da bien en la cara al capitalismo feroz, tildando sus actuaciones de ridículas y penosas ante situaciones de necesidad. Una buena película.
Por supuesto, también creo que El último emperador es otra obra maestra del director italiano. Con un cuidado de la imagen exquisito, una historia absorbente y con un estilo que llega al manierismo, Bertolucci construye la historia de Pu Yi, último emperador de China que acabó cayendo en la tentación del lujo y del exceso convirtiéndose en un títere de los japoneses para, luego, pasar a un programa de reeducación en la China de Mao y terminar sus días como simple jardinero. Una auténtica maravilla que significó el Oscar al mejor director para Bernardo Bertolucci y nueve premios en total para la película, llevándose, además, todas sus nominaciones.
A partir de aquí, el cine de Bertolucci se resiente. No es que haga malas películas, no sabe hacerlas, pero sí que se quedan sin fuerza, sin esa profundidad mordiente de la que hacía gala en su carrera hasta el momento. Ahí está la tremenda decepción que supuso El pequeño Buda, con un improbable Keanu Reeves incorporando a Buda. El cielo protector es una película aún mejor, pero tremendamente deprimente a pesar de que Paul Bowles, en su novela original, destila un optimismo que Bertolucci no sabe trasladar. Lo mejor, sin duda, la interpretación de sus protagonistas John Malkovich y, sobre todo, ese pedazo de actriz que era Debra Winger. Belleza robada prometía mucho y se quedó en casi nada salvo el descubrimiento de esa chica que llegaba a enamorar a la cámara (y nunca la llegó a enamorar igual) como Liv Tyler. Asediada, con guión de su segunda esposa, la directora Clare People, resulta, sencillamente, bastante increíble. Soñadores es un intento de rescatar el espíritu del mayo del 68 que, aparte la interpretación sorprendente de Eva Green, no llega a calar ni de lejos. Y su última película es Tú y yo, un último tango entre jóvenes que no resiste comparaciones, ni resultados.
Desde hace varios años, Bernardo Bertolucci iba en silla de ruedas debido a serios problemas en la columna vertebral. Probablemente, eso aceleró su final.
Siempre llamó a Hollywood “La gran teta” porque, de ella, algunas veces manaba leche y miel, y, en otras, estaba más seca que un desierto.
Consideraba que sus películas no tenían mensaje. Eso lo dejaba para el servicio postal.
Ingmar Bergman creyó que El último tango en París era una película sobre homosexuales y que, bajo ese prisma, era una película realmente interesante. Bertolucci nunca estuvo de acuerdo con él.
Decía que Marlon Brando era un ángel como hombre y un monstruo como actor.
Siempre declaró que las películas de Kurosawa y La dolce vita, de Fellini fueron las principales razones por las que deseó dedicarse al cine.
Era un adorador impenitente de la serie Breaking Bad.
Para El último tango en París no quería a Brando y a Schneider sino a Jean Louis Trintignant y Dominique Sanda. El primero rechazó el papel porque no quería hacer las escenas de sexo y la segunda se quedó embarazada. Cuando ya trabajó con Brando y Schneider dio las gracias a Dios porque Trintignant y Sanda no pudieran hacer la película.
Al final, nunca abandonó su izquierdismo pero sí que renegó del comunismo. Dijo que “había vivido en una especie de sueño de lo que debía ser el comunismo y no lo era”.
Como vídeo os dejo la banda sonora que Ryuichi Sakamoto y David Byrne compusieron para El último emperador. Mi hijo empleó esta misma banda sonora para un power point que le encargaron en el colegio sobre el sudeste asiático.


Y como mosaico, ahí os lo dejo, en plena acción, escribiendo poesía con la cámara.


Comentarios

dexterzgz ha dicho que…
Magnífico post y merecidísimo homenaje a un grande del cine europeo, bueno, del cine a secas. Un referente intelectual y moral para toda una generación, y para todos los que por voluntad propia nos sentimos herederos de ellas.

Precisamente, ayer le rendí un particular homenaje yo a Bernardo viendo "La commare seca", su primera película. Es desde luego muy curiosa, y hay que tener en valor que la hizo con 22 añitos solo. Se nota desde luego Pasolini y esos últimos coletazos neorrealistas. Se nota la pasión por el cine en ese curiosa especie de "Rashomon" a la italiana. No estoy de acuerdo contigo en que "El último tango" sea la primera obra maestra del director porque para mí "El conformista" ya lo es, una obra de singular belleza iluminada por Storaro, Por supuesto me rindo ante el poder animal de Brando en su película que es algo más que la mantequilla. No hace mucho revisé "El último emperador" y me parece asombroso como mezcla el cine espectáculo con una visión de autor. En cambio no solo me deprimo sino que me aburro soberanamente con "El cielo protector" y "El pequeño Buda".

Tanto "Soñadores" como "Belleza robada" me parecen dos películas muy apreciables en cuanto se nota que están rodadas desde una libertad absoluta. Creo que Luca Gudagnino intentó hacer algo muy parecido en "Call me by your name" y el resultado fue una de las mayores decepciones que me he llevado en mi vida dentro de una sala de cine.Y al contrario que tú, pienso que "Asesiada" es una pequeña joya escondida.

Era muy triste leer los comentarios de ayer a propósito de la noticia de la muerte de Bertolucci. Todo se reducía por parte de los lectores a decir si el director era un machista y un violador o no . Todo se reducía a la mantequillaTodo era o blanco o negro. ¿De verdad que nos está pasando? Necesitamos más autores como Bertolucci que nos ayuden a distinguir los grises

Abrazos imperiales
CARPET_WALLY ha dicho que…
Claro que ahora no saben distinguir los grises. La mayoría de los que tanto hablan no vieron un gris en su vida, ni corrieron huyendo de ellos.

Y sólo por comentar el tema de la violación y entrar en el tema Bertolucci. Es una polémica que le persigue y de la que el mismo se declaró culpable y arrepnetido. Por su puesto, no hubo violación plena, ni penetración ni nada parecido, pero si hubo una utilización no consentida de la Schneider. Como tu mismo comentas, hubo un acuerdo entre Brando y Bertolucci para realizar la escena de forma no acordada con la actriz. Siendo la escena que es y no una sobre una conversación en un tranvía yo creo que eso no se puede hacer, no es ético, ni legal, ni admisible. En la misma película hay una escena en la que teóricamente la Schneider penetraba a Brando con algo o con un dedo, no recuerdo. Estoy seguro que al bueno de Bernardo nunca se le hubiese ocurrido sorprender a Marlon con "un poco más de realidad" en la escena para conseguir una reacción más autentica. Eran otros tiempos, otra ética. Y así lo reconoció el propio director. No debió haberlo hecho.

No obstante, la película es una obra maestra, es terriblemente dura y descorazonadora. Es absolutamente magnética y atrayente. Es una maravilla.

Como lo es "Noveccento", estoy muy de acuerdo en que es una pelíciula que deberían ver muchas veces mucha gente (especialmente los que desprecian al director sin ver su cine). "El último emperador" me parece algo más pesada, pero de una belleza visual inacabable, una de esas películas que conforman la historia del cine, para mi, a la altura de "Lawrence de Arabia", de "Espartaco", de "Gandhi", de "lo que el viento se llevó"...un peliculón de los de toda la vida.

Y Bertolucci un directorón...reivindico también "la tragedia de un hombre ridículo".

Gran gus homenaje a un gran maestro.

Abrazos en la ciudad prohibida

Entradas populares de este blog

Guuud mornins, 14/05/13

EL CINE EN CIEN PELÍCULAS (XLVIII)

EL CINE EN CIEN PELÍCULAS (LXV)