EL CINE EN CIEN PELÍCULAS (XXXII)


Matar a un hombre es algo muy difícil. Le quitas todo lo que tiene… y todo lo que podría llegar a tener.




SIN PERDON (Unforgiven). USA, 1992. Dir Clint Eastwood, con Clint Eastwood, Gene Hackman, Morgan Freeman, Richard Harris, Jaimz Woolvet, Saul Rubinek. 126 min.


Según el American Film Institute, el western es “un género de películas situadas en el oeste estadounidense que encarnan el espíritu, la lucha y la caída de la nueva frontera. Rebosantes de subtexto y mitología, los western ofrecen imágenes emblemáticas de un tiempo pasado, y posiblemente de un tiempo que nunca sucedió.”. El western hace las veces de relato fundacional de la historia de Estados Unidos, algo similar a lo que hacen los grandes poemas épicos en otras culturas (la “Iliada” y la “Odisea” en la Antigua Grecia, los “Nibelungos” en Alemania, la “Chanson de Roland” en Francia o el “Cantar de Mío Cid en España). No obstante, el relato fundacional estadounidense tiene su propia idiosincrasia; en el western, no hay ningún héroe individual que guie y aglutine al pueblo en pos de la victoria en las batallas, y sobre el cual cantar sus gestas. Más bien al contrario, el western tiene una mancha en su concepción, un pecado original  que no es otro que el genocidio indio sobre el que se asienta la llamada conquista del Oeste, en realidad una expropiación de tierras en toda regla.

Y eso explica fundamentalmente que el western haya mitificado la figura del forajido, ese cowboy que vaga solitario por las praderas, arrastrando también un oscuro y pecaminoso pasado, en busca de un lugar en el que dejar su sombrero e intentar echar raíces. Como el Shane de esa obra maestra que, no en vano, en España se conoció como Raíces profundas (George Stevens, 1953). Se explica igualmente que uno de los argumentos favoritos de este tipo de películas sea el de la redención con la que definitivamente el protagonista purgará su culpa y limpiará su pasado. No obstante, en el proceso quizá sea necesario un sacrificio postrero, el último deber, la última venganza y con ella tal vez una tardía indulgencia. Venganza y redención, dos conceptos cosidos desde siempre al western. Por ello, ningún título tan apropiado para una película del género como la que hoy nos ocupa (“Unforgiven” se traduciría literalmente como “no perdonado”).

Los años sesenta suponen el comienzo del declive del western clásico norteamericano, por lo que empiezan a surgir también nuevas fórmulas destinadas a revitalizarlo. Una de las más populares, el “spaghetti western” proveniente de Italia, se caracteriza por una estética muy particular y por un tratamiento de los personajes igualmente novedoso. Sergio Leone abandera el nuevo subgénero con la llamada “Trilogía del dólar” compuesta por, como vimos en el capítulo dedicado al director, los films Por un puñado de dólares (1964), La muerte tenía un precio (1996) y El bueno, el feo, el malo (1967).  Las tres se ruedan casi en su integridad en el desierto de Almería, las tres cuentan con una banda sonora compuesta por EnnioMorricone, y las tres giran en torno al icónico personaje del “hombre sin nombre” al que da vida nuestro protagonista de hoy.

En realidad, la carrera de Eastwood como intérprete había comenzado unos años antes en la serie televisa de la CBS Rawhide (1958-1965), ambientada precisamente en la época del Far West. Fue Eric Fleming, compañero de reparto de Eastwooden la serie quien recibió primeramente la oferta de venirse a rodar a Europa los westerns de Leone; la rechazó, y Clint supo estar al quite para postularse como recambio, El actor, que había recibido todo tipo de críticas durante su etapa televisiva por su rigidez ante las cámaras y su deficiente pronunciación de los textos, supo aprovechar la oportunidad que se le brindaba. Tras la experiencia europea, y el éxito popular de los “spaghetti”, Eastwoodvuelve a su país de origen en 1967, convertido en toda una estrella internacional.

Recién instalado de nuevo en Hollywood, Clint decide fundar junto al contable Irving Leonard su propia productora, la legendaria Malpaso que aun a día de hoy sobrevive, debiendo su nombre al arroyo que pasa por la finca que el actor posee cerca de Monterrey. La compañía financia algunas de las películas en las que el intérprete trabaja durante esa época como el exitoso musical La leyenda de la ciudad sin nombre (Joshua Logan, 1969) en la que por primera vez le vemos cantar en la gran pantalla (aunque la gloria se la lleva la voz ronca de su compañero Lee Marvincon aquello de “I wasbornon a wonderingstaaaar”). Un año antes, en La jungla humana ha trabajado por primera vez a las órdenes de Don Siegel, junto con Sergio Leone, el director más decisivo en la carrera y en la leyenda de Eastwood. Ambos, Eastwood y Siegel, crearán otro antihéroe para la posteridad, esta vez dentro de los ámbitos del cine negro, el inspector Harry Callahan, personaje central de una exitosa franquicia del cine estadounidense de los setenta y ochenta.

Por entonces, Eastwood está maquinando cumplir uno de sus sueños y ponerse a dirigir. Ya lo había intentado en la etapa de Rawhide, al pedir a los productores en alguna ocasión que le permitiesen encargarse de la realización de algún capítulo, pero estos no le habían hecho mucho caso. Su oportunidad llega por fin en 1971. El tito Clint sorprende a todos con su debut, Escalofrío en la noche, un thriller con tintes de drama en torno a un disc jockey de radio que es acosado por una admiradora que le pide una noche tras otra que le dedique en su programa el tema Misty, un clásico del jazz que popularizó entre otras Ella Fitzgerald (el título original del film es Play MistyFor me). No es desde luego la opera primea que se espera por parte de alguien que delante de las cámaras parece estar esforzándose por ofrecer una imagen de tipo duro y de justiciero perdonavidas. La película revela que tras ese estereotipo se esconde un director sensible y con ganas de contar otro tipo diferente de historias.

En su segunda incursión tras la cámara, Clint se nos pone romántico para contarnos entre un hombre maduro y descreído y una jovencita hippie que podría ser su hija. Maravillosamente interpretada por William Holden, Primavera en otoño (1973) supone otra rareza que de nuevo no casa con el perfil que Eastwood transmite al gran público. Ese mismo año, recurre por primera vez como realizador al género que le dio la fama como actor, el western y, en Infierno de cobardes un argumento que, con más o menos variantes, reproducirá en otros títulos de su posterior filmografía: un fuera de la ley pasa por un pueblo habitado por una comunidad de mineros, que amedrentados por un grupo de pistoleros recién salidos de la cárcel, contratan al forastero para que les defienda. Después de Escalofrío en la noche, es la segunda vez que Eastwood se dirige a sí mismo en una película con cierto toque Kurosawa y con un personaje que recuerda algo al Yoyimbo que el gran director nipón inmortalizó en una de sus obras maestras.

En cualquier caso, se trata de un western atípico que se aleja un tanto de los cánones más clásicos. Lo será también El fuera de la ley (1976); Eastwood, que en principio era solo el protagonista, debe hacerse cargo también de la dirección después de que Philip Kaufman da la espantada a mitad del rodaje. El film está ambientado en la Guerra de Secesión y cuenta la historia de un antiguo soldado confederado que debe vengar la muerte de su familia a manos de una tropa de guerrilleros que habían luchado al lado de la Unión. No era la primera aventura secesionista de Eastwood que ya en 1971 había lucido los galones de oficial yankee en El seductor (Don Siegel, 1971), una propuesta nada convencional que ha sido objeto de un reciente remake por parte de la directora Sofía Coppola.

Forzosamente habrá que considerar Licencia para matar (1975) y Ruta suicida (1977) como dos obras menores dentro de una filmografía a la que le quedan aún unos años para alcanzar las cotas más altas. Eastwood prueba suerte en la comedia conBronco Billy (1980) y en el cine de acción con Firefox, el arma definitiva (1982), pero ninguno de estos dos títulos llama especialmente la atención ni al público ni a los críticos. Su película más interesante de esta época es sin duda El aventurero de la medianoche(1982), curiosa roadmovie que transcurre en los tiempos de la Gran Depresión y en la que también interpreta a un cantante de country alcoholizado. Eastwood hace debutar como actor a su hijo Kyle que no seguirá los pasos de su progenitor como sí lo harán por cierto otros miembros del clan. Allison Eastwood debutó como directora en 2007 con una interesante producción indie titulada Raíces y lazos, y ha aparecido interpretando pequeños papeles en varias de las películas de su padre. A Scott Eastwood, por su parte – no hay prueba de ADN que pueda negar que es hijo de quien es- le hemos visto ya en films como Corazones de acero (David Ayer, 2014) o Snwoden (Oliver Stone, 2016).

Los ochenta suponen el inicio de la era dorada de Eastwood como realizador. Clint ha comenzado la década dirigiendo el único de los cinco capítulos de la saga de Harry que lleva su firma (Impacto súbito, 1982),  así como algunos episodios para la TVmovieCuentos asombrosos.  En 1985 vuelve al western y llega El jinete pálido, considerada una versión más o menos oficial del clásico Raíces profundas que ya citamos al principio de este artículo. Personalmente, tengo que confesar que le tengo mucho cariño a esta película de Clint; a raíz de ella cambia la percepción que tenía de él como director, comienzo a revisar con otra mirada sus films anteriores, y por supuesto, me hago seguidor de cualquier cosa que puede venir después.

Eastwood compagina en estos años su labor en el cine con la política. En 1986 se convirtió en alcalde en su localidad de adopción, la californiana Camel b ythe Sea encabezando una candidatura independiente. Aunque siempre se le ha vinculado al partido republicano, e incluso en los últimos tiempos ha sorprendido por su ferviente apoyo a las políticas de Donald Trump, Clint nunca se ha definido ni de izquierdas ni de derechas; es más ha llegado a hacer campaña en alguna ocasión por los demócratas, y se declara a favor del aborto o del matrimonio homosexual. Justamente, buena parte de la fama de reaccionario que tiene el director se la debe a películas como El sargento de hierro (1986) en la que además interpreta a un veterano de Corea y Vietnam que debe adiestrar a una promoción de novatos la mar de indisciplinados para convertirlos en aguerridos marines. No sé si la peli posee algún récord Guiness de mayor número de tacos por minuto dichos en una pantalla, pero si no lo tiene, desde luego, le falta muy poco.

A finales del decenio, y con Bird (1988) y Cazador blanco, corazón negro (1990), Clint se gana definitivamente el prestigio entre los críticos. Entre medias, rueda El principiante, un thriller convencional que casi puede considerarse un Harry apócrifo con Charlie Sheen acompañándole en el reparto. En Bird, biopic del famoso maestro del jazz Charlie Parker, Eastwood se descuelga como un narrador pluscuamperfecto, y cuenta además con la presencia portentosa de Forrest Withaker, mejor actor en Cannes, en el papel protagonista. Por su parte Cazador blanco, corazón negro nos adentra en el rodaje de la mítica película La reina de África,  y en las obsesiones de su director, John Huston, que en realidad lo único que quería desplazándose al continente negro era cazar elefantes. No sé si el gran Huston se traería de allí muchas piezas, pero lo que sí se trajo definitivamente bajo el brazo fue uno de los más grandes clásicos de la historia.

Si los 80 supusieron el despegue hacia la madurez del Eastwood director, los noventa serán ciertamente los años de la consolidación de un estilo propio. Tras triunfar en los Oscars con Sin perdón (1992), Clint sorprende con una pequeña joya llamada Un mundo perfecto (1993), una trepidante road movie que combina thriller, comedia, drama y aventura, y que por si fuera poco contiene la mejor interpretación de la carrera de Kevin Costner (haciendo de malo además).  Dos años más tarde, el director vuelve a maravillarnos con Los puentes de Madison, un melodrama ejemplarque toma como base el conocido bestseller de Robert James Walker.  A través del amor furtivo y casual de Robert y Francesca descubrimos al Eastwood más romántico, cocinando a fuego lento una historia de pasiones y emociones soterradas, de miradas, de silencios, de dudas y de lágrimas en la lluvia. Meryl Streep está excelsa como siempre, y Clint,… Clint llora como nunca.

A estas alturas, Eastwood ya se ha coronado definitivamente como “el último clásico vivo del cine”.  Regresa al thriller en títulos como Poder absoluto (1997), Ejecución inminente (1999) o ya en la nueva centuria Deuda de sangre (2002), demostrando la eficacia y solvencia de antaño. Algo menos convencional resulta ser Medianoche en el jardín del bien y del mal (1997) con aires de melodrama sureño y sugerentes toques de realismo mágico; un título sin duda a reivindicar.

Por aquello de que a Clint el mundo empieza a quedársele pequeño, y para inagurar el nuevo siglo, el realizador decide montarse junto a unos amigos una pequeña excursión interplanetaria. Esos amigos se llaman Tommy Lee Jones, James Garner y Donald Sutherland y la aventura que los reúne Space Cowboys (2000), una odisea del espacio divertida y desmitificadora. Y por supuesto excelentemente extraordinaria.

Y entonces, en 2003, llega Mystic River. Poco más que añadir.  Quien ha visto la película sabe que estamos ante una de las obras cumbres del cine estadounidense más reciente (y ni siquiera está en el famoso ranking de la BBC con las cien mejores películas del siglo XXI). Clint amalgana de forma admirable un sombríothriller a la antigua usanza con un drama de profundo contenido moral. La película adapta una novela de Dennis Lehane, uno de los últimos grandes narradores de la prosa norteamericana actual, autor de obras como Shutter Island o Adiós pequeña, adiós, llevadas al cine ambas por Martin Scorsese y Ben Affleck respectivamente. Mystic River optó a 6 Oscars de Hollywood en el año de su estreno, entre ellos el de Mejor Película y Mejor Director; sin embargo, en aquella edición, la Academia sucumbió al poder del anillo y la última entrega de la trilogía tolkieniana de Peter Jackson arrasó con todo, con sus históricos once premios (los mismos que Ben Hur y Titanic).  Aun así, el film de Eastwood se hizo con dos estatuillas, las dos de interpretación masculina, que fueron a parar a manos de Sean Penn – en categoría principal- y Tim Robbins –en el apartado de secundario. Penn y Robbins no eran los únicos que brillaban en un reparto excelente en el que también destacaban Kevin Bacon, Laura Linney, Marcia Gay Harden, Laurence Fishburne o el veterano Elli Wallach.

No tardaría mucho tiempo Clint a volver a saborear las mieles del Oscar. Al año siguiente de Mystic River llegaba Million Dolla Baby que se convertía en la gran triunfadora en la 77º edición de entrega de los premios.  La mejor película del año para los académicos de Hollywood le daba también a Eastwood el galardón como mejor director, y llevaba también la sonrisa a los labios de dos de sus actores, Hillary Swank que ganaba su segunda estatuilla y Morgan Freeman, que se hacía con el Oscar al Mejor Secundario tras quedarse a las puertas de la victoria diez años antes por su papel en Cadena perpetua. De nuevo, una historia de redención llevaba a Clint hasta lo más alto; como dijo en su día el crítico del Washington Post, una obra “maravillosamente anticuada”, aunque en ella su responsable se permitía– han pasado 14 años y el spoiler ha prescrito- un alegato en favor de la eutanasia, el mismo año por cierto en el que Amenábar se llevaba el Oscar de película extranjera por Mar adentro.

Clint Eastwood ha cumplido 76 años en 2006, pero está muy lejos de pensar en la jubilación. Más bien al contrario, su actividad en estos últimos años ha sido frenética, llegando a facturas hasta dos películas por año. Es el caso del citado 2006 en el que presenta Banderas de nuestros padres y Cartas de Iw oJima, un díptico dedicado a la famosa batalla librada en el Pacífico por el ejército estadounidense y el japonés durante la Segunda Guerra Mundial, con la particularidad de que una – la primera- está contada desde la perspectiva norteamericana, y la otra – la segunda- desde el punto de vista de los contendientes nipones. Esta última concurrió a los Oscars, e incluso aspiró al Globo de Oro como Mejor producción en lengua no inglesa al estar hablada de forma íntegra en japonés.

La jugada se repite en 2008 cuando llegan de una tacada El intercambio, y Gran Torino. La primera película, basada en un hecho real acontecido en Los Ángeles en 1928, tiene como protagonista a una madre soltera que ve cómo su hijo desaparece un día sin dejar rastro. Años más tarde, las autoridades dicen haber recuperado al niño, pero en el momento del reencuentro la mujer no le reconoce. El film contiene secuencias que dejan los pelos de punta y una brutal interpretación de Angelina Jolie, nominada justamente al Oscar por su trabajo. Gran Torino es para muchos la última obra maestra del director, una especie de secuela tardía y crepuscular de El sargento de hierro, en laque el propio Clint da vida a un anciano cascarrabias veterano de la guerra de Corea que no lleva muy bien el hecho de convivir en su vecindario con una familia de inmigrantes vietnamitas.

Es posible que nuestro protagonista de hoy haya dejado de fabricar obras maestras como churros en los últimos tiempos como dicen. Lo que sí es seguro es que, además de hacerse más prolífica, su obra ha ganado en sobriedad en sus últimos títulos. Obligad a nadar contracorriente en un mar en el que no se llevan las películas “maravillosamente anticuadas”, el tito Clint sigue dando lecciones de cine con cada nuevo estreno. Al biopic que glosaba la figura de Nelson Mandela, Invictus (2009), le siguió el dedicado a J.Edgar (2011). El Eastwood más espiritual asomó en Más allá de la vida (2010), conjunto de tres historias que será recordado por la escena que recrea el tsunami que asoló el sudeste asiático en 2004, en torno al cual girará también el argumento de Lo imposible (J. Bayona, 2012), aunque desde luego presenta algún que otro aliciente más.

En su catálogo de “vidas ejemplares” también se encuentran los films que dedicó a Frankie Valie, el líder del grupo musical TheFourSeasons en Jersey Boys (2014) o al marine norteamericano Chris Kyle en El francotirador, también de ese año. El estreno de esta última cinta llegó no exento de polémica al centrarse en la figura del soldado que cuenta con más muertos a sus espaldas en la historia del ejército norteamericano. A Clint le llovieron las críticas por el carácter supuestamente panfletario y patriotero del film, que pese a todo, se convirtió en el más taquillero de su filmografía dentro de Estados Unidos.  No obstante, de todas estas “vidas ejemplares” servidor se queda con Sully (2016), que nos acerca a la peripecia de Chelsey Sullenberg, el piloto que en 2009 salvo la vida de los 155 pasajeros que iban en su avión, cuando tras detectar fallos en el motor de la nave, organizó en cuestión de segundos un aterrizaje forzoso en pleno Hudson. Clint, que sufrió en sus propias carnes un accidente aéreo durante su adolescencia, reflexiona en esta maravillosa película sobre algunas cuestiones que, en el fondo, siempre han estado presentes en su cine: qué es ser un héroe, hasta qué punto es importante el “factor humano” en nuestras vidas y en nuestro tiempo.
Clint no para. En este 2018 ya nos ha regalado 15:17. Tren a París, otra historia real y a vueltas con el “factor humano” que protagonizan los tres jóvenes estadounidenses que frustraron un atentado terrorista en pleno tren durante un viaje a la capital francesa en agosto de 2016. Y ahora vuelve con Mula que se estrenará en nuestras pantallas de aquí a unas pocas semanas. Tras contar con él en El francotirador y apadrinar su primer trabajo detrás de las cámaras (ni me atrevo a pronunciar el nombre de la película), Eastwood vuelve a trabajar con el actor Bradley Cooper en una historia con el trasfondo de las drogas y el narcotráfico. El propio Clint se reserva el papel protagonista en el film, incumpliendo la promesa que realizó tras intervenir en Gran Torino de que nunca volvería a aparecer en un film como actor (ya había roto esa promesa en 2012 cuando intervino en Golpe de efecto, debut tras las cámaras de su antiguo ayudante de dirección Robert Lorenz). Verle en pantalla, sin duda, será un aliciente más. Quién sabe si volveremos a tener otra oportunidad de darle las gracias en persona por tantos y tantos años de buen cine, por tantas lecciones, a prueba de prejuicios, de vida y de humanidad.




La silueta de un hombre cavando una tumba se recorta sobre un bellísimo horizonte crepuscular mientras un rótulo sobreimpresionado nos anuncia que nos encontramos en Wyoming en 1878.  Es el plano con el que se abre Sin perdón en el que también se nos indica que el hombre al que vemos es William Munny, un viejo pistolero con un violento y sanguinario pasado a sus espaldas del cual ha renegado ya por completo. La tumba que cava pertenece a Claudia, su esposa, que acaba de morir víctima de la viruela, dejándole solo con dos hijos pequeños al cargo. Claudia fue la mujer que le apartó para siempre del mal camino.  Aunque quizá, por todo lo que hizo en su vida anterior, Munny sea de esos hombres que no merezcan ser perdonados. Jamás.

Ahora, el viejo pistolero vive junto a los dos pequeños en una cabaña perdida en el medio de la nada, al frente de una pequeña explotación ganadera, intentando salir adelante como puede. A William no le gusta nada hablar de su pasado criminal, pero su leyenda sigue ahí y le perseguirá siempre.
A pocas millas de allí se encuentra Big Whiskey, un poblado de colonos regido con mano férrea por el sheriff Little Big, un hombre con muy pocos escrúpulos. Una noche lluviosa llegan hasta la localidad Davey Bunting y Quick Mike, dos jóvenes vaqueros con ganas de diversión. Los forasteros entran en el salón que también hace las veces de burdel y deciden subir a desfogarse con las chicas un rato. No obstante, la cosa se les va de las manos cuando una de ellas se burla del tamaño del miembro de uno de los vaqueros, y el ofendido le responde asestándole varios cortes en la cara. Los dos hombres son apresados a la espera de que llegue al local el sheriff para dictar la sentencia, pero esta resulta ser insignificante (ya hemos dicho que el mencionado tenía muy pocos escrúpulos) y consiste simplemente en el que los culpables suministren unos pocos caballos al dueño del bar por los destrozos ocasionados.

Ofendidas ante la levedad de la condena, las prostitutas se reúnen para juntar todos sus ahorros y ofrecer una recompensa por la captura de sus maltratadores. Pero Little Big se entera y lo prohíbe de manera tajante. Como medida preventiva, a todo aquel que se le ocurra poner los pies en Big Whiskey a partir de ese momento se le requisarán todas sus armas.

Mientras, William Munny recibe la visita de un joven desconocido que se presenta en su hacienda a lomos de su caballo diciendo llamarse Schofield Kid. Conocedor de su leyenda y de su historial, Kid le habla a Munny del incidente de Big Whiskey y le propone salir a cobrar la recompensa para repartirse después entre los dos el botín. Munny le dice que tiene que pensárselo, y el joven se despide indicándole dónde puede encontrarle si al final se decide.  Lo cierto es que el pistolero no tiene mucho que pensar, acuciado por las deudas necesita el dinero para sacar adelante a sus hijos. Munny se planta ante la tumba de su esposa y le pide que proteja a sus pequeños en su ausencia (estampa típicamente fordiana). A continuación parte para reunirse con Ned Logan, su antiguo socio que también vive retirado al lado de su esposa. Ambos a su vez marcharán al encuentro de Kid que no recibirá muy entusiasmado la noticia de que la recompensa ahora debe ser dividida entre tres.

Un nuevo personaje entra en escena, en esta ocasión en Big Whiskey. Se trata de Bob “el inglés”, un estirado caballero procedente del viejo continente que desprecia sistemáticamente las costumbres y las leyes del viejo Oeste ponderando las suyas propias. Bob llega al pueblo con el objetivo de capturar a los maltratadores de las prostitutas de Big Whiskey y cobrar la recompensa. Le acompaña en su viaje WW Beauchamp, un enclenque hombrecillo al que presenta de manera pomposa como su biógrafo. Bob, sin embargo, desconoce la reciente normativa impuesta por Little Big que en su primer encuentro con el inglés le pide que le entregue las armas. Ante la negativa, el sheriff derriba al suelo a su oponente y comienza a patearle sin piedad ante la mirada de los curiosos. Bob pasa la noche en una celda de la prisión teniendo que soportar las continuas humillaciones de Little Big que se ha hecho con los servicios de Beauchamp para que cuente su historia. A la mañana siguiente, Bob abandona el pueblo en un carruaje lanzando improperios a todo el mundo.

Por su parte, Munny y Logan se reúnen con Kid y se disponen a capturar a Bunting y a Mike. Los encuentran cuando se encaminan a Big Whiskey para pagar la multa con la que fueron castigados por el sheriff y les preparan una emboscada. Escondidos en lo alto de un cerro, comienzan a dispararles Es Munny quien finalmente mata a Bunting ya que Kid es corto de vista y Logan no se atreve a disparar un arma después de tanto tiempo sin hacerlo. Esa es la razón por la que decide renunciar a la recompensa y abandonar a sus compañeros. Los dos van en busca de Mike a quien asesinan más tarde. Munny explica a Kid de que aunque ya no esté con ellos Logan, la recompensa sigue siendo un tercio para cada uno.

Munny y Kid se esconcen en una cabaña y en el interim reciben visitas de las chicas de Big Whsikey. En una de esas visitas se enteran de que Nelson ha sido capturado por los hombres de Little Big, quien lo torturó hasta la muerte, y ahora exhibe su cadáver a la entrada del saloon con un cartel en el que se puede leer la palabra “asesino”.

En una noche lluviosa, como aquella otra en la que sucedió el ataque de las prostitutas, William Munny se presenta en el saloon al tiempo que el sheriff está arengando a sus conciudadanos con una de sus habituales bravatas. Little Big se encara con William Munny y le espeta que no será capaz de disparar contra un hombre desarmado. Pero sí es capaz. Se produce un tiroteo en el que el pistolero mata a Little Big y a algunos de sus hombres. Finalmente, sale del local y se aleja amenazando con volver y matar al resto si en el pueblo vuelve a producirse otro crimen como el que le llevó hasta él.


El escritor y director cinematográfico David Web Peoples escribió la historia en la que después se basó el guión de Sin perdón a mediados de los años setenta. El manuscrito estuvo pululando por Hollywood casi veinte años saltando de cajón en cajón y de productora en productora hasta que finalmente llegó a los cines. Web Peoples, experto en adaptaciones distópicas, que después llevaría la pantalla junto a Hampton Fancher la novela de Philip K S Dick BladeRunner (Ridley Scott, 1982)y posteriormente la historia de Chris Maker en la que se inspiró Doce Monos (Terry Guilliam, 1995), dio forma a la balada de William Munny, en la época autores como Sam Peckimpah o Budd Boeticher le habían dado ya al género western una oportuna vuelta de tuerca que viraba hacia un tono inequívocamente crepuscular. En los años siguientes, Francis Ford Coppola se mostró muy interesado por dirigir Sin perdón, pero la caída de los estudios Zoetrope a principios de los ochenta impidió que acabase haciéndolo.

Finalmente, fueron Eastwood y la Malpaso quienes se pusieron en contacto con el guionista para poner en marcha la película, algo que ocurrió un poco antes de que Clint comenzase a rodar El jinete pálido en 1985. Aún hubo que esperar por tanto siete años para ver llegar la película a las salas. Al parecer, Clint tenía varios proyectos en la cabeza que consideraba prioritarios antes que ese; además se cuenta que se veía todavía demasiado joven para el papel protagonista y decidió esperar para poder interpretarlo él mismo. El film comenzó a rodarse en localizaciones de Calgary (Canadá) en agosto de 1991 y se prolongó durante 39 días, 4 menos de los previstos inicialmente. Una de las cualidades del Eastwood director es la rapidez; rara vez pasa de la cuarta toma. Clint acabó dedicando la película a sus dos maestros, Sergio Leone y Don Siegel. Ambos acababan de fallecer – Leone en 1989 y Siegel en el mismo 1991- y no pudieron tener mejor homenaje de despedida.

Porque la cinta, decimosexta en la filmografía de su director, se convirtió en eso que se da en llamar un clásico instantáneo. Los críticos la alabaron, el público respondió, y la Academia de Hollywood la eligió la Mejor Película del Año. Era el tercer western en ganar el Oscar más importante después de Cimarrón (Wesley Ruggles, 1931) y Bailando con lobos (Kevin Costner, 1990), pero lo más importante es que para todos fue el film que revitalizó el género norteamericano por excelencia, un género que llevaba años muerto y enterrado.

Sin perdón es el resultado de una conjunción mágica que hizo que todo funcionase; el perfecto guión de David Webb Peoples – que Eastwood respetó en su total integridad- , la hermosa fotografía de Jack. N. Green, una excelente y bucólica partitura a cargo de Lennie Niehaus – con la puntual colaboración del director del film en el tema principal… Y qué decir de las interpretaciones. El propio Clint, que como actor llevaba bien ganada desde sus tiempos con Leone su fama de inexpresivo y armario ropero, consiguió una muy merecida primera nominación al Oscar (después conseguiría otra por su papel en Million Dollar Baby). Quien sí se llevó la estatuilla a casa, la segunda de su carrera tras su personaje de Popeye Doyle en The French Connection – William Friekdin, 1975- fue Gene Hackman por su memorable caracterización del malvado Little Big. No hay palabras para una actuación soberbia de un actor superlativo que hace que le ames o le odies según el personaje que le toca interpretar. Y eso que Hackman a punto estuvo de rechazar el papel porque le parecía demasiado violento y desagradable. Morgan Freeman se estrenaba en el cine de Clint Eastwood como el fiel Ned Logan, un personaje al que el actor aportaba una bondad y una humanidad infinitas. Sería injusto acabar este repaso sin nombrar a Richard Harris, un grande del cine británico que aquí aparece en un breve pero jugoso rol.

De Sin perdón destaca de forma poderosa su carácter desmitificador no ya solo de un género sino también de todo un universo y una época. Es muy posible que las gentes que habitaban el Lejano Oeste, hablaran así, actuasen así, se moviesen tal y como nos describe Eastwood en su film. Destaca igualmente la profundidad psicológica con la que están diseñados esos personajes. No caben lecturas maniqueas, nadie es enteramente malo ni enteramente bueno. No se puede esperar otra cosa de uno de los grandes conocedores de la psiqué humana que ha dado el cine. Y la película es tan clásica y moderna a la vez que resulta tentador preguntarse si no estaremos de verdad ante el western definitivo.

En cualquier caso, espero, nos veremos en el infierno, tío Clint.





Comentarios

INDI ha dicho que…
fantástico repaso a la carrera del gran Clint, el último de los clásicos. Me quedo con la soberbia "Mystic River", con la fascinante "El jinete pálido" y con, cómo no, la magistral "Sin Perdón". Pero reconozco que me encanta casi todo lo que has citado, desde la saga de Harry el Sucio hasta la trilogía del dolar, y casi todas de sus películas como director. "Los puentes de Madison" es una obra de arte.

Pero entre todas me quedo con "Sin perdón". Y eso que la primera vez que la ví no me agradó demasiado, quizás porque me esperaba una del oeste con tiros, donde los buenos matan a los malos. Pero "Unforgiven" es, como bien dices, mucho más. Desmitificadora, brutal. Quizás sea la cúspide del western. Sin quizás, lo es.

Gracias por traerlo hoy, precisamente hoy.

Abrazos a caballo, con mucho dolor de piernas
CARPET_WALLY ha dicho que…
Llevo desde las ocho escribiendo un larguísimo comentario a este increíble post. Lo he borrado todo.

"Sin perdón" es una película que me deja sin palabras. Muchas veces quise escribir un post propio hablando de la película, de como me hizo sentir, de los que cuenta, de como lo cuenta, de lo que me dice...y nunca he podido. Cuando ya llevo escrito unos cuantos párrafos me doy cuenta de que no es lo que quiero decir, ni como lo quiero decir. Es demasiado grande para mi. Es puro cine, del que te mete emoción en vena, sentimiento, tensión, angustia, pena, afán de justicia, compasión, ira...Cuando salí del cine el día del estreno, animado a ir sólo a la vista de su impresionante cartel anunciador, sin saber nada de la película de lo que contaba, de sus críticas previas, estaba realmente aturdido. Pocas veces me había sentido así a la salida del cine. Impactado por el espectáculo, pero sintiéndome pequeño por lo que me contaba.

No voy a decir más...o corro el riesgo de borrarlo todo otra vez. Gracias Dex, por incluir este film en esta maravillosa lista...Para mi es una película imprescindible en mi vida...estaría siempre en todas mis listas.

Abrazos lloviendo a cantaros.
César Bardés ha dicho que…
Por supuesto que "Sin perdón" es uno de esos clásicos que perdurarán en el tiempo. También me quedo con "Mystic River" que, estoy seguro, formará un díptico indispensable para conocer de cerca la obra de Eastwood. Y, por supuesto, con Eastwood en general porque, aunque no todas sus películas sean obras maestras, siempre veo algo de cine, cine de verdad, en cada uno de sus títulos. Especialmente a partir de todo lo que hizo desde "El jinete pálido". Un repaso indispensable a una de las grandes figuras del cine y con mayúsculas.
Yo también recuerdo cuando vi "Sin perdón" por primera vez y me pasó algo parecido a Indi. Fui creyendo que iba a ser una más de Eastwood, con un reparto de calidad, con lo cual también esperaba que iba a estar por encima de la media. Mientras veía la película...caía subyugado por el hechizo de la película. Era uno más y comprendía cómo tenía que ser un triste granjero de cerdos el que, por fin, hiciera justicia. Por el camino, vi que los buenos que se nos habían vendido como tales, no lo eran tanto, que una placa no significaba que defendieran la ley, que los malos podían haber hecho cosas terribles, pero que el amor de una mujer te puede cambiar hasta tal punto que te hace mejor persona. Recuerdo que salí en silencio del Cine Cid Campeador de Madrid (no había mucha gente) y que tuve que sentarme (no lo hago nunca) un par de minutos en uno de los sofás que había a las puertas de los servicios porque se me saltaban las lágrimas por lo que había visto. La gente salía en silencio (algo inusual en un cine) y no comentaban nada y yo supe que había ido a algo que rara vez se volvería a repetir.
Recomendé la película a mis padres (por una vez, fue al revés) y sé que mi padre, cuando llegó a casa, dijo: "Una última obra maestra. Es buenísima. Este tío sabe lo que hace".
Abrazos impíos.
Anónimo ha dicho que…
Todo lo que hace el Tito lleva un sello de calidad indiscutible.

Como a mucha gente me gusta más en su faceta de director, sabe dar con la tecla que nos conmueve y nos emociona.

Recuerdo que cuando vi en el cine "Million Dollar Baby", al acabar la pelicula nos quedamos toda las sala en silencio quietos y alguien dijo en voz alta "vamos!! que esto es una película y la vida sigue", lo que nos da una dimensión de lo que siente la gente al acabar los trabajos de Eastwood.

De entre todas, yo me quedo con "El intercambio" la magistral interpretación de Angelina, nunca ha estado más guapa, los giros de guión, me encantó y me sigue encantando cada vez que la veo.

Merecida inclusión en este, imprescindible ya, repaso lunero.

Besos emocionados.

Albanta

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