EL CINE EN CIEN PELÍCULAS (XXXI)


-Es una niña preciosa
- ¿Está segura?
- Si
-Según la ecografía era un niño.
-Eso puede ocurrir.
-Mi familia política se pondrá furiosa y pedirán el divorcio. Ellos querían un chico. ¡Mi pobre hija¡



EL CÍRCULO (Dayereh). Irán. 2000 Dir: Jafar Panahi con Feresteh Sadr Orafai, Maiyan Parvin Albani, Marguess Manizadeh. 90 min.

No podía faltar en una sección como esta un capítulo dedicado al cine iraní. Sí, ya sé que hablar del cine de esa nacionalidad supone el colmo de la cinefilia y el gafapastismo extremo, como lo fue el cine europeo en tiempos de los cine- fórums y el arte y ensayo. Ya sé que hablar del cine de esas latitudes equivale también a hablar de un cine aún minoritario y selecto, y que sus producciones son carne de filmoteca, y que las más de las ocasiones su radio de exhibición no sobrepasa el reducido universo de los festivales internacionales. El fenómeno nació hace ahora dos décadas cuando el cine iraní llegó a nuestra vida para quedarse definitivamente. A la vida de los gafapastas y de la de los ratones de filmoteca al menos. Además, hoy comprobaremos cómo el cine continúa siendo un arte subversivo, de cómo en muchas partes del mundo algunos cineastas siguen jugándose la vida por ejercer su profesión y pagan caro el precio de dar rienda suelta a su libertad creadora. Hoy hablaremos también de Jafar Panahi, uno de los grandes represaliados del cine actual, condenado por las autoridades de su país a no poder hacer lo que mejor sabe: algo tan aparentemente inocuo como rodar películas.

Lo cierto es que la historia del cine persa se remonta casi a los orígenes del mismo cine. En 1900, el Sah Mozzafarredin Quayar visitó la Exposición Internacional de París donde vio el nuevo invento de los Lummiere. El mandatario quedó tan fascinado por el artilugio que encargo a su fotógrafo personal que trasladase a su país la maquinaria suficiente para empezar a hacer cine allí. La historia del cine iraní es, sin embargo la que es, supeditada siempre a un país y a una sociedad que viven aún hoy anclados en la Edad Media. La industria del cine iraní se desarrolla sobre todo a partir de los años cincuenta, a imagen y semejanza del modelo de India, con especial promoción para las producciones comerciales de escaso valor artístico, y con una censura que funciona a pleno rendimiento.

La situación, desde luego, no mejora, tras la Revolución de 1978 y la llegada del régimen islámico. A muchos el episodio les sonará porque hace unos años fue magníficamente recreado en la gran pantalla por Ben Affleck en su estupenda y oscarizada Argo (2012). Los Ayatolah utilizan el cine como un instrumento para combatir la “occidentalización” que, según ellos, está sufriendo el país, e imponen muchas más restricciones y una censura si cabe más severa. Algo no obstante está comenzando a fraguarse subterráneamente para cambiar un poco las cosas.

La verdadera revolución del cine iraní llega de la mano de Abbas Kiarostami. En ausencia de una prensa libre, el cine se convertirá en el primer elemento crítico de la nación. Forzosamente ha de ser un cine tremendamente críptico y plagado de metáforas y referencias simbólicas, y Kiarostami, que además de cineasta es fotógrafo y poeta, lo sabe muy bien. Su carrera arranca a comienzos de los setenta, y su presencia en los festivales europeos determina el posterior despegue internacional del cine de su país. Su primer éxito en el exterior será ¿Dónde está la casa de mi amigo? (1987) a la que siguen Y la vida continúa (1992) y A través de los olivos (1994). Estos tres títulos conforman la que después se ha considerado la “trilogía de Kohler” – ya que las tres se desarrollan en esa región- aunque nunca ocupó la mente de Kiarostami formar dicha trilogía.

Con El sabor de las cerezas (1997) el director se alza con la Palma de Oro de Cannes, pero para entonces su prestigio y su reconocimiento ya están más que consolidados entre los cinéfilos de todo el mundo.  El viento nos llevará (1999) le supone además el Gran Premio del Jurado en Venecia, amén del premio de la crítica internacional FIPRESCI en el mismo festival. Entre su filmografía, también destaca Copia certificada (2010), película rodada en la Toscana italiana bajo bandera francesa y con Juliette Binoche al frente del reparto. En ella, se permite un trampantojo en el que reflexiona sobre la verdad, la mentira y de ese gran artificio que es el cine.

El estilo de Kiarostami también resulta determinante e influye en las posteriores generaciones de directores persas. El realizador se declara desde sus inicios un ferviente admirador del neorrealismo italiano, demostrando esa pasión en todas sus películas, protagonizadas casi siempre por actores no profesionales. Quizá por aquello de hacer de la necesidad virtud, y condicionados por el hecho de contar siempre con bajos presupuestos, el cine iraní recurre constantemente a las técnicas propias de los neorrealistas. Kiarostami parte de argumentos simples y cotidianos para construir laberintos más complejos que cuestionan todo lo cuestionable. Temas habituales en su cine son la infancia, la vida rural y las fronteras entre la realidad y la ficción.

La tradición “neorrealista” del cine de Kiarostami llega hasta prácticamente nuestros días con directores que utilizan el cine un arma de protesta para denunciar la situación que determinados colectivos de personas están sufriendo en la actualidad en el país. Es el caso de nombres como los de Bahman Gobadi, autor de las impactantes Un tiempo para los caballos borrachos (2000) y Las tortugas también vuelan (2004) o Hana Mahkmalbaf, una joven que con tan solo 18 años asombra al mundo en 2007 con la conmovedora Buda explotó por vergüenza.

Más proclive a la ficción y con un perfil menos politizado - a diferencia de la mayoría de directores iranís nunca ha tenido especialmente problemas con las autoridades de su país-, surge la figura de Asghar Farhadi, sin duda el cineasta iraní con mayor proyección internacional en estos momentos. Farhadi estudia teatro en la Universidad de Teheran y después cine para empezar trabajando en televisión escribiendo guiones. Su debut tras la cámara se produce en 2002 con la película Dancing in the dust, aunque comienza a llamar la atención de los cinéfilos del planeta después de ser elegido mejor director en la Berlinale de 2009 con la exclente A propósito de Ely.  Allí coincide con la actriz Golshiffeh Farahani que ya por entonces había protagonizado el éxito de Hollywood Red de mentiras (Ridley Scott, 2008). Precisamente, por su aparición en este film, Farahani había sido repudiada por el régimen islámico al mostrarse con el pelo suelto en varias escenas. A la chica la hemos vuelto a ver después junto a Antonio Banderas en la muy fallida Altamira (Hugh Hudson, 2016) o como pareja de Adam Driver en Paterson (Jim Jarmusch, 2016).

A los cuarenta y seis años, Farhadi puede presumir de ser uno de los pocos realizadores en activo poseedor de dos Oscars. El primero lo consiguió en 2011 gracias a una obra maestra titulada Nader y Simin una separación, perfecta combinación de drama y tensión que revela al director como un maestro en el arte narrativo. Su segunda estatuilla se la debe a El viajante (2016), igualmente notable aunque a todas luces inferior a la que le valió la primera en la que Farhadi vuelve a ilustrar la historia de una pareja en crisis con imprevisibles y acertados giros narrativos; el triunfo se vio además rodeado de la controversia que suscitó la negativa de la administración Trump a la presencia del director en la ceremonia.

Entre Oscar y Oscar, Farhadi logra dirigir su primera película fuera de Irán. En 2013 se va a Francia para rodar con Berenice Bejó El pasado, drama que parece guardar cierta simetría con Nader y Simin. Este mismo año el realizador ha proseguido su gira europea rodando en España Todos lo saben, otro melodrama familiar que me temo no se encuentra entre sus títulos más brillantes.


Sin embargo, el discípulo más aventajado del maestro Kiarostami responde al nombre de Jafar Panahi, y de hecho, para algunos, estamos en uno de esos casos típicos en los que el alumno supera al profesor. Nacido en Teheran en 1960, Panahi fue todo un niño prodigio que a los diez años ya había ganado un concurso literario con su primer libro. A esa edad, comienza también a interesarse por el cine y a rodar sus primeros cortos en 8 mm. El realizador realizó el servició militar durante la guerra entre Irán e Irak, plasmando su experiencia en el conflicto en un documental.

Su opera prima, El globo blanco (1995) llama la atención fuera de su país, y obtiene la Cámara de Oro en el Festival de Cannes. Tres años antes se había soltado como ayudante de dirección de Kiarostami en A través de los olivos.  El prestigio en el mundo de Panahi crece con cada película. El espejo (1997), premiada en Locarno, El círculo (2001), León de Oro en Venecia, o Sangre y oro (2003), Espiga de Oro en la Seminci, completan los primeros años de una filmografía bendecida por la crítica y los festivales internacionales.  Su estilo también se depura con cada nuevo film.
Influido, al igual que Kiarostami, por el neorrealismo, Panahi demuestra una especial sensibilidad hacia los problemas que afectan a la sociedad de su país. Su mirada crítica pone el foco en los colectivos más vulnerables de dicha sociedad como los niños o las mujeres. En Offside (2006) cuenta en clave tragicómica la odisea de un grupo de mujeres aficionadas al balompié que se cuelan en un campo de fútbol disfrazadas de hombres para ver un partido (en Irán está prohibida la entrada de mujeres a los estadios). La cinta se filmó durante la celebración real del Irán – Bahréin, clasificatorio para el Mundial de Alemania 2006, lo que da cuenta de la inmediatez documental con la que Panahi se plantea los rodajes de sus películas.

Y entonces llega 2009, y con él el particular calvario de Jafar Panahi. El 30 de julio de ese año el cineasta asiste al entierro de Neda Agha Soltan, una joven de 27 años asesinada a manos de la milicia Basij durante las protestas que se sucedieron a las elecciones del mes anterior. Panahi es detenido a la salida del cementerio, pero es puesto en libertad a las pocas horas. El 1 de marzo, las autoridades se presentan en la casa del director y vuelven a arrestarle junto a su familia y a algunos amigos que se encontraban allí en ese momento.  A Panahi se le acusa de "actuar contra la seguridad nacional y hacer propaganda contra el estado". Según las autoridades, Panahi se encontraría rodando una película contra el régimen en la que se mostrarían los acontecimientos posteriores a los comicios. En diciembre de 2010 se confirma su condena consistente en 6 años de cárcel, 20 de inhabilitación para ejercer su profesión, viajar al extranjero y conceder entrevistas.

La detención de Panahi provoca una inmediata reacción en la comunidad internacional. Cineastas y gentes de la cultura se movilizan firmando cartas en las que exigen la liberación del director iraní. En mayo, este escribe desde la cárcel un comunicado en el que hace públicos los malos tratos que está recibiendo y anuncia que va a empezar una huelga de hambre.

Todos estos tristes acontecimientos han tenido una lógica y enorme repercusión en lo que ha sido desde entonces a hoy la posterior obra cinematográfica de Jafar Panahi que, burlando a sus carceleros ha seguido haciendo películas con la pericia de un funambulista. Solo por el hecho de rodarse – ¡ y distribuirse ¡- los films de Panahi merecen el calificativo de proeza. Circula la leyenda de que la copia de Esto no es una película (2011) llegó a Cannes dentro de un pen drive que a su vez iba camuflado en una tarta. El director se encontraba en su domicilio a la espera de que se resolviese el recurso que había interpuesto para anular su condena –finalmente no prosperaría- cuando decidió hacer una película que, para cumplir “a rajatabla “ las acusaciones de las que era imputado, no fuese una película. De ahí, el título de un film inclasificable en el que, con la ayuda de su habitual ayudante de dirección, Panahi muestra al espectador su día a día como cautivo, al tiempo que reflexiona sobre lo que es para él el cine.

Su siguiente título en la clandestinidad es Closed Courtain (2013) un título mucho más críptico que el anterior que el director concibe como una metáfora de su propia situación, creando una atmósfera opresiva y claustrofóbica en la que incluso es posible ver la huella de autores como Polanski. Taxí Teherán llega en 2015 con el Oso de Oro de Berlín bajo el brazo también en clave autorreferencial. El propio Panahi recorre las calles de Teheran a bordo de un taxi pulsando el latido de sus habitantes. La metáfora, en esta ocasión, resulta más explícita que nunca; el vehículo, habitáculo cerrado como una cárcel, y una pequeña cámara oculta fija en el salpicadero que representa la incapacidad del director por seguir contando historias en total libertad.   La película es además un homenaje al maestro Kiarostami que utilizó el mismo recurso en Ten (2002).

En unos días llega a España, Three faces, la nueva película de Jafar Panahi, galardonada también en Berlín, en esta ocasión por su guión.  Una película que, de nuevo, no será una película sino un ejercicio de prestidigitador. También de resistencia, valentía y honestidad.




Y el delito de Panahi, siempre fue, como dijimos, al principio, … hacer cine. En sus dos primeras películas, El globo rojo y El espejo, el cineasta había sacado su cámara a las calles de Teherán para confirmarse como el digno heredero de Kiarostami con esa mezcla de estilo documentalista y poético. En la tercera se atrevió a ir un poco más allá, confirmando que podía llegar a ser bastante más explícito y atrevido que su mentor. Y hacer más daño. La idea de El círculo surge de una noticia leída en prensa por el propio Panahi que informaba del asesinato de dos niñas a manos de su madre y del posterior suicidio de esta última. Además, el director acababa de ser padre de una niña y se valió de su propia experiencia para escribir el guión.

La película arranca precisamente en la sala de partos de un hospital. Mientras van pasando los títulos de crédito acertamos a oír los esfuerzos de una parturienta mientras está dando a luz a su hijo. En la primera escena, vemos cómo una anciana se acerca a una de las enfermeras del centro, y le pregunta si sabe si su hija tenido ya al bebé. Aquella, tras consultarlo, le dice que sí y además que se trata de una niña. La anciana se muestra entonces decepcionada, ya que según la ecografía apuntaba a que la criatura había de ser un varón. Maldice la suerte no solo de la recién llegada por haber nacido mujer, marcada para siempre en un país como Irán, sino también la de su propia hija que seguramente será repudiada por su marido y por la familia de este. Acto seguido, abandona el hospital.  La cámara la sigue en un prolongado plano secuencia, para, ya en el exterior, posarse en torno a tres jóvenes que se encuentran discutiendo entre ellas, y que a partir de ese momento pasarán a ser el centro de atención.  Panahi estructura su película como una sucesión de historias que se engarzan una tras otra como las cuentas de un rosario hasta cerrarse en el círculo que sugiere el título, un círculo cerrado del que es muy difícil escapar.

Las ocho mujeres que protagonizan las distintas historias que forman El circulo comparten unas con otras un pasado terrible, un desolador presente, y lo que es peor, un futuro en el que no se atisba rendija alguna para la esperanza. Aun así, intentan salir adelante a base de la dignidad que otros les niegan. Es llamativa también la solidaridad que muestran entre ellas, sin duda por el hecho de compartir el mismo destino trágico, y esa es quizá la única nota de esperanza que contiene el film. La película te golpea, no hay duda, es brutal pero al mismo tiempo necesaria, imprescindible me atrevería a señalar. Hay escenas sobrecogedoras como la que nos muestra a esa madre que abandona a su hijita en plena calle y se esconde tras unos contenedores esperando que alguien, capaz de regalarle una vida mejor, la recoja. Hay otras que apelan al cinismo y a la hipocresía de los hombres como la de ese soldado delante de una cabina de teléfonos que le pide a la protagonista que llame a su amante para hacerse pasar por una amiga en el caso de que quien se ponga sea el marido. Sin embargo, al mismo tiempo, Panahi no se regodea en la demagogia ni nos pide a gritos compasión, algo por desgracia muy frecuente en determinado cine social. Así son las cosas y así nos las cuenta. Si en las mencionadas El globo rojo y El espejo, la crítica al régimen era todavía demasiado sutil – al estar contadas ambas desde la perspectiva de una niña-, aquí el ataque es frontal y directo.

Es raro que las autoridades islámicas tardaran siete años en incriminar a Panahi en asuntos que iban en contra de la seguridad nacional. En El círculo ya había motivos más que suficientes para considerarse subversivo y persona “non grata”. Desde los inicios de su carrera, el cineasta se reveló como un artista incómodo con y para el régimen. En teoría, quedan todavía doce años para que termine su castigo. El mundo del cine se ha movilizado para exigir su liberación- un año fue elegido miembro del jurado en Cannes y su silla permanecía simbólicamente vacía en todas y cada una de las deliberaciones. Nosotros no vamos a ser menos. Y no seremos tan cínicos como C.B (no el nuestro, el otro) que en una de sus críticas en el festival francés llegó a decir muy frívolamente algo así como que, por favor, liberen pronto a este hombre para que pueda hacer películas menos aburridas de las que ha hecho hasta ahora. Definitivamente,  no es ese nuestro deseo, queremos que Panahi vuelva a dirigir, porque será la prueba más clara de que el cine, el cine de verdad, nos hace más libres y mejores seres humanos.

WOMAN 
Neneh Cherry

You gotta be fortunate
You gotta be lucky now
I was just sitting here
Thinking good and bad
But I'm the kinda woman
That was built to last
They tried erasing me
But they couldn't wipe out my past
To save my child
I'd rather go hungry
I got all of Ethiopia
Inside of me

And my blood flows
Through every man
In this godless land
That delivered me
I've cried so many tears
even the blind can see

This is a woman's world.
This is my world.
This is a woman's world
For this man's girl.
There ain't a woman in this world,
Not a woman or a little girl,
That can't deliver love
In a man's world.
I've born and I've bread.
I've cleaned and I've fed.
And for my healing wits
I've been called a witch.
I've crackled in the fire
And been called a liar.
I've died so many times
I'm only just coming to life.

My blood flows
Through every man and every child
In this godless land
That delivered me
I cried so many tears
even the blind can see

MUJER 
Neneh Cherry

Debes sentirte afortunada
debes sentir ahora que has tenido suerte
Simplemente estaba aquí sentada
Pensando en lo bueno y lo malo
Y es que soy el tipo de mujer
Que fue hecha para durar
Ellos trataron de borrarme
Pero no podrían revelar mi pasado
Para salvar a mi niño
Yo preferiría andar hambrienta
Tendría todo Etiopía
Dentro de mí

Y los flujos de mi sangre
A través de cada hombre
En esta tierra atea
Que me entregó
He llorado tantas lágrimas
que hasta un ciego las puede ver

Este es mi mundo de mujer
Para la chica de este hombre.
No hay una mujer en este mundo,
No una mujer ni una niñita,
Que no pueda entregar amor
En el mundo de un hombre.
Yo he nacido y he tenido pan.
Yo he limpiado y he alimentado.
Y preparé mis ungüentos
Y me han llamado  bruja.
Yo he crujido en el fuego
Y me han llamado mentirosa.
Yo he muerto tantas veces
que no hago otra cosa que renacer.

Los flujos de mi sangre
A través de cada hombre y cada niño
En esta tierra atea
Que me entregó
He llorado tantas lágrimas
que hasta un ciego las puede ver.




Comentarios

CARPET_WALLY ha dicho que…
Que barbaridad, guses así son los que me avergüenzan, los que hacen que repentinamente tome conciencia de todas mis carencias y rebajen mis infulas cinéfilas.

Es cierto que el cine es casi inabarcable, por mucho que te des sesiones de horas de proyección no hay capacidad humana de llegar a todos los sitios. Ahí están los 15 estrenos que nos contaba Albanta el viernes (se habían producido además otros tres durante la semana, con lo que se hacía un total de 18), la semana anterior habían sido 19 las películas estrenadas, 14 serán las de la semana que viene...51 films en tres semanas, ¿para qué?.

Nuestra vida, la de cada uno, ya tiene las suficientes horas cubiertas con múltiples obligaciones, así que siendo optimistas y esforzados lo mismo podemos conseguir acercarnos a ver una o dos, incluso en la mejor de las semanas 3 de aquellos estrenos que nos parecen interesantes. Pongamos que hemos tenido unas semanas muy fructíferas y hemos conseguido ir 5 veces en estas tres semanas. Nos habríamos dejado 46 películas sin ver.

Y es ahí, en esas 46 restantes donde reconozco mi enanez cinéfila y porqué no reconocerlo un prejuicio muy poco estimulante. Es muy probable que descarte aquellas películas que me hablen de sociedades que no reconozco (orientales, islámicas e incluso muy latinas), pues tengo el occidentalismo muy arraigado. No es más que un ejercicio de vagueria, eliminar el esfuerzo de conocer lo distinto. También eliminaría aquellos films en los que no me aseguro el entretenimiento, si creo a priori que tendrán un ritmo demasiado pausado o no acompasado al que estoy habituado, hecho con prisas y acelerado. Y así iría añadiendo descartes por tipo de film : los documentales para la tele; las de dibus ya no más , que me las vi todas cuando mis críos eran pequeños; las que me hacen sufrir tampoco; las que ya he leído o me han llegado rumores de que son un bodrio absoluto...En definitiva, si tienes que elegir, en el mejor de los casos, el 10 por cierto de la oferta lo tienes duro.

Y ahí en esa dureza es donde vas dejando un tipo de cine que no logró entrarte nunca porque nunca le diste la oportunidad. El cine iraní es uno más de mis enormes vacíos, he leído bastante sobre él pero apenas he visto un par de las películas que menciona Dex en su estupendo post. "El circulo" no es una de ellas.

En todo caso viene bien el gafapastismo maño, hago un propósito de enmienda y voy a rebuscar en plataformas varias para cubrir un poco mi ignorancia. Gracias Dex.

Abrazos con hiyab
César Bardés ha dicho que…
"¿A que va el cine iraní a un festival? A ganarlo, naturalmente" (Oti Rodríguez-Marchante)
Es verdad que, imbuidos por un ritmo y una forma de narrar que se nos ha impuesto desde pequeños, hay una cierta indiferencia generalizada hacia el cine de otras latitudes. Todo eso conlleva un cierto peligro y es que, llevados por esa indiferencia, los gafapastas de turno se dedican a cantar exageradas loas a un cine que saben que no vas a ver, que, en el mejor de los casos, te acercarás de forma esporádica y que, en muchos más de los que nos imaginamos, ni siquiera ellos han visto.
Hace tiempo, en un chat de cinéfilos (no de terra, sino de aquella plataforma que era Ya), me enzarcé con un individuo que no tenía ni puñetera idea de quién era John Frankenheimer, pero que no dejaba de ensalzar hasta límites insospechados a Abbas Kiarostami y decía, con supuesto arrojo, que el cine de éste último era mucho mejor que el de Frankenheimer, aunque fue incapaz de decirme alguna película de éste.
Ése es el tipo de cinéfilo que yo rechazo. El que, vestido de intelectualidad, pretende decirme cargado de razón que un cineasta marginal (en este caso Kiarostami pero podría haber sido Jon Jost, Kenneth Anger o Albert Serra) merece más la pena que cualquier otro del que ni siquiera ha oído hablar, sólo por el hecho de que pertenece a ese cine marginal (en ocasiones, cargado de mérito como es el caso de Panahi) y no al cine más habitual de los circuitos comerciales, aunque en este caso fuera un cineasta clásico.
De hecho, el tipo me retó a que yo dijera una película iraní que no fuera de Kiarostami, a ver si yo podía decir alguna (incauto él), empecé por "Yol (El camino)", de Yilmaz Guney, que abrió la puerta al cine iraní en los festivales internacionales. Como no le sonaba de nada, ignoró la propuesta. Seguí con Mohamed Makhmalbaf y su hija, que han hecho películas muy meritorias. Aún el tema de Panahi no había estallado así que no le nombre, más que nada porque no le conocía. El caso es que llegué hasta la media docena de títulos. Al tipo no le sonaban de nada. Él no salía de Kiarostami, porque era el que estaba en boca de todas, igual que Antonioni lo estaba en los sesenta.
De Panahi he visto poco, tengo que reconocerlo, más que nada porque no es fácil acceder a sus películas aunque "El círculo" sí que la he visto. Y lo que más me gusta de él es eso que tú mismo apuntas en tu post, Dex. Y es que no intenta convencerte. Sólo te describe. Tú mismo eres el que se forma un juicio de cómo son las cosas. Y eso, dentro de su propia prisión, es ejercer la libertad. Así que bravo por Panahi y por ti, por traernos esa muestra de que el cine, a pesar de los hombres, también es libre en condiciones que distan mucho de la libertad.
Abrazos de ojos negros.
Anónimo ha dicho que…
Acercarnos a este tipo de cine es acercarnos a otras formas de contar las cosas, otros ritmos, otras culturas, que normalmente no gozan de un aplauso multitudinario.

Da igual, a algunos nos gustan y no porque sean un símbolo o no del gafapastimo y la intelectualidad, simplemente porque nos agrada que nos cuenten historias pequeñas de otro modo, con un punto de vista diferente al nuestro.

Así como lo hace nuestro maño que nos cuenta las cosas tan despacito y tan bien.

Otro enorme Gus. gracias.

Abrazos Sunitas.

Albanta

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