EL CINE EN CIEN PELÍCULAS (XXX)


Esta canción del Hombre y la Esposa
Es de ninguno y de todos los lugares
Podrías oírla en cualquier lugar, en cualquier momento.
Donde quiera que salga y se ponga el sol
En la confusión de la gran ciudad
O bajo el cielo despejado de una granja.
La vida es siempre igual,
A veces amarga, otras veces dulce.



AMANECER (Sunrise) USA, 1927. Dir W. F. Murnau. Int: George O ´Brien, Janet Gaynor, Margaret Livingstone. 94 min

Hoy en nuestra serie tenemos una cita con uno de los grandes creadores de la Historia del Cine. Sé que a estas alturas este epíteto puede resultar hasta gratuito de tantas veces que lo usamos en esta serie, pero en esta ocasión, creo que tiene más sentido incluso que en otras. Porque hablamos de la máxima autoridad del llamado expresionismo alemán, la primera corriente verdaderamente importante que surgió dentro del nuevo arte, nacida cuando este apenas contaba dos décadas de vida. Si bien F. W. Murnau no puede ser considerado en propiedad como el padre del movimiento, sí fue el que le dio verdadera carta de identidad a partir del comienzo de los años veinte.  Y todo ello con una filmografía breve que apenas supera una quincena de títulos

Los primeros expresionistas habían empezado a experimentar con sus trabajos unos diez años atrás, pero las primeras obras maestras del movimiento datan de la época del director del que hoy hablamos. Tras un primer periodo creativo en su Alemania natal, en 1926 Murnau recibe un contrato de la Fox y marcha a Estados Unidos donde se reencuentra con muchos compañeros de profesión que se habían instalado en Hollywood huyendo de la persecución nazi. Una vez allí, al igual que esos compañeros, debió reinventarse. Y aunque intentó volver varias veces a su patria – de hecho lo hizo en 1927-, la situación política y la de los propios estudios UFA, los más importantes del país, impidieron que volviese a trabajar en su país natal.

Bueno, pero empecemos por el principio. Firedrich Wilhelm Murnau nace el 28 de diciembre de 1888 en la ciudad de Bielfield, una de las más importantes de la región de Westfalia Norte. Su verdadero apellido era Pumple, pero ya de joven prefirió cambiárselo por no interferir en los negocios de su padre, un influyente empresario textil. Estudió literatura, arte, filosofía y música en la Universidad de Heidelberg donde coincidiría con Max Reinhard, principal teórico de la escuela expresionista con el que colaboraría más adelante.

Con la llegada de la guerra, Murnau debe abandonar temporalmente su formación académica para alistarse en la aviación y unirse al combate. No obstante, un grave accidente en Suiza le obliga a abandonar el conflicto antes de tiempo (tal y como le ocurrió también a Renoir). Es entonces cuando reanuda su actividad teatral adhiriéndose al movimiento expresionista. En teatro, los expresionistas se organizan en torno a su oposición al naturalismo y a su forma de representar el mundo y la realidad. Estos nuevos artistas intentan reflejar la esencia de las cosas a través de una visión subjetiva e idealizada.

En este punto surgen autores como Fritz Lang, Georg W. Past, Robert Wienne o el propio Murnau que debuta como realizador cinematográfico en 1919 con la película El muchacho de azul.  En los años siguientes escribirá alguna de las páginas más brillantes de la Historia del Cine. Murnau se revela como un maestro en la creación de atmósferas y de la puesta en escena, cuya curiosidad y talento natural le llevan a estar innovando y experimentando de forma constante.

En 1922 llega la primera de sus grandes obras maestras, Nosferatu, subtítulada originalmente como eine Symphonie des Grauens.  Aunque se trata de una versión bastante particular del Drácula de BramStocker, la película ha de verse como producto de un contexto muy determinado, con el trasfondo de la Alemania recién derrotada en la Guerra, y plagada de una simbología igualmente muy concreta. La obra, por supuesto ha sido imitada hasta la saciedad, tanto en sus contenidos como en sus formas, e incluso Werner Herzogrealizó en 1979 un remake del film. La misteriosa leyenda que rodeó el rodaje del original de Murnau fue recreada asimismo en La sombra del vampiro (E. EliasMenghe, 2000), que protagonizaban John Makovich y Williem Dafoe .

En 1923 colabora junto a Thea Von Harbou- primera esposa de Fritz Lang y coautora del guión de Metrópolis- en El nuevo Fantomas, una película basada en la novela del Premio Nobel Gerhart Hauptmann, y que se rueda en un tiempo récord de 16 días. Un año más tarde llega otra de las cumbres en la filmografía del director. El último cuenta la historia de un orgulloso y arrogante anciano que lleva toda una vida trabajando como portero de un lujoso hotel, y que, de la noche a la mañana, es degradado a mozo de lavabos. A partir de entonces, los esfuerzos del protagonista se centrarán en intentar ocultar al vecindario su nueva posición. Se trata de un sencillo argumento que reflexiona sobre temas como el desprecio a la vejez o las consecuencias del capitalismo incipiente en la época. Sin embargo, si por algo destaca un film como este es por su brillante acabado formal al ser el primer film que explota de manera absoluta los movimientos de cámara. Hasta entonces, todos los planos se rodaban con una cámara fija, pero en esta película, la cámara sube, baja, se cuela en los ascensores, avanza y retrocede por pasillos… Este recurso a su vez introduce otro que será de vital importancia en la narración cinematográfica a partir de ese momento; la subjetividad y el punto de vista. Una auténtica gozada y una obra maestra, maravillosamente interpretada por cierto por uno de los grandes actores alemanes de la época, Emil Jannings (dicho sea de paso, uno de los títulos favoritos del cine mudo para este humilde servidor de ustedes).

Sobre el tema de la hipocresía, apuntado en El último, versa igualmente  Tartufo (1925), adaptación de la homónima pieza clásica de Molière que cuenta de nuevo con Jannings en el papel protagonista. El último film del periodo alemán de Murnau es otra versión literaria, Fausto (1926) en la que el director lleva a la pantalla el famoso texto de Goethe, figura especialmente idolatrada por los expresionistas (en realidad el expresionismo se considera una prolongación natural del movimiento romántico). Estamos ante una ambiciosa y costosísima superproducción dirigida de un modo muy personal por Murnau en la que sobresale el manejo de los efectos de la iluminación y los claroscuros.

El cine vive una época de profundas transformaciones y cambios cuando Murnau se instala en Hollywood en 1926. Estamos en plena transición del mudo al sonoro, y el director alemán no duda en utilizar el nuevo sistema de sonido Movietone para crear una banda sonora y unos efectos sonoros sincronizados para su primer film norteamericano Amanecer (1927), la película de la que hablaremos a continuación.  La obra está considerada uno de los grandes clásicos del cine, y ganará tres Oscars en la primera edición de los Premios de la Academia.  La primera película plenamente sonora de Murnau será El pan nuestro de cada día (1930) aunque el cineasta tuvo varios problemas para sacarla adelante.  La película comenzó siendo muda, y Murnau tuvo que ceder ante la presión de los productores que, ante el impacto que estaba recibiendo el cine sonoro, querían diálogos en la pantalla.

Desencantado por el hecho anterior, el cineasta decide abandonar el mundo de la ficción y asociarse con el documentalista Robert J Flaherty y rodar su próximo proyecto. Murnay y Flaherty se marchan a Bora Bora para filmar Tabú (1931), película que, desarrollando una línea argumental mínima, la historia de amor entre dos jóvenes pertenecientes a dos tribus enemigas, da testimonio documental acerca de cómo viven los indígenas que habitan la isla del Pacífico asiático. Tabú será la última película de Murnau que murió en un accidente de coche en Santa Mónica el 11 de marzo de 1931. Sus restos fueron trasladados al cementerio de Stannford cerca de Berlín, donde su cadáver ha sido profanado hasta en dos ocasiones (1971 y 2015).



Las primeras manifestaciones expresionistas en el cine alemán se producen a comienzos de la década de los diez del siglo pasado, pero el movimiento no se desarollará y se consolidará hasta más tarde. Para entonces, ya se  han dejado de cultivar las técnicas expresionistas en la mayoría de disciplinas artísticas, como el teatro que explora ya nuevas fórmulas con autores como Bertolt Brecht. En consecuencia el cine expresionista alemán presenta unas características muy particulares que no comparte con otras artes, influido por otro contexto histórico . Tras la derrota en la guerra, Alemania se encuentra en la quiebra más absoluta, y el expresionismo nace como una reacción ante el extrañamiento que produce el nuevo orden mundial. Por otra parte,  las películas que llegan de Estados Unidos ofrecen una imagen triunfalista de los vencedores, y otra bastante más siniestra de los derrotados. Las autoridades deciden tomar cartas en el asunto y reorganizar la industria cinematográfica en el país, creando los potentes estudios de la UFA que serán el principal soporte para las nuevas producciones.

Así pues, el movimiento expresionista en el cine alcanza su apogeo a principios de los años 20. En 1920, Robert Wiene estrena El gabinete del doctor Caligari, obra cumbre del nuevo estilo, inspirada en una serie de asesinatos que tuvieron lugar en Hamburgo unos años antes. El film cuenta la historia de un loco hipnotista que utiliza sus artes para inducir a su sobrino a cometer crímenes horribles. Para muchos, estamos ante la primera película de terror de la historia y en una precursora del cine de arte. La obra sienta las bases del expresionismo  cinematográfico tanto desde el punto de vista argumental como técnico.  En este sentido, destaca la asombrosa escenografía influida notablemente por el arte de las vanguardias con reminiscencias cubistas, usadas no como simple decorado, sino para recrear un mundo de pesadilla y una atmósfera enfermiza. Estética y narración van de la mano en un cine que glorifica además la figura del monstruo en consonancia con la tradición romántica (y así tenemos al propio Caligari, a Nosferatu o al vampiro de Düsseldorf de Lang y Peter Lorre).  Robert Wiene procedía del teatro y tuvo que huir a Francia tras el ascenso al poder de los nazis. Allí quiso rodar una nueva versión de su célebre film junto al maestro de las vanguardias Jean Cocteau. El gabinete del doctor Caligari fue un gran éxito que aupó también a la fama a su protagonista, Conrad Veindt, quien también debió emigrar, en esta ocasión, a Hollywood huyendo de Hitler (su papel más conocido además del que interpreta en la cinta de Wiene será el del mayor Strasser de Casablanca).

El desarrollo del expresionismo en el cine alemán se complementa con la propuesta de Max Reinhard de crear la Kammerspielfen o el Teatro de Cámara que suele abandonar los argumentos fantásticos y da prioridad a argumentos más sencillos y simples.  No obstante, autores como Lang o Murnau continúan llevando el expresionismo a sus cotas más altas con producciones en las que siguen innovando con aspectos formales, y adaptando a los mitos literarios románticos (Fausto, Drácula). Lang irá un poco más lejos con la monumental distopía Metrópolis (1927) de la que ya hemos hablado aquí. La obra supone el apogeo del expresionismo arquitectónico en el cine, como Caligari supuso el apogeo pictórico.

Además de ser considerada uno de los títulos claves de la Historia del Cine, Amanecer ha sido también considerada en más de una ocasión como una de las películas más románticas de todos los tiempos. A través del proceso de redención que vive su protagonista, la obra se convierte en una verdadera exaltación del amor. Como reza un subtítulo que se lee al principio del film, esta es una historia universal que puede suceder en cualquier época y lugar. Para remarcar este carácter universal, los personajes principales no tienen nombre de pila y son presentados de manera genérica como “el hombre”, “la esposa” y “la mujer de la ciudad”. Los protagonistas son una joven pareja de campesinos que viven en el campo junto a su bebé de corta edad y la nodriza encargada de cuidar al pequeño. Durante un verano, el hombre es seducido por una mujer procedente de la ciudad que pasa sus vacaciones en el pueblo. En una de sus encuentros nocturnos, presidido por la amenazante presencia de la luna, la mujer convence al hombre de que se deshaga de su esposa, ahogándola durante un paseo en barca.  Todo tiene que parecer un accidente.

La pareja sale a pasear en su barca, pero cuando el hombre se dispone a poner en marcha su plan se arrepiente en el último momento. Una vez en la orilla, la mujer huye despavorida de quien iba a ser su asesino. El hombre la persigue hasta que ella para a un tranvía que marcha a la ciudad, y en el que también consigue montarse. Una vez en la ciudad, el marido sigue suplicando perdón a su esposa, pero ella sigue demasiado asustada. Entonces ven a otra mujer vestida de novia que sube las escaleras de una iglesia. Ambos entran en el templo , y asisten a la boda que también será una renovación de sus votos. Conmovida por el momento, la mujer por fin accede al perdón. Como dos recién casados, hombre y mujer pasarán en la ciudad una un día difícil de olvidar; entran en un salón de belleza donde ella se arregla el pelo y él se afeita la barba, comen en un restaurante, acuden a un parque de atracciones y terminan la velada en un baile.

De regreso a casa en una barca, se desata una terrible tormenta que inunda el bote. El hombre sugiere a la mujer que se abrace a unos juncos para no morir ahogada (la mujer de la ciudad le había sugerido antes la misma operación una vez hubiese consumado el asesinato). Cuando el hombre llega a la orilla sano y salvo descubre que su mujer ha desparecido y organiza una batida con sus vecinos que salen a buscarla a alta mar. Sin éxito, la expedición vuelve al pueblo, y el hombre se dirige a la casa de su antigua amante con el objeto de acabar con ella. Cuando está a punto de estrangularla, aparece la nodriza anunciando a voz en grito que su esposa ha sido encontrada. La película acaba con el amanecer de un nuevo día, la mujer de la ciudad abandona el pueblo, y la pareja celebra lo que será sin duda el comienzo de su nueva vida.

A pesar de este final impuesto por la productora, el guión de Carl Mayer – que ya había colaborado con Murnau en El último – sigue asombrando hoy tanto como el día de su estreno, hace casi un siglo. Mayer aporta una introspección psicológica de personajes inusual para la época, mostrando al personaje central femenino como un dechado de candor y bondad, en oposición a la mujer de ciudad, claro antecedente de la arquetípica femme fatale del cine negro. El hombre, por su parte, es el personaje que más se acerca al monstruo, un personaje dominado por sus bajos instintos (intenta matar a las dos mujeres), pero también con una enorme capacidad de amar. Murnau no rehúsa tampoco en utilizar los recursos expresionistas que han asombrado al público en su etapa alemana, echando mano de efectos como los encadenados o las sobreimpresiones.

George O´Brien y Janet Gaynor están magníficos en sus roles protagonistas. Él se convertirá posteriormente en un actor “fordiano” al que veremos en títulos como La legión invencible (1949) o El gran combate (1964);  ella será la primera mujer galardonada con el Oscar a la mejor actriz y se especializará en papeles melodramáticos como el de la primera versión de Ha nacido una estrella (William Wellman, 1937). Por su parte,  la tercera en discordia, Margaret Livingstone,  abandonaría el cine al poco tiempo de interpretar a la pérfida mujer de la ciudad de esta película.

Amanecer fue la mayor superproducción  en la carrera de Murnau. La Fox echó el resto en la recreación de la ciudad en la que transcurre la mayor parte de la acción, levantado el set de rodaje más grande y más costoso realizado por los estudios hasta la fecha. En contrapartida, la película fue también un éxito de taquilla. Se estrenó el 4 de noviembre de 19287, dos semanas antes de que llegase a las pantallas El cantor de jazz (Alan Crosland), considerado el primer film sonoro de la Historia. En la ceremonia de los Oscars del año siguiente, la primera que se celebraba, se coronaba como la gran triunfadora con tres estatuillas. Además del concedido a Gaynor, el film se llevó el premio a la mejor fotografía y el que la distinguía por ser el film de mayor calidad artística – mientras Alas de William A. Wellman se llevaba el galardón como “producción artística más sobresaliente” considerado el equivalente al actual “Mejor Película”.

Con premios o sin ellos, la película constituye una pieza clave en la evolución del melodrama y en el devenir posterior del propio arte cinematográfico. Porque eso, ni más ni menos es lo que, como primer movimiento histórico importante, hicieron los expresionistas con Lang y Murnau a la cabeza: elevar el cine a la categoría de arte.





Comentarios

CARPET_WALLY ha dicho que…
Pues he de reconocer que nunca he visto esta pelicula que conozco bien de leídas. También diré que nunca hasta ahora he tenido tantas ganas de suplir esa carencia cinéfila. El post, una vez más, es estupendo. Le encantará a mi hija a la que varias veces le enseño alguna de vuestras muestras de erudición contadas con tanto interés como el que provocáis al lector. 30 films ya es esta serie maravillosa.


Muchas gracias Dex.

Abrazos mudos
Anónimo ha dicho que…
Merecidamente traido Murneau a este histórico repaso.

Siempre he pensado que muchos Gus serían publicables, el de hoy por lo que dice y por cómo lo dice, sería uno de ellos.

Suerte contar con tanto talento, un privilegio.

Besos emocionados.

Albanta
César Bardés ha dicho que…
Sin duda, Murnau y "Amanecer" merecen estar en cualquier enciclopedia del cine como autor y obra de arte. Creo que no se puede añadir más. Quizá, y como apunte de Johnny Erratas, habría que decir o señalar que Murnau no emigró huyendo de los nazis (en el año de su muerte, los nazis aún no estaban en el poder) sino por razones puramente profesionales. Él veía mucha más amplitud de campo en los medios y las producciones cinematográficas americanas que en las europeas y, por eso, se decidió a emigrar a los Estados Unidos. Pecata minuta que no ensombrece para nada el trabajo del jefe.
Abrazos expresionistas.

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