GUS MORNINS 24/4/18

Pues nada, después del embarque del jefe de todo esto, me dispongo a rendir homenaje como es debido a los libros y a los lectores. La primera pregunta era sencilla. ¿De qué libro hablo? Es que me resulta muy difícil elegir porque nunca me he destacado por recomendar con acierto. Así que, pensando, pensando…me acordé de que hace mucho tiempo, en otra vida, cuando era profesor, se me ocurrió hacer un juego con los alumnos del colegio en el que daba clase para conmemorar precisamente este día. Se trataba de poner los inicios de unos cuantos libros para ver si eran capaces de saber el título (recordad, entonces no había muchos móviles y ninguno conectado a internet). Naturalmente, adapté el juego a sus edades y capacidades y con vosotros no tengo esa limitación. También os ahorraré la tortura de jugar y de que busquéis estos inicios intrincados, os pondré el título y el autor. Se trata de coger inicios atractivos, que inviten a leer…que creo que es de lo que se trata. Hay de todo y para todos. Comenzamos.
“La primera vez que le eché la vista encima, en el interior de un Rolls Royce Silver Wraith, junto a la terraza de The Dancers, Terry Lennox estaba borracho” Un largo adiós, Raymond Chandler.

“Con toda puntualidad, el sol se puso a las seis por detrás de las Blue Montains con un amarillento destello final; una oleada de sombras violáceas se abatió sobre Richmond Road, y los grillos y las ranas arbóreas de los floridos parques y jardines empezaron a chirriar y croar” 007 contra el doctor No, Ian Fleming

“El estudio estaba lleno de olor fuerte de las rosas, y cuando una ligera brisa de estío corrió entre los árboles, trajo por la puerta abierta el pesado perfume de las lilas y el más sutil de los agavanzos” El retrato de Dorian Gray, Oscar Wilde

“El primer lunes de abril de 1625, en la aldea de Meung había inusitada agitación. Todos los aldeanos que se dirigían a la Hostería del Molinero Blanco podían ver y conocer el motivo de aquel extraordinario bullicio” Los tres mosqueteros, Alejandro Dumas

“John Kurtz, jefe de la policía de Boston, hizo un esfuerzo por acomodarse entre las dos criadas. A un lado, la irlandesa que había descubierto el cadáver lloraba a lágrima viva y gimoteaba plegarias que no resultaban familiares (porque eran católicas) ni inteligibles (a causa del llanto), y con sus cabellos producía picazón en la oreja de Kurtz. Al otro lado se sentaba la sobrina, muda y desesperada” El club Dante, Matthew Pearl

“La Nellie, una pequeña yola de crucero, se inclinó hacia su ancla, sin el menor aleteo de las velas, y quedó inmóvil. La marea había subido, el viento estaba casi en calma y, puesto que se dirigía río abajo, lo único que la embarcación podía hacer era echar el ancla y esperar a que bajara la marea” El corazón de las tinieblas, Joseph Conrad

“Jacques Saunière, el renombrado conservador, avanzaba tambaleándose bajo la bóveda de la Gran Galería del Museo. Arremetió contra la primera pintura que vio, un Caravaggio. Agarrando el marco dorado, aquel hombre de setenta y seis años tiró de la obra de arte hasta que la arrancó de la pared y se desplomó, cayendo boca arriba con el lienzo encima” El código Da Vinci, Dan Brown

“Aquella noche, sobre la selvática pista de aterrizaje, no lucían las estrellas ni la Luna; sólo la oscuridad del África Occidental envolvía a los grupos desparramados, como una cálida y húmeda capa de terciopelo. Las nubes, bajas, se deslizaban sobre las copas de los irokos, y los hombres que esperaban pedían al cielo que las retuviese un poco más, a fin de ocultarlos a la vista de los bombarderos”. Los perros de la guerra, Frederick Forsyth

“-Ese negro que va por la calle –dijo el doctor Hasselbacher, de pie en el Wonder Bar- me hace pensar en usted, señor Wormold” Nuestro hombre en La Habana, Graham Greene

“La primera persona a quien oí llamar Poisonville a la ciudad de Personville fue un zafrero pelirrojo, en el Gran Barco de Butte. Pero también cambiaba en diptongos otras erres. Y no presté atención a lo que hiciera con el nombre de la ciudad. Más tarde escuché a otros hombres capaces de habérselas con las erres pronunciar el nombre de igual manera. Aún así, no vi en ello sino un ejemplo más de ese inane donaire que suele inspirar los retruécanos de la germanía. Pero unos años más tarde fui a Personville, y entonces comprendí mejor el por qué”. Cosecha roja, Dashiell Hammett

“Unas millas al sur de Soledad, el río Salinas se ahonda junto al margen de la ladera y fluye profundo y verde. Es tibia el agua, porque se ha deslizado chispeante sobre la arena amarilla y al calor del sol antes de llegar a la angosta laguna” De ratones y hombres, John Steinbeck

“Anselm Holland llegó a Jefferson hace muchos años. De dónde, nadie lo sabía. Pero era joven entonces, y un hombre de buenas dotes, o por lo menos de buena presencia, porque antes de que hubieran transcurrido tres años estaba casado con la única hija de un hombre que poseía dos mil acres de las mejores tierras del distrito, y fue a vivir en la casa de su suegro, donde dos años más tarde su mujer le dio dos hijos, y donde a los pocos años murió aquél, dejando a Holland en total posesión de la propiedad, que estaba, a la sazón, a nombre de su mujer” Humo, William Faulkner

“En medio del tumulto de la estación de Pennsylvania Ignacio Abel se ha detenido al oír que alguien lo llamaba por su nombre. Lo veo primero de lejos, entre la multitud de la hora punta, una figura masculina idéntica a las otras, como en una fotografía de entonces, empequeñecidas por la escala inmensa de la arquitectura; abrigos ligeros, gabardinas, sombreros; sombreros de mujer con la visera ladeada y pequeñas plumas laterales; gorras de visera rojas de cargadores de equipajes y empleados del ferrocarril; caras borrosas en la distancia; abrigos abiertos con faldones echados hacia atrás por la energía de las caminatas…”  La noche de los tiempos, Antonio Muñoz Molina

“Desde los días de Adán, apenas si se ha causado en este mundo algún daño que no tenga su raíz en una mujer. Desde que mi familia se constituyó (y debe de haber sido muy cerca de los días de Adán; tan antiguos, nobles e ilustres son los Barry, como todo el mundo sabe), las mujeres han desempeñado un papel fundamental en los destinos de nuestra raza” Las aventuras de Barry Lyndon, William Makepeace Thackeray

“A las once en punto de la mañana, el sol ya había salido y las mujeres de Oakwood, en su mayoría amas de casa en atuendo veraniego, conduciendo sus propios coches, convergían todas en el sector comercial para efectuar sus compras” Los siete minutos, Irving Wallace

“Los chiquillos llegaron temprano para el ahorcamiento” Los pilares de la tierra, Ken Follet

“Pues sí, soy huésped de un sanatorio. Mi enfermero me observa, casi no me quita la vista de encima, porque en la puerta hay una mirilla; y el ojo de mi enfermero es de ese color castaño que no puede penetrar en mí, de ojos azules” El tambor de hojalata, Gunter Grass

“Un modesto joven se dirigía en pleno verano desde Hamburgo, su ciudad natal, a Davos Platz, en el cantón de los Grisones. Iba allí a hacer una visita de tres semanas” La montaña mágica, Thomas Mann

“A las cuatro de la tarde, la chiquillería de la escuela pública de la plazuela del Limón, salió atropelladamente de clase, con algazara de mil demonios. Ningún himno a la libertad, entre los muchos que se han compuesto en las diferentes naciones, es tan hermoso como el que entonan los oprimidos de la enseñanza elemental al soltar el grillete de la disciplina escolar y echarse a la calle piando y saltando” Miau, Benito Pérez Galdós

“Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos paladar abajo hasta apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta.” Lolita, Vladimir Nabokov

“Esta vez ya no había esperanza: era el tercer ataque. Siempre pasaba por delante de la casa (entonces estábamos de vacaciones), fijándome en el recuadro iluminado de la ventana y noche tras noche siempre se me aparecía igual, difuminado con una luz débil y uniforme. Si hubiera muerto, pensaba yo, vería el reflejo de las velas en las persianas bajadas, pues sabía que suelen ponerse dos velas a la cabecera de un cadáver”. Dublineses, James Joyce

“No era el hombre más honesto, ni el más piadoso, pero era un hombre valiente. Se llamaba Diego Alatriste y Tenorio, y había luchado como soldado de los tercios viejos de las guerras de Flandes. Cuando lo conocí, malvivía en Madrid, alquilándose por cuatro maravedís en trabajos de poco lustre, a menudo en calidad de espadachín por cuenta de otros que no tenían la destreza o los arrestos para solventar sus propias querellas” El capitán Alatriste, Arturo Pérez-Reverte

“Tras de una excursión de tres días por la montaña, el famoso novelista R. volvió a Viena por la mañana temprano, compró el periódico en la estación y al hojearlo se dio cuenta de que era el día de su cumpleaños. Cuarenta y un años, pensó, y la cosa no le dio ni frío ni calor.” Carta de una desconocida, Stefan Zweig

“Era un placer quemar”. Fahrenheit 451, Ray Bradbury.

“-¡Basta de luz!
Sus palabras, ácidas y envejecidas, provocan que el mundo regrese, por un instante, a la fría edad de las tinieblas. El espacio que lo rodea es como una gota de tinta china en el cual la penumbra queda acentuada por el silencio; durante unos segundos, nadie le aplaude, nadie lo engaña, nadie lo injuria. Obedientes, incluso los relojes han enmudecido. La muerte, está seguro, no ha de ser muy distinta. Sólo cuando el eco de su propia voz se dispersa, se da cuenta de que habita un cosmos que ya no le pertenece” En busca de Klingsor, Jorge Volpi.

“El pueblo de Holcomb está en las elevadas llanuras trigueras del oeste de Kansas, una zona solitaria que otros habitantes de Kansas llaman “allá”. A más de cien kilómetros al este de la frontera de Colorado, el campo, con sus nítidos cielos azules y su aire puro como el del desierto, tiene una atmósfera que se parece más al Lejano Oeste que al Medio Oeste. El acento local tiene un aroma de praderas, un deje nasal de peón, y los hombres, muchos de ellos, llevan pantalones ajustados, sombreros de ala ancha y botas de tacones altos y punta afilada” A sangre fría, Truman Capote

“Querido Marco:
He ido esta mañana a ver a mi médico Hermógenes, que acaba de regresar a la Villa después de un largo viaje por Asia. El examen debía hacerse en ayunas; habíamos convenido en encontrarnos en las primeras horas del día. Me tendí sobre un lecho luego de despojarme del manto y de la túnica.” Memorias de Adriano, Marguerite Yourcenar

“Era un día luminoso y frío de abril y los relojes daban las trece. Winston Smith, con la barbilla clavada en el pecho en su esfuerzo por burlar el molestísimo viento, se deslizó rápidamente por entre las puertas de cristal de las Casas de la Victoria, aunque no con la suficiente rapidez para evitar que una ráfaga polvorienta se colara con él” 1984, George Orwell

“Gabcik, como se llama, es un personaje que ha existido de verdad. ¿Acaso ha oído de fuera, tras los postigos de un piso a oscuras, donde está solo y tumbado encima de un estrecho jergón, acaso ha escuchado el chirrido tan familiar de los tranvías de Praga? Quiero creer que sí”  Hhhh, Laurent Binet

“Hoy por la mañana he cumplido sesenta y dos años, y ahora, por la tarde, tengo ya sesenta y cuatro. ¡Cómo pasa el tiempo, demonio!... ¡Qué velocidad! ¡Qué vértigo! Sentado en mi viejo sillón, ante la luna de un viejo espejo, veo un hombre caduco, encorvado, pálido, con barba y bigote blancos, que está tocando una trompeta mientras derrama abundantes lágrimas. ¿Soy yo? No. Es mi viejo criado, Norberto, que, como siempre, se ha puesto detrás de mí”    Memorias, Miguel Mihura

“El Doctor Valière salió de la alcoba imprimiendo a su levitón un gracioso coleo. Era un hombre anguloso, cortante, con unas orejas tan retorcidas como un par de caracolas marinas. Habló a sus colegas con un marcado acento francés:
-Opino, señores, que el señorito Hugo ha cogido un aire”    Un náufrago en la sopa, Álvaro de la Iglesia

“Yo hubiera deseado que mi padre o mi madre, o mejor, ambos –ya que los dos fueron igualmente responsables- hubiesen tomado conciencia de lo que se proponían cuando me concibieron, teniendo en cuenta mi estrecha vinculación con lo que hacían; que hubiesen sido conscientes de que, al fin y al cabo, no solo estaba en juego la producción de un ser racional, sino también la feliz formación y temple de su cuerpo, de su genio, tal vez, y el temple de su mente.” Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy, Laurence Sterne

“¿Encontraría a la Maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la Rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada se inscribía en el Pont des Arts, a veces andando de un lado a otro, a veces detenida en el pretil de hierro, inclinada sobre el agua. Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga, que sonreía sin sorpresa” Rayuela, Julio Cortázar

“La primera vez que el niño Gervasio García de la Lastra experimentó aquellos extraños fenómenos, que los miembros más píos de la familia atribuyeron a causas sobrenaturales y el resto, más escépticos, a puros fenómenos físicos operando sobre una delicada sensibilidad, fue, según consta en los dietarios del Coronel de Caballería, ya fallecido, don Felipe Neri Luna (1881-1953), en la velada familiar del sábado 11 de febrero de 1927, aunque, conforme se desprende de estos mismos cuadernos, tres días antes ya se produjeron ciertos indicios, una vez que el pequeño irrumpió como un huracán en el gabinete de su abuelo materno, don León de la Lastra, mientras éste merendaba su habitual chocolate con picatostes, y le preguntó a bocajarro:
-Papá León, ¿puedo ser héroe sin morirme?” Madera de héroe, Miguel Delibes
Hay muchas más que me hubiera gustado incluir pero creo que ya está bien para celebrar el día del Libro. Aunque, quizá, mucha gente no necesite celebrarlo porque, como bien sabéis, ya se celebra cada vez que abrimos uno. Como dice un viejo proverbio hindú “Un libro abierto es un cerebro que habla; un libro cerrado es un amigo que te espera; un libro olvidado es un alma que perdona; un libro destruido es un corazón que llora”.
Como mosaico, hoy no hay vídeo que para eso hay que leer, os dejo una pequeña viñeta del gran Forges (cuánto nos vamos a acordar de él) porque al libro siempre, siempre, hay que quererlo.


Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Aissss qué bonito Gus!!!

Si hay algo que me gusta tanto o más que el cine son los libros. Los tengo por toda la casa en mi cuarto repartidos por cómodas y mesillas, en el salón, según entras en casa, en una pequeña estantería, por la cocina algunos de recetas, son como una necesida vital, verlos, tocarlos, olerlos saber dónde se encuentran, ahuyentan la soledad y nos hacen recordar que lo que somos es, en alguna medida, el resultado de haberlos leido.

Gracias por el Gus muchos de los libros que has expuesto los he leido, los otros me los apunto.

Besos literatos.

Albanta
Anónimo ha dicho que…
Pues creo que de todos los libros que nombras solo he leído Carta de una desconocida. De Steinbeck leí hace muchos años La Perla y Al este de edén. Recomiend otro libro que también leí hace años y que me encantó, Servidumbre Humana de Somertset Maugham.

Muy bonito tu gus.

low
INDI ha dicho que…
precioso gus, lleno de recomendaciones, habrá que tomar nota.


Abrazos leyendo
dexterzgz ha dicho que…
Me parece un temazo el de los "incipits" - así se llaman. Cuando estoy hojeando libros en la biblioteca o en alguna librería siempre me gusta mirar la primera frase de libros. Y reconozco que aquí hubiese acertado muy pocos, sólo los que hay nombres o referencias completas y el de "Farenheit 451 y "1984" con ese reloj de trece horas. Hay incipits muy famosos que te obligan a seguir y a no parar (ese tan famoso del hielo y el pelotón de fusilamiento), hay otros que además de conseguir eso, tienen una estructura perfecta (ese de la ciudad que dormía la siesta).

"Vine a Madrid para matar a un hombre a quien no había visto nunca".

¿No apetece seguir leyendo?

Abrazos en primera página

CARPET_WALLY ha dicho que…
Ppufff, llego a deshoras precisamente por los libros. En concreto el que acabo de preparar, pero descuidad, no hay literatura en él y su principio es tan triste como el resto del contenido: "En el ejercicio 2017 la cifra de negocio tuvo un incremento de..." y de ahí en peor. El caso es que he soltado un mamotreto de ¡¡¡103 páginas!!! repleto de gráficos, datos, totales y porcentajes. Una cosa digna del Premio Princesa de Asturias de los números, no os digo más.

Yo tampoco reconozco tantos de los inicios que acaba de regalarnos el Lobo, a pesar de que no son pocos los que he leído de la lista, pero mi memoria de pez se demuestra una vez más. Como anécdota con esto de los inicios, empecé a leer con verdadero gusto "El amor en los tiempos del cólera" de Garcia Marquez, cuando terminé la primera página le dije a mi mujer que estaba en frente de mi, "joder, que bueno es este tío, como escribe, da gusto"...Ella me miró y dijo: "Era inevitable: el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariado"...Puse cara de estupefacción y pregunté : "Ostras, que frase ¿te la acabas de inventar?". Ella me dijo: "No, estoy leyendo la contraportada de tu libro, es la frase con la que inicia la novela"...La había leído apenas tres párrafos antes y ya no la recordaba. Sólo sabía que me encantaba lo que había leído, su música, su calor...

Así me pasa siempre, no soy capaz de recordar frases, si contenidos y sobre todo sensaciones. Por eso , salvo "Moby Dick", "El Quijote" y por supuesto la de los Buendia...pocos inicios me resultan identificables.

Ayer hablaba precisamente una profesora en la radio, para san Jorge habían preparado un mural en clase con inicios de varias novelasy cuentos y sobre ellos un lema..."¿te atreves a soñar el final de estos principios?"

Un gus maravilloso.

Abrazos de principio a fin
Anónimo ha dicho que…
Beltenebros...Muñoz Molina

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