GUS MORNINS 17/4/18
“Si
alguien me hubiese dicho que William Holden se había muerto, habría asumido que
fue por causa de un búfalo africano que le debió de patear en Kenya, o que
habría muerto en algún aterrizaje forzoso cerca de Hong Kong, o que una mujer
enloquecida de celos le había disparado y luego, moribundo, se habría ahogado
en alguna piscina de Beverly Hills…pero que muriese por una maldita botella de
vodka y una mesilla de noche…vaya mutis de mierda para un tío tan
maravilloso” Billy Wilder al enterarse de la muerte de William Holden
Hoy, el actor de la
sonrisa más rutilante de toda la historia, hubiese cumplido cien años.
Curiosamente, no hay mucha gente que se haya dado cuenta de este dato teniendo
en cuenta que fue un actor estupendo, con carisma, elegancia, capaz de
interpretar con igual solvencia en el drama o en la comedia, en películas de
ambiente bélico o en el western,
siempre con un punto de desenfado y con el encanto en el rostro. Un actor que
merecería mayor reconocimiento.
William Holden era hijo
de un químico de fertilizantes y una profesora de secundaria. De su padre, el
pequeño Bill aprendió que el ejercicio era estimulante y se aplicó a aprender
las artes del boxeo y de la lucha libre. Dentro de las actividades del mismo
colegio al que asistió, destacó en fútbol americano y béisbol y, aparte,
aprendió a cabalgar y a disparar y, paralelamente, inició estudios (dicen que
se defendía con cierta soltura) de piano, clarinete y percusión. En un
principio, Bill Holden no tenía ninguna intención de hacerse actor y estudió y
se licenció en Química, en la Universidad privada de Pasadena. En ese año
sabático que pasan muchos jóvenes dedicándose a viajar antes de empezar a
buscar trabajo para devolver a sus padres el importe de los estudios
universitarios, Bill se marchó a Nueva York porque quería ver cómo era el
ambiente en Broadway. Allí, conoció a un empleado de la radio que se dio cuenta
de que el joven Bill poseía una voz muy atractiva así que empezó a locutar
obras de teatro radiofónicas que se retransmitían por todo el país. Pasó a otra
radio en Los Ángeles y comenzó a entrar en compañías de teatro de aficionados.
En una de esas obras, tuvo que interpretar a un anciano de noventa años a pesar
de que él solo tenía veintitrés. Un ojeador de la Paramount le vio actuar y le
ofreció un contrato miserable de cincuenta dólares a la semana durante seis
meses. Bill aceptó.
Intervino en dos o tres
películas de serie B hasta que la Paramount le prestó a la Columbia después de
que Bill hiciese una prueba para interpretar al joven violinista metido a
boxeador de Sueño dorado, de Rouben
Mamoulian. La culpable de que le dieran el papel fue Barbara Stanwyck, que
consiguió ver la prueba y quedó impresionada por el carisma del joven Bill y
por su soltura manejándose en un ring. Desde entonces, Bill Holden mandó todos
los años que le quedaron de vida un ramo de flores a Barbara Stanwyck justo en
la fecha en la que comenzó el rodaje de Sueño
dorado. La película tuvo un cierto éxito y a William Holden se le comenzó a
llamar Golden Holden pero,
contrariamente a la lógica, le siguieron asignando papeles sin sustancia (el
vecino de al lado, el amigo del protagonista, el novato…) que mantuvieron a
William Holden en una especie de meritoriaje bastante injusto durante diez
años, solo interrumpidos por su llamada a filas en 1942 para combatir en la
Segunda Guerra Mundial donde fue destinado a la Fuerza Aérea como Segundo
Teniente en labores de fotografía aérea y, posteriormente, en relaciones
públicas. Un año más tarde, su hermano fue abatido sobre el Pacífico pilotando
un caza.
A la vuelta no
cambiaron mucho las cosas, pero una película pequeña y modesta, Cerco de odio, con Lee J. Cobb y
dirigida por Rudolph Maté, hizo que volvieran a fijarse en ese chico guapo de
cierto aplomo que, esta vez, interpretaba a un asesino que, en su huida de la
policía, se refugia en una cabaña propiedad de un psiquiatra al que retiene
como rehén mientras le van a buscar sus compinches. La guerra psicológica que
se entabla entre el delincuente y el psiquiatra se revela apasionante y llena
de dobles giros y Holden llega a estar a la altura de uno de los actores a los
que más miedo tuvo siempre (y con el que había actuado ya en Sueño dorado) porque creía que nunca
podía llegar a su nivel.
El caso es que este
papel le dio la oportunidad para que Billy Wilder le llamara para interpretar
al inolvidable Joe Gillis, el guionista-gigoló que aparece muerto en una
piscina en la incomparable El crepúsculo
de los dioses. Aquí empezó una larga lista de éxitos de Holden que, curiosamente,
siempre le venían como consecuencia de que otro actor rechazara el papel. En
este caso fue Montgomery Clift, primera opción de Wilder. Lo cierto es que
aquí, Holden consiguió su primera nominación al Oscar.
Interviene en una
comedia de altura de Garson Kanin y dirigida por Cukor, como es Nacida ayer, al lado de la estupenda
Judy Halliday y, un poco después, gana el Premio de la Academia al mejor actor
por su estupenda interpretación del cínico Sargento Sefton en Traidor en el infierno (un papel que le
vino rebotado de Kirk Douglas). Aún, en la memoria de cualquier cinéfilo que se
precie, permanece su impresionante expresión cuando sale de su escondite entre
los camastros del barracón 17, habiendo descubierto al verdadero traidor que
delata todas las fugas a los nazis, encendiendo un puro y exclamando: “Ach…sooooo”.
Hace frente a Fredric
March, otro actor al que admiraba muchísimo, en la estupenda La torre de los ambiciosos, de Robert
Wise, una historia sobre la alta empresa que incluía a Holden y a March, pero
también a Barbara Stanwyck, Paul Douglas o Dean Jagger. Una película que habría
que poner hoy en día a unos cuantos empresarios. Wilder le ofrece el papel de
David Larrabee para Sabrina, al lado
de Audrey Hepburn y Cary Grant (que sería reemplazado por Humphrey Bogart).
Holden, al principio, no ve con buenos ojos el papel pero acepta cuando Wilder
le explica así cómo tiene que enfocarlo: “Mira,
muchacho, tú eres el guapo, el playboy y el triunfador, pero tu hermano se
queda con la chica y tú con el coche de carreras”. A raíz de esta película
nace el romance entre Holden y Audrey (Holden estaba casado con la actriz
Brenda Marshall pero estaban separados de hecho desde siete años atrás). Holden
quería casarse con ella pero Audrey deseaba ser madre y no lo iba a conseguir
con él que, después de tener dos hijos con Brenda, se había sometido a una
vasectomía. Eso hizo que el romance hiciera aguas aunque mantuvieron una buena
amistad.
De estos años data una
de las historias de amor más desgarradoras de los años cincuenta como es La colina del adiós, donde se emparejó
con Jennifer Jones para decir que el amor era algo maravilloso. Quizá sea una
de las películas en las que Holden apareció más guapo, más atractivo y más
deseable para las millones de espectadoras de todo el mundo. Y, además, por si
fuera, poco, fue el que aportó un estupendo trabajo que hizo que su ausencia al
final fuera, si cabe, aún más apasionada…y más dolorosa.
Interpretó al primer
teniente Harry Brubaker en Los puentes de
Toko-ri, de Mark Robson, al lado de Grace Kelly. Aunque la película se
escoraba demasiado hacia el melodrama, Holden expresó su predilección por ella
porque le dio la oportunidad de incorporar a su personaje algunos de los rasgos
de su propio hermano, el que cayó abatido sobre el Pacífico. Lo cierto es que,
seamos sinceros, lo mejor de la película es la interpretación de Holden a pesar
de que no es, ni mucho menos, una película redonda.
Repite con Grace Kelly
en La angustia de vivir, de George
Seaton, junto a Bing Crosby. Un drama muy teatral sobre una chica que tiene que
cuidar a su marido inválido y conoce a un tipo que encarna todos sus sueños.
Holden peleó con ganas para interpretar al vagabundo Hal Carter de Picnic, otro papel rechazado por Marlon
Brando, a pesar de que estaba totalmente fuera de la edad del personaje. Sin
embargo, el trabajo de Holden fue de extraordinaria calidad y hace que este
drama de sudor, pasión y calor en el errante Sur de los Estados Unidos fuera
una maravillosa película con la complicidad de Kim Novak, Rosalind Russell,
Susan Strasberg y Arthur O´Connell.
Su única película como
productor fue Al borde del infierno,
en la que incorporó a un Mayor de la Fuerza Aérea, piloto de pruebas en la era
atómica post-Corea, que prueba diversos modelos de aviones no testados con la
consiguiente temeridad que ello significaba. Después de la experiencia dijo que
nunca más haría algo así.
Otro papel suyo
inolvidable le fue ofrecido precisamente porque lo había rechazado Cary Grant.
Se trata de la maravillosa y única El
puente sobre el río Kwai, de David Lean. Su interpretación del falso
Comandante Shears que se ve obligado a volver al infierno del que escapó
rivaliza en calidad con la extraordinaria encarnación del Coronel Nicholson que
realizó un insuperable Alec Guinness. Posiblemente, es una de las mejores
películas de ambiente bélico de toda la historia. Y Holden consiguió imprimir
su estilo encantador, lleno de elegancia, aventurero, conquistador, único.
Después, La llave, un melodrama de guerra con Sophia
Loren y Trevor Howard. A pesar de tener un fallo enorme al final de la película
(probablemente provocado por un montaje precipitado), la tragedia de una mujer
que pasa de un oficial a otro en un puerto de Inglaterra resulta apasionante
tanto en el trabajo de Sophia como en el de Holden, una pareja que desprendía
mucha química y que no fue explotada debido al fracaso de esta película. Holden
se rehízo interpretando al Doctor Kendall, Mayor del Ejército de la Unión, en
el que fue su único trabajo con John Ford y con John Wayne en la estupenda Misión de audaces. Es cierto que su
papel es algo secundario pero resulta una auténtica experiencia fijarse en sus
matices, en ese humor que imprime a toda la historia, con un guión que pone en
su boca frases llenas de agudeza y finísima ironía. Ya sabéis…ding dong, ding
dong. En cualquier caso, parece ser que
las borracheras que se pillaban Ford, Wayne y Holden eran la comidilla de todo
Hollywood.
Se vuelve bohemio como
ese tipo que se traslada a Hong Kong para pintar El mundo de Suzie Wong y encuentra la pintura de su vida, un
estupendo melodrama. También resulta convincente y seductor en Espía por mandato, de George Seaton,
trabajando para los Aliados en contra de los nazis.
En 1962 rueda El león, en Kenia, donde conoce al que
dicen que sí que fue el gran amor de su vida, la actriz y modelo Capucine.
Holden se queda enamorado de Kenia y, con todo su dinero, compra una reserva
natural y monta un lugar de preservación de la vida salvaje asociándose con un
magnate del petróleo y un banquero suizo. Fija su residencia, precisamente, en
Suiza y convence a sus mejores amigos para que tengan un bungalow reservado a
la entrada del parque para pasar allí sus vacaciones. El nombre del sitio, por
si vais (aún existe, regentado por su última pareja, Stephanie Powers) es el
Mount Kenya Safari Club y dicen que hay ejemplares que merecen verse.
Desde este preciso
instante, Holden considera que su profesión ya no le interesa más allá de ser
un medio para preservar su negocio en África. No elige con demasiado entusiasmo
sus proyectos y cada vez los espacia más. Así tenemos su segundo encuentro
fallido con Audrey en la floja Encuentro
en París, o la aceptable aventura malaya de El séptimo amanecer, al lado de Capucine. Se apunta a la moda de la
guerra de comandos nacida a raíz de Doce
del patíbulo y realiza La brigada del
diablo, sobre el nacimiento de los boinas rojas compartiendo cabecera de
cartel con Cliff Robertson. Acepta trabajar para Sam Peckinpah en la legendaria
Grupo salvaje, de nuevo porque Lee
Marvin rechaza el papel. En esta película comienzan a apreciarse los estragos
que el alcohol hace en el rostro de Holden. Incluso la crítica llega a decir
que su cara es “como un mapa de los
Estados Unidos”. Lo cierto es que también se le ensalza por su
interpretación demoledora y poderosa, al alcance de muy pocos, con una
presencia espectacular.
Trabaja para Blake
Edwards en ese western crepuscular y
homosexual que es Dos hombres contra el
Oeste y fracasa estrepitosamente tratando de revivir la fórmula de Grupo salvaje con Los vengadores. Su carrera cae cuesta abajo, e incluso, hace una
película española, titulada Los cazadores,
dirigida por el inglés Peter Collinson y trabajando al lado de Alberto de
Mendoza, Helga Liné, Concha Cuetos, Peter Fonda y John Philip Law.
Sin embargo, Holden, a
pesar de sus continuas borracheras, aún era capaz de sacarnos admiración y
arte. Ahí está el papel de su constructor de edificios imposibles en El coloso en llamas, situándose justo
detrás de Paul Newman y de Steve McQueen, o, mejor aún, consiguiendo su última
nominación al Oscar como el productor de televisión que ve cómo su vida se hace
pedazos en Network, de Sidney Lumet.
Vuelve a trabajar con Billy Wilder en la crepuscular Fedora y termina su carrera interpretando a un director de cine que
pretende llevar a cabo una película pornográfica en S.O.B, de Blake Edwards, película que no era demasiado buena pero
que se hizo muy famosa por contener el primer y único desnudo de Julie Andrews.
Como curiosidad podríamos decir que este proyecto fue manejado por Stanley
Kubrick con un guión mucho más bajo el título de Blue Movie.
Abandonó a Capucine a
finales de los sesenta (parece ser que hastiado de su carácter, que tendía
bastante hacia la depresión y a los pensamientos morbosos) y vivió los últimos
años de su vida al lado de Stephanie Powers, que se hizo cargo de su legado
cuando falleció. Su etapa final se caracterizó por intervenir en varias
iniciativas a favor de los animales salvajes.
Una de sus manías era
la de la higiene. Clean Holden era
uno de sus motes. Llegó a tener la costumbre de ducharse cuatro veces al día.
Sus cenizas están dispersas en el Océano Pacífico. Cuando ganó su Oscar por Traidor en el infierno, salió a
recogerlo, pero se negó a dar ningún discurso. Sólo dijo “Muchas gracias” y salió del escenario. ¿El motivo? Parece ser que
le pareció injusto que se lo dieran a él y no a Burt Lancaster por De aquí a la eternidad en una
interpretación que a él le parecía muy superior.
Aunque era un
republicano moderado, luchó con ganas al lado del Comité de la Primera Enmienda
al lado de Marlon Brando o Burt Lancaster. Y se manifestó por la encarcelación
del guionista Dalton Trumbo o del actor Larry Parks. Consideró que las listas
negras era una de las mayores vergüenzas de Hollywood.
También, siguiendo la
recomendación de su amigo Billy Wilder, fue un ávido coleccionista de arte. Su
casa de Palm Springs estaba hasta los topes de ella. En su testamento se dijo
expresamente que esas obras tendrían que donarse al Museo de Arte de Palm
Springs. Hoy en día ahí siguen expuestas todas ellas con la mención de
“perteneciente a la colección de William Holden”.
Era un apasionado de
los fuegos artificiales. Le encantaban. No dudaba en encargar una buena batería
de ellos cuando tenía que hacer alguna fiesta en Palm Springs.
La actriz Shelley
Winters dijo que durante muchos años celebraba el Año Nuevo llamando a William
Holden para que hicieran el amor ese día.
Estaba previsto que
fuera el protagonista de Los cañones de
Navarone, pero pidió tal cantidad de dinero que Carl Foreman, productor y
guionista, prefirió contratar a Gregory Peck.
Aparte de sus dos hijos
con Brenda Marshall, tuvo otro fuera del matrimonio con la actriz Eva May
Hoffman. Fue una niña que se crió bajo la tutela de su madre y de su padrino,
el compositor Emil Newman, especialmente elegido por Holden.
Durante ocho años no
pisó suelo americano (desde 1959 hasta 1967, más o menos mientras duró su
relación con Capucine). No quería pagar impuestos en Estados Unidos.
Le encantaba Japón. De
hecho, se ofreció para distribuir varias películas japonesas en Estados Unidos
a través de su productora, Toluca Productions. De ahí nació su gran amistad con
el actor Toshiro Mifune.
Los tres últimos años
de su vida tuvo que dejar de fumar debido a un enfisema pulmonar. Lo que no
hizo fue dejar de beber.
Era el actor favorito
de la primera dama Jackie Kennedy. Montó una recepción en la Casa Blanca solo
para conocerlo. Jackie apenas podía creer que aquel hombre tan encantador y tan
atractivo pudiera ser republicano.
En su testamento, legó
250.000 dólares a Stephanie Powers; 50.000 a Capucine; 50.000 a su secretaria
Patricia Stauffer y el resto de su fortuna a su ex mujer Brenda Marshall y a
sus hijos, con el deseo expreso de que el Safari Club de Kenia fuera gestionado
por Powers.
Invitó a su Safari Club
a personalidades tan relevantes como Bing Crosby, David Lean, Charles Chaplin,
Steve McQueen, Winston Churchill o John Hurt, que, incluso, se compró un
bungalow al lado de la reserva.
Siempre consideró que
Fredric March y Spencer Tracy eran los mejores actores que había conocido.
Un hombre de sonrisa
imperecedera, radiante, ensoñadora…y además un actor muy bueno, nunca ha habido
otro como él aunque, quizá, algunos piensen hoy en día que eso no importa
demasiado.
Aquí está en la famosa
escena de Traidor en el infierno, con
Sig Ruman y Peter Graves.
Y como mosaico, él, con
su sonrisa, no podía ser menos.
Comentarios
Gracias por recordarnos que hoy habría cumplido 100 años y por traernos este gus que tantos recuerdos cinéticos me ha traído.
Besos
low
El caso es que como tan genialmente como siempre has ido señalando, diseccionando su filmografia, tenemos al mejor Holden en casi todas las decadas. Con Wilder en "El crepúsculo de los dioses" y "Traidor en el infierno", a finales de los 40. "Picnic", "El puente sobre el rio Kwai" o "Sabrina" en los 50, "El mundo de suzie Wong" o Grupo Salvaje·" en los 60, "El coloso en llamas" o "Network" en los 70 y aun llegaría "S.O.B" en los 80...y también "Mi nuevo campeón" una muy mala película intentando rentabilizar el éxito del pequeño Ricky Schroder del año anterior con "Campeón".
Dices que Peck le sustituyó en "los cañones de Navarone" pero Holden continuó con la saga que inició Peck haciendo "La profecia 2". Y aun, repitió con Newman en otra peli de catastroofes infinititamente peor que "El coloso en llamas" luchando contra un volcán en una isla paridisiaca en "El dia del fin del mundo".
Un magnífico actor y un tipo realmente irresistible.
Abrazos en la piscina
Abrazos crepusculares
Gracias por el repaso a su carrera cinematográfica y a las anécdotas que tanto nos gustan.
Hubiese hech una buena pareja con Audrey.
Gran gus, lo que aprendemos contigo.
Besos Bonvivant
Albanta