EL CINE EN CIEN PELÍCULAS (LII)


Hay algo que nunca has entendido: los que están en la cumbre son iguales que nosotros, podrías haber sido más que ellos tan solo siendo tú mismo. Y conmigo lo eras. Solo conmigo”.





UN LUGAR EN LA CUMBRE (Room at the Top). Reino Unido, 1959. Dir: Jack Cayton con Simone Signoret, Laurence Harvey, Heather Sears  (115 min)


Junto a la Nouvelle vague francesa, el free cinema inglés es el gran movimiento que revoluciona el cine europeo a finales de la década de los cincuenta del siglo pasado. A diferencia de sus homólogos galos, los directores británicos sí se agrupan en torno a un documento que concede a la escuela verdadera carta de naturaleza. Se trata del Manifiesto de los Jóvenes Airados (Angry Young Men), sobrenombre que recibirán a partir de ese momento los directores que lo firman y sus seguidores.  Los jóvenes airados se dejan ver por primera vez en febrero de 1956 cuando Colin Wilson publica en prensa el artículo “The outsider” considerado como una especie de biblia teórica del movimiento. A menudo se suele definir al free cinema como la novuelle vague británica, y se hace como vemos de manera inexacta, pues, aunque su repercusión en el cine que venga después sea algo menor, su nacimiento es anterior a la irrupción en escena de los Truffaut, Godard, y compañía.

Lo cierto es que ambas escuelas se desarrollan casi en paralelo durante la década siguiente, persiguen unos objetivos muy similares, y su huella en el cine actual se sigue conservando de una u otra manera. El free cinema nace de la necesidad por parte de los jóvenes talentos de imponer una nueva estética alejada de la artificiosidad narrativa del cine clásico inglés demasiado vinculada a la política de estudios dentro de un modelo que imita a Hollywood descaradamente. Ocurrirá lo mismo en los casos francés y alemán. El referente más inmediato para todos ellos será el neorrealismo italiano, y la idea primordial la de sacar las cámaras a la calle para pulsar la vida y la cotidianeidad de las gentes, en especial de las clases más humildes.

Los angry men pretenden hacer frente con sus modestas armas a las todopoderosas producciones de Hollywood con las que no pueden competir ni en medios ni en presupuestos. No están dispuestos a hacer un cine que, según ellos, no solamente se aleja de la realidad sino que la distorsiona, y comienzan a reivindicar un tipo de películas diferente en el que prima el compromiso social.  Las tramas son genéricas y tratan los problemas básicos del proletariado, abordando temas nunca antes tratados por el cine inglés como el aborto, la homosexualidad o la liberación de la mujer. Todo en un clima de revolución social que alienta el nacimiento del pop con bandas como The Beatles o los Rolling Stones o la eclosión de la cultura de las drogas con epicentro en Londres y Carnaby Street.

Entre los directores que despuntan dentro del movimiento podemos destacar nombres como los de John Schlesinger, Lindsay Anderson, Tony Richardson o Karel Reisz. Estos dos últimos presentan en 1955 Momma Don´t Allow, un cortometraje documental que recrea una velada nocturna en un club de jazz, causando verdadera conmoción entre la juventud de la época en lo que sin duda puede considerarse un precedente de lo que vendrá después. Curiosamente, todos los directores mencionados, acabarán sus carreras en el Hollywood que tanto despreciaron en sus inicios, a excepción de Anderson que se queda en Reino Unido aportando al grupo dos películas tan emblemáticas como El ingenuo salvaje (1963) e If (1969). La primera es un drama que transcurre en un pueblo minero y tiene como protagonista a la estrella del equipo local de rugby, un muchacho de carácter arrogante e inestable que se redime gracias a la historia de amor que inicia con una joven viuda. La icónica y polémica If arremete contra los métodos de enseñanza en los centros ingleses y el establishment británico.

El  “free cinema” no solo catapulta a los jóvenes airados al cine americano, también supone el pasaporte al estrellato internacional para los actores que intervienen en sus películas, caso de Albert Finney, Richard Harris o Vanessa Readgrave. En el caso de los realizadores, el paso a la industria de Hollywood se produce a veces de manera gradual.  Tony Richardson se convierte en uno de los abanderados del movimiento gracias a títulos como Mirando hacia atrás con ira (1958), - de su título procede precisamente la expresión “angry men” -, Un sabor a miel (1961) o La soledad del corredor de fondo (1963). Su triunfo absoluto en los Oscars de 1964 con Tom Jones, adaptación del clásico de la literatura satírica del siglo XVIII supone un espaldarazo a su carrera y le lleva al cine americano donde rueda films como Las cosas que nunca mueren (1994) que le reporta a Jessica Lange el Oscar a la mejor actriz principal. Será su última película antes de morir poco después víctima del SIDA.

Otro autor que triunfa en los Oscars es John Schlesinger cuya película Cowboy de medianoche (1969) se convierte en el primer film con calificación X en ser reconocido por la Academia.  El éxitode la cinta que protagonizan John Voigtht y Dustin Hoffman permite al cineasta desarrollar una carrera en la Meca del Cine con títulos tan conocidos como Marathon Man(1976) o De repente un extraño (1990). Antes, en su país natal ha firmado cosas tan estimables como Darling (1965) o Lejos del mundanal ruido (1967). Por su parte, Karel Reisz es un cineasta de origen checo que recala en el free cinema para rodar películas como la magistral Sábado noche, domingo mañana (1960) y desarrolla posteriormente su carrera a caballo entre Reino Unido y Hollywood. Entre sus films posteriores quizá el más conocido sea La mujer del teniente francés (1981) con Meryl Strepp y Jeremy Irons.


Un caso muy especial dentro de los jóvenes airados es el del realizador norteamericano Joseph Losey que llega al cine inglés a comienzos de la década de los cincuenta huyendo del macartismo y pasa a ser uno más. Suya es esa obra maestra con guión de Harold Pinter llamada El sirviente (1963). Otro norteamericano, Richard Lester se hace famoso con las películas de The Beatles como A hard day´s night (1964) y Help (1965), cuyo carácter experimental – se pueden considerar uno de los precedentes más claros de los después populares videoclips- las convierte en puro “free cinema”. Lester protagoniza uno de los hitos más determinantes de la escuela al ganar la Palma de Oro en Cannes con la coyuntural El Knack… y cómo conseguirlo (1965) que supera en el palmarés a rivales tan prestigiosas como La tienda de la calle mayor del checo Jan Kandar o El más allá del japonés Kobayashi.  En el apartado de aportaciones de realizadores foráneos al movimiento de los angry men, se podría también discutir si se puede considerar o no free cinema Blow up (1966), la película inglesa del italiano Michelangelo Antonioni que también triunfa en Cannes.

Como vemos, las películas de los jóvenes airados se caracterizan, además de por cierto carácter experimental, por una serie de elementos comunes desde el punto de vista argumental así como desde la perspectiva de la puesta en escena. Calles adoquinadas, fachadas de ladrillo rojo, azoteas con ropa secándose al sol en los tendedores, vías de tren semiabandonadas y humo saliendo de las chimeneas de las fábricas, ese es el paisaje característico que solemos ver siempre en este tipo de películas. Las historias que nos cuentan transcurren en ambientes rurales o en reducidos núcleos urbanos, y sus protagonistas suelen ser jóvenes pertenecientes a la clase obrera que se rebelan contra el orden social establecido y contra la autoridad moral de sus mayores. Y por supuesto, de fondo siempre presente la lucha de clases.

De algún modo la huella del “free cinema” sigue presente en nuestros días, y la tradición del realismo social del cine británico ha continuado hasta hoy adaptándose progresivamente a los nuevos tiempos. Cineastas como Ken Loach, Mike Leigh o Sthepen Frears han tomado el relevo de los jóvenes airados para perpetuar la tradición social en la cinematografía británica.

Ken Loach se da a conocer en el plano internacional con la emotiva Kess (1969) la entrañable historia de un niño víctima de acoso escolar en un pequeño pueblo de Yorkshire que decide criar a un pequeño halcón al que encuentra herido en la calle.  Le sigue el perturbador drama psicológico Family Life(1971) en el que se atreve con un tema tan controvertido como la esquizofrenia). Sin embargo, y esa interesantísima intriga que es Agenda oculta (1981), el director se centra en el drama social con películas de contenido político cada vez más militante. En ellas su autor exhibe una sobriedad narrativa indiscutible, pero se deja llevar más de la cuenta por un maniqueísmo que a menudo resulta demasiado irritante. Aun así, el director nos ha dejado títulos notables como Lloviendo piedras (1993) o Mi nombre es Joe (1997). Eso, y las dos palmas de oro de Cannes que atesoran, hacen de Loach uno de los realizadores imprescindibles del último cine europeo.

A Stephen Frears lo conocimos en los ochenta gracias a su cine “underground” con títulos como Mi hermosa lavandería (1985) o Ábrete de orejas (1987), comedias frescas repletas de ingenio y mordacidad que abordan temas sociales como la inmigración o la homosexualidad. Había en ellas cierto espíritu crítico que no gustaba nada al thatcherismo imperante en la época. Antes, Frears ya contaba con una sólida trayectoria curtida incluso en el cine de género con ejemplos como Detective sin licencia (1971) o The hit (1984). Después, y tras sorprender con un cambio de estilo en la obra maestra Las amistades peligrosas (1988) o en ese fascinante acercamiento al neo noir que fue Los timadores (1990), el director ha alternado su – algo irregular- carrera posterior a uno y al otro lado del charco.

Sin excluir el trasfondo social, Mike Leigh vuelca su mirada hacia un cine más de sentimientos, sobresaliendo en el dibujo de personajes y relaciones afectivas. Será por eso, por ser uno de los más destacado retratistas del cine moderno, que decidió dedicar una de sus últimas películas a Mr Turner (2014), el gran pintor del XIX famoso por sus escenas navales. Su última película, La tragedia de Peterloo (2018) se exhibe actualmente en cartelera y supone una nueva incursión por su parte en el cine histórico. Otros títulos reseñables de su filmografía son Secretos y mentiras (1996) ganadora en Cannes, o Another year (2010) que a mí personalmente me parece una pequeña obra maestra. Parece ser que la tradición de este tipo de cine no se agota en Reino Unido y continúa con nombres como los de Andrea Arnold o Shane Meadows.

En un principio, Jack Clayton se suma a esta nueva ola de cineastas del free cinema a los que no tarda en abandonar para, sin renunciar del todo a su estilo, pasar a dirigir otro tipo de propuestas  Clayton tiene relación con el cine desde una edad temprana, pues participa como actor infantil en algunas películas a partir de 1929. Había nacido en Brighton el 1 de marzo de 1921, y más adelante entraría a trabajar en la productora de Alexander Korda donde llegaría a ejercer como ayudante de dirección. Durante la Gran Guerra serviría en la aviación – como el protagonista de Un lugar en la cumbre- y rodaría un documental sobre la reconstrucción de Nápoles tras la liberación de los aliados. Ya en su país Clayton vuelve a la compañía de Korda, ascendiendo a productor ejecutivo en algunos films.  Su primer cortometraje, The Bespoke Overkoat (1956), basado en un relato del ruso Nicolai Gogol, consigue el Oscar de la categoría.

Tras debutar en el largo con Un lugar en la cumbre se adentra en 1961 en el cine de género con una producción de mayor presupuesto. Suspense  (The innocents en el original) está considerada una obra maestra, y se basa en el famoso clásico de la literatura de terror y de fantasmas de Henry James Otra vuelta de tuerca. Con la ayuda en el guión de Truman Capote y la presencia espectacular de Deborah Kerr en el papel principal, el film nos cuenta la historia de una puritana institutriz contratada para cuidar a unos niños huérfanos que viven en un apartado caserón victoriano.  No es la única adaptación cinematográfica del texto de James, pero sí, desde luego la mejor, con una notable influencia posterior además en el atractivo subgénero de cine de casas encantadas. En este punto, no podemos olvidarnos de Los otros (Alejandro Amenábar, 2001).

Vuelve Clayton al drama intimista con Siempre estoy sola (1963), con otra espectacular interpretación femenina a cargo de su protagonista principal, en esta ocasión Anne Brancfort dando vida a una mujer inestable en busca de la felicidad en su nuevo matrimonio después de haber pasado por el altar varias veces.  El guión corría a cargo del futuro premio Nobel Harold Pinter. Y de nuevo el suspense y el terror psicológico asomaba en A las nueve cada noche (1967), magnífico largometraje con una tensión sabiamente dosificada y con un inmenso Dick Bogarde.

Años más tarde, en 1974 el cineasta asume el reto de cruzar el Atlántico y rodar en Estados Unidos una nueva versión de la obra de Scott FtzgeraldEl gran Gatsby. Se trata de la segunda adaptación de la célebre novela después de la de 1926, todavía en el periodo mudo. Robert Evans y la Paramount echaron el resto para que fuese la definitiva, pero la verdad que el proyecto nació gafado desde el principio. Truman Capote, el elegido para escribir el guión inicialmente, fue sustituido a última hora por Francis Ford Coppola que había ganado el Oscar de la categoría unos años antes con Patton, y estaba a punto de convertirse en el hombre de moda en Hollywood. Lo cierto es que el director de El Padrino no supo dar con la tecla a la hora de trasladar a la pantalla esta historia de oropel y decadencia en la época de la Gran Depresión norteamericana. Evans quería convertir a su amada Ali McGraw en la Daisy de la película, pero la “huida” de la actriz con Steve McQueen frustró sus propósitos (por los mismos motivos, Faye Dunaway llegó al proyecto de Chinatown de Roman Polanski). La escogida fue finalmente Mia Farrow que rodó la película embarazada, y cuya interpretación quedó muy lejos de la de su compañero de reparto, Robert Redford. Jack Nicholson o Warren Beatty fueron otros nombres que se barajaron para encarnar al protagonista. La película fue masacrada por la crítica en su momento, pero en cualquier caso resulta superior a la que perpetró en 2013 el australiano Bazz Lhurman con Leonardo DiCaprio y Carey Mulligan en el reparto.

Casi una década después Clayton rueda en Estados Unidos y de la mano de la Disney la adaptación de la obra de Ray Bradbury El carnaval de las tinieblas (1983). De nuevo, terror psicológico y niños adentrándose en el lado más oscuro de la realidad, dos constantes que como vemos se repiten constantemente en la filmografía de su director. Esta será su última gran película antes de despedirse definitivamente del cine con La solitaria pasión de Judith Heame (1987), un drama romántico interpretado por Bo Hoskins y Maggie Smith. Clayton moriría el 26 de febrero de 1995, dejando atrás una filmografía de apenas siete títulos, breve pero imprescindible para entender el devenir del cine británico y europeo desde mediados del siglo pasado hasta hoy,






Jack Lampton es un atractivo y ambicioso joven que viaja desde su pequeño pueblo a la ciudad de Warntley a trabajar en la Tesorería del Ayuntamiento.  Limpton fue criado por unos tíos tras morir sus padres durante un bombardeo en la Segunda Guerra Mundial en la que el joven sirvió en el ejército como piloto. Al llegar a Warntley, conoce a Charley, un compañero de trabajo que le consigue un cuartito en la pensión en la que vive  y se convierte en su mejor amigo en la ciudad. Jack sale a divertirse por las noches con la pandilla de Charley que es miembro de un grupo de teatro aficionado. En el local, Jack se fija en una bella muchacha, Susan Brown, la hija del dueño de medio Warntley, un rico industrial que en su día tuvo trabajando en su fábrica al padre de Jack. A pesar de que todos le dicen que esa chica no es para él al pertenecer a una clase superior, Jack se propone conquistarla. Para estar cerca de Susan, el contable se inscribe en el grupo de teatro donde, por cierto, exhibe unas dotes pésimas como actor.

Durante los ensayos de la obra en la que participa, Jack conoce a Alice, una mujer diez años mayor que él que en la pieza interpreta a su amante.  Alice está casada, pero no es óbice para que el contable la invite a salir una noche después del ensayo. En el transcurso de la velada, Jack descubre que Alice no es feliz en su matrimonio, le habla de sus humildes orígenes y le confiesa que le atrae Susan. Alice le anima a salir con la joven, pero no puede evitar que Jack acabe coqueteando con ella.

A la mañana siguiente Jack llama a Susan para invitarla al cine al sábado siguiente, pero ella se excusa alegando que tiene una cita. Por la tarde, después del ensayo, mientras el grupo toma algo en un pub cercano aparece George, el marido de Alice para comunicarle a su esposa que debe ausentarse unos días por motivos de trabajo. Cuando la actriz sale del local, unas jóvenes comentan ante Jack que en realidad el hombre se va de fin de semana con su secretaria, una práctica que suele ser habitual. Limpton sale del bar y le ofrece acompañarle a casa pero esta le dice que no.

Finalmente, Susan y Jack acuden juntos al cine, y después de la proyección, él le declara su amor a ella. En ese momento, la pareja es interrumpida por Jack Walles, el estirado pretendiente de Susan que no para de burlarse de los orígenes de Limpton a quien odia. Susan rompe definitivamente con Walles y comienza a salir con el contable. No obstante, la idea no seduce mucho a los padres de la joven que no quieren un marido pobre para su hija. El todopoderoso Brown urde un plan para alejar a Limpton de su niña y presiona para que el jefe de la fábrica de Dufton, su pueblo natal le ofrezca un buen puesto. Pero al descubrir que el padre de la chica está detrás de esa sucia artimaña, el joven rechaza el trabajo. Limpton llama a casa de los Brown, pero al preguntar por Susan, su madre le dice que está de viaje en Francia.

Jack comienza entonces a volver a ver a Alice. Una noche los dos van en el coche a Sparrow Hills, un” lugar en la cumbre” desde el cual se divisa toda la ciudad y donde él la besa por primera vez. A partir de entonces,  se convierten en inseparables y comienzan una serie de citas furtivas cuyo escenario es el pequeño apartamento de Elspeth, vieja amiga de ella. Un día, Jack y Alice tienen una fuerte discusión después de que ella le confiese que durante su juventud sirvió de modelo a un pintor para un desnudo. Jack pierde los nervios y rompe con su amante.


Tiempo después, durante un baile de sociedad, Limpton encuentra a Susan cenando con sus padres y Jack Walles con quien parece haberse reconciliado. Sin embargo, la joven vuelve a preferir a Jack que tiene sus dudas que cree que nunca podrá tenerla completamente debido a la diferencia de clases que les separan y acaba abandonándola.  Y Jack volverá a encontrar refugio otra vez en los brazos de Alice.

La relación entre ambos se intensifica, e incluso pasan unas pequeñas vacaciones en una pequeña cabaña propiedad de unos amigos de Charley donde hacen planes de futuro. En el momento de la despedida, ella le regala su pitillera, “para que recuerdes toda esta felicidad” le dice.

Al reincorporarse al trabajo en el Ayuntamiento, Jack recibe un día la visita de George que le pide que no vuelva a verse nunca más con su esposa, y le comunica que jamás le concederá a ella el divorcio. Acto seguido, el padre de Susan le invita a comer a solas. Tras intentar chantajearle para poner a prueba sus principios, Brown le informa de que Susan está embarazada y tiene que casarse con ella. Jack tendrá por fin la vida que siempre deseó con un sueldo envidiable, pero la condición es que jamás vuelva a ver a Alice. Susan también le hace prometer lo mismo pero Jack debe ver por última vez a la que fue su amante.

Y Alice prepara una cena romántica pensando que Jack le traerá buenas noticias pero no es así. Tras despedirse para siempre de Limpton baja al bar donde ahoga sus penas en alcohol. A la mañana siguiente, el joven recibe las felicitaciones de sus compañeros que ya conocen la noticia de su boda. En ese instante, dos chicas comentan que el cadáver de Alice ha sido encontrado esa misma mañana al pie de Sparrow Hill desde donde su coche se despeñó. Conteniendo la tristeza, Jack abandona la oficina.

Destrozado, viaja a Dufton para encerrarse en el pub y emborracharse,. Allí tiene un encontronazo con el novio de una joven que intenta ligar con él. A la salida del pub, el chico y un grupo de amigos le esperan para darle una brutal paliza. Cuando despierta a la mañana siguiente, un niño sucio y desnutrido le observa atentamente. Lleva un coche de juguete que desliza sobre la acera simulando un accidente. En ese momento, llega Charley y su novia, June, que recogen  a su amigo para llevarlo a casa.

La boda se celebra a los pocos días. Jack parece un fantasma durante toda la ceremonia, consciente de que toda su vida ha quedado destrozada. Su ya esposa piensa que las lágrimas que derrama en el coche cuando abandonan la iglesia son de felicidad




Se tiende a pensar que Un lugar en la cumbre, opera prima de Jack Clayton, es la película clave del free cinema inglés, algo así como la obra fundacional del movimiento. Curiosamente no es la primera que hace la escuela de los jóvenes airados a la que ya incluso Tony Richardson ha bautizado en uno de sus títulos anteriores. Tampoco estamos ante la mejor película de su director– se considera casi por unanimidad que ese honor le corresponde a Suspense – ni Clayton puede ser tenido como el máximo abanderado del movimiento británico. Para este puesto tendrían preferencia el mencionado Richardson o incluso por Lindsay Anderson que prolongan su idilio con el drama social antes de pasarse a otros géneros como sí hizo Clayton.

Sí es la película de la que hablamos la primera que realmente tiene una gran repercusión internacional y llama la atención sobre lo que se está cociendo en el país. Prueba de ello son los dos Oscars que consigue la cinta en la edición de 1960, el primero para la francesa Simone Signoret por su espectacular trabajo interpretativo, y el segundo para su guión adaptado. La película se basa en una novela del escritor John Braine que llevan a la pantalla Neil Paterson y Mortdecai Ritcher, aunque este último no figura en los créditos.

La trama contiene todos los ingredientes que harán después popular el estilo de los angry men, aunque también cabe encontrar elementos del melodrama clásico en la sólida descripción de las clases altas y en el vaivén sentimental al que se ven sometidos los diferentes personajes. Es solo la fachada, por debajo se esconde una nada complaciente crítica no solo a la  burguesía y a las convenciones sociales, sino también a la codicia y a la mezquindad humana en toda su extensión.

El mayor mérito de Clayton es quizá pues aunar la elegancia del melodrama con esa técnica documentalista casi fotográfica del incipiente realismo social. Conviene tener presente que la mirada de la película es la mirada de un joven – en un cine hecho por jóvenes y para jóvenes—que llega por primera vez a un lugar que no es el suyo y se propone conquistarlo. La primera imagen  no deja lugar a dudas: en ella, lo primero que vemos en primer plano son los calcetines del protagonista que llega a la gran ciudad repantingado en el asiento de su tren dispuesto a comerse el mundo.  El orgullo de clase es, desde ya, una seña de identidad del free cinema.

Los Angry Young Men plantean pues sus películas como un desafío, y Clayton no va a ser menos en esta historia de ambición y arribismo. Se trata de una propuesta transgresora cuya base es la relación que se establece entre un pipiolo sin escrúpulos y una mujer madura, una fórmula que repetirá con éxito años más tarde el cine americano en El graduado (aunque el Benjamin Bradock de Dustin Hoffman allí es de todo menos un arribista). Hay más del personaje sin escrúpulos que interpreta aquí Laurence Harvey en el Ryes Myers de Match Point, con el que Woody Allen pretenderá darle la vuelta ya en el presente siglo a este triángulo amoroso tan endemoniado y tan “british”.

El escándalo estaba servido en la época con unos diálogos en los que Clayton se ahorraba en sutiliezas  y con un tratamiento del sexo demasiado atrevido para su tiempo, y el que el director va a veces más allá de la sugerencia sin perder nunca la clase.  Desde los tiempos de las grandes femmes fatale del viejo Hollywood nadie se había llevado a la boca un cigarrillo con tanta elegancia como Simone Signoret en esta película.

Porque claro, hay que hablar de Simone Signoret que está inmensa  en el film, y cuyo reconocimiento por parte de Hollywood, batiéndose el cobre con las dos Hepburn o con Liz Taylor, es más que merecido.  La actriz, antaño musa de Becker o Clouzot, coronó aquí su mejor papel dando vida a esa mujer maltratada por la vida que esconde su fragilidad en una coraza de mujer valiente y dura. A su lado, Laurence Harvey, quien también fue nominado por Hollywood, y que gracias a su personaje en el film obtuvo el pasaporte que le permitió lanzarse al cine americano y destacar en películas como El álamo (John Wayne, 1960) o La gata negra (Edward Dmtryck, 1962).  El Joe Lampton de Un lugar en la cumbre es el mejor papel en la corta carrera del actor que falleció en 1973 con tan solo 45 años

En su etapa como crítico cinematográfico, François Truffaut afirmaba que Ciudadano Kane había sido la opera prima que más vocaciones había despertado dentro de su profesión. Por aquel entonces, el bueno de François no sabía que su debut en el cine sería tan decisivo o más que el del genio  de Kenosha.  Y junto con la suya la de otros. Esos nuevos cines, y esos nuevos cineastas, que surgieron en Europa en esa época cambiaron para siempre la forma de hacer y de ver las películas.  Entre ellos estaba Clayton que, gracias a obras como está, merece un pequeño lugar en la cumbre al lado de los grandes.





Comentarios

CARPET_WALLY ha dicho que…
Voy, que no me la vida...

Melodrama clásico en lo que cuenta sin duda, son las formas las que harán ver que no es el cine habitual hasta el momento. hace siglos vi esta película que merece un repaso. El reclamo es este magnífico gus.

De hecho la vi hace tanto que nunca la hubiese metido en una lista de 100. Será por olvido o porque no fue tan memorable. Afortunadamente, Dex sabe de cine y es capaz de valorar por qué es imprescindible esta entrada.

Tan imprescindible como él. Gracias, de nuevo, maño.

Abrazos fumando.
Anónimo ha dicho que…
Cualquier día nos encontramos a nuestro maño en un "Imprescindibles" un domingo por la noche en La 2.

Soberbio es la palabra que define este Gus y la pelicula de la que nos habla.

Brutal el papel de la Signoret.

Besos eclipsados.

Albanta

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