EL CINE EN CIEN PELÍCULAS (XXXVIII)
El espíritu de la
revolución planeó sobre la tierra rusa. Un misterioso proceso estaba ocurriendo
en infinidad de corazones. La
personalidad individual sin tomar apenas conciencia de sí misma se disuelve en
el grupo y este a su vez se disuelve en el movimiento revolucionario.
EL ACORAZADO POTEMKIN (Bronenosets Potyomkin ) URSS, 1925. Dir
: Sergei M. Eisenstein con Alexander Antonov, Vladimir Barsky. 77 min.
Hace un par de semanas, al hablar de la figura de Davd W.
Griffith nos referíamos a él como el padre del montaje cinematográfico y
hablábamos de la enorme influencia que sus teorías tuvieron en cineastas
posteriores. Entre esos cineastas citábamos a la escuela soviética liderada por
Sergei M. Eisenstein. En realidad, y a pesar de reconocer la herencia del
director norteamericano, Einsenstein rechaza el concepto de montaje clásico y
comienza a experimentar con él hasta lograr una verdadera revolución en el
campo de la edición. Sus tesis sobre el montaje están muy en consonancia con su
ideología, basada a su vez en la dialéctica marxista. Esto que puede parecer muy filosófico y muy
abstracto no lo es en absoluto.
Para Eisenstein, una película se construía fundamentalmente
en la mesa de montaje; el maestro ruso propone un choque de imágenes para que
en la mente del espectador se cree otra distinta, es decir dos ideas
independientes forman una tercera. Dos conceptos tangibles físicamente pueden
confluir y dar como resultado un tercero de difícil representación, de forma
que el montaje pasa a tener una funcionalidad simbólica relevante. Es cierto
que Eisenstein puso su arte y sus conocimientos al servicio de la propaganda más
que de la emoción, pero no es menos cierto que sin sus logros la historia del
cine hubiese sido muy distinta.
Sergei Mijailovich Eisenstein vino al mundo un 22 de enero
de 1898 en Riga, capital de la actual Letonia, en el seno de una familia
acomodada de clase media. Sus padres se
separarían unos pocos años más tarde, por lo que el pequeño sería criado por
una nodriza que, primero como cuidadora y más tarde como cocinera, acompañaría
al artista toda su vida. Pese a estar separados, los padres de Sergei nunca descuidarían
su manutención y se encargarían de proporcionarle la mejor educación.
Así fue. El futuro
director estudió Ingeniería y Arquitectura en San Petersburgo, adquiriendo
conocimientos que más tarde aplicaría a su cine y a sus películas. En 1917,
alentado por el triunfo de la revolución, se apunta en las Milicias Populares
Universitarias, y un año más tarde se enrola en las filas del Ejército Rojo
donde se dedica a organizar espectáculos para las tropas y a diseñar carteles
propagandísticos. Sus inquietudes
culturales le llevarán posteriormente a instalarse en Moscú para trabajar en el
teatro Proletkult donde monta y dirige varias representaciones. En una de
ellas, El sabio (1923), introduce un
breve intermedio consistente en una corta proyección, lo que le sirve para
ponerse en contacto por primera vez con el mundo del cine. Ese mismo año,
colabora en la revista LEF dirigida por el poeta Vladimir Maiakoski pulbicando
el artículo El montaje de las atracciones
en el que sientas las bases de lo que para él debe ser el arte cinematográfico.
El diario de Gloumov
se convierte pues en la primera pieza filmada de Eisenstein. Este pequeño corto
de apenas 5 minutos de duración que se proyecta en los descansos de El sabio es
una sátira política con elementos de pantomima circense que toma prestados
hallazgos del cine de Dziga Vertov que a su vez será el encargado de supervisar
la obra. Vertov es una de las figuras clave del constructivismo cinematográfico
soviético y autor de la monumental El
hombre de la cámara(1929), considerada la cumbre de dicho movimiento.
Ya metido de lleno en el oficio, Einstein recibe el encargo
en 1924 de volver a montar El doctor Mabuse (Fritz Lang, 1922) para adoptarla
al argumentario comunista bajo el rebautizado título de Podedumbre dorada. Por aquel entonces, está ya preparando el que
será el primer largometraje de su carrera, La
huelga (1925) que describe una revuelta obrera durante la época
zarista. En este primer film, ya
destacan algunos elementos que serán comunes al cine soviético de la época y a
las películas del periodo estalinista, caracterizadas por su elevado contenido
político. Para realzar los valores socialistas, por ejemplo, se renuncia a la
presentación de un personaje principal, y el protagonismo se hace recaer
siempre en la masa. Si se individualiza a un personaje es siempre con un fin
metafórico; en el caso de La huelga
se emplea la imagen del suicidio del obrero para simbolizar la dignidad del
colectivo proletario. En la obra, Einsenstein sigue experimentando con el montaje,
e introduciendo avances técnicos que pronto serán asumidos por otros cineastas
e incluso por Hollywood
El impacto de la película no pasa desapercibido para el
régimen que encarga a Einsestein rodar ese mismo año El acorazado Potemkin para conmemorar el vigésimo aniversario de la
revuelta de Odesa en la que los marineros del buque ruso se amotinaron contra
los oficiales del ejército del zar. Fue este un episodio que se considera el
precedente más claro del desmoronamiento del imperio que tendría lugar en 1917.
Para festejar a su vez el décimo cumpleaños del estallido de la Revolución, Einsestein
debió rodar Octubre (1927) que
dirigió junto a Grigori Alexandrov. La película, basada en la novela de John
Reed (la misma que en 1981 inspiraría a Warren Beatty para hacer Rojos) reconstruye los hechos que
acontecieron desde febrero a octubre de 1917 y que terminaron con la victoria
bolchevique y la caída de la dinastía Romanov.
Personalmente, considero la película la cima del cine de Eisenstein cuya
experiencia se hace notar ya en el empleo acertado del ritmo y del montaje así
como del suspense. En la película aparecían algunos de personajes reales que
intervinieron en la revuelta como Trosky o Lennin, aunque posteriormente el
régimen ordenó eliminar todos los planos en los que aparecía en primero tras su
enfrentamiento con Stalin .La cinta fue rodada en 1927 pero no pudo estrenarse
al año siguiente debido a las presiones de ciertos grupos influentes de la
capital que lucharon para que la película no se proyectase e incluso lograron
que se eliminasen algunas de sus escenas.
Como anécdota, los actuales guías turísticos moscovitas, no se sabe si
como parte de una leyenda urbana o no, suelen comentar en sus visitas que el
Palacio de Invierno sufrió más daño y más destrozos durante el rodaje de la
película que durante la toma revolucionaria en sí.
En 1929, tras al parecer un intento frustrado de rodar una
película basada en las tesis de El
capital de Karl Marx, Einsestein estrena La línea general, también conocida como Lo nuevo y lo viejo. La finalidad de la película era la de cantar
las excelencias de la nueva reforma agraria impulsada por el sistema
estalinista, si bien los continuos cambios en la redacción de la ley obligaron
a varios cambios en el guión. El film contaba como novedad el hecho de no tener
como protagonista a la masa sino a una heroína individual con nombre y
apellidos, María Lapkina. Tal vez esa fuese una de las razones de que La línea
general fuese un fracaso.
En 1930, el director inicia un viaje por Europa, destinado a
investigar sobre las nuevas técnicas del cine sonoro, terreno en el que la URSS
llevaba una notable desventaja con respecto a otras cinematografías. En París
contacta con él un directivo de la Paramount que le convence para trasladarse
en Hollywood, aunque una vez en Estados Unidos más de un directivo de los
estudios pondrá el grito en el cielo al saber de su pasado y al conocer sus
ideas sobre la colectivización y el comunismo. Einsestein recorre las tierras
del tío Sam dando conferencias y simpatiza con artistas e intelectuales
norteamericanos – entre ellos Charles Chaplin – pero el ambiente que se respira
en el país imposibilita que el director pueda desarrollar su carrera en el
país. El Comité Fish, antecedente preclaro del famoso Comité de Actividades
Norteamericanas puso todo su empeño en que la Paramount rompiera sus lazos con
aquel “perro rojo bolchevique”, cosa que no tardó en ocurrir.
Declarado persona non grata en los Estados Unidos, y
considerado un desertor para la élite política de la madre patria soviética,
Eisenstein llega a México en 1930 con la intención de poner en marcha un
ambicioso proyecto que recree la historia del pueblo azteca, desde sus orígenes
precolombinos hasta el periodo revolucionario. La llegada al país del maestro
ruso ya no hace presagiar nada bueno; junto a sus dos ayudantes de dirección es
detenido nada más cruzar la frontera, pero es liberado poco después gracias a
la intervención de un amigo español. Einsenstein había rodado 60.000 metros de ¡Que
viva México ¡ cuando la película se paraliza debido a que el escritor
norteamericano Upton Sinclair, uno de los principales valedores del director en
esta etapa, le retira su apoyo, no sólo por razones económicas – el presupuesto
se había duplicado y se había ido de madre- sino también por razones políticas.
El film quedó inconcluso, aunque con el material filmado han llegado a hacerse
hasta seis versiones diferentes, ninguna definitiva y ninguna montada por
Einstein. La aventura mexicana del cineasta así como el tortuoso proceso de
rodaje de ¡Qué viva México ¡ fueron
recreados en el film Eisenstein en
Guanajato (2015) del controvertido Peter Greenaway, aunque las veleidades
artísticas y narcisistas del realizador británico están siempre por encima del
rigor y de la crónica histórica, y el resultado deja bastante que desear.
Profundamente deprimido y desmotivado, Eisenstein vuelve a
la Unión Soviética en 1932, aunque ya no cuenta con el favor del régimen que
mira con recelo su estancia anterior en Hollywood. Comienza entonces a rodar El prado de Bezhin, drama rural basado
en un cuento deTurgenev, pero el máximo responsable de la cinematografía rusa
la boicotea de forma que provoca que otro film del director quede
incompleto. Contra viento y marea, llega
a dirigir Alexander Nevsky (1938)
poema épico dedicado al príncipe ruso que derrotó a los teutones en el siglo
XIII con el que gana el premio Stalin. A esas alturas, el régimen se fiaba tan
poco de Eisenstein que durante todo el rodaje tuvo a un funcionario pisándole
los talones, siendo su sombra y vigilando todos sus movimientos. Tal y como se
deduce del propio título de la película, su protagonista principal vuelve a ser
el individuo y no la pasa; además, será esta una de las pocas ocasiones en las
que Eisenstein renuncie al vigor documentalista de su cine para optar por la
reconstrucción histórica hechos con un tono más épico. De este film se recuerda
también la colaboración entre el director y el músico Sergei Prokofiev, quien
compuso toda una ópera a partir de la
banda sonora de la película. Y es que aunque Eisesntein siempre renegó del
sonoro, decidió investigar las relaciones entre la música y la imagen como una
aportación más a su teoría del ritmo en el montaje.
En el último tramo de su carrera, el maestro soviético
intenta rodar una ambiciosa trilogía sobre la vida del primer zar de todas las
Rusias. Al final, Ivan el terrible (1944) se quedó en un díptico cuya segunda
parte incluso debió estrenarse de manera póstuma en 1958. El film contenía una
soterrada crítica hacia el despotismo vivido en la URSS durante los años
posteriores a la revolución, así que Stalin la prohibió.
Eisenstein murió en Moscú, en 1948, víctima de un infarto
cuando tan solo contaba cincuenta años de edad. Murió solo y, parece el signo
de los grandes pioneros, completamente olvidado y repudiado por quienes un día
le encumbraron a lo más alto. Hoy en día, su legado está totalmente reconocido,
y su influencia posterior en el desarrollo del séptimo arte fuera de toda duda.
Sergei Eisenstein gozaba de toda la simpatía y confianza del
régimen de Stalin cuando en 1925 se le encarga filmar El acorazado Potemkin. La película, como hemos comentado antes,
pretendía conmemorar el vigésimo aniversario del motín que tuvo lugar en el
mencionado navío en el cual su tripulación se levantó en armas contra sus
superiores, un episodio que hizo estallar la fallida revolución de 1905,
considerada a su vez el precedente inmediato del triunfo bolchevique doce años
más tarde. El Potemkin era uno de los cargueros de la armada rusa que debía
participar en la guerra del país contra Japón que se estaba librando en
aquellos momentos en aguas del Pacífico. En la semana del 26 de junio, el
Potemkin se halla varado en la isla de Tendra para realizar unas prácticas de
tiro frente a la costa ucraniana. El Comité Central de la Organización
Socialdemócrata de la Flota del Mar Negro estaba caldeando ya el ambiente para
que en todos los buques de la armada se produjese un levantamiento popular al
que se produjo en el Potemkin. La excusa, la chispa que prendió la mecha, en su
caso fue la protesta por las malas condiciones de la comida servida a los
marineros.
Al igual que ocurrirá en otras de sus películas, Einstestein
estructura el film en capítulos que en el caso que nos ocupa son cinco.
En el primero, Hombres
y gusanos, se gesta el conflicto. La
película se abre con la simbólica imagen de un mar bravío y un terrible oleaje chocando
con fuerza contra unas rocas. En el Potemkin, los marineros disfrutan de unos
momentos de descanso cuando Vakulinchuk , uno de sus compañeros, se les acerca
conminándoles a denunciar el mal estado de la carne con la que se prepara la
sopa que comen. Los marinos se arremolinan en cubierta ante las piezas de carne
puestas al sol sin ningún tipo de protección higiénica. Las autoridades
perciben al tumulto, y llaman al médico del barco que examina las piezas y
constata que no están en mal estado. En realidad, los gusanos campan a sus
anchas, pero el galeno se despacha diciendo que se trata simplemente de larvas
que se pueden lavar y eliminar con salmuera, y sentencia que la carne es comestible. El caso es que a la hora de la comida, la
mayoría de los cuencos con sopa no se tocan.
En Drama en el Golfo
de Tendra, el capitán del Potemkin reúne a toda la tripulación en la proa
del barco y pide que quienes hayan probado la sopa den un paso al frente. A
continuación, llama a los fusileros y les ordena que carguen contra quienes se
han quedado quietos, pero entonces uno de los marineros les pregunta a voz en
grito si de verdad están dispuestos a abrir fuego contra sus compañeros. Los
fusileros deponen su actitud y comienza el levantamiento. De entre la multitud
surge un sacerdote blandiendo una cruz ortodoxa y pidiendo que cese la pelea,
pero sus plegarias son desoídas por todos. Los amotinados logran tirar por la
borda a la mayoría de sus superiores, entre ellos el médico y el capitán. Otra
de las víctimas de la revuelta es Vakulinchuk, el instigador de la misma.
El muerto clama se
inicia con la llegada del Potemkin a las costas de Odesa. Ya en tierra, los
marineros colocan la capilla ardiente de Vakulinchuk que yace sin vida en el
interior de una pequeña tienda de campaña sosteniendo en sus manos un trozo de
cartón en el que se lee la inscripción “Por una cucharada de sopa”. Se organiza
una vigilia a la que acuden miles y miles de habitantes de Odesa que llegan
desde todas las partes de la ciudad. Entre las gentes se oyen voces que instan
a la revolución
El capítulo cuarto es el más conocido de todos y arranca con
la aparición de los cosacos en lo alto de La
escalera de Odesa. La guardia zarista se presenta con el objetivo de acabar
con el motín y comienza a disparar de forma indiscriminada contra los civiles
que han apoyado la causa de los sublevados. Al pie de la escalinata aparece
también la caballería que arremete también contra la población. Desde el otro
lado, los cañones del Potemkin responden a la represalia apuntando a las
instalaciones del Teatro Real.
El film se cierra con Encuentro
con la escuadra. El Potemkin zarpa de Odesa y se dirigen a alta mar,
consciente de que allí les espera la escuadra zarista con todo su potencial.
Tras reunirse los amotinados, la decisión es seguir adelante y hacer frente al
almirantazgo, y por eso ponen rumbo a toda máquina mientras organizan todo su
arsenal. Una vez frente a la escuadra, sin embargo, los marinos del carguero
descubren con sorpresa que los buques no abren fuego contra ellos. El Potemkin
se abre paso orgulloso ante la flota.
El acorazado Potemkin
es sin duda una de las películas sobre las que más se han escrito y que más
comentarios han suscitado a lo largo de la Historia del Cine. Eisenstein supo
traspasar los límites del cine de propaganda que le venían impuestos para crear
una auténtica obra de arte. Y tratándose de un film de estas características,
lo primero que cabe preguntarse es si los hechos que se relatan ocurrieron
realmente tal y como se cuentan. Lo sorprendente es comprobar que en un
porcentaje muy elevado así fue.
El rodaje duro apenas tres meses; para preparar la cinta, el
director entrevistó antes a varios supervivientes de aquella fallida revolución
y trabajó posteriormente, como era habitual en sus películas, con actores no
profesionales. El estreno tuvo lugar en
el Teatro Bolshoi el 21 de diciembre de 1925, y cuenta la leyenda que minutos
antes de la proyección se terminó de montar el último rollo, y que incluso
Eisesntein tuvo que empalmar los últimos fotogramas con su propia saliva.
Es desde luego la película que mejor resume las tesis del cineasta
sobre el montaje, y en concreto la famosa escena de la escalera, una de las más
estudiadas en las escuelas de cine de todo el mundo (curiosamente parece que
los sucesos que se narran en el capítulo son los que menos se ajustan a la
realidad). Es el famoso montaje yuxtapuesto, en contraposición con el montaje
en paralelo usado por Grffith. En él, una idea surge tras la asociación de dos
imágenes expuestas previamente, lo que será a su vez la base de la elipsis, en
la cual esa misma idea surge después de que la imagen se haya sugerido pero no
mostrado.
Eisenstein le otorga también al montaje un valor emocional.
Para la secuencia de Odesa utiliza 170 planos de los 1290 de los que consta en
total la película; la mayoría de ellos serán planos cortos, un recurso que
también será usado por los expresionistas. La cámara de Eisenstein manipula al
espectador acercándose a los miembros más vulnerables de la masa; niños,
mujeres, ancianos y hasta un lisiado que aparece sin piernas y que se sirve de
sus manos para descender los peldaños.
La simétrica coreografía de la escena es apabullante. La
infantería zarista, de blanco impoluto y en absoluta alineación, se presenta
como una máquina de matar perfectamente engrasada, y frente a ella la masa que
huye despavorida sin orden ni concierto. Hasta entonces, el constructivismo
solo se había manifestado en la pintura y en la cartelería, con el Potemkin
pasa al cine.
La escena de la escalera de Odesa ha sido objeto de
múltiples guiños y homenajes en el cine posterior. El más evidente fue el que
le brindó Brian De Palma en Los
intocables de Elliot Ness (1987), pero también la escena ha sido parodiada
en Bananas (Woody Allen, 1971) y
hasta en Los Simpson o en la saga Agárralo como puedas.
No obstante, El
acorazado Potemkin es algo más que Odesa y su famosa escalinata. El llamado
Séptimo Arte apenas contaba treinta años de vida cuando ya vivió su primer
punto de inflexión importante y alcanzó su verdadera mayoría de edad. Y hoy es una película de esas que se dicen de
obligada visión para el cinéfilo. Más allá de los valores técnicos y estéticos del
film, como dice algún crítico es ante todo el triunfo del ritmo sobre la trama,
y de su significación política, más allá incluso de su consideración como
objeto de museo.
Comentarios
Pues si señor, recuerdo que en mis primeros pinitos como cinéfilo, cuando ya me había dado cuenta de que me gustaba algo más que ver películas, "El acorazdo Potemkin" era de visionado obligatorio. Todo aquello que leía o escuchaba sobre el cine mencionaba la obra de Einsenstein que yo aun no conocía, así que me puse manos a la obra.
Al videoclub (si, estaba hablando de aquella época remota). Y allí como un gafapasta de nuevo cuño pasé de las estanterías de vídeos pornos (que eran las que correspondían a mi edad), de las bélicas, de las de terror, de las novedades...al cine clásico, clásico..."Metropolis", ""Intolerancia", "El chico"...Ahí estaba el maestro ruso también, el del videoclub me miró raro pero aceptó mis disculpas: "es para un trabajo". Que me sentí en la necesidad de excusarme por ver una película como esa.
Y si, llegué a casa, le dí al Play y...aluciné. Quizá parezca todo superado, que ya hemos visto muchas cosas con más recursos y grandes realizaciones, pero esa película tiene un plus, al menos para mi, difícilmente explicable.
Quizá sea algo simple, quizá solo sea que "dos conceptos tangibles físicamente pueden confluir y dar como resultado un tercero de difícil representación, de forma que el montaje pasa a tener una funcionalidad simbólica relevante". O quizá sea que uno se encuentra envuelto en emociones, dirigidas por el "mardito" ruso y no pueda evitar sentirse con ganas de unirse a la masa, de luchar contra los oficiales, contra los zares, correr por esas escaleras, hundir la flota...Qué cabrón, me convirtió en revolucionario durante una hora...Impresionante.
Luego ya vi "Octubre", como iba más avisado me impactó menos y empecé a ver "Ivan El Terrible" que echaron en la tele hace bastantes años, pero esá si que no me llegaba nada...
Desde el punto de vista personal, al menos, "El acorazado Potemkim" tiene que estar si o si en cualquier lista de la historia. A mi me impactó.
Gracias por el impactante gus, Dex.
Abrazos en cubierta.
Por otro lado, Eisenstein fue obligado a dejar de trabajar por el régimen stalinista. Los últimos años de su vida vivió aterrorizado porque temía que la policía política viniera a buscarle a ajustar cuentas con él.
En cualquier caso, sí, es una película fundamental para la historia del cine. Yo la vi bastante tarde, en un ciclo que los cines Renoir dedicaron a la integral de Eisenstein (yo tendría los 22 cumplidos ya) y me gustó tanto que, unos pocos meses después, volví a repetir en la Filmoteca del Cine Doré. Hoy en día, por supuesto, está en mi videoteca particular.
Gus de leyenda.
Abrazos con gus-anos.
Abrazos rescatando el coche del bebé en la escalera