EL CINE EN CIEN PELÍCULAS (XXXVI)


Nunca he odiado realmente a Hollywood, excepto por su tratamiento de DW Griffith. Ninguna ciudad, ninguna industria, ninguna profesión, ninguna forma de arte le debe tanto a un solo hombre
(Orson Welles)



LIRIOS ROTOS (Broken Blossoms). USA, 1919. Dir: David W Griffith con Lillian Gish,  Richard Barthelmess,  Donald Crisp (90 min)

El cine nació en una barraca de feria, y durante sus primeros años de vida fue considerado como un entretenimiento menor sin más valor en sí mismo. Nadie era consciente del verdadero potencial que tenía y que llegaría a alcanzar después, ni siquiera los hermanos Lummière cuando presentaron su invento ante la sociedad parisina de finales del XIX. Pasaron los años, y el cine, más a golpe de improvisación que de otra cosa, se reveló como un instrumento que era capaz de contar historias y transmitir emociones. Pasaron más años todavía y tuvo que llevar alguien que otorgara al cine su verdadera carta de naturaleza. Ese alguien se llamó David W(ark). Griffith.

Porque en sus comienzos el cine no era tenido ni como un arte, ni como un negocio, ni tampoco como un auténtico espectáculo, por mucho que su sitio natural de exhibición fuese una carpa circense. Antes de Griffith muy pocos se habían dado cuenta de las posibilidades del nuevo arte y de su identidad propia más allá del simple teatro filmado. A partir de él, el cine empieza a desarrollar esas posibilidades. Si a Griffith se le considera como el padre del cine moderno es porque inventa precisamente un lenguaje cinematográfico propio alejado de lo que propusieron primero los Lummière y más tarde Meliès que representan el llamado Modo de Representación Primitivo. Los Lummière pretendían plasmar la realidad manipulándola en parte siguiendo esquemas pictóricos y estáticos, acordes con el gusto de la época. Meliès va un paso más allá e introduce el concepto de puesta en escena para otorgar a sus piezas un aire más mágico y fantasioso.

Griffith rompe con ese modelo, y tras fusionar la imagen con el discurso tradicional de la novela decimonónica crea el relato cinematográfico. Utiliza técnicas que hasta entonces se habían usado solo de manera ocasional como el montaje que por primera vez se emplea con intencionalidad dramática. Ligados a esas innovaciones técnicas, aparecen también hallazgos narrativos como el flashback, la alternancia de acciones en paralelo, los encadenados o incluso los primeros ejemplos de la profundidad de campo (casi treinta años antes de Orson Welles).

Nacido en La Granje, Kentucky el 22 de enero de 1875 (curiosamente mañana se cumplirán 144 años de aquello, lamento fastidiarle el gus a nuestro Lobo por si tenía pensado algo al respecto), David era hijo de un militar que había sido coronel del ejército confederado unos años atrás; dato ciertamente no menor que condiciona su pensamiento ideológico posterior y que explica su posicionamiento al crear la que sin duda es su obra más conocida y polémica, El nacimiento de una nación. De joven se mostró interesado por la literatura, y su sueño era ser escritor, pero acabó trabajando como actor para la compañía Biograph después de estudiar interpretación en varias escuelas locales. En 1908 da el salto a la dirección iniciándose así una primera etapa de aprendizaje que abarca hasta 1913, año en el que abandona la compañía.  Durante ese tiempo, Griffith estudia y analiza los logros de otros, principalmente autores europeos como Poter o Meliès, y a partir de dichas aportaciones ensaya recursos como el montaje o el uso de la iluminación con efectos dramáticos. En realidad el cineasta no inventó nada que no hubiese sido probado hasta entonces, lo que hizo fue depurar y experimentar sobre estos hallazgos ya conocidos para mejorarlos y establecer una gramática cinematográfica propia.

Tras abandonar la Biograph nuestro homenajeado intenta establecerse por su cuenta para acometer proyectos desde una mayor libertad creadora. Hasta en eso fue un verdadero pionero y precursor. A Griffith se le puede considerar también el primer productor independiente de la Historia. Fue de los primeros en darse cuenta de que en torno al cine estaba surgiendo toda una industria que cada vez iba a hacerse más influyente gracias a la aparición de compañías y directivos relacionados con el mundo financiero y no directamente con el cine. En consecuencia, el poder del artista sobre su obra cada vez era también más limitado. El Griffith visionario no se equivocaba y el tiempo le acabó dando la razón; durante buena parte de la Historia de Hollywood, y aún hoy, los verdaderos dueños de las películas han sido siempre los grandes estudios y los productores.

A tal efecto en 1919 el cineasta logra poner en pie la United Artits,  de la que también eran socios, con un 20 % de las acciones cada uno, otras grandes estrellas de la época como Charles Chaplin, Douglas Fairbanks y Mary Pickford.  Al principio los tomaron por una banda de chiflados y nadie se tomó demasiado en serio el proyecto, pero por fin se hacía realidad el sueño de Griffith de tener su propia compañía y preservar así sus trabajos de intereses comerciales.  La financiación de las películas respondía a un esquema muy limitado; la compañía no vendía acciones al público sino que se las apañaba a través de pequeñas cuotas semanales a los dueños de los teatros en concepto de prepago. La producción era lenta y costosa, y en los primeros años la lista de los estrenos no pasaba de cinco. En 1924, Griffith abandonó la United, pero la compañía siguió adelante; a lo largo de los años, el estudio ha  sufrido diversas transformaciones y fusiones, siendo comprado y vendido en numerosas ocasiones hasta ser adquirido por la MGM. Hablar de United Artits es hablar de una de las grandes leyendas de Hollywood.

Antes en 1915, Griffith había estrenado ya la obra más célebre y también la más polémica de toda su filmografía. El nacimiento de una nación cuenta la historia de dos familias amigas que se distancian cuando una se alinea con la causa sudista mientras la otra permanece fiel al gobierno federal. La película intenta reconstruir los primeros años de vida de Estados Unidos. Su título inicial era The Clansman, pero se cambió para dejar constancia de cómo la historia del país arranca tras el final de la Guerra de Secesión. Lo primero que sorprende de la película es su larga duración, anómala para la época, nada menos que ciento noventa minutos cuando la extensión media de las películas apenas sobrepasaba un par de carrete (esta tenía doce) s y en raras ocasiones excedía de la hora de duración. La película estaba protagonizada por algunos de los habituales en el cine del director como Lilian Gish o Donald Crisp – que también intervienen en la película que hoy comentamos. Como anécdota, el futuro director de cine Raoul  Walsh, amigo personal de Griffith, tiene una breve aparición en el film interpretando al asesino de Abraham Lincoln (aunque no figura en los créditos finales)

El nacimiento de una nación pasa a la Historia del cine y se consolida como modelo para el cine que vendrá después porque en ella Griffith reúne y sistematiza todos los recursos narrativos y técnicos que el cine había ido desarrollando hasta el momento.  Es la primera gran superproducción que dio el cine y su tono épico será imitado posteriormente en infinidad de ocasiones. No obstante, la película también pasa a la posteridad por su polémico contenido ultraconservador y racista que aboga por la supremacía de la raza blanca y ensalza sin subterfugios la labor del Klu Kus Klan. La interpretación que el film hace de la historia norteamericana es sesgada y partidista, y ha sido objeto de numerosas críticas por parte de críticos y estudiosos.

En 2016, un director afroamericano llamado Nate Parker decidió debutar en el cine contando la historia real de Nat Turner, un esclavo negro que lidero una sangrienta revuelta contra propietarios blancos en la Virginia de 1831, treinta años antes del estallido de la Guerra de Secesión. La película se llamaba, no por casualidad, El nacimiento de una nación, toda una provocación bendecida por el festival independiente de Sundance que decidió llenarla de premios en el año  de su presentación (la cosa no era para tanto).

En buena parte para sacudirse la fama de reaccionario que se había ganado con su anterior film, Griffith prepara para el año siguiente el que será su nuevo trabajo. Sin escatimar en gastos, volviendo a tirar la casa por la ventana, el resultado es Intolerancia, un ambicioso fresco histórico que recorre la Historia de la humanidad y que se centra en cuatro etapas diferentes para venir a demostrar que siempre ha existido la desigualdad y la injusticia social. También que la sed de codicia es algo intrínseco en la naturaleza del ser humano. Los episodios históricos en los que se detiene la película son la caída de Babilonia, la pasión de Cristo, la noche de San Bartolomé que enfrentó a hugonotes y católicos en el París de 1572, y las huelgas sindicales que tuvieron lugar en EEUU en 1912. En un principio, la intención del director era recrear este último episodio, pero después se atrevió con el resto. Todo sin escatimar en gastos, con unos decorados suntuosos y un sentido de la puesta en escena nunca antes visto en pantalla. Griffith lleva hasta el límite la teoría del montaje en paralelo al combinar escenas que no solo transcurren en diferentes lugares, sino también en diferentes tiempos y circunstancias. La edición actualizada que circula del film contiene un prólogo a cargo de Orson Welles. Hoy en día, casi un siglo después de su estreno, la película sigue asombrando por su espectacularidad y por el uso de hallazgos que crearon escuela, pero en el momento de su estreno fue un absoluto fracaso en taquilla, un descalabro financiero del que Griffith nunca pudo recuperarse del todo. Al menos, el director pudo reconciliarse con la crítica americana que alabó el mensaje pacifista de la cinta. No ocurrió lo mismo con la crítica europea con el Viejo Continente inmerso en plena guerra.

El fiasco de Intolerancia no amilana al director que continúa experimentando con el cine en películas que hoy consideraríamos superproducciones. Como tal debemos de tener Las dos tormentas (1920), adaptación de una pieza teatral que en su paso al cine se planta en una película de dos horas y media y que supone otro prodigio en el uso del montaje y de la cámara. O de Las dos huérfanas (1921) que nos retrotrae al Paris del siglo XVIII y de nuevo al concepto de cine espectáculo.  Con Sally, la hija del circo (1925), el director realiza una de sus escasas incursiones en el terreno de la comedia. Será poco antes de la llegada del sonoro que marcará el comienzo del declive de su carrera. Griffith solo podrá rodar dos películas habladas, La melodía del amor (1928) y Abraham Lincoln (1930), y una tercera, La lucha (1931) que ni tan siquiera llegó a montarse. Atrás quedaba una filmografía superlativa que abarca cientos de películas, la mayoría de ellas desgraciadamente perdidas, y que contiene un puñado de títulos imprescindibles para cualquiera que diga llamarse a sí mismo cinéfilo.

Al igual que George Meliès, otro gran pionero del cine, Griffith pasó los últimos años de su vida olvidado de todos. Prácticamente en la indigencia, su figura fue una sombra en el Hollywood clásico y dorado que sin él nunca hubiese existido. Murió en Los Ángeles el 23 de julio de 1948.

Lirios rotos (que también se conoció en España con el subtítulo de La culpa ajena)  es la adaptación del relato The chink man and the child publicado en 1916 por el escritor británico Thomas Burke y que apareció dentro de su antología de cuentos Limehouse nights.  La acción arranca en la Sanghai natal de su protagonista, Quong Lee, un joven de ascendencia noble y religión budista que se prepara para su primer viaje a Europa. La misión de Quong es la de extender la doctrina y las enseñanzas de Buda en el Viejo Continente,  más concretamente en la ciudad de Londres. No va a ser una tarea fácil como ya queda demostrado en una de las primeras escenas del film. En ella se ve como el protagonista se dirige a un grupo de marineros norteamericanos que se encuentran en el puerto chino y que reaccionan con violencia y propinándole una buena tunda.

Pasados unos años, Quong se ha instalado en Londres, pero ha renunciado a sus sueños catequizadores de juventud. Ha montado un pequeño bazar en Limehouse, uno de los barrios más pobres y marginales de la capital inglesa. Allí vive también Lucy Barrow, la hija de Batitling Barrow, un antiguo boxeador borrachín y pendenciero que la maltrata continuamente. La joven se para todos los días al regresar del mercado frente al escaparate de la tienda de Quong que termina enamorándose de ella, suscitando los recelos del barrio y de la comunidad china asentada en él.
Un día, tras recibir una brutal paliza por parte de su padre que la deja medio muerta, la joven vaga errante y medio inconsciente por las calles hasta llegar al local de Quong. Una vez allí, se desploma delante de él. El chino la lleva a su trastienda y la cuida hasta que logra reponerse. Sin embargo, el iracundo padre no tardará en enterarse.

Conviene no destripar mucho más de la sinopsis al ser una película en general poco vista y que merece paladearse poco a poco. Griffith introduce varios giros narrativos en la acción que culminan en un desenlace del cual no deberemos desvelar demasiado.

Estamos ante una película atípica dentro de la filmografía del director que viene de despachar con El nacimiento de una nación e Intolerancia dos obras monumentales y ambiciosas. Lirios rotos es todo lo contrario y lo primero que destaca de ella es su austeridad en la puesta en escena. La cámara recrea con precisión los ambientes miserables de un barrio marginal en donde imperan a sus anchas el alcoholismo o la prostitución. También llama la atención que el retrógrado y racista Griffith abogue en esta película por un amor interracial.

Si algo resulta ser igualmente llamativo en el film es la delicadeza y ternura con la que el director cuenta esa historia de amor y trata a sus personajes principales en contraposición con el tiránico antagonista. Griffith se mueve entre pocos personajes logrando unas sentidas y magníficas interpretaciones especialmente a cargo de Donald Crips y de Lilian Gish, que a sus veinticinco años amenazaba ya con destronar a Mary Pickford como la actriz favorita de América. Sin embargo, el director no se libró de las críticas de sus detractores que afirmaban que la película ofrecía un mensaje totalmente diferente al que quería dar con su película. De alguna manera, nunca consiguió deshacerse de la imagen de director reaccionario que proyectó tras El nacimiento de una nación.

El acabado estético del film es impecable. Griffith parte de las técnicas pictóricas herederas del estatismo del Metodo de Representación Primitivo y del esquema del melodrama victoriano para crear un lenguaje cinematográfico con identidad propia. Le ayuda, y mucho, el espléndido trabajo de fotografía de G W Bitzer, habitual del cine del realizador, con un uso innovador de la iluminación.
Lejos de los fastos babilónicos y de los lujos versallescos, Griffith es capaz de hacer maravillas con su cámara.  Una vez aquí se vuelve a demostrar que el autor concebía el montaje no como un recurso técnico más, sino como un elemento capaz de crear tensión, emoción y suspense. Lirios rotos posee las tres cosas, tres de los ingredientes fundamentales del relato cinematográfico.

Y es que Griffith fue el primero que pareció darse cuenta de las técnicas del cine podían servir para crear un lenguaje expresivo. Más allá de su contenido, más allá de la realidad que transmiten sus relatos. La Historia no se lo ha agradecido lo suficiente. Una de las escuelas de cine más famosas de Los Ángeles lleva el nombre de David W. Griifith. Al tratarse del autor de El nacimiento de una nación se ha intentado en numerosas ocasiones cambiarle el nombre al centro. En 1975, el Gobierno de los Estados Unidos decidió poner en circulación un sello postal con la efigie de Griffith. Su valor… diez céntimos de dólar.






Comentarios

INDI ha dicho que…
bueno, vale, que llega uno hoy a la oficina todavía con el sonido del retumbar de los tambores del día de ayer en los oídos y tratando de no bostezar demasiado y se encuentra con ésta fantástica lección de la historia del cine.

Demasiado buena para leerla cuando no estas bien despierto, la dejo para leerla por la noche con tranquilidad y pausa, que la merece.

Abrazos con gorro de cocinero
Anónimo ha dicho que…
Toda una lección sobre la historia del cine, como dice Indi.

Y como has dicho en el Gus soy una de las personas que no ha visto la cinta pero tu exposición hace que tenga unas ganas terribles de echarle un,seguro que merecido gustazo.

Los lunes son otra cosa, si.

Besos y aplausos.

Albanta
CARPET_WALLY ha dicho que…
Pues maravilloso gus, una vez más. Yo sólo conozco el título de la pelí de leer cosas y tal, pero no la he visto. Me he quedado con la intriga, pero creo que estamos llevando al absurdo el tema de los spoilers. Si una peli de hace exactamente un siglo no se puede contar demasiado porque se pierde el factor sorpresa...apaga y vamonos.

En fin, veremos si encontramos en alguna web de esas de eruditos la película y podemos salir de dudas.

Otra cosa es lo de Griffith, yo creo que es cierto que tiene el estigma (moderno) de "El nacimiento de una nación", pero creo que su reconocimiento es indudable y que en las escuelas de cine y en todas las historias se reconoce su aportación y su carácter visionario y precursor del cine que conocemos ahora mismo.

Muy grande D.W. casi como el gus.

Al Griffith lo que es del Griffith.

Abrazos mudos

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