GUS MORNINS 8/1/19

“Hice unas cuantas películas buenas, sobre todo en la década de los cincuenta. Luego fui en caída libre”                                                           José Ferrer
Antes que nada y sobre todo, feliz Año Nuevo a todos y a todas. Espero que la ilusión no decaiga, que el desánimo no aparezca, que la decepción no aflore y que, como decía José Ortega y Gasset “La mejor celebración sea la perfecta normalidad”. Os lo deseo de corazón.
Vuelvo a encadenarme a estos martes guseros y podría haberlo dedicado a David Bowie, pero nunca he sido mucho de él, aunque reconozco su carácter rompedor y provocador, etcétera, así que me he decidido por el aniversario del nacimiento de José Ferrer, que hoy hubiera cumplido los ciento siete años.
Como bien sabéis, José Ferrer era portorriqueño, hijo de María Cintrón, un ama de casa, y Rafael Ferrer, abogado. José fue un alumno muy aplicado que acabó su enseñanza obligatoria con brillantes notas. Tanto es así que fue admitido en la prestigiosa Universidad de Princeton donde se licenció en Arte Dramático, especialidad teatral con la consecución, acto seguido, de un doctorado que defendió con la tesis Naturalismo francés y Emilia Pardo Bazán.
Durante su estancia universitaria en Princeton, formó parte del prestigioso Club del Triángulo de Princeton, del que formaron parte prestigiosos intelectuales como Francis Scott Fitzgerald.
Con tal currículum, José Ferrer se dispuso a triunfar para lo que había estudiado y su ambición estaba dirigida hacia el teatro. Su talento natural, su don para los idiomas (sabía a la perfección inglés, francés, italiano y español) y su sabiduría le granjearon enseguida un cartel de cierta fama en Broadway. Tanto es así que consiguió el papel protagonista de la adaptación que se estrenó allí de Cyrano de Bergerac en el año 1947, por el que ganó el Tony a la mejor interpretación masculina del año. Sin amilanarse ni un poquito, José Ferrer pasó también a la dirección teatral, ganando nada menos que tres Tonys, uno de ellos por la dirección de la obra Stalag 17 que después llevó al cine el gran Billy Wilder con el título en español de Traidor en el infierno.
Cuando se pasa al cine, José Ferrer no acepta cualquier papel y consigue el del Rey Carlos VII de Francia en Juana de Arco, la versión que inmortalizó Ingrid Bergman. Como consecuencia de esta interpretación, José Ferrer consiguió su primera nominación al Oscar, en esta ocasión, al mejor actor secundario. Otto Preminger le reclama para encarnar a un villano de impresión, escondido tras su habilidad para provocar la hipnosis, en la estupenda Vorágine, con el fin de atormentar a Gene Tierney y sembrar dudas en Richard Conte.
Encarna a un dictador en trance de muerte en la muy apreciable Crisis, la primera película tras las cámaras de Richard Brooks. En ella, un cirujano de enorme prestigio se halla pasando su luna de miel en un país caribeño en el que la dictadura es sangrienta (el cirujano lo interpreta Cary Grant) y se le lleva a toda prisa al palacio presidencial para operar al máximo dirigente del país que no es otro que José Ferrer. La película, con una habilidad excepcional, plantea la duda de si ese tirano  merece la mejor atención médica o el galeno debería dejarlo morir.
En 1950, tres años después de su éxito teatral, la Fox se plantea hacer una versión de Cyrano de Bergerac, de Edmond Rostand y, por supuesto, ofrecen el papel a José Ferrer. Durante muchos años el personaje de Cyrano y el actor fueron sinónimos. Tanto es así que Ferrer consigue su segunda nominación al Oscar y la estatuilla al mejor actor de aquel año. Su interpretación es magnífica aunque, desgraciadamente, en España se dobló el papel sin respetar la rima del texto original.
John Huston le requiere para interpretar al pintor Toulouse-Lautrec en la colorista y maravillosa Moulin Rouge (la buena), que significa su tercera nominación al Oscar y da fe de la versatilidad de un actor de su categoría que aún guardaría un par de sorpresas como para certificarlo.
Una de ellas fue el torbellino con el que interpretó al Teniente Barney Greenwald de El motín del Caine, de Edward Dmytrik, abogado defensor de Van Johnson ante el motín que se perpetró contra el neurótico capitán Queeg al que dio vida un insuperable Humphrey Bogart. Aunque Ferrer sabía que Bogart se llevaría los laureles, aceptó el papel del defensor, que sólo sale en el último tercio de la película, pero con una fuerza impresionante que no desmerece en nada las labores del resto del reparto en una obra que ya ha quedado como una de las mejores del género de juicios.
En 1954 interpreta al compositor Sigmund Romberg, afamado compositor de operetas y musicales, especialmente del tema Softly, as in a morning sunrise en la película Profundamente en mi corazón y aquí podemos ver a José Ferrer cantando y bailando y rodéandose de un buen montón de estrellas que ponen en escena los temas del compositor como Jane Powell, Gene Kelly (en su única aparición ante las cámaras junto a su hermano Fred), Ann Miller, Cyd Charisse o Howard Keel. Una pequeña joya.
Por esta época, con un prestigio enorme en el cine, se decide a dirigir él mismo su propio éxito teatral The Shrike  algo así como El alcaudón, una película que nunca se estrenó en salas comerciales en España, junto a June Allyson. Esta obra también le granjeó un Tony a la mejor dirección teatral, pero cinematográficamente fue un auténtico desastre. Interesó poco esta historia sobre un director, también teatral, que tiene que defenderse de las perversas maquinaciones de su angelical esposa e intentar separar su vida privada de su trabajo.
Había muchas esperanzas puestas en esta película y su fracaso fue lo que inició el declive de José Ferrer. A continuación, dirigió otra película para compensar las pérdidas y funcionó algo mejor. Se trata de la cinta bélica El infierno de los héroes, al lado de Trevor Howard. A continuación trató de llevar a la pantalla el mítico “caso Dreyfus” que dio lugar a lo mejor que escribió Emile Zola jamás como fue su artículo Yo acuso. Precisamente, el título de la película fue ese mismo, Yo acuso y aunque fue un rotundo fracaso, tiene grandes valores cinematográficos y morales en su interior. Tuvo una aparición sin diálogo como el degenerado oficial turco que tortura al protagonista en Lawrence de Arabia, un papel que, según sus propias palabras, aceptó simplemente por dinero y porque le regalaban un Porsche. Hizo un papel más que apreciable en una película que ha caído lastimosamente en el olvido como es Nueve horas de terror, de Mark Robson, en la piel del oficial de policía que trata de impedir el atentado contra Gandhi. A partir de aquí, la carrera de José Ferrer (sin abandonar nunca el teatro, que era su gran pasión) comenzó a decantarse hacia la televisión como un medio de vida para hacer caja. Aún nos dejó apariciones breves en películas apreciables como ese nazi convencido que encarna en El barco de los locos, de Stanley Kramer, o su aparición como Herodes Antipas en la plúmbea La historia más grande jamás contada, de George Stevens. A finales de los setenta aún hace una aparición especial en Fedora, de Billy Wilder (Billy le debía una que os explico ahora mismo) o ese médico bastante promiscuo que se adentra en el universo de Woody Allen en La comedia sexual de una noche de verano o, incluso, esa interpretación casi autoparódica que hace del Profesor Siletsky en la versión de Ser o no ser que Mel Brooks rodó y se estrenó aquí con el título de Soy o no soy. Poca cosa para tan gran actor.
José Ferrer tenía una voz profunda, muy grave, extraordinaria. Ese rasgo característico hacía que impresionara a sus audiencias por sus diferentes entonaciones.
Me imagino que todos sabéis ya que es tío de George Clooney, merced a que se casó con la hermana del padre de George, Rosemary Clooney. Y, por supuesto, padre del también actor Miguel Ferrer, fallecido no hace mucho.
Cinco nominaciones al Tony. Ganó cuatro (tres a la dirección y una a la interpretación). La quinta nominación también fue al actor. Se la arrebató Fredric March.
La que le debía Billy es la siguiente. Fue la primera opción del director para interpretar al dipsómano de Días sin huella. La Paramount, que iba a financiar la película, le presionó para que contratara a Cary Grant. Billy no dio su brazo a torcer y dijo que el mejor actor para hacer el papel de Don Birnam era José Ferrer y que si no cedían, no haría la película. La respuesta de la Paramount no se hizo esperar: la película no se haría. Billy se desplazó para negociar y llegó al acuerdo de que José Ferrer no la haría, pero Cary Grant (a pesar de los inmensos deseos que tenía de trabajar con él), tampoco. El elegido fue Ray Milland que ganó un merecidísimo Oscar por su interpretación, que, por cierto, tampoco quería el papel ni regalado.
Uno de sus mayores éxitos en Broadway fue su interpretación de Yago en el Otelo, de Shakespeare. Según los entendidos, es el mejor Yago que se ha hecho nunca en escena.
Sabía tocar el piano a la perfección e incluso llegó a cantar ópera en representaciones benéficas de la Academia de Música de Brooklyn y en la Ópera de Beverly Hills.
Fue el primer actor de habla hispana que recibió un Oscar.
Fue ciertamente criticado al final de su carrera porque le dio por llevar un piercing en la oreja. Eso, en sí, no tiene ninguna importancia. El problema es que el detalle lo incorporaba a sus propios papeles fueran de la naturaleza que fueran y, en algunos, resultaba ridículo, como en el caso de Fedora en la que interpretaba al médico de la protagonista. En contra de su propia costumbre, Wilder incluso metió una línea de diálogo en referencia al piercing. “No dejes que ese pendiente te vuelva loco”.
Como vídeo os dejo un encantador encuentro con su mujer, Rosemary Clooney, en uno de los números que se marca en Profundamente en mi corazón.


Y como mosaico aquí os lo dejo, en la piel del Teniente Barney Greenwald de El motín del Caine.





Comentarios

dexterzgz ha dicho que…
Pues Feliz Año Nuevo a ti, una vez más, querido Lobo, y muchas gracias por este regalo de Reyes en forma de Gus.

Es curioso que en el corto plazo de una semana hayamos tenido por aquí a los dos grandes Cyranos del cine. Personalmente me quedo con el de Depardieu, pero eran otros tiempos.

Si tuviera que decidirme por una interpretación de Ferrer sería evidentemente por la de "El motín del Caine". Su escena final en el juicio es toda una lección de interpretación.

Abrazos amotinados
CARPET_WALLY ha dicho que…
es cierto que la carrera de Ferrer es corta pero inolvidable. Tanto su Cyrano, como su Tolouse y el defensor de Van Johnson son tres papeles míticos en otros tantos films imprescindibles. Luego no hay mucho más memorable, aunque estuviera siempre a buen nivel, pero en ningún film, ni siquiera en "Fedora" sería de los de quedarse en la memoria. Tampoco el del malvado emperador de "Dune" que David Lynch dirigió con su peculiar visión.

En todo caso, un homenaje el de hoy al que me sumo y gracias por otro gran gus tan imprescindible como el de la figurar que lo encarna.

Abrazos por narices.
Anónimo ha dicho que…
Empezamos el año con este pedaso de Gus a este pedaso de actor.

De entre los dos Cyranos, yo también me quedo con Depardié.

Curioso personaje y curiosa historia de amor que ha transcendido en el tiempo, hace poco pude ver una versión teatral protagonizada por Juan Cuesta, una maravilla.

Feliz año a todos. Gran Gus.

Besos narigudos.

Albanta
INDI ha dicho que…
entre Cyranos anda el juego y entre grandes guses andan los martes. Feliz año a todos, espero que los Reyes os hayan traído lo mejor y hayáis comido mucho rosco. Para mí siempre ha sido un día muy especial ese día.

Y sí, yo me quedo con el Cyrano de Depardieu, sin duda.

Abrazos quitando adornos

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