GUS MORNINS 2/10/18

“Algunas veces me pregunto cómo es posible que todos aquellos que no escriben, componen o pintan pueden escapar a la locura, a la melancolía y al pánico que son inherentes a la condición humana”                                   Graham Greene
Hoy cambiamos un poquito de tercio y nos centramos en la figura de este escritor que este día hubiera cumplido los ciento catorce años de edad. No nos centraremos mucho en sus novelas, sino en su vida y en todo aquel material de relevancia que fue adaptado al cine. No en vano fue uno de los escritores que más novelas han sido adaptadas al medio cinematográfico, siempre con una calidad muy por encima de la media debido a sus argumentos apasionantes, bien trenzados, de prosa muy cuidada y con un leve acento en la tristeza con el denominador común de la tremenda confusión que asola al hombre contemporáneo.
Graham Greene nació en Hertfordshire, Inglaterra, siendo el cuarto de seis hijos. Pero no sólo él fue el depositario del talento familiar. Su hermano menor, Hugh, fue un periodista de renombre que llegó a dirigir la BBC y su hermano mayor, Ray, fue un eminente cirujano además de un montañista más que destacable. Lo cierto es que los padres del pequeño Graham eran primos hermanos y estaban muy bien situados. El padre, Charles, era subdirector del prestigio colegio de Berkhampsted (uno de esos colegios pijos ingleses que tanto hemos visto en las películas) y su madre era la heredera de una ínclita licorería llamada Greene King que aún existe en la Gran Bretaña. Graham ingresó en el internado en el que trabajaba su padre y fue profundamente infeliz en él. Parece ser que el maltrato era algo habitual e, incluso, intentó varias veces el suicidio, una de ellas jugando a la ruleta rusa. A los diecisiete años tuvo que someterse a psicoanálisis durante seis meses debido al desequilibrio mental que padecía con una tendencia obsesiva hacia la melancolía. Según él, fueron los seis meses más felices de su vida.
A los veintidós años ingresó en el Partido Comunista de Gran Bretaña mientras estudiaba en Oxford. Este hecho le valió la prohibición de entrar en los Estados Unidos hasta que John Kennedy borró su nombre de la lista de indeseables. Fue compañero de Evelyn Waugh (famoso novelista y autor de, entre muchas otras, Retorno a Brideshead) con quien trabó amistad aunque Waugh siempre destacó la arrogante actitud, con cierto sentimiento de superioridad, de Graham Greene.
En la revista universitaria, Greene llegó a publicar más de sesenta poemas y después de su graduación en Literatura decidió convertirse al catolicismo porque su novia, Vivien Dayrell, le convenció para que lo hiciera. Al año siguiente, se casaron y tuvieron dos hijos: Lucy y Francis. En 1948, después de veinticinco años de matrimonio, se separaron, aunque nunca se divorciaron.
Con veinticinco años de edad siendo ya segundo editor del Times, Greene publicó su primera novela, Historia de una cobardía, que obtuvo tal éxito que le permitió dejar su trabajo. Tres años después publicó El tren de Estambul, que le hizo rico. Más que nada porque ésta, precisamente, fue la primera novela que vendió al cine y que se realizó en el año 1934 con el título de Orient Express, dirigida por Paul Martin, uno de los gurús de la época en la producción de películas inglesas.
La primera película basada en una de sus novelas que fue internacionalmente conocida fue El cuervo, la historia de un asesino profesional que busca venganza en la piel de Alan Ladd en su primera película al lado de la explosiva Veronica Lake. Eso llevó inevitablemente a que sus novelas fueran objeto de deseo para muchos directores, empezando por la estupenda El ministerio del miedo, dirigida por Fritz Lang en 1944, con un maravilloso Ray Milland al frente del reparto. Una historia de espionaje en plena Segunda Guerra Mundial con giros sorprendentes, sesiones de hipnosis y un coqueteo permanente con la locura que acaba por ser apasionante, a pesar de no ser una de las películas más conocidas de Lang. La siguiente fue una película prohibida durante muchos años en España al describir las andanzas de un correo de la República que intenta viajar a Londres y comprar carbón para la causa. Se trata de Agente confidencial, dirigida por Herman Shumlin e interpretada por Charles Boyer y Lauren Bacall. Después, una adaptación de su primera novela que ni siquiera se estrenó en España y que conserva su título original The man within, con Michael Redgrave de protagonista. Y después nada menos que John Ford se atreve a adaptar su obra El poder y la gloria para hacer su película maldita, El fugitivo, una película que, a pesar de ser un fracaso estrepitoso (Ford estuvo pagando las deudas hasta que hizo Dos cabalgan juntos, catorce años después), siempre estuvo enormemente satisfecho de sus resultados artísticos. Con Henry Fonda de protagonista, El fugitivo habla de la persecución a un sacerdote católico en un país indeterminado (dibujado como una república bananera) y que le lleva por un camino aún más impecable de santidad y sacrificio.
La siguiente fue Brighton Rock, con Richard Attenborough de protagonista, ahondando en el tema del falso culpable y de los crímenes no cometidos. Después, toda una obra maestra, El ídolo caído, con Carol Reed detrás de las cámaras y un maravilloso Ralph Richardson en el papel de mayordomo de la Embajada de Gran Bretaña en una ciudad indeterminada y que aparece como culpable de la muerte de su propia esposa que le ha pillado en flagrante adulterio con una secretaria de la misma Embajada, una bellísima Michele Morgan. La película cosechó tres nominaciones al Oscar y tuvo tanto éxito que le brindó a Reed la posibilidad de adaptar el relato corto de Greene El tercer hombre, con Joseph Cotten, Alida Valli, Trevor Howard y un grandísimo Orson Welles en la piel de Harry Lime, un contrabandista sin escrúpulos que no duda en utilizar los sentimientos personales para escapar de la acción de la justicia. Mucho se ha hablado sobre si esta película es de Reed o de Welles, otro día os diré la conclusión que yo saco con la información que tengo en múltiples libros y documentos. Lo cierto es que esta película es historia viva del cine y uno de los mejores argumentos que se han ideado jamás.
En 1955 se adapta su novela melodramática Vivir un gran amor, de Edward Dmytrik, con Van Johnson y Deborah Kerr viviendo un tórrido romance en el que se entremezcla lo místico, las creencias y la propia conciencia. El propio Greene estuvo presente en el rodaje y dijo que “mientras miss Kerr estaba perfecta, se ajustaba totalmente al personaje que yo había descrito, el señor Johnson se limitó a hacer su papel y a mascar chicle hasta conseguir irritarnos a todos”. Lo cierto es que es una película de una sensibilidad maravillosa, muy escondida porque no todos la conocen y que, sin embargo, merece la pena.
En 1958 se dedicó en cuerpo y alma a adaptar para el cine la obra teatral de George Bernard Shaw Santa Juana, que iba a dirigir Otto Preminger y que narra la historia de Juana de Arco desde el punto de vista del Carlos VII de Francia. La película, algo farragosa, destaca, ante todo, por las impresionantes interpretaciones de Jean Seberg, John Gielgud, Anton Walbrook y, sobre todo y ante todos, un sorprendente Richard Widmark.
Una versión posterior de El cuervo pasa por ser el único intento tras las cámaras del gran James Cagney, con el título de Atajo al infierno. Aunque inferior a la primera, ha pasado inadvertida por el tiempo y demuestra que el veterano actor tenía algo que contar.
En 1958, Joseph L. Mankiewicz adapta su novela El americano impasible con el título de El americano tranquilo. A pesar de que Mankiewicz es un realizador mayúsculo esta película tiene dos problemas y no pequeños. Uno es la contratación de Audie Murphy para interpretar al americano en cuestión, un actor pequeño, sin carisma, sin arte y sin nada dentro que no hace más que devaluar al personaje. El otro es la censura, que obligó a Mankiewicz a alterar el final original de la novela de Graham Greene ya que se decía, bien a las claras, que los Estados Unidos estaban interviniendo directamente en Vietnam cuando la Secretaría de Estado lo negaba por activa y por pasiva. Mankiewicz no pudo más que ceder con el consiguiente cabreo monumental de Greene, que se enfadó con él para el resto de su vida.
En 1959, Carol Reed se atreve con otra novela mayúscula de Greene: Nuestro hombre en La Habana. Interpretada de forma magistral por Alec Guinness acompañado de Maureen O´Hara y Burl Ives, esta historia de un vendedor de aspiradoras de la capital cubana reclutado por el MI6 para recabar información sobre los militares cubanos resulta ser tremendamente fiel a la novela (Greene siempre sostuvo que era su adaptación preferida) además de una curiosa sátira sobre el cine de espías. A destacar también el papel que realiza Noel Coward como Control.
La repercusión que estaba teniendo El tercer hombre en las revisiones de las filmotecas de todo el mundo, le lleva a realizar varios de los guiones que aparecen en la serie del mismo nombre con Harry Lime como personaje principal e interpretado por el actor Michael Rennie. Tuvo tal éxito que se mantuvo en antena durante seis temporadas.
En 1967, Peter Glenville adapta su novela Los comediantes, con Richard Burton y Elizabeth Taylor. A pesar del indudable tirón de la pareja protagonista, la película fue un fracaso, en parte porque su trama, en teoría de espionaje, no era de espías y se tendía a los pies del melodrama con un romance vivido a la sombra de la dictadura de Duvalier en Haití.
En 1972, George Cukor decide llevar a cabo la adaptación de Viajes con mi tía, otro de sus libros de más éxito. A pesar de que Katharine Hepburn rehusó participar en la película en el último momento y Cukor tuvo que recurrir deprisa y corriendo a Maggie Smith, la película tuvo una buena acogida, refrendada por una nominación al Oscar a la actriz principal. Como anécdota recordaréis que en esta película, en la piel de un ridículo galán, aparece José Luis López Vázquez, según Cukor “el mejor actor de comedia que he visto jamás” y que quería llevárselo a Hollywood para que hiciera carrera allí. López Vázquez rechazó la oferta debido al poco dominio que tenía del inglés.
Otto Preminger volvió al universo de Greene con una difícil novela: El factor humano, la historia de un funcionario del MI5 que se ve obligado a traicionar a su país ante el temor de que su esposa, una mujer sudafricana, se vea repatriada esperando una muerte segura en el destino. Triste, un poco espesa, interpretada por Nicol Williamson y por Imán, la modelo y pareja de David Bowie, fue una despedida gris para Preminger y no hizo justicia al modelo literario del que partía.
En 1984, John Mackenzie adaptó Cónsul honorario con Michael Caine, Richard Gere y Elpidia Carrillo en una historia con claros tintes influenciados por John Le Carré. La historia de un cónsul que cede a su amante para que no le salpique la revolución también es triste y oscura, sin demasiado sentido y sin alcanzar otras cotas de genialidad del escritor.
De la última época habría que destacar dos versiones de películas que ya se habían hecho anteriormente pero que alcanzan muy buen nivel: una es El fin del romance, de Neil Jordan, con Ralph Fiennes y Julianne Moore remedando los papeles de Van Johnson y Deborah Kerr en Vivir un gran amor. La otra es la segunda versión de El americano impasible esta vez sin censura de por medio, dirigida por Philip Noyce con Michael Caine y Brendan Fraser (otra elección discutible) para dejar las cosas bien sentadas en cuanto a las intenciones de Graham Greene.
Hay otras adaptaciones al cine y a la televisión de la obra del insigne escritor. Recordemos que era una de las opciones sempiternas en la terna final de los Premios Nobel. La Academia sueca admitió que estuvo muy cerca de conseguirlo en 1974 aunque, en la votación final, se decidieron sospechosamente por un sueco, de esos que todos hemos leído, de nombre Eyvind Johnson.
Hombre de carácter complicado, con obsesiones oscuras, difícil de trato, Greene también trabajó como espía del servicio secreto británico teniendo como Control al afamado Kim Philby que, después, desertó a Rusia. Greene se declaró ferviente admirador de Fidel Castro aunque, algunos años después, se desdijo, diciendo que era una total decepción por su excesivo autoritarismo.
Declinó el ofrecimiento del título de Sir en 1956 aunque aceptó otras condecoraciones menores.
Colaboró activamente con el Instituto Británico del Cine para la conservación y el legado de cientos de películas inglesas. Especialmente las de Alfred Hitchcock.
Durante toda su vida fue diagnosticado como enfermo de depresión maníaca. Hoy el diagnóstico hubiera sido de trastorno bipolar.
Os dejo un vídeo que está bastante bien con algunos de los momentos de El tercer hombre y en el que apreciamos la fascinación que puede ejercer un personaje como Harry Lime bajo el rostro de Orson Welles.


Y como mosaico una imagen de Graham Greene. Escritor, viajero, espía.





Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Grande Greene, y grande este gus.

Como historia personal diré que cuando me presenté a los exámenes del First Certificate, te daban la opción de elegir un tema sobre el que basar la conversación "one to one" con el examinador, era la última prueba. Yo elegí "The third man". La examinadora, amante de Green y del cine, se mostró encantada de mi elección.

No hubo "A"s ese año y yo saqué uno de los cinco "B"s que se dieron...estuvo bien.

Besos..con un silbidito

Albanta
CARPET_WALLY ha dicho que…
¡¡¡Ole, tus cojones, Alban¡¡¡. Yo nunca me presentaré a un examen de esos porque no doy el nivel ni de madrileño chulesco, pero a las malas elegiría algo sencillo: una conversación de ascensor sobre el tiempo y la calor que hace en los madriles en verano y que en seguida llega el frio porque aquí no hay ni primavera ni otoño...Es decir, lo fácil, fácil. Y tu te entregas a hablar de Greene, de "El tercer hombre", de Welles...como se nota que tiene ya una edad.

Y ¡¡¡Ole, tus pelotas, Lobo!!!, Menudo pedazo de gus te has cascado con Green¡, su literatura y sus adaptaciones.Francamente genial. Señalas que "El factor humano" es una despedida gris para Preminnger y es cierto, pero yo señalaría que el propio original literario es ya de por si triste y algo espesa. En su momento cuando la leí, sonaba casi a despedida (Green la publicó cuando tenía 74 años), parecía que no publicaría mucho más y eso parece que se nota en sus páginas, afortunadamente no fue así.

Abrazos con gabardina ( o maletín)

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