GUS MORNINS 9/10/18
“Sé
perfectamente que las personas que hablan peor inglés son los que más ganas
tienen de hablar” Jacques Tati
Ciento diez años
hubiera cumplido hoy este fantástico director de cine, único en su especie, que
llevó a los altares una habitual e interesante reflexión sobre la dirección del
progreso y la perplejidad del hombre ante los avances de una técnica que, en
muchas ocasiones, se revela como inútil y, ante todo, devoradora de las
relaciones humanas. Ahí es nada.
Jacques Tatischeff,
como se llamaba realmente, era hijo de Georges-Emmanuel Tatischeff, hijo a su
vez del Conde Dimitri Tatischeff, general del ejército zarista, agregado
militar de la embajada rusa en París y casado con una francesa. El caso es que
el padre de Tati, Georges, después de seguir su educación en Rusia, decidió
trasladarse de nuevo a París y allí conoce a Claire Van Hoof, una holandesa muy
bien posicionada, hija del propietario de la fábrica de marcos Van Hoof, la
cual llegó a dirigir.
Jacques fue el segundo
de dos hermanos. Cuando cumplió dieciséis años, su padre quiso enseñarle el
negocio familiar, pero Jacques se negó en redondo. Aprovechando la buena
situación de la familia, Jacques siguió estudiando y entró en la Universidad
para licenciarse en Artes. No fue demasiado buen estudiante y aprobó con cierta
dificultad. En parte, pudo hacerlo porque destacó como un extraordinario
deportista destacando muy por encima de la media en tenis y, sobre todo, en
equitación. Sus compañeros de universidad le recuerdan con gozo porque Jacques
se fijaba en las actitudes de otros deportistas y los imitaba en sus
movimientos a la perfección. Terminada la carrera, con 23 años, fue reclutado
por el servicio militar obligatorio francés y destinado al Regimiento de Dragones
de Saint-Germain de Laye, muy cerca de su casa. Terminado el servicio, fue a
realizar un curso a Londres y allí se inició en la práctica del rugby, deporte
que le encantaba y del cual recibió incluso ofertas para hacerse profesional.
De regreso a Francia, de hecho, dio el salto a profesionales en Racing Club,
siendo un jugador muy destacado. Parece ser que a principios de los años
treinta se le pierde un poco la pista. Deja el rugby y no tiene ninguna
actividad conocida. Hay como una especie de vacío durante cinco años en los que
se especula que estuvo en casa, recuperándose de una grave lesión y practicando
mímica. Por fin, en 1935, sí que parece que hay constancia de que entra a
trabajar en el music-hall. Allí le ve actuar la artista francesa Collette, que
se encargó de difundir el enorme talento cómico de aquel muchacho alto y un
poco desgarbado que hacía imitaciones espectaculares. A partir de ahí, Tati es
contratado como actor fijo cómico en la compañía de revista del Teatro Michel y
de ahí pasa a la ABC, la mejor de todas las compañías de revista de Francia.
A partir de ese
momento, a Tati no le faltará trabajo. Siempre está de gira, sobre algún
escenario, y ya empieza a coquetear con el cine como actor. Incluso interviene
en una película titulada Oscar, campeón
de tenis, que, desgraciadamente, se ha perdido y de la que no existe
ninguna copia conocida. Su cotización va elevándose hasta que en septiembre de
1939, aún estando en edad de movilización, el Regimiento de Dragones le llama
para incorporarse debido al estallido de la Segunda Guerra Mundial.
Tati lo abandona todo y
parte hacia el frente con los Dragones, llegando a participar en la batalla del
río Mosa. Tras la rendición de Francia, es despojado de todos los honores y
graduaciones y es desmovilizado. A
partir de este momento, aunque es un dato que no está comprobado, Tati parece
que colaboró activamente en la Resistencia aunque lo hizo en actividades
secretas mientras se servía de una pantalla basada en el mundo del espectáculo.
Bajo la ocupación nazi presenta un show en el Lido de París, Impresiones deportivas, que obtiene un
éxito clamoroso. Poco después, conoce a una bailarina austríaca, Herta Schiel,
con la cual tiene una hija. Siguiendo su instinto para no perjudicar ni a la
mujer, ni a la niña debido a que sospecha que la Gestapo está tras él, Tati no
la reconoce, abandona a ambas y deja también de actuar durante algún tiempo.
Vuelve a desaparecer. Sale del ostracismo cuando el mismísimo Hitler se
interesa porque una figura del music-hall como él actúe en Berlín. Tati va para
allá y cosecha un éxito multitudinario, una vez acabado el compromiso, vuelve a
Francia y vuelve a desaparecer. Parece ser que, esta vez sí, de toda actividad.
Hay indicios de que estuvo trabajando en el guión de un cortometraje titulado Escuela de carteros, germen del que fue
su primer largometraje como director, Día
de fiesta.
A mediados de 1944 se
casa con la que sería su mujer hasta el fin de sus días, Micheline Winter. Ante
las dudas de Jean-Louis Barrault y por mediación de su compañero de la
Resistencia, el maravilloso decorador Alexandre Trauner, se le considera como
un posible sustituto para la estupenda película Los niños del paraíso. En última instancia, Barrault acepta el
papel y Tati queda fuera. Acabada la guerra conoce a Fred Orain, que sería su
socio en la creación de su propio estudio cinematográfico, Cady Films.
Un año después es
cuando Tati se pone en marcha con el cortometraje que había estado escribiendo,
Escuela de carteros, una película que
tengo en un DVD especial con unos cuantos de sus cortos y en la que se muestra
la instrucción que reciben tres carteros para repartir el correo. La película
tiene mucha gracia porque la instrucción se disfraza de instrucción castrense y
los carteros tienen que presentar armas con las bicicletas, cargar al hombro,
desfilar, etc. En el fondo, es una de las secuencias estrella que luego
introducirá en Día de fiesta.
Ese mismo año, Tati
tiene una hija, Sophie y se dispone a trabajar en su primer largometraje, la
mencionada Día de fiesta, una
maravilla. Los avatares de un cartero repartiendo el correo entre varios
pueblos del interior de Francia se convierte en un ejercicio de imaginación al
estar saturado de trabajo y con las ingeniosas ocurrencias del funcionario para
poder atender su trabajo. Así, por ejemplo, asistimos a cómo se engancha a la
cola de un camión con plataforma y, mientras avanza por los caminos, el cartero
desparrama toda la correspondencia en el camión, la clasifica y estampa el
matasellos. Terminada la tarea, se separa y va hacia el pueblo correspondiente.
Tati tarda un año en
rodar la película, comenzando así su fama de director meticuloso hasta la
exasperación. Y decide estrenar en Londres, donde obtiene el reconocimiento de
la crítica y del público. En Francia, el público se pelea por entrar en las
salas, pero la crítica no lo ve con buenos ojos. Entre las dificultades que
tuvo que afrontar estaba el hecho de que la rodó en color, pero los productores
rehusaron invertir dinero en el revelado en color y se estrenó en blanco y
negro. En 1995, gracias a la labor de su hija, Sophie, en colaboración con la
Cinemateca Francesa, se reestrenó con su color original.
Después del estreno,
Tati y Micheline dan la bienvenida a su único hijo varón, Pierre. Se va de
vacaciones con la familia a una pequeña localidad playera, Saint Marc sur Mer y
le gusta tanto que se promete a sí mismo rodar allí una película. Así es como
nace el personaje de Monsieur Hulot, famoso en todo el mundo, bajo los rasgos
de Jacques Tati. La película se llamaría Las
vacaciones de Monsieur Hulot y Tati obtiene un éxito inmediato. Esta vez
sí, la crítica y el público se rinden ante la imaginativa puesta en escena, con
especial atención a los decorados, de un señor de clase media que hace reír con
sus ocurrencias y sus dificultades, con una tronchante partida de ping-pong en
el hall del hotel y una continua perplejidad ante las actitudes humanas. La
película gana el Premio Louis Delluc del cine francés (la máxima distinción que
otorgan) y resulta todo un éxito popular. Eso anima a Tati con su siguiente
película, pero varias circunstancias obligarán a que se retrase el proyecto.
En 1955, Tati sufre un
accidente automovilístico. Como resultado del mismo, tendrá el brazo lesionado
para el resto de su vida. Tendrá movilidad, pero tiene la fuerza del mismo
disminuida. Por otro lado, se hacen claras sus diferencias con Fred Orain, su
socio de Cady Films, porque, a pesar del éxito de Las vacaciones de Monsieur Hulot, Tati recibe muy pocos beneficios.
Eso lleva a la ruptura con Orain y a la desaparición de Cady Films. Tati se
asocia con el productor Pierre Etaix y funda Spectra Films. Allí realizará la
que, posiblemente, es su obra maestra.
Mi
tío,
es la mejor película que Tati hizo nunca. Otra mirada a su inmortal personaje
Monsieur Hulot nos descubre a un hombre encantado con llevar a su sobrino a la
escuela, con jugar con él, con entretenerle, mientras su madre está totalmente
absorbida por el hogar moderno lleno de cachivaches electrónicos y su padre no
tiene tiempo para el niño. Aprovechando la historia, Tati también contrapone el
mundo moderno con el tradicional, aquel en que no importaba el tiempo en el que
se podía hablar con un vecino, en que el mercado estaba en la calle y se
compraban las cosas sin manufacturar, en que la tasca de la esquina estaba
llena de conocidos deseando compartir unos ratos relajados alrededor de una
mesa o paseando con un carro. El mundo de ahora está deshumanizado, loco, es
presuroso, lleno de plástico, absurdo, solitario e impostado. Toda una lección
a través de dos horas de continuas carcajadas y una memorable banda sonora.
Además de recibir los
más encendidos elogios de la crítica, François Truffaut elogió la obra como la
mejor película que se había hecho nunca en Francia y, sin dudarlo (dado que era
el enfant terrible del cine francés)
también dijo que era muy superior a Los
cuatrocientos golpes. Por esta película, Tati recibió el Oscar a la mejor
película extranjera de 1958.
Aún más animado después
de este éxito, Tati se embarca en su obra más ambiciosa, otra vez con Monsieur
Hulot como protagonista. Playtime es
una obra colosal, enorme, quizá más impersonal que Mi tío, pero toda una superproducción que le lleva diez años. Sólo
para montar la banda sonora de la película, Tati estuvo trabajando durante dos
años. Se gasta el dinero que no tiene. Crea un decorado (el famoso Tativille)
que ocupa la superficie de dieciocho mil metros cuadrados y, debido a sus
problemas con Fred Orain, sus películas anteriores son confiscadas. Al fin, Playtime se estrena (la película
contiene secuencias verdaderamente maestras, increíbles, con una visualización
fuera de serie que jamás se ha visto en ningún otro autor cinematográfico) y
resulta un éxito en Inglaterra, en Suecia y en el mercado sudamericano, pero en
Francia es un fracaso y no consigue distribuir la película en Estados Unidos.
En 1968, Tati está en bancarrota, con una película que ha costado una cantidad
exorbitada de dinero y sin nadie que le quiera financiar. Pierre Etaix le abandona
y Spectra Films se disuelve por embargo. Sus películas llegan a subastar sus
derechos. Tati no tiene nada.
En 1969, gracias al
apoyo de la televisión sueca, Tati funda una nueva productora en solitario, la
CEPEC y, con un presupuesto mínimo aunque con una minuciosidad en el rodaje
excepcional, estrena Tráfico, la
última de las aventuras de Monsieur Hulot. La película resulta ser un moderado
éxito, en la que Tati también demuestra que la falta de dinero puede ser
suplida con un derroche de imaginación.
Cuatro años después, la
Academia de Cine francesa le galardona con un César a toda su trayectoria.
Debido a una embolia pulmonar, Tati fallece en 1982 dejando un guión sin rodar
titulado Confusión, también con
Monsieur Hulot de protagonista.
La revista Paris Match
informó de su fallecimiento y Philippe Labro, uno de los más prestigiosos
críticos franceses afirmó: “Adiós,
Monsieur Hulot. Lo echaremos de menos estando muerto…pero tendríamos que
haberlo pensado estando vivo”.
En 2001, Sophie
Tatischeff, hija de Tati, compró los derechos de todas las películas de su
padre, las restauró con ayuda de la Cinemateca Francesa y se volvieron a
estrenar. Toda una generación de críticos de cine y de arte pudo apreciar la
auténtica maravilla que son sus películas.
Está considerado el más
grande de los directores que haya habido nunca teniendo en cuenta que sólo
estrenó cinco largometrajes, todos ellos de una calidad asombrosa.
Se sabe que Hertha
Schiel y su hija consiguieron instalarse en Londres. Tati, siempre que pudo y
tuvo dinero, fue a visitarlas.
Mientras combatía en el
frente en la Segunda Guerra Mundial, se prometió a sí mismo que sería director de cine y que llevaría con orgullo
el hecho de ser francés.
La película Mi tío, ganó el Oscar a la mejor
película extranjera venciendo a Juan Antonio Bardem por La venganza y, sobre todo, a Mario Monicelli por Rufufú.
El propio Peter Sellers
reconoció que su actuación en El guateque
era un homenaje a la forma de humor de Jacques Tati. Se inspiró en él para su
creación del personaje de Hrundi V. Bakshi.
Os dejo con un pequeño
homenaje a su figura, con secuencias de todas sus películas más alguna más para
televisión como fue su show Zafarrancho
en el circo (Parade). Podéis
apreciar su sentido visual y también su innegable vis cómica, nunca repetida en
toda la historia del cine.
Y como mosaico aquí le
tenéis, encarnado como su querido Monsieur Hulot.
Comentarios
Considero el humor como uno de los mayores placeres de la vida y por tanto, a todo aquel que consigue hacernos sonreir qué menos que un agradecimiento, desde los grandes Chaplin o Keaton hasta Mr Bean o Louis de Funés, pasando por los hermanos Marx y nuestro protagonista de hoy, Monsieur Hulot.
Abrazos cayéndome de la silla