EL CINE EN CIEN PELÍCULAS (XXVIII)



Me muero de pena encerrado en esta jaula dorada.
Dejadme volver al bosque y cantar canciones,
cantar canciones de libertad



LA LINTERNA ROJA (China, 1991) Dir Zhang Yimou con Gong Li, Jin Shuyuan, Cao Cuifen (125 min).


Al contrario de lo que sucede en el caso de otras filmografías del continente asiático como la india o la japonesa, el acceso del cinéfilo occidental al cine chino tiene lugar en época relativamente muy reciente. Los motivos de este descubrimiento tardío (en el mejor de los casos) son evidentes y apuntan a la instauración de la era comunista en el país oriental durante la primera mitad del siglo XX tras un período convulso de enfrentamientos y de guerras. Después llegaría la eclosión de la denominada Revolución Cultural de Mao con su férrea censura que, paradójicamente, produjo un efecto letal en la cultura y la educación de los ciudadanos. Con el ocaso del fenómeno, a finales de los años 70, es posible apreciar cierto aperturismo y la aparición de nuevos artistas disidentes que, no sin esfuerzo ni dificultades, consiguenhacer llegar sus ideas y sus creaciones al resto del mundo. No obstante, conviene incidir en el concepto de censura, que rige hoy día quizá más que nunca, con la nación convertida en una gigantesca contradicción en sí misma, sometida por un lado al asfixiante régimen comunista de antaño, albergando, por otro, leyes y políticas propias del capitalismo más feroz.

No es pues que el inventito de los Lummière se demorase en llegar a las costas del país, que la primera filmación china data de 1896 en Shanghái y fue presentada como parte de un espectáculo de variedades. Tampoco es que ni el número de espectadores ni el de películas producidas hayan sido tradicionalmente escasos, algo que resulta bastante comprensible, hablando como hablamos del país más superpoblado del planeta. Se estima que en los 17 años que median desde la llegada del comunismo hasta la implantación de la revolución maoísta se rodaron en suelo chino unos seiscientos films y que el público que acudía a las salas superaba para ese mismo periodo la cifra de cuatrocientos millones. Las obras que se hacen, eso sí, se ajustan a un canon muy determinado, y están íntimamente ligadas a la propaganda; muchos profesionales de la industria son enviados a Moscú para aprender las técnicas de los maestros soviéticos. Tal vez, el cine más valorable que se hace durante la época comunista sea el de animación para niños que se apoya además en técnicas tradicionales como el teatro de sombras o las marionetas.

En 1950 abre sus puertas en Pekín la Institución de las Artes Escénicas de la Oficina Cinematográfica del Ministerio de Culturaque a partir de 1956 pasará a ser conocida simplemente como la Academia de Cine de Pekín. El centro, de carácter privado, cuenta en un principio con varios departamentos entre los que se incluyen los de animación, fotografía y guiones. Con la llegada de la Revolución Cultural, la Academia entra en una fase de oscurantismo debido al exilio de muchos de los profesores que imparten allí sus clases. La situación cambia a partir de 1978 cuando algunos de los docentes vuelven al país y a las aulas. Años más tarde surgirá la denominada quinta generación de cineastas, primera de las promociones salidas de la nueva academia y de la que forman parte directores como ChenKaige o nuestro protagonista de hoy, Zhang Yimou.

Son precisamente figuras como las de los dos autores mencionados los que ponen al cine chino en el mapa con películas que se revelan por un espíritu crítico y de denuncia nunca vistos hasta entonces en esta filmografía. Gracias a su opera prima, Sorgo rojo, ZhangYimou se lleva el Oso de Oro en el Festival de Berlín en un año, 1989, clave en la reciente historia del país, con las imágenes de las revueltas de TianAnMen dando la vuelta al mundo. Unos pocos años más tarde, en 1993, ChenKaige presentará en Cannes Adiós a mi concubina por la que obtendrá la prestigiosa Palma de Oro, un premio que debe compartir ex – aequo con El piano de la australiana Jane Campion. Es el comienzo de una edad de oro del cine chino en el mundo que se complementa con la aparición de una sexta generación de directores chinos, nuevos creadores salidos de la Academia de Pekín que se suman a los ya conocidos con un estilo más próximo al cine de autor. Entre estos jóvenes directores destaca la figura de Jia Zhangke, nacido en 1970, que sigue trabajando en favor del cine más independiente y que se ha revelado a nivel internacional con títulos como Un toque de violencia (2013) o Más allá de las montañas (2015).

En paralelo al cine rodado en la República Popular, se han venido desarrollando en estos últimos años otras cinematografías en la órbita del gran gigante asiático. Vinculado en sus inicios a las películas de artes marciales, el cine taiwanés ha evolucionado hacia un concepto más artístico y menos comercial de las películas (y eso es un mérito en un territorio que se caracteriza por una amplísima oferta audiovisual).Ang Lee es, por supuesto, su director más conocido y reconocido a nivel mundial, ganador de dos Oscars de Hollywood a la Mejor Dirección por Brokeback Mountain (2005) y La vida de Pi (2012). Lee se dio a conocer universalmente representando a su país en la ceremonia de los Oscars de 1993 compitiendo por el premio a la Mejor película en lengua no inglesa con la comedia El banquete de boda. En aquella ocasión, el director no tuvo suerte y no pudo hacerse con el galardón – cedió ante nuestro Fernando Trueba y su Belle Epoque-, pero años más tarde pudo quitarse la espinita llevándose la primera estatuilla para la cinematografía taiwanesa en la categoría por la película Tigre y dragón (2000).

El cine de Hong Kong se caracteriza por estar rodado mayormente en cantonés a diferencia del chino continental con el grueso de su producción utilizando el mandarín como lengua principal. El realizador hongkonés más internacional es desde hace años Wong Kar-Wai (Shangai, 1958) que comienza dirigiendo films de acción y de artes marciales para derivar en un tipo de cine más estilizado y visual que concede especial importancia a la puesta en escena. Se da a conocer en Occidente con películas como Chunking Express (1994) o Happytogheter (1997) con el que logra el premio al mejor director en Cannes. En la actualidad, está considerado de los grandes directores de culto del mundo, y entre sus fans más acérrimos se encuentran directores como Quentin Tarantino o Isabel Coixet. En 2000 Kar-Waipresenta el drama romántico Deseando amar,que ocupa el segundo puesto en el ranking de la BBC de las mejores películas del siglo XXI, y que cuenta con una exquisita banda sonora que contiene temas cantados en castellano por Nat King Cole. En su último film Thegrandmaster (2013), el cineasta vuelve a sus orígenes, rindiendo homenaje y glosando la vida del legendario maestro de las artes marciales IpMan de cuya escuela fue alumno entre otros Bruce Lee.

Zhang Yimou no es solamente el cineasta chino con mayor proyección universal en los últimos 30 años, también es el más laureado con varios premios en Berlín, Cannes y Venecia donde ha conquistado el León de Oro hasta en dos ocasiones. Yimou forma parte de la primera promoción salida de la renovada Academia de Pekín donde estudia fotografía.  Durante la Revolución Cultural, debió abandonar sus estudios de forma momentánea para trabajar como empleado en una fábrica textil. Después, ya graduado y con 33 años, participa como operador de cámara en Tierra amarilla (ChenKaige, 1984), película que inagura una nueva corriente dentro del cine chino mucho más crítica con el poder establecido y el régimen político imperante. Tras su triunfo en la Berlinale de 1989, Sorgo rojo, la primera película dirigida por Yimou, será un título clave para que ese nuevo cine chino logre introducirse en los circuitos internacionales y empiece a ser conocido y premiado en los grandes festivales.

En Sorgo rojo Zhang Yimou adapta una obra publicada en dos tomos por el escritor Mo Yan, quien se haría con el Nobel de Literatura en 2012. La película nos traslada a la China de los años 30 del siglo pasado en vísperas de la guerra con Japón, y nos cuenta la historia de una muchacha que ha de hacer frente un matrimonio concertado con un anciano enfermo de lepra. Durante el viaje a la casa de su futuro esposo, a través de inmensas llanuras donde se cultiva el sorgo que da nombre al relato, la joven se enamora de uno de los porteadores que la acompaña. Será este un argumento recurrente en las primeras obras de Yimou, el de los amores prohibidos que deben superar las rígidas convenciones sociales. Lo vemos en films como Ju Dou, semilla de crisantemo (1990) o La linterna roja (1991). También desde este primer momento, somos testigos del cuidado estético que el director imprime a sus obras, mimando el tratamiento fotográfico – no podía ser de otra forma- y visual.

La película supone además el encuentro entre el realizador y la actriz Gong Li que s se convertirá en su compañera sentimental y en su musa. Li protagoniza los siguientes seis films del director hasta que se produce su ruptura como pareja en 1995 (posteriormente volvería a contar con ella para su película de 2006, La maldición de la flor dorada). Estas primeras obras sirven para afianzar a Yimou como un valor seguro dentro del nuevo cine de su país; Ju Dou, semilla de crisantemo y La linterna roja consiguen la nominación al Oscar en el apartado de mejor película extranjeradurante dos ediciones consecutivas, valiéndole además la segunda de ellas el premio en Venecia al mejor director. Con la maravillosa Vivir (1994) , su primera historia localizada en los tiempos de la Revolución de Mao, obtiene el Gran Premio del Jurado en Cannes, y un año más tarde participa en el film de episodios Lummière y compañía con el que varios autores internacionales conmemoran el centenario del nacimiento del cine.

Yimou abandona el ambiente rural de sus primeros trabajos para abordar por primera vez en su carrera un drama urbano con Qui  You, una mujer china (1992), León de Oro en Venecia, e incluso adentrarse en el cine negro con La joya de Shangai (1995). Títulos como El camino a casa o Ni uno menos (ambos de 1999) inciden en los efectos perversos de la revolución maoísta en la educación y en la vida de las gentes en general. A comienzos del nuevo siglo, el director parece haberse apuntado al boom del cine épico, surgido al calor del impacto de films como Tigre y dragón de Ang Lee. Y así, podemos citar títulos como Hero (2002), La casa de la dagas voladoras (2004) o La maldición de la flor dorada (2005), con el empaque visual del cine del autor intacto, pero que sin duda resultan más vacuos desde el punto de vista narrativo. El director sorprende en 2009 con Una mujer, una pistola y una tienda de fideos chinos, curiosísimo remake del clásico de los Coen Sangre fácil, y vuelve al drama rural y de época en esa pequeña joya llamada Amor bajo el espino blanco (2010) que nos devuelve al Yimou de los mejores tiempos. En los últimos tiempos, el director ha compaginado su trabajo en el cine con otras actividades como el montaje de óperas y piezas teatrales. En 2008, junto al coreógrafo y bailarín Zhang Jijang fue el encargado de diseñar la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Pekín.

A la espera de que llegue a nuestras pantallas la que es su última película, Shadow (2018), presentada hace escasamente un mes en la Mostra, lo último que conocemos de Yimou es su participación en la nefasta La gran muralla (2016). Matt Damon propició el salto del director chino al cine norteamericano gracias a esta superproducción que el propio actor protagonizaba, que intentaba recrear cómo había sido la construcción del monumento más emblemático de China, y que resultaba ser un desastre de principio a fin, tanto desde el punto de vista formal como narrativo. A pesar de ser otra película de acción y de artes marciales, Shadow ha sido bien recibida tras su estreno veneciano por la crítica que ha dicho que estamos ante una de las más bellas películas rodadas por el cineasta en los últimos tiempos. Así sea.

La linterna roja es el tercer largometraje en la carrera de ZhankYimou, está fechado en 1991 y adapta una novela titulada Esposas y concubinas, publicada por el escritor Su Tong. Estamos en la China de los años 20 del siglo pasado, aunque en algunos momentos pareciera que nos hallamos mucho más atrás en el tiempo. Songlian es una joven de 19 años que, al morir su padre, se ve obligada a convertirse en la concubina de un poderoso señor de la zona que ya cuenta con tres esposas. En la primera secuencia del film, una llorosa Songlian en primer plano confiesa a su madre la decisión que ha tomado “porque es el destino de las mujeres”. La primera en la frente. Yimou, que siempre se ha caracterizado por ser un excelente retratista del universo femenino en sus películas, suelta ya de inicio el primer sopapo, y denuncia el maltrato que en general  y de manera muy especial ha recibido siempre – y sigue recibiendo- la mujer en su país.

Songlian se traslada a pie a los dominios de su nuevo esposo, donde conoce a sus tres esposas, Cada una de ellas vive junto a su servicio personal en un apartamento independiente dentro de una enorme fortaleza. En su noche de bodas, la mujer recibe un masaje de pies por parte de un criado además de la visita de su amo, pero descubre que este tiene una curiosa costumbre. Cada noche, coloca una linterna roja en el apartamento de la concubina con la que pretende despertar al día siguiente. Songlian descubre a sus “tres hermanas” entre las cuales existe una lógica rivalidad. La primera noche, Songlian y su esposo son interrumpidos por una llamada de Meishan, la tercera esposa que reclama la atención del marido al encontrarse enferma. El episodio crea una tensión muy fuerte entre las dos mujeres. Songilian intenta entonces acercarse a Zhuoyan, la segunda esposa, que en un principio le brindará su apoyo y su amistad. Más tarde, se descubrirá que con amigos como esos, quién necesita enemigos.

La película transcurre en un escenario de celos y represión, y Yimou no excluye en ningún momento el tono folletinesco del relato. No obstante, lo hace como solo él sabe hacerlo, con mimo y con un cuidado sentido de la puesta en escena. Conviene recordar en este punto que el director salió de la Academia de Pekín como diplomado en Fotografía, y que algunas de sus películas han sido nominadas al Oscar en esa categoría y también en la de vestuario.  El cine oriental es sinestésico de por sí: pura sinfonía de olores, colores y fragancias.  El cine de Yimou siempre va un paso más allá, ofreciendo una intensidad dramática y una solidez narrativa difíciles de superar.  No en vano, nos encontramos con uno de los grandes maestros del cine contemporáneo en la que quizá sea su mejor película, un canto a la libertad y a la belleza.





Comentarios

CARPET_WALLY ha dicho que…
Yimou me parece un director con una sensibilidad maravillosa y, efectivamente, un maestro de la imagen. sus colores son fantásticos, la composición de sus escenas son bellísimos cuadros. Es el anti-Peckimpah, es lo contrario del feismo. Todo es magnéticamente bello.

Y sus historias contadas con sutilidad, con un tempo reposado (es cine oriental, ya sabemos) pero no aburrido, como un baño de agua caliente y espuma cuando estás acostumbrado a una ducha rápida matutina antes de ir a trabajar.

La cuestión es que en sus historias, como digo contadas muy sutilmente, con mucha sensibilidad y con una envolvente belleza, laten dentro no sólo arrebatradas pasiones sino también sentimientos oscuros, celos, odio, violencia, rabia...Y late fuera una sociedad injusta, miserable, mezquina y y profundamente desigual.

Todo eso se puede ver en "La linterna roja", te puedes quedar fascinado por el envoltorio pero en cuanto te descuidas te sientes arrebatado por la carga de profundidad que se ocultan tras tan hermosas imágenes y ese rostro maravilloso de Gong Li, también bella pero que lo trasmite todo con una mirada, los ojos expresivos son un don que hay que saber explotar y esta mujer es una experta.

Por señalar algo más, "La casa de las dagas voladoras" es una autentica maravilla.

Abrazos esperando

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