EL CINE EN CIEN PELÍCULAS (XXIX)
LA LISTA DE SCHINDLER (Schindler´s List) USA, 1994. Dir Steven
Spielberg. Con Liam Neeson, Ralph Fiennes, Ben Kingsley (195 min)
Llevamos décadas oyendo
hablar de Steven Spielberg como del Rey Midas de Hollywood. Estamos hablando
del que probablemente es el cineasta más conocido a nivel popular en toda la
historia del cine. No hablamos ya de Spielberg como de un director sino como de
una marca. Varias de las películas del director continúan figurando a día de
hoy entre las que más recaudación han alcanzado en los ciento y pico años de
vida del llamado Séptimo Arte. Ya es oficial que es el cineasta que más público
ha conseguido arrastrar a la sala oscura en todo ese tiempo; en este
2018 se ha confirmado que sus películas han superado los diez mil millones de
dólares en taquilla, un récord que nadie hasta ahora ha podido igualar, ni
siquiera ha rozado. Por si fuera poco, es uno de los pesos pesados de la
industria y una de sus personalidades más influyentes. Lo suyo le ha costado.
Ser un rey Midas que convierte en oro todo lo que toca también tiene su parte
negativa.
Más allá de los datos, los números y las estadísticas, en
Spielberg encontramos a uno de los mejores narradores del cine
contemporáneo. Le pese a quien le pese.
Para Spielberg, eterno niño, eterno Peter Pan, el cine es un juguete, y la
magia su principal ingrediente. Al director le gusta compaginar mensaje y entretenimiento,
“medicina y azúcar” como él dice; la ambivalencia es munición para sus
detractores. Es como que no puedes ser un director de masas y al mismo tiempo eso
que llaman un autor. Spielberg es las dos cosas y más, pero serlo tiene sus
inconvenientes. Demagogo, manipulador, blandengue, superficial y hasta cursi.
De todo se ha tenido que oír el tito Steven.
Y es que frente a ese Spielberg más comercial que arrasa en
taquilla con sus superproducciones (¿por qué siempre “comercial” ha de ser un
término peyorativo?), nos encontramos un Spielberg más serio y
comprometido. Mil novecientos noventa y
tres resultó al respecto ser un año muy especial en la carrera del realizador.
En la ceremonia de los Oscars de aquel ejercicio se produjo algo así como la
tormenta perfecta. La lista de Schindler,
uno de los dramas más rotundos y personales del de Cincinatti, triunfaba
logrando 7 premios, incluyendo – por fin- mejor película y mejor dirección. Al
tiempo, Parque Jurásico, que a día
de hoy sigue siendo el mayor éxito en taquilla del director, se hacía con tres
de los principales premios técnicos. En total, diez Oscars que venían a saldar
una deuda histórica que la Academia había contraído con uno de sus principales
valedores.
La desconexión entre Spielberg y la Academia se había hecho
más evidente que nunca años antes, en la gala de entrega de los Oscars de 1985
cuando El color púrpura, el primero
los dramas del cineasta, basado en la novela de Alice Walker, se iba de vacío de
la ceremonia tras haber alcanzado un total de once nominaciones a los premios.
Y no es por desmerecer el triunfo en aquella edición de Memorias de África, ese otro soberbio melodrama de Sidney Pollack,
pero la cosa sonó más a humillación que a otra cosa. La crítica quedó
desconcertada ante la decisión de tito Steven por abandonar su status de
director taquillero para pasarse a hacer otro tipo de cine, y también hubo
división de opiniones, desde quienes tildaron el film de “bufonada” como el New
York Times hasta quienes, como Roger Egbert, lo eligieron entre lo mejor de su
año. Porque la crítica, que en un principio también se volcó con Spilelberg
alabando su talento natural y su audacia juvenil tampoco tardaría en volverle la
espalda. Y curiosamente, cuanta más aceptación popular tenían las películas del
director y más dinero recaudaban en taquilla, mayor era también el desapego de
los críticos.
Nacido en Cincinatti el 18 de diciembre de 1946, Spielberg
se cría junto a tres hermanas en una familia de origen judío, la que formanel
ingeniero electrónico Arnold Spielberg y la concertista de piano Leah Adler.
Steven vive con dolor el prematuro divorcio de sus padres, un trauma que
exorcizará en algunas de sus películas posteriores (es el mismo dolor que
sufren el protagonista de E.T el
extraterrestre o el de Atrápame si
puedes). Durante su adolescencia, se aficiona al cine y comienza a rodar
sus primeros cortometrajes con una cámara de 8 mm.en los que dirige a sus
hermanas y a algunos amigos. El msimo director ha presumido en varias ocasiones
de cómo en esa época consiguió colarse durante unos días en los estudios de la
Universal (mediante un bono de visitante), para una vez allí montarse incluso
despacho propio haciéndose pasar por empleado y aprender algunos trucos del
oficio de la mano de gente como Alfred Hitchcock o Marlon Brando. A los 22 años, la propia Universal le ofrece
un contrato para trabajar para los estudios después de haber visto Amblin, una pieza de apenas 26 minutos
que se convierte en un título emblemático dentro de su carrera (años más tarde,
como se sabe, bautizará con ese nombre a su primera productora). Spielberg empieza a dirigir episodios para
series de televisión como Galería
nocturna (que protagoniza Joan Crawford) o la popular Colombo con el “cassavetiano” Peter Falk al frente.
Como integrante, junto a Coppola, Scorsese, De Palma o
Lucas, del denominado Neo Hollywood, Spielberg forma parte de esa generación de
jóvenes directores que irrumpe en el cine norteamericano de los setenta para
quedarse y cambiarlo todo, desde la manera de contar historias y películas
hasta el modelo de producirlas y distribuirlas. La leyenda del futuro Rey Midas
se inicia a comienzos de esa década tras la presentación de El diablo sobre ruedas (1971), un
telefilm cuyo impacto provocó su exhibición inmediata en salas y en pantalla
grande. Con la sombra de Hitchock en el horizonte, Steven narra la implacable
persecución a la que se ve sometido un conductor por parte de un misterioso
camión cisterna manejado por alguien cuyo rostro nunca se nos muestra. Después vendrá Loca evasión (1974), road movie a la que su director logra imprimir
un noto opresivo “in crescendo”. La opera prima oficial de Spielberg consigue hacerse
el premio al mejor guión en el Festival de Cannes. Un año más tarde éste le da
la primera dentellada al “box office” con Tiburón,
una obra maestra y un título de culto, también de reminiscencias hitchcotianas,
que pone patas arriba el mundo de la industria. Spielberg le da forma al
concepto de “blockbuster”, lo que aquí llamaríamos taquillazo, y ya nada
volverá a ser como antes. A partir de entonces, los estudios comienzan a
programar sus ejercicios y sus campañas – especialmente las de verano y
Navidad- en función de uno o varios títulos destinados a reventar las cajas
registradoras de los cines. El término no era nuevo, pero no cabe duda de que
Spielberg le da nuevos bríos a través de la historia de este escualo asesino.
Es evidente también, que a partir de aquel momento bañarse en una playa ya no
será como antes. Y es que nunca antes tampoco tres simples compases musicales
habían generado tanto pánico. El artífice, John Williams, el habitual
compositor de las bandas sonoras de las películas de Spielberg; muchas de
ellas, clásicos memorables, forman parte de nuestra vida.
A continuación, Steven se embarca en un primer proyecto del
que será uno de sus géneros favoritos, la ciencia ficción. Encuentros en la tercera fase (1977) remite a clásicos de ese tipo
de cine como Ultimatum a la tierra
(Robert Wise, 1951) apelando a una hipotética alianza de civilizaciones interplanetaria.
El resultado es una nueva obra maestra absoluta que se hizo con dos Oscars de
un total de ocho nominaciones; en ella destaca la presencia en el reparto de
François Truffaut para quien Spielberg reservó un pequeño pero sustancioso
papel.
Pero no todo van a ser éxitos y obras maestras. En 1979,
Spielberg suma el primer fracaso de su carrera con 1941, en la que el director recrea en clave de humor la histeria
que se crea en el subconsciente colectivo norteamericano en los días
posteriores al ataque japonés de Pearl Harbour. La crítica despelleja sin
piedad el film, y el público tampoco responde. Por aquel entonces, Spielberg se
ha estrenado como productor con una película de su amigo Robert Zemeckis, Locos por ellos(1978), simpática
comedia que sigue las andanzas de un grupo de fanáticos de los Beatles durante
la gira de los Fab Four por Estados Unidos a mediados de los años sesenta. Como
director, sigue deprimido por el varapalo de 1941, y decide regresar al cine de evasión. Baraja la idea de rodar
una película sobre un agente secreto al estilo James Bond que recorre el mundo
enfrascado en peligrosas misiones. En esas ésta cuando viene su amigo George
Lucas y le propone algo mejor; las aventuras de un arqueólogo intrépido y
romántico que se lanza a la búsqueda del Arca de la Alianza en plena época del
expolio nazi. Nace así En busca del arca
perdida (1981), pero sobretodo nace un mito, Indiana Jones. Ya son cuatro
las aventuras cinematográficas de Indi, encarnado siempre por el carismático
Harrison Ford, que venía de dar vida a otro mito del celuloide, el Han Solo de
la saga StarWars. Parece ser que la
quinta está al caer, pero ya llevamos años oyendo la misma cantinela, y
francamente no sé si a los 76, Harrison está ya para esos trotes.
Quienes crecimos con el cine de Spielberg, y aprendimos a amar
las películas gracias a él, tenemos un hueco muy especial en nuestro
corazoncito para ET, el extraterrestre
(1982). Steven convirtió en un clásico instantáneo la historia de la
conmovedora relación entre un niño y un extraño ser venido de otros mundos. En
su momento, la película se convirtió en la película más taquillera de la
Historia, y su canto a la amistad creó escuela. Spielberg, que se había ganado
con creces el título de Rey Midas de Hollywood, demostró que sabía manejar como
ninguno los sentimientos y las emociones.
ET, el extraterrestre
logra 4 Oscars – técnicos todos ellos- de un total de 9 nominaciones que
incluían opciones a los premios mayores (que van a parar al Ghandi de Richard Attemborogh). Con el
film, Spielberg suma su tercera candidatura como mejor director (las otras las
había recibido porEncuentros en la
tercera fase y En busca del arca
perdida),pero no logra quitarse la etiqueta de cineasta comercial.
Por eso, El color
púrpura (1985) supone un punto de inflexión interesante en la carrera del
realizador. Spielberg encuentra en el intimista drama racial de Alice Walker la
oportunidad de reivindicarse como un autor que piensa en algo más que en la
taquilla. Además del comentado fiasco en los Oscars, el film supone la
plataforma de lanzamiento para su protagonista Whoopi Goldberg, que tras este
primer dramón prefirió especializarse luego en comedietas intrascendentes y en
papeles de carácter cómico – por uno de ellos, el de la despistada pitonisa de Ghost (Jerry Zucker, 1990) conseguiría años
más tarde un Oscar en la categoría de actriz secundaria. La película supone además la primera
incursión de su director en el melodrama, aunque ya era posible encontrar
elementos del género en E.T. el
extraterrestre.
Sin embargo, Spielberg no consigue poner de acuerdo a los
críticos con su propuesta que muchos tildan de blandita y sentimentaloide,
sambenitos que acompañan a la obra spielberiana desde sus inicios hasta
prácticamente el día de hoy. Pese a ello, el director insiste y se viene a
España para rodar El imperio del sol
(1987), otro drama ambientado en los tiempos de la II Guerra Mundial y que
cuenta la odisea de un niño inglés de clase alta – el hoy cotizado Christian
Bale- que se ve obligado a vivir confinado en un campo de concentración chino tras
perderse de sus padres. En el film se dan cita alguna de las obsesiones de su
autor, la alienación de la guerra, la infancia y la pérdida de la inocencia.
Spielberg vuelve a apelar al aspecto emocional, pero en este caso los
resultados son más bien tibios. Tampoco logra remontar el vuelo con Always (1989), remake del film Dos en el cielo que protagonizaron en
1943 Spencer Tracy e Irene Dunne a las órdenes de Victor Fleming. Pese a la
angelical aparición de Audrey Hepbrun en el que es su último papel para la gran
pantalla, la película resulta fallida por culpa de un guión algo endeble.
Suerte que ese mismo año, Spielberg había podido resarcirse en parte con el
éxito en taquilla de Indiana Jones y la
última cruzada, tercer capítulo de las aventuras del famoso arqueólogo que
contaba con el aliciente de la presencia en el reparto del gran Sean Connery
como el padre del protagonista. Tal vez sea la entrega más entretenida de la
serie, algo menos oscura que su predecesora, Indiana Jones y el templo maldito (1984) que había supuesto una
pequeña decepción para algunos de los admiradores del episodio inicial de la
franquicia.
En los ochenta, Spielberg sigue su exitosa carrera como
productor detrás de hits de taquilla como Gremlins
(Joe Dante) o la trilogía de Regreso al
futuro (Robert Zemeckis, 1985-1990). Se responsabiliza de uno de los
episodios de los que forma parte En los
límites de la realidad que correaliza junto a Dante, George Miller y John
Landis. A finales de la década decide dirigir a Dustin Hoffman y Tom Cruise en Rain Man, pero abandona el proyecto al
poco tiempo cediéndole los bártulos a Barry Levinson que lo convierte en un
éxito en los Oscars de 1989.
Por si a esas alturas, alguien seguía sin tener claro que en
el interior de Spielberg latía el corazón de un niño que se negaba a crecer, el
cineasta emprendió a comienzos de los noventa una aproximación al personaje de
Peter Pan en la fallida Hoock, el
capitán Garfío (1991). Spielberg se estrella con la revisitación y puesta
al día del mito, y ni tan siquiera la presencia de un reparto plagado de
estrellas de tirón ( Robin Williams, Julia Roberts, Dustin Hoffman) es capaz de
evitar el descalabro. Dos años después, llega el ya comentado éxito por partida
doble de La lista de Schindler y Jurassic Park. Spielberg se embarca en una
nueva franquicia que desata en todo el mundo la fiebre por los dinosaurios y la
paleontología. En este caso, solo dirige las dos primeras entregas de la serie,
reservándose labores de producción en las posteriores. La última de ellas, por
cierto, tuvo como responsable al catalán Jota Bayona, admirador y discípulo
confeso del maestro Steven.
Con la segunda parte de Jurassic
Park, en 1997 llega también Amistad,
un drama ambientado en la época de la esclavitud que pasa casi desapercibido.
Sin embargo, a este film le sucede uno de los grandes hitos de la obra
spielbergiana. Con Salvar al soldado
Ryan consigue su segundo Oscar como director, y el aplauso unánime de la
crítica que lo ensalza como pocas veces a lo largo de su trayectoria. La película se inicia con una escena que
recrea de una forma espectacular el desembarco aliado en las playas de
Normandia que ha quedado como una de las secuencias clave de la filmografía de
su autor.
En los albores del siglo XXI, Spielberg se enfrentó a uno de
los mayores retos de su carrera artística, como es el de retomar uno de los
proyectos que dejó inconclusos al morir el maestro Stanley Kubrick, la
adaptación al cine del relato de Brian Aldiss"Supertoys Last All Summer
Long". El resultado, A I. Inteligencia artificial, es
irregular, aunque contiene momentos memorables y deja en el aire interesantes
reflexiones en torno tanto al potencial de la inteligencia artificial como al
dolor y a la aventura que supone crecer. Spielbeg se siente cómodo en la ciencia
ficción a la que regresa en los años siguientes con la apasionante Minorityreport (2002) , basado en una
historia de Philip K Dick, y el remake de La
guerra de los mundos (2005). También durante esos años hay hueco para otros títulos que han quedado quizá como menores dentro de la obra de Spielberg como Atrápame si puedes (también de 2002) o La terminal (2004).
Munich llega en
2005, y para mí es una de las películas claves de la filmografía del director.
Alejado de su habitual maniqueísmo, Spielberg recrea en el film los
acontecimientos que sucedieron al asesinato de los miembros de la delegación
israelí durante la celebración de los Juegos Olímpicos de 1972. Por supuesto,
el fantasma del 11- S sobrevuela en todo momento en una cinta en la que su
creador reflexiona en último término, y esta vez sin moralinas de ningún tipo
sobre las raíces de la violencia.
En el documental Spielberg,
producido el pasado año por la HBO, sostiene su directora, la cineasta
SusanLazy, que el cine del artista de Cincinatti ha cambiado en los últimos
años. Su mirada se ha vuelto más oscura que en otros tiempos, y su estilo
bastante más sobrio. Lo suscribo, y añado que tal vez sea Munichun nuevo punto de inflexión en la carrera del creador.
Coincide con el periodo en el que Steven se ha convertido en una especie de
revisionista que ajusta cuentas con la historia de su país para ofrecer una
lectura en clave actual. Películas como Lincoln
(2012) y Los papeles del Pentágono
(2017) tienen en común, además de su sobriedad y su clasicismo, abordar un tema
que resulta más espinoso que nunca como es el de la libertad de expresión. No
creo que sea casual que la primera, que cuenta entre otras cosas las
vicisitudes que tuvo que pasar el famoso presidente norteamericano para sacar
adelante en el congreso la más célebre de sus enmiendas se rodase en plena era
Obama, ni que la segunda que ilustra el periodo pre Watergate haya sido
estrenada durante el mandato Trump. Los valores de una y otra se ven reflejados
también en esa estupenda película que es El
puente de los espías (2015), una pequeña obra maestra que me temo hay que
empezar a reivindicar para que no quede sepultada entre los títulos de su
creador.
Pero incluso en las aventuras más comerciales del realizador
es posible apreciar este cambio; sus cuentos parecen estar narrados desde una
perspectiva más adulta que la acostumbrada. Ahí están Las aventuras de Tintin, el secreto del unicornio(2012) como parte
de un proyecto iniciado al alimón con el neozelandés Peter Jackson y que parece
que tendrá continuidad en próximas entregas. O WarHorse (2011) o Mi amigo,
el gigante, provistas de una mirada melancólica y hasta triste que hubiese
sido impensable hace unos años. Tampoco hubiésemos podido imaginar que
Spielberg acabaría rodando una distopía tan deslumbrante pero a la vez tan
amarga y desoladora como Ready Player
One (2018), su hasta ahora última aventura cinematográfica.
A punto de cumplir los 72, Spielberg sigue en forma y
trabajando a tope, como siempre manejando varios proyectos a la vez. Se anuncia
para el verano del 201 la llegada a sala de las nuevas aventuras del arqueólogo
Jones (hasta que no lo vea no lo creeré), y para ese mismo año la adaptación
cinematográfica (postergada también una y otra vez) del bestseller de David I.
Kertzer TheKidnapping of Edgardo Montara
que protagonizará Mark Rylance. De momento, el proyecto más avanzado parece ser
el del remake del legendario musical West
Side Story cuyo rodaje está previsto que comience este próximo verano. Sea
como sea, estaremos expectantes ante lo que este auténtico mago de la ilusión y
de las emociones que parece que no está dispuesto a jubilarse ni a abandonar
así como así al niño que siempre llevó dentro. Que la magia continúe. Ojalá
tengamos más medicina y azúcar durante unos cuantos añitos más.
En 1982, el australiano Thomas Kenneally publicaba en el
mercado editorial Schindler´s Ark, un ensayo novelado que daba a conocer en todo el
mundo a Oskar Schinlder, el empresario
alemán que consiguió salvar a cientos de judíos de los horrores de las cámaras de
gas nazis durante la Segunda Guerra Mundial, utilizándolos como mano de obra
para sus empresas. Kenneally se había inspirado en las conversaciones que había
mantenido desde el principio de la década con Polderk Pfeifferberg, superviviente
del Holocausto y uno de los llamados judíos de Schindler que llevaba desde los
años 60 intentando que el mundo conociese a su benefactor. La obra consiguió el
premio Booker y se convirtió rápidamente en un éxito de ventas internacional.
Por supuesto, pasó a ser también un objeto codiciado para una posible
adaptación cinematográfica, y fueron varios los directores que se mostraron
interesados por el proyecto. Dos de ellos fueron, en su condición de
descendientes de víctimas del Holocausto, Billy Wilder y Roman Polanski. La
Universal que había comprado los derechos de la obra se la brindó la
oportunidad de dirigir la película a Steven Spielberg, otro conocido miembro de
la comunidad judía y ferviente activista en pro de la causa hebrea. Pero el
creador de ET se lo pensó mucho, no sólo por la densidad de la obra en sí, sino
también por el importante impacto emocional que sobre él tenía afrontar una
historia como la que contaba Kenneally en su libro. Los estudios comenzaban a
impacientarse ofrecieron el encargo a otros cineastas. Martin Scorsese estuvo a
punto de dirigir el film, pero en ese momento Spielberg dio por fin el sí, al
advertir que, tras la caída del Muro de Berlín, las teorías negacionistas del
Holocausto estaban cobrando fuerza.
El rodaje que tuvo lugar en Cracovia durante dos meses y
medio fue en efecto durísimo. Muchas de las escenas se desarrollan en los
lugares en los que trascurrieron realmente, aunque, por ejemplo, el campo de
concentración debió ser recreado puesto que alrededor del verdadero habían
empezado a construirse otras edificaciones de carácter más moderno. Las
condiciones climáticas de la filmación fueron extremas, pero aún todavía más lo
fueron las emocionales. Muchos de los extras que participaron en la película,
verdaderos descendientes de judíos asesinados en las cámaras de gas, pudieron
experimentar en sus carnes lo que habían sentido sus antepasados a las puertas
de la muerte medio siglo antes. Para el propio Spielberg, rodar la película
supuso un fuerte impacto emocional tal y como se había temido. Se mostraba
deprimido la mayoría del tiempo y lloró filmando más de una escena. Le vino
bien simultanear dicha filmación con la postproducción de Parque Jurásico en la que trabajaba por las tardes en su cuartel
general. Además contó con otro aliado; el actor Robin Williams, que acababa de
trabajar con él en Hock le llamaba
para animarle contándole chistes y haciéndole imitaciones. Cuando Williams oía
al otro lado del hilo telefónico la primera carcajada de Steven colgaba sin siquiera despedirse.
La lista de Schindler
se desarrolla en Cracovia en tiempos de la II Guerra Mundial. Las tropas
invasoras nazis obligan a los judíos residentes a recluirse en guettos. Oskar
Schindler, ambicioso empresario afiliado al partido nazi, llega a la ciudad para
montar una fábrica de objetos de menaje. Para prosperar en el negocio, no duda
en sobornar a los oficiales desplazados al lugar ni en frecuentar el mercado
negro. Contrata como contable a Itzar Stern que tiene contactos con
comerciantes y empresarios de origen hebreo. Por mediación de Stern, Schindler
contrata a obreros judíos porque sus salarios son más bajos al tiempo que
mantiene excelentes relaciones con el alto mando alemán.
Paralelamente, llega a Cracovia, el oficial de las SS Amon
Goth para hacerse cargo de la contrucción y posterior supervisión del campo de
Plaszow. Goth es un sádico que una vez construido el campo no duda en eliminar
el guetto, sin excluir los fusilamientos. Schindler es testigo de la brutalidad
de ese desalojo, pero se ve obligado a la vez a contemporizar y a negociar con
el oficial para que le permita levantar un subcampo junto a su fábrica.
Cuando los alemanes se acercan a la derrota en la guerra,
Goth no duda en enviar a los judíos de Plasozw hasta Auswitz; Schinldler le
convence mediante sobornos para que permita a sus trabajadores trasladarse a
una nueva sucursal de la factoría que va a abrir en su pueblo natal. Este y su
contable redactan entonces la “lista de Schindler”, una nómina en la que
figuran los nombres de los 850 empleados que se librarán de ir a Austwitz. Sin
embargo, por un error los trabajadores acaban en el campo de concentración y
Schindler se verá obligado a un nuevo soborno, esta vez al comandante del
campo. Una vez en la nueva fábrica, el empresario prohíbe a las SS entrar en
las instalaciones y anima a sus empleados a celebrar el Sabath.
Una vez terminada la Guerra, y como miembro del partido
nazi, Schlinder debe huir ante el avance del Ejército Rojo. La noche antes de
ir a entregarse a las tropas norteamericanas, Schindler se reúne con sus
trabajadores que, en señal de agradecimiento, le regalan un anillo con una
inscripción del Talmud en la que se lee “Quien salva una vida salva al mundo
entero”. Al día siguiente un soldado soviético llega a la fábrica y anuncia a
los ocupantes que son hombres libres. La escena final con los trabajadores
marchando al frente se funde con otra toma en color que muestra a los judíos
supervivientes de Schlinder marchando acompañados de los actores que los han
interpretado en la película. Unos y otros se dirigen a la tumba de Schinder,
situada en el Monte Sión de Jerusalén, para dejar allí una piedrecita cada uno.
El último en llegar al lugar es Liam Neeson, el protagonista del film, que
deposita un par de rosas.
Spielberg decidió rodar La
lista de Schindler en blanco y negro para subrayar el horror de la barbarie
nazi, e influido por las magistrales Noche y niebla (Alain Resnais, 1955)
y Shoah
(Claude Lanzmann, 1985), hacerlo además en un estilo casi documental. Contó
para ello con el extraordinario trabajo del polaco Janus Kaminski que consiguió
un Oscar por su labor, y que a partir de esta película se convertiría en
habitual colaborador del director. Por indicación de Spielberg incluyó un único
detalle en color, el famoso abrigo rojo de la niña que recorre errabunda las
calles del guetto como símbolo de la
pureza y la inocencia. Por indicación del propio director, la niña, que en el
momento del rodaje tenía tres años, debía ser obligada por sus padres a no ver
la película hasta que no alcanzase la mayoría de edad. La vio con once y quedó
horrorizada.
Otro de los habituales del tito, John Williams volvía a
aportar su particular granito de arena con una banda sonora también merecedora
del Oscar, coronada con el memorable y emotivo solo de violín del israelí Itzak
Perlman.
Kevin Costner, Mel Gibson o Warren Beatty fueron algunos de
los nombres que se barajaron para dar vida en pantalla a Oscar Schindler. Sin
embargo, Spielberg prefería un actor menos conocido por el gran público, y
finalmente se decantó por el irlandés Liam Neeson a quien hasta entonces
habíamos podido ver en films como Excalibur
(John Boorman, 1982), La misión
(Roland Joffé, 1986) o Sospechoso
(Peter Yates, 1987). Ralph Fiennes era
un total desconocido para todos cuando encarnó al sanguinario Amon Goth. El
propio director lo eligió al darse cuenta del enorme parecido físico que el
actor guardaba con el personaje real, tanto que llegó a hacer temblar de miedo
a varios de los supervivientes que le conocieron realmente. El tercero en
discordia fue Ben Kingsley quediez años antes se había hecho muy popular al
protagonizar Ghandi (Richard Attemboroug, 1982) con premio de la academia de
Hollywood incluido. Kingsley interpretó
en el film a Itzak Stern, una mezcla entre el auténtico contable de la empresa
de Schindler y de su secretario personal que resulta ser la viva representación
de la bondad y el altruismo.
Los siete Oscars conseguidos por La lista de Schindler
correspondieron a las categorías de Mejor Película, Mejor Dirección, Mejor
Guión Adaptado – para Steven Zaillan-, Mejor Banda Sonora – John Williams-,
Mejor Fotografía – Janus Kaminski- Mejor Montaje – Michael Khan, otro de los
fijos en el equipo de Spielberg- y Mejor Dirección Artística – Allan Starsky y
Ewa Braun. La cinta tuvo un presupuesto bajo – 22 millones de dólares- y acabó
recaudando 321 millones en todo el mundo, muy lejos de los grandes éxitos
comerciales de su autor, pero aun así una cifra respetable. Congració a
Spielberg con la Academia de Hollywood y la Biblioteca del Congreso de Estados
Unidos la seleccionó como un tesoro cultural digno de figurar en su Registro Nacional
de Cine (2004). Y aun así, los negacionistas de siempre se lanzaron al cuello
del cineasta. Con sus controversias, sus medias verdades, su estilo para
algunos naif, sus luces y sus sombras, renunciando siempre a su sello de autor “comercial”, Spielberg
legó a la Humanidad y a la Historia un legado impresionante. Con la que nos
está cayendo, deberíamos aprender todos de él.
Comentarios
Desde luego, Spielberg y "la lista de Schindler" deben figurar si o si en cualquier lista, de 100, de 50 y hasta de 20. si estamos hablando de películas míticas de la historia del cine.
Pero no es sólo un mito tomado como un reconocido prestigio alcanzado incluso al margen de sus verdaderos valores objetivos, es que lo es precisamente porque es imposible ver la película y no sentir todos esos valores objetivos.
Si el cine es (o debería ser, según yo lo entiendo) una fábrica de emociones, "La lista..." es un hito de la producción en cadena de las mismas. Sin sentimentalismos, seca, dura, brutalmente real,...Duele en cada fotograma, duele el hecho de que nos estén contando la verdad, sin endulzar, sin tranquilizar. Y aun sabiendo que el mensaje es esperanzador, que la historia tiene un final "feliz", nos rompe, nos apalea, pero busca dentro de nosotros una minúscula parte de la generosidad del protagonista que lo es a su pesar...incapaz de desprenderse de su humanidad.
Mis hijos vieron muy jovencitos esta película (quizá con 12), se la mandaron en el instituto...Les impresionó tanto como les emocionó. Para ellos sigue siendo una de sus películas preferidas.
La carrera de Spielberg está plagada, como acabas de repasar, de películas fantásticas, de algunas de los mejores films de los últimos 40 años. No sé si "La lista de Schindler" es la mejor de toda su carrera, pero es sin duda una película imprescindible en la historia del cine.
Muchisimas gracias Dex...
Abrazos a caballo
Y ya volviendo al tito Steven, la mayoría de sus películas son de esas que no te importa volver y volver a ver, aunque si he de elegir alguna me quedo con Tiburón, la vi con unos 8 años en Alicante y no me podia bañar en la playa del terror que me causó y de esos se trata en el cine, de emociones impactantes e inolvidables.
Gracias por el gus, una nueva clase magistral.
Besos de escualo.
Albanta
Albanta
Abrazos con cacerolas.
Abrazos con látigo
PD: ¿no se trataba de retrasar una hora los relojes? entonces... ¿quién ha sido el espabilado que ha adelantado el invierno?