EL CINE EN CIEN PELÍCULAS (VI)
-¿Qué le ha pasado en la nariz?
-Me corté al afeitarme.
-Pues tenga más cuidado. Eso debe de hacerle daño.
-Sólo cuando respiro.
CHINATOWN (USA,
1974). Drama. Cine negro. Dir: Roman Polanski con Jack Nicholson, Faye Dunaway,
John Huston (131 min)
Tras una fructífera carrera como cortometrajista en su país
de adopción, un debut en el largo de lo más prometedor con El cuchillo en el agua (1962), con el que opta a un Oscar en la
categoría de mejor película extranjera, y una breve estancia en Reino Unido donde
rueda tres nuevos títulos, el director franco- polaco Roman Polanski se instala
por fin en EEUU. Corre 1968 y el cineasta estrena lo que con el tiempo se
convertirá en todo un clásico del cine de terror, La semilla del diablo, adaptación del famoso best-seller de Ira
Levin. Un año más tarde, tiene lugar un hecho espeluznante que marca
definitivamente la vida y la carrera del cineasta. El asesinato de la por
entonces esposa de Polanski, la actriz Sharon Tate a manos de la “Familia” de
Charles Manson en la noche del 9 de agosto de 1969 continúa siendo a día de hoy
un misterio sin aclarar del todo, rodeado de secretos que yacen desde hace unos
meses juntos al famoso homicida en su tumba. No es éste, como de todos es
sabido, el único episodio oscuro en la vida de Polanski que años más tarde, en
1977, será acusado de la violación de una menor, motivo que le convierte en un
prófugo de la justicia norteamericana. Desde entonces, el director no ha vuelto
a pisar suelo estadounidense, por lo que, entre otras cosas, tampoco pudo
acudir a recoger el Oscar que le otorgó en 2002 la Academia de Hollywood por su
trabajo en El pianista. Como
descendiente de víctimas del Holocausto, Polanski no dejó escapar la
oportunidad de comprar los derechos del libro de Wladyslaw Szpilman para
llevarlo al cine, sobre todo después de no haber podido rodar, como hubiese
querido, la versión cinematográfica de la obra de Thomas Keneally El arca de Schinlder que finalmente fue
trasladada a la gran pantalla por Steven Spielberg.
En medio de los dos aciagos acontecimientos arriba
comentados, Polanski filma Chinatown,
su última película en Estados Unidos. Comienza a partir de ahí un continuo y
forzoso peregrinaje que le lleva a rodar en Italia, Francia, Reino Unido e
incluso España (los exteriores de la estupenda La muerte y la doncella se localizan en tierras gallegas). En el
film del que hablamos, el director realiza su primera incursión en el cine
negro y el thriller al que gusta de regresar de vez en cuando; recordemos Frenético (1988) o El escritor (2010). No obstante, Polanski parece decantarse y
mostrarse fuerte en la comedia negra de la que en los primeros tiempos se sirve
para censurar la moral de la burguesía y las clases altas, siguiendo así la
estela de autores ya consagrados como Buñuel o Fellini. Citemos Callejón sin salida (1966) como
ejemplo. Desde el drama psicológico, el realizador aborda también temas como la
represión y los tabúes sexuales en la sociedad, tal y como puede verse en Repulsión (1965), El quimérico inquilino (1976) o Lunas de hiel (1992). Al franco-polaco se le reconoce su maestría a
la hora de crear atmósferas – especialmente turbias - y en el desarrollo de la
puesta en escena con preferencia a las estructuras de tipo teatral. Son muchas
sus adaptaciones de piezas dramáticas localizadas en un único escenario, con
muy pocos personajes y una fuerte confrontación verbal entre ellos. Volveremos
a citar en este sentido La muerte y la
doncella (1994), un macabro ajuste de cuentas entre una víctima y su
verdugo con un ambiente de tensión “in crescendo”, y añadiremos otros títulos
como Un dios salvaje (2011) o La Venus de las pieles (2013). Aun así,
hemos de tener en cuenta que hablamos de un cineasta tremendamente irregular,
capaz de lo mejor, pero también de lo peor, como aquel fiasco impresentable que
era Piratas (1986) o aquella otra
versión plana y descafeinada del clásico de Dickens Oliver Twist (2005).
A comienzos de la década de los 70 Hollywood pone en marcha
el retrovisor y se mira en las películas que contribuyeron a hacer grande su
leyenda, en especial las que se produjeron durante la época dorada y los años veinte
y treinta. Hay toda una fiebre por
cierto de tipo de cine retro y por recrear los ambientes de la etapa alrededor de
la Gran Depresión y de la Ley Seca, que en ese momento desprenden un halo de
innegable romanticismo; en lo que respecta al cine de género, se sigue la
tradición iniciada en los sesenta de lo que más tarde se conocerá como
“neo-noir”, que vivirá su zénit en los siguientes decenios, y que supone un
intento de revitalizar los viejos códigos de los clásicos del cine negro
adaptándolos a una nueva sensibilidad. En este contexto, surgen películas como Chinatown o por supuesto las dos
primeras entregas de El Padrino,
pero también comedias de éxito como El
golpe de George Roy Hill o Luna de
papel de Peter Bogdanovich (ambas de 1973), e incluso adaptaciones literarias
como la de El gran Gatsby (Jack
Clayton, 1973).
El productor de moda en Hollywood durante aquellos primeros
setenta se llama Robert Evans, trabaja para la Paramount y ya ha estado detrás
del primer gran éxito de Polanski, La
semilla del diablo, un film controvertido y maldito. Él acabaría
produciendo Chinatown. Pese a tener
en su haber títulos como Love Story
o El Padrino, el perfil de Evans no
se puede considerar el de un triunfador. Su vida azarosa puede descubrirse en
un magnífico documental titulado El
chico que conquistó Hollywood (Brett Morgen, 2002) en la que se adapta su
propia autobiografía. El muchacho se arruinó en un par de ocasiones, e incluso
fue detenido por posesión de drogas y sospechoso de asesinato, hecho que
inspiraría el argumento de la posterior Cotton
Club (Francis Ford Coppola, 1984) que él mismo produciría. Evans tampoco
tuvo demasiada suerte en el terreno sentimental; durante el rodaje de Love Story (Arthur Hiller, 1970)
conoció a Ali McGraw que fue su pareja por un tiempo. La actriz acabó
abandonándole por otro, su compañero protagonista en La huida (Sam Peckinpah, 1972), un rubiales guaperas y amante de la
velocidad que atendía al nombre de Steve McQueen.
McGraw era precisamente la elegida para interpretar a la
protagonista de Chinatown, pero tras
el affaire McQueen, Evans impuso naturalmente una sustituta. Finalmente se
escogió a Faye “La la land” Dunaway, conocida por su papel en la exitosa Bonnie and Clyde (Arthur Penn, 1967), y
que por tanto ya tenía cierta experiencia en el thriller como “femme fatale”.
Ella sería la pareja de Jack Nicholson que ya empezaba a hacerse un nombre en
el Hollywood de la época. Dicen que una película mítica no lo es realmente si
no lleva un rodaje polémico y tortuoso detrás. Y Chinatown lo tuvo. El recambio de Dunaway por McGraw no fue el
único que se llevó a cabo en el film. La banda sonora se le había encargado
inicialmente al músico Philip Lambro, pero no era muy del agrado de Polanki que
logró convencer a Evans para que buscase a otro. A última hora, el productor
fichó a Jerry Goldsmith que en tan solo diez días debió componer un nuevo
“score”. Los resultados, luego lo comprobamos, no pudieron ser más espectaculares.
A todo esto, hay que añadir que el ambiente y el clima que se
estableció durante la filmación de la película no eran los más idóneos. Las
rencillas entre Polanski y Nicholson eran constantes; es famosa la anécdota que
cuenta cómo un día, armado con un bate de béisbol, el director rompió un
televisor delante de las narices del actor mientras éste veía un partido de sus
Lakers. Nicholson mantenía por entonces un romance con la actriz Anjelica
Huston, y da la casualidad de que el padre de ésta, John Huston era uno de los
actores que participaba en la película. Al parecer, el autor de Cayo largo no veía con buenos ojos la
relación, por lo cada vez que tenía que compartir una escena con su “yerno” en
el set de grabación saltaban chispas.
Robert Towne fue el encargado de escribir el guión de la
película, y por él recibió el único Oscar que obtuvo el film de un total de 11
candidaturas (en una ceremonia en la que la triunfadora absoluta fue El Padrino II). El libreto se inspiraba
libremente en el episodio conocido como “Guerra del Agua” que tuvo lugar en Los
Ángeles en los primeros años del siglo pasado. Chinatown debía formar parte de una trilogía que habría de tener
como tema común la corrupción en la ciudad californiana. A esta primera parte
que se ocupaba del negocio del agua le siguió una segunda dirigida por el
propio Jack Nicholson bajo el título de The
two Jakes (1990) ambientada en torno al negocio de las petrolíferas. El cierre de la trilogía, que versaría sobre
el mundo de las especulaciones inmobiliarias, nunca llegó a rodarse, pero la
idea inicial acabó sorprendentemente siendo el germen del guión de Quién engañó a Roger Rabbit (Robert
Zemeckis, 1988).
El arranque de Chinatown es el típico y tópico de las
novelas y de las películas del género. Una misteriosa mujer se presenta en la
oficina del detective Jack Gittes para pedirle que vigile a su marido, Hollis
Mulwray porque se huele que le engaña con otra. El marido en cuestión resulta
ser jefe del departamento de aguas de la ciudad y es sospechoso de estar metido
en un asunto de corruptelas relacionado con la construcción de una presa
hidráulica. Días después de esta visita, Gittes recibe a otra mujer que dice
ser la verdadera esposa de Mulwray, con lo que el detective descubre que dentro
del caso hay algo más que un lío de faldas. Gittes entra en una espiral que le
lleva a relacionarse con la flor y nata de Los Angeles, desde los peces gordos
hasta los matones de poca monta. A uno de ellos, por cierto, lo interpreta el
propio Roman Polanski que tuvo que cortarse la melenita hippy que lucía en la
época para poder aparecer en el famoso cameo en el que le propina un navajazo
en la nariz a Jack Nicholson. El devenir de la trama se complica, se carga de
continuos y sorprendentes giros narrativos, y al final se vuelve tan enrevesada
que muchos han comparado la película con El
sueño eterno (Howard Hawks, 1946), famosa por su complicado e
incomprensible guión.
Lo que entronca definitivamente una película como Chinatown
con el cine de Polanski y a su vez con el género noir es su clima malsano de
pesimismo y fatalidad. El mundo es así y no lo podemos cambiar parecen estar
queriendo decir las últimas palabras del film que Gittes oye de uno de sus
ayudantes.
-“Olvídalo, Jake, es Chinatown”.
Pero para el que ha visto una vez Chinatown será imposible
olvidar este peliculón, y deberá volver una y otra vez a ella, aunque sólo sea
para recomponer los hilos de su trama. Inolvidable también como dije la banda
sonora de Jerry Goldsmith con la que os dejo hasta la semana que viene. Tened
cuidado dónde os metéis y poned a salvo vuestras narices.
Comentarios
Lo de la leyenda de "El sueño eterno" como trama incomprensible...bueno, yo no me las doy precisamente de lista, pero yo la entiendo perfectamente (salvo el aislado episodio del chófer Owen Taylor). Y "Chinatown" tres cuartos de lo mismo. Lo que pasa es que en estas películas de género negro hay que estar muy atento y poner al cerebro en clave bífica porque, generalmente, siempre hay dos argumentos que corren en paralelo durante toda la trama para cruzarse al final. En cualquier caso, dentro del género literario y del cinematográfico, tiene mucho mérito dirigir bien una película de este género.
A destacar la broma de "metacine" que hay en la película cuando Huston le pregunta a Nicholson: "¿Se acuesta usted con mi hija?", a lo que Nicholson responde con evasivas. Eso, parece ser, no estaba en el guión.
Abrazos chinos.
Decía hace poco un eminente crítico que una película tenía que pasar la prueba del folio en blanco, esto es, que escribieras su argumento y pudieras llenar el folio y si no era así la película resultaría ser bastante pobre, aunque yo no esté muy de acuerdo con ello, hay que decir que en el caso de "Chinatown" un folio me parece poco espacio. Aun así tampoco me parece un guión tan enrevesado, pero como casi siempre en el genero negro se precisa que estés muy atento, porque hay muchos recovecos, muchas lineas, muchos desvíos...algo muy veraz, en realidad.
De hecho, una investigación lineal donde se pasa del punto A al B, del crimen al asesino, de la sospecha a la certeza, sin despistes, sin fallos, si n pistas falsas seria abuurridismo. "El sueño eterno" tampoco me pareció tan complicada pero porque yo leí antes la novela, seguirlo en libro es quizá aun más difícil porque no hay caras claramente identificables de los personajes más que las que formas en tu mente, de todas formas también te obliga a una atención mucho más exigente.
Lo que si me ocurre es que cuando veo "Chinatown" es que soy capaz de recordar (más o menos) la escena que está ocurriendo e incluso la que viene a continuación, pero incapaz de hacerme con el recuerdo completo del todo, si del argumento y de algún giro de guión, pero no de todos y cada y uno de los momentos. Mi memoria de pez.
Y Polanski y su mundo cerrado y opresivo, claustrofóbico está presente en la película de forma continua.
Aquí no, que somos todos muy abiertos.
Abrazos secos