GUS MORNINS 20/3/18
“Si
por mi fuera deshacer lo hecho, lo primero sería no haber empezado; y lo
segundo, terminar por la fuerza lo que ya está hecho” Ovidio
Aprovechando que hoy
sería el cumpleaños de este inmortal poeta (cumpliría los dos mil sesenta y
uno), daremos una pequeña semblanza de su biografía, pero al ser autor de esa
obra titulada Las metamorfosis, donde
desgrana uno a uno todos los mitos griegos, también haremos un pequeño viaje
por las películas que se han ocupado de retratar a los dioses mitológicos.
Ovidio era hijo de un
rico terrateniente y quiso estudiar Derecho pero tenía una facilidad pasmosa
para escribir en verso. A su padre le disgustaba terriblemente esa virtud y
trató de quitársela incluso por la fuerza. Ovidio, sin embargo, a pesar de
prometer enmienda, no lo conseguía y, parece ser, que incluso en sus apuntes
de Derecho se deja deslizar algún verso
con la ley como tema, lo cual da una idea de que era capaz de pensar en verso.
Cuando falleció su
padre, heredó una cuantiosa fortuna y eso propició el abandono de sus estudios
y el dedicarse por completo a la poesía. Escribió su primera obra a los
dieciocho años, Amores, en el que
describía el romance que vivió con otra joven llamada Corina. Ovidio, fíjate tú
qué cosas, ya puso a las féminas en el centro de su obra escribiendo a
continuación Medea y Carta de las heroínas, que presenta
cartas de varios personajes mitológicos femeninos reivindicando su feminidad a
sus amantes. Posteriormente se dedicó a la poesía erótica con obras como El arte de amar, Remedios de amor y Cosméticos
para el rostro femenino.
Se casó tres veces. La
primera fue una mala elección para la época. No pertenecía a su rango social y,
parece ser, su esterilidad la empujó con fuerza hacia la infidelidad lo que llevó
al repudio por parte de Ovidio. Con la segunda enviudó muy pronto, justo hasta
tener su primera hija. Con la tercera, de nombre Fabia, parece ser que Ovidio
fue muy feliz, dándole otra hija y compartiendo con él su pasión literaria.
Cuando publicó Las metamorfosis, se puede decir que
obtuvo un gran éxito (lo que sería un best-seller
de la época romana). Hoy en día nos ha llegado prácticamente íntegra y arroja
una excepcional claridad sobre los cultos que profesaban a los mitos y como
nacieron, en la creencia popular, todas sus hazañas y ascensos a la categoría
de dioses. Casi, casi, podríamos decir que es una especie de Biblia de los
romanos, detallando cada una de sus deidades a través de sus virtudes y sus
aventuras (todas ellas apasionantes).
Cuando tenía cincuenta
y tres años tuvo un enfrentamiento público con el Emperador César Augusto
porque, parece ser, escribió algún poema erótico referido a la hija del
monarca, Julia. En cualquier caso, Ovidio sufrió pena de destierro y se exilió
a Tomis (actual Constanza, en Rumanía) donde escribió la última parte de su
obra. En concreto, realizó dos poemas en los que proclamaba su inocencia y
pedía a sus amigos que intercedieran ante el Emperador para que le dejase
volver a Roma. Todo fue en vano. Siete años después de comenzado su exilio, a
la edad de sesenta años, Ovidio falleció en Tomis.
El cine comienza a
fijarse en los mitos descritos por Ovidio en 1958, a través de esas
producciones péplum de serie B que
comienzan a proliferar gracias al éxito de dos obras maestras como son Ben-Hur, de William Wyler; y Espartaco, de Stanley Kubrick. De hecho,
el primero que se atreve con la mitología griega es Kirk Douglas, que visto el
mal ambiente que hay en Hollywood debido al senador McCarthy, hace una escapada
a Europa para rodar Ulises, con muy
buenas intenciones pero no demasiado bien dirigida por Mario Camerini. Robert
Wise trata de hacer algo aceptable en Helena
de Troya, con Rossana Podestá, Stanley Baker y la aparición de una juvenil
Brigitte Bardot contando la historia de la guerra de Troya pero exclusivamente
bajo el punto de vista troyano. La producción no es buena, a pesar de rodarse
en Cinecittá bajo los mejores auspicios y la aparición de las obras maestras
posteriores la han oscurecido por completo. A continuación, el cine se fija en
uno de los personajes más aventureros de la mitología como es Hércules, dirigida por Pietro Francisci
e interpretada por Steve Reeves, uno de los místeres Universos de la época, al
lado de la despampanante Sylvia Koscina. Probablemente es una de las peores
películas que se hayan hecho nunca. A pesar de todo, tiene una secuela con los
mismos protagonistas y el mismo director, Hércules
y la reina de Lidia, que casi es aún peor. Se esmeraban los malditos.
Un soplo de aire fresco
vino de parte de Marcel Camus y su Orfeo
negro, traslación del mito de Orfeo al carnaval de Río de Janeiro que,
además, obtuvo la Palma de Oro del Festival de Cannes venciendo a Los cuatrocientos golpes, de Truffaut
que tuvo que conformarse con el premio a la mejor dirección. Una película
triste, pero llena de colorido de la que se recuerda, sobre todo, su
maravillosa banda sonora con temas de Antonio Carlos Jobim y Luis Bonfâ, como
aquel Tristeza.
Algo mejor para los
italianos fue su adaptación del mito de Teseo en El monstruo de Creta, con Bob Mathias y Rossana Schiaffino en la
cabecera de cartel, dirigidos por Silvio Amadio. Hoy no deja de ser un mero souvenir de una época del cine y no
merece la pena, pero hay que reconocer que subió ligeramente la calidad visto
lo que habían hecho con Hércules.
Como lo del de los doce
trabajos no había dado ningún resultado y estaban deseosos de explotar el
físico portentoso de Steve Reeves, se sacaron de la manga El caballo de Troya, en el que se describía la guerra de Troya,
pero esta vez del lado ateniense. Bastante mejor que las otras aunque aún por
debajo de lo que consideraríamos mínimamente aceptable (sí, sí, ya sé que ésta
como Helena de Troya están más
basadas en Homero que en Ovidio, aunque éste nombre las guerras más de pasada).
Y en Sófocles está inspirada Antígona,
de Yorgos Tzavellas, con Irene Papas en el papel protagonista, como en
Eurípides está inspirada su siguiente película, Electra, de Mihalis Kakogiannis. Pero en Ovidio sí que está
inspirada Los titanes, otra
italianada de péplum, con Giuliano
Gemma y Pedro Armendáriz aunque tiene algo más de calidad al prescindir de la
figura del forzudo de turno que apenas sabía actuar (aunque no se puede decir
mucho más de Giuliano). La Hammer visitó el género en 1964 de forma tangencial
con La Medusa, de Terence Fisher, con
los sempiternos Christopher Lee y Peter Cushing asistiendo atónitos a cómo este
mito de mujer malvada acababa haciéndose carne y hueso a finales del siglo XIX.
Lo que está claro es
que el asunto da un salto de calidad en el mismo momento en que aparece esa
maravilla, que aún sigue siendo entretenimiento para muchos niños a pesar del
tiempo transcurrido, que es Jasón y los
argonautas, sobre todo porque por ahí andaba un tal Ray Harryhausen
haciendo todos los modelajes de monstruos y apariciones y se acabaron las
impostadas producciones italianas para dar paso a la película de aventuras
apasionante y apasionada. La película llega a ser fascinante por momentos a
pesar de ser una producción sin demasiado presupuesto y sin estrellas en el
reparto, dirigida por un tipo bastante mediocre, pero las criaturas de
Harryhausen y las aventuras de Jasón han quedado para siempre como una de las
mejores películas sobre mitología que se hayan hecho nunca.
El género parece que se
hundió a mediados de los sesenta. No hubo muchas visitas a los mitos griegos
por parte del cine (si exceptuamos a los italianos que insistieron una y otra
vez con Hércules y sus derivaciones de Maciste y Sansón, mezclando churras con
merinas) porque se pusieron de moda otros géneros y se generaron otras
inquietudes hasta que en 1980 Ray Harryhausen volvió a la carga con Furia de titanes con un reparto de
auténticos dioses en el que figuraba Laurence Olivier como Zeus, Claire Bloom
como Hera, Maggie Smith como Tetis, Ursula Andress como Afrodita, Burgess
Meredith como Amón, Sian Phillips como Casiopea, y el protagonista, ya más
mediocre, Harry Hamlin como Perseo. Nuevamente, Harryhausen se eleva por encima
del desfile de estrellas y hace que nunca olvidemos del todo ese Pegaso que
vuela con una belleza que no puede imitar ningún ordenador a pesar de las
versiones más recientes de esta misma historia como fueron Furia de titanes y su secuela Ira
de titanes, protagonizadas por Sam Worthington como Perseo y Liam Neeson
como Zeus.
Por supuesto, no nos
podemos ir sin recordar el maravilloso Hércules,
de Walt Disney, salpicado con canciones góspel de Alan Menken y las voces de
Charlton Heston, James Woods o Danny de Vito, o recordando también Las troyanas, bajo la pluma de
Eurípides, con un reparto que incluía a Katharine Hepburn, Vanessa Redgrave,
Genevieve Bujold e Irene Papas, así como la reciente versión de Troya, de Wolfgang Petersen, donde se
puso de manifiesto que poner en la misma escena a Brad Pitt con Peter O´Toole
era un ejercicio de masoquismo por parte del primero.
No os doy más el rollo,
no sea que odiéis a los mitos y levantéis la ira de los dioses. Os dejo con una
de las canciones de Hércules, aquí en
casa se oyen bastante a menudo porque tienen mucho feeling. De cero a héroe, sólo hay un paso.
Y como mosaico os dejo
con los míticos esqueletos de Ray Harryhausen sitiando a Jasón en una batalla
imposible.
Comentarios
No creo que hayamos tenido en el gus un cumple tan longevo, pero de todas formas muchas felicidades, Ovidio, donde quiera que estés.
Abrazos trágicos
Y es verdad que el peplum le ha hecho mucho daño a estas historias mitológicas que son realmente apasionantes, pero en muy contadas ocasiones han sido llevadas al cine con brillantez. Recuerdo en el cine de mi barrio "La leyenda de Eneas", otra vez con Steve Reeves, basada en "La Eneida" de Virgilio de manera muy "peculiar". Pero es que en un arrebato de originalidad no dudaron en mezclar mitos (no todos romanos o griegos) y no lo hicieron los italianos en este caso, pues juntar a Johnny Weissmuller haciendo el Tarzán con las sirenas que casi acaban con Ulises no era poca cosa, y "tarzán y las sirenas" (que llegamos a ver en aquellos ciclos de cine de tarde tan disfrutados) no fue la única, que también vimos el imposible nexo entre "Tarzán y las amazonas".
Y hay una serie infantil inolvidable que recorría no pocos mitos, se llamaba "Ulises XXI" y era maravillosa, con Ulises y su hijo Telémaco surcando galaxias para volver a su planeta.
Y hay una película juvenil que a mis hijos les gustó mucho hace unos años, se trata de "Percy Jackson y el ladrón del rayo", bastante entretenida y calzando (algunios mitos están metidos con calzador) a dioses y personajes legendarios en nuestra época, parecen personas normales pero esconden auténticos seres fantásticos como Uma Thurman una Medusa que parece la dueña de una tienda de "estatuas de jardín".
Abrazos miticos
Recuerdo que en mi casa eramos muy fans de la serie que comenta Car, Ulises XXI contaba la historia de La Iliada desde un punto de vista humorístico con diálogos brillantes, creo que lamentablemente no pudimos ver La Odisea.
Voy a ir a ver "La Comedia de las Mentiras" al teatro, un texto basado en la obra de Plauto que aunque no era griego, era romano, también es un clásico y venía pensando en el metro esta mañana lo "actual" que son hoy en día los clásicos escritos hace más de dos mil años.
Buena ocasión para homenajer a Ovidio ya sea en el Olimpo o dondequiera que esté.
Ayer no pude escribir en el Gus, fué una mañana terrible, pero quiero plaudir la inclusión de "Chino Twon" en este repaso cineril y por supuesto al tito Polanski.
Besos clásicos
Albanta
Y sí, ¿quien no recuerda aquella serie infantil, Ulises XXXI? (¿no era 31?) Y al robot Nono.
Sobre Percy Jackson, la película que cirta Carpet es entretenida pero la saga de novelas es bastante mediocre y aburrida, o por lo menos eso dicen mis hijos, que no hay por donde pillarla.
Y el Chinatown de ayer, fantástico. Siempre me ha encantado Nicholson, sobre todo en aquel papel de "Alguien voló sobre el nido del cuco".
Abrazos con retraso
Pedazo de clase magistral, pedantón. Se nota que has sido Profe por tu manera de contar las cosas. Y se nota que disfrutas contándolas. Ser alumno tuyo tiene que haber sido un placer.
Abrazos con admiración y siempre aprendiendo.
low