GUS MORNINS 29/1/18
“Nunca
he sabido lo que era el mal gusto. Si lo hubiera sabido, no me hubiera dedicado
al cine”.
Víctor Mature
Dexter me ha pedido que le sustituya. Mañana le
tendrán en sus pantallas.
Hoy hace ciento cinco
años que nació Víctor Mature, paradigma de los malos actores y, en esta
ocasión, le vamos a rendir un homenaje como máximo representante de los malos
actores, aquellos que se esfuerzan pero que no llegan. Cuenta la leyenda que,
en cierta ocasión, intentó entrar al restaurante de un club de golf y le
negaron la entrada porque allí no se dejaba entrar a actores. Al día siguiente,
Víctor Mature se presentó con un montón de recortes de periódico en la mano que
no eran más que críticas de sus películas, diciendo en todas ellas que él no
era un actor.
De nombre Vittorio
Maturi, hijo de italiano y suiza, su apostura del 1,90 que lucía hizo que le
animaran a estudiar para actor, cosa que hizo en la Pasadena Playschool. Fue
conocido entre sus amigos como Hunk,
algo parecido a “cosa grande”.
En 1939 debuta en el
cine y comienza a escalar puestos en los créditos, pero cuando parece que lo va
a conseguir, Mature, como buen patriota, se alista en la marina y es destinado
al servicio de guardacostas de Normandía, prestando servicio hasta el final de
la guerra. Nada más volver de la guerra realiza la que, quizá, sea la mejor
interpretación de toda su carrera, lo cual no es decir mucho. Se trata del
papel de Doc Holliday en Pasión de los
fuertes, de John Ford, al lado de Henry Fonda. Es verdad que en esta época
es donde están sus mejores trabajos. Ahí están sus papeles para Henry Hathaway
en El beso de la muerte, haciendo
frente a un torbellino llamado Richard Widmark; o el del policía implacable
pero humano que trata de perseguir y luego de salvar a Richard Conte en Una vida marcada, de Robert Siodmak.
Llegó a su cima con Sansón y Dalila,
de Cecil B. de Mille, lo que hizo que se le encasillara en papeles bíblicos.
Ahí está la mítica La túnica sagrada,
donde ponerle al lado de Richard Burton llegó a ser un ejercicio de sadismo, o Andrócles y el león, Demetrius y los gladiadores, segunda
parte de La túnica sagrada, o Sinuhé, el egipcio. También hizo una
película que no estaba mal que se llamó Brumas
de traición al lado de Clark Gable y Lana Turner, donde encarnó al mítico
jefe de la resistencia holandesa frente a los nazis, apodado El pañuelo (ni que decir tiene que, para
caracterizar al personaje, a Mature se le ocurrió ponerse un pañuelo bien
llamativo y bien gordo, perdón, hermoso, en el cuello). A partir de ahí se
sucedieron las mediocridades. Una de traca fue su encarnación del jefe indio
Caballo Loco en El gran jefe y una
bien divertida fue una película que rodó para Vittorio de Sica al lado de Peter
Sellers con guión de Neil Simon titulada Tras
la pista del Zorro, donde encarnaba a una estrella de cine americana,
reclamada por un prestigioso director europeo (algo parecido a Godard) que, en
realidad, no era más que un delincuente que, bajo el disfraz de director, trata
de burlar el acecho de la policía.
A principios de los
ochenta a un productor lumbreras se le ocurrió que podría estar bien un remake de la mítica Río Rojo, de Howard Hawks, con Mature en el papel de Wayne y
Sylvester Stallone en el papel de Monty Clift. Debió de pensar que sería un
bombazo juntar a los peores actores posibles en una sola película. Cuando le
ofrecieron la posibilidad de actuar junto a Stallone en ese papel, Mature
respondió: “Si la oferta es buena, estoy
dispuesto a interpretar incluso a su madre”.
Apasionado del golf, se
casó cinco veces, pero su más sonado romance fue con Esther Williams, la reina
de la piscina. También estuvo liado con Rita Hayworth cuando se alistó en la
Marina, circunstancia que la pelirroja aprovechó para conocer y,
posteriormente, casarse con Orson Welles. Creo que Mature no le tenía mucha
simpatía. En los cincuenta sostuvo romances con Gene Tierney y con Lana Turner.
Tuvo una hija a la
provecta edad de 63 años. Siempre creyó que era el preferido para actuar en las
películas bíblicas porque tenía una cierta habilidad para proyectar “una mirada santa”. Era republicano
militante y tenía una cierta fama por la cantidad de fobias que llegó a
acumular. Dicen que tuvo que encerrarse a llorar durante dos días durante el
rodaje de Sansón y Dalila porque
tenía que luchar contra un león amaestrado (por cierto, de esta película,
Groucho Marx dijo que no le gustaba porque los hombres marcaban más teta que
las mujeres), también bebía lo suyo y tenía que cambiar el vaso cada vez que lo
rellenaba. Y hasta aquí ha llegado el homenaje a los malos actores.
Para vídeo, uno
cualquiera, una de sus más divertidas secuencias en Tras la pista del Zorro, al lado de Martin Balsam.
Y como mosaico ahí le
tenéis, con su cara de estreñido, en nombre de todos los mediocres.
Comentarios
Muy merecido homenaje. Lástima que en aquella época no existieran los premios Razzie. Se lo habría llevado todos.
Besos
low
Pero bueno, para haber buenos actores también tiene que haber malos actores.
Abrazos bíblicos
Otros actores hay y han habido absolutamente inexpresivos, pero incluso han hecho de eso virtud y se les ha reconocido como malos actores pero cobran millonadas por sus papeles de duros pétreos sin aparente emoción. Nuevas estrellas de esta época que no busca emociones sino entretenimiento. Jason Stratham, Vin Diesel, Dwayne Johnson, ... (por no incluir a Mark Whalberg que frente a estos es un actor del Metodo) o antes Stallone, Suachenager, y casi todos los Mercenarios de su escuela.
Pero eso es hoy que se vende otro espectáculo, antes, aun con malos actores se buscaba contar cosas y hacer que el espectador disfrutara, pensara y sintiera. Un mal actor entonces podía semiarruinar una mala película.
Abrazos de gesto contenido.
En cuarquier caso, muy bien traido al Gus, los malos también tienen su coranzoncito y como dice la Doctora...algo tendrá el agua cuando la bendicen.
Gracias Car.
Besos con túnica....
Albanta