GUS MORNINS 26/9/17
“Sé
lo que quiero que diga mi epitafio: Aquí
yace Paul Newman, que murió víctima del fracaso cuando sus ojos se volvieron
marrones” Paul Newman
Yo creo que todos los
que amamos el cine nos volvimos un poco huérfanos cuando Paul Newman murió el
26 de septiembre de 2008. Se había ido, para empezar, un pedazo de nuestra
vida. El hombre del rostro de hierro y de los ojos azul cobalto se había tocado
la nariz levemente y había dado su último golpe. Con él se iba un grandísimo
actor, probablemente de los mejores que haya tenido nunca el cine, un hombre
que conquistaba a todas las mujeres del mundo con una sola mirada, un tipo que,
con su sola presencia, nos regalaba todo lo que significaba la palabra “cine”.
Sería tonto comenzar por un desglose de su vida y su carrera, más que nada
porque es un actor que se explica en el interior de cada uno a través de los
sentimientos que despierta. Para algunos, era la belleza ideal. Para otros,
era puro arte. Para los de más allá, era el hombre al que te gustaría parecer,
para los de más acá, un fanfarrón que no se tomaba nada demasiado en serio
(aunque sí lo hacía).
Una de las anécdotas
preferidas que me gusta contar sobre él, es aquella en la que, harto de que
todas las mujeres le parasen por la calle y le pidieran que se quitara las
gafas para admirar sus ojos azules, él contestaba: “Me parece muy bien. Tiene usted unas tetas muy bonitas. ¿Le importaría
abrirse la blusa para que se las viera?”. Y, por supuesto, seguía su
camino. No tenía pelos en la lengua, no tenía ningún problema en enfrentarse a
directores (famoso es su antagonismo con Alfred Hitchcock que le pedía que solo
pasara delante de la cámara, sin pensar nada, algo de lo que Newman era
incapaz), muy amigo de sus amigos (su amistad con Robert Redford fue legendaria,
así como también con otros grandes del cine como el guionista William Goldman,
o los directores Stuart Rosenberg o el gran John Huston), tuvo un matrimonio
envidiable al lado de la grandísima actriz Joanne Woodward (fue su segunda
intentona) aunque no fue tan ideal como algunos piensan. Newman cayó en el
alcoholismo en la segunda mitad de los años sesenta y le fue infiel a Joanne en
al menos dos ocasiones manteniendo relaciones duraderas con otras mujeres. En
los años noventa, ésta era la felicitación navideña que podrías recibir de los
Newman-Woodward.
“Queremos
desearte una Feliz Navidad en compañía de los que más quieres. Joanne y yo
tenemos la inmensa suerte de tener más que suficiente para vivir así que
queremos hacer en tu nombre una donación de 25.000 dólares a la organización
benéfica que nos indiques. También queremos desear una Feliz Navidad a todos
aquellos que necesitan de alguna ayuda. Te queremos. Paul y Joanne.”
Tuvo que superar la
muerte por sobredosis de su hijo mayor, Scott (nacido de su primer matrimonio),
que aparece de forma bastante destacada en El
coloso en llamas, como uno de los bomberos que ayudan a Steve McQueen a
luchar contra el fuego. Paul se confesó diciendo que no le había hecho mucho
caso, que quizá nunca se había dado cuenta de lo que significaba para un chico
que quería ser actor y ser, al mismo tiempo, el hijo de Paul Newman. Tendría
que haberle prestado más atención. Y no pasaba un día en el que no se acordase
de todos los errores que había cometido con él.
Fue uno de los actores
más nominados de la historia. Hasta diez nominaciones obtuvo, aunque solo ganó
uno por El color del dinero. Cuando
fue nominado por su fantástico papel en Veredicto
final, de Sidney Lumet, un periodista le preguntó si sentía ilusión por ganar
el Oscar. Él contestó: “El Oscar, para
mí, es como una de esas chicas que te intentas ligar una y otra vez. Te gusta.
Te gustará siempre. Pero, al final, pierdes interés en ella”.
Le gustaba participar
en carreras de resistencia y formó escudería propia. Se ridiculizó a sí mismo
en una aparición especial en La última
locura, de Mel Brooks, en la que se organizaba una carrera de sillas de
ruedas con él mismo, Brooks, Marty Feldman y Dom de Luise. En cualquier caso,
tuvo un cierto éxito porque llegó a ganar las 24 horas de Le Mans y quedó
segundo en el mundial de resistencia. Decía que le gustaba, pero que actuar era
mucho más arriesgado. También le preguntaron qué era lo que pensaba Joanne de
esta afición: “Aunque tiene miedo, cree
que es la cosa más idiota que hemos inventado los hombres”.
Su última actuación en
una película fue en Camino a la perdición,
de Sam Mendes, donde también consiguió una nominación al Oscar al mejor actor
secundario. Destilaba sabiduría por los cuatro costados y le gustaba marcharse
todos los veranos a la Universidad de Yale, donde estudió Economía, para
dirigir a los estudiantes en una obra. La última fue Our town, de Thornton Wilder, un clásico de la escena
norteamericana, repuesta siempre por los más prestigiosos actores. También
probó suerte en el campo de la dirección, pero no fueron demasiado buenas sus
películas salvo, quizá, la maravillosa adaptación que hizo de El zoo de cristal, de Tennessee Williams
con Joanne Woodward, John Malkovich y Karen Allen en los papeles principales.
Empedernido bebedor de
cerveza, gamberro de no siempre demasiado gusto en sus bromas, empresario de
éxito con su marca de comida Newman´s own,
tipo de carácter y ciertamente complicado para algunas personas que no
terminaron de entenderle, siempre se lamentó de haber rechazado el papel
protagonista de All that jazz, de Bob
Fosse y durante mucho tiempo se quejó de que sólo le enviaban guiones que
estaban llenos de las huellas del maldito Marlon Brando. En cualquier caso,
Newman ha sido único, nunca habrá otro como él. Se introdujo en nuestros
pensamientos con su sonrisa socarrona para decirnos que él sí que estaba hecho
del material con el que se forjan los sueños.
Él mismo nos interpretó
a nosotros cantando esta canción cuando él se fue. Se adelantó a lo que
podíamos sentir todos.
Y como mosaico, su
cara. Irrepetible. Única. Puro arte hecho carne.
Comentarios
Gracias por traerlo, un año más, hasta aquí.
Besos azules
low
Paul Newman, qué grande. Y qué grande que nos lo hayas traído hoy al gus, Lobo. Mil gracias.
Abrazos con destino
Hoy nos da su mirada penetrante, inteligente, irresistible. Ojalá lograse yo un día mirar así.
Abrazos muy azules.
La vida a veces te pone en momentos difíciles, surrealistas pero aqui estamos hablando de un rostro bello y un corazón aun más bello.
Gran Gus. Sois los mejores.
Besos boquiabiertos.
Albanta