GUS MORNINS 9/5/17
“-
Buenas tardes, vengo a denunciar un asesinato.
-.
Muy bien. ¿Me puede decir quién es la víctima?
-.
Yo.”
Con
las horas contadas, de Rudolph Maté, protagonizada por Edmond O´Brien
A la mayoría de la
gente ni le suena el nombre de este maravilloso actor. Sus compañeros de
profesión le llamaban “El Tigre” por la impresionante intensidad que imprimía a
todos y cada uno de sus papeles. Tenía recursos para aburrir. Destacó como
secundario aunque interpretó un buen número de papeles principales. Con el
homenaje que le damos hoy aquí, dia en el que murió hace veintidós años,
quisiera también homenajear a todos los actores secundarios de los que ni nos
acordamos pero que tan tremendamente importantes son en su trabajo, dando
textura a la película, sentido y, en muchas ocasiones, robando el protagonismo
a otros actores de menor valía que han sido agraciados con el papel principal.
Edmond O´Brien siempre
quiso dedicarse a la interpretación. Dicen las malas lenguas que a ello le
ayudó el hecho de que tenía como vecino de abajo a Harry Houdini, el cual, con
sus trucos mágicos, espoleaba la imaginación del chaval que se quedaba
maravillado con sus trucos. De hecho, parece ser que el mismo Houdini le enseñó
un par de trucos que, más tarde, utilizó en sus películas.
En 1937, Orson Welles
le admite en el Mercury Theatre lo cual constituye un estupendo rodaje para ese
jovencito de veintitrés años que ya impresionó por entonces al propio Orson.
Tanto es así que, cuando se trató de buscar a un actor que interpretará al Príncipe
de los Poetas en la versión que William Dieterle estaba preparando sobre El jorobado de Nuestra Señora de París,
Welles recomendó que fuera él, no solo por su intensidad, sino también por ser
dueño de una voz tremendamente versátil. La película, estrenada en España, se
tituló Esmeralda, la zíngara con
Maureen O´Hara y Charles Laughton en los papeles principales.
Siguió haciendo papeles
secundarios de poca importancia hasta que Robert Siodmak le requiere para ser
el hilo conductor de Forajidos,
basada en un relato de Ernest Hemingway titulado Los asesinos. O´Brien interpretó a un agente de investigación de
seguros fascinado por el hecho de que un hombre, avisado con tiempo para que
pueda escapar, espera a sus asesinos y se deja matar. La película tuvo un impacto
inmediato dentro del género negro con un jovencísimo Burt Lancaster
enamorándose perdidamente de una fulgurante morena que hacía su primera
aparición en el cine bajo el nombre de Ava Gardner.
Más tarde, vino aquel
policía antipático, Hank Fallon, que se infiltraba en la banda de Cody Jarrett
(James Cagney) en la maravillosa Al rojo
vivo, de Raoul Walsh. Con su soberbio papel, a pesar de ser el bueno de la
historia, conseguía que el malo nos cayera simpático a pesar de su psicopatía
recalcitrante porque lo percibíamos como un traidor que entregaba a alguien que
verdaderamente le tenía aprecio. Un papelón que, como solía ser habitual,
quedaba en segundo plano ante el torbellino Cagney que se llevaba la función
completa.
Con
las horas contadas fue uno de sus escasos papeles
protagonistas. La historia de ese hombre que se planta en una comisaría de
policía para denunciar que él mismo había sido asesinado resulta una trepidante
película de acción, donde el tiempo es determinante y un personaje más en la historia.
El veneno no tardaba en hacer su efecto y O´Brien corría de aquí para allá
intentando hallar al culpable, en una carrera contra el reloj a muerte con el
resultado sabido de antemano. Una maravilla del cine negro de serie B que fue
objeto de un remake en los ochenta
con el título de Muerto al llegar, con Dennis Quaid en el papel de O´Brien.
Hay que destacar que
dentro de una producción shakesperiana como Julio
César, de Joseph L. Mankiewicz, O´Brien destaca por sí solo en medio de un
reparto que incluía nombres tan impresionantes como Marlon Brando, James Mason,
John Gielgud, Louis Calhern, George MacReady, Deborah Kerr o Greer Garson. El
papel de Casca lo borda en apenas tres apariciones y clava su traición
insidiosa al César, con odio y con desprecio hacia todo lo que ha significado y
siendo uno de los más crueles asesinos, hincando la hoja de su puñal con saña
en el cuerpo del emperador. Ya se sabe, Bruto era un hombre honrado…todos ellos
eran hombres honrados.
Consigue el Oscar al
mejor actor secundario por su encarnación de Muldoon, el hombre que siempre
suda en La condesa descalza. El papel
de eterno secretario de los poderosos, que se las tiene que ver y desear para
sacar de embrollos a sus amos y que actúa también como fastidioso correveidile para
acabar revelándose y renegando de todos ellos, resulta puro agobio en el rostro
de O´Brien, que da, de paso, un par de lecciones a Rossano Brazzi.
Con el Oscar bajo el
brazo, se aventura en una película que ha quedado lastimosamente olvidada como
es la primera versión de 1984,
encarnando al protagonista, Winston Smith, engullido por la maquinaria del
poder que no quiere que el pueblo piense para evitar cualquier indicio de
rebelión. Años después, el papel fue heredado por el recientemente fallecido
John Hurt y aunque la versión resultó mucho más recordada, la película de
O´Brien llega a ser más terrible por esa mirada llena de pobreza intentando
hacer que el amor triunfe por encima de cualquier otra razón.
Fantástico fue su
comandante de submarino, que rompe el silencio en el fondo del mar en Infierno bajo las aguas, de Gordon
Douglas, esperando a James Garner de vuelta de una peligrosísima misión de
espionaje en una isla perdida ocupada por los japoneses. Extraordinaria su
composición como un tipo que tiene que guardar la debida compostura de las
ordenanzas a pesar de que no está en absoluto de acuerdo con ellas. Un
comandante atormentado por la pérdida de su anterior nave que rompe los
esquemas de cualquier que crea conocerle bien.
Y cómo olvidar a Dutton
Peabody, periodista, redactor, editor y propietario del Shinbone Star que trata
de contar toda la verdad sobre los pistoleros a sueldo de los ganaderos en El hombre que mató a Liberty Valance.
Borracho hasta los tuétanos, resulta impresionante verle recitando el discurso
del día de San Crispín del Enrique V,
de Shakespeare para infundirse valor aunque sabe que el temible asesino va a ir
a por él y a por su periódico. Un papel que ya está en el recuerdo de todos y
que no debería irse nunca.
Aquel mismo año sufre
un infarto muy grave durante el rodaje de Lawrence
de Arabia, lo cual hace que tenga que tomarse un descanso de dos años. Su
papel, el del periodista que sigue las andanzas bélicas del Comandante T. E.
Lawrence acabó siendo interpretado por otro actor muy intenso y de enorme
calidad como Arthur Kennedy.
Después del descanso,
O´Brien se tomó las cosas con más calma pero volvió con muchísima fuerza como
el Senador borrachín que ayuda a destapar una conspiración para derrocar al
Presidente de los Estados Unidos (Fredric March) en la excepcional Siete días de mayo, de John
Frankenheimer. Un papel lleno de fuerza que también le reporta otra nominación
al Oscar.
Después de encarnar a
un general sudista que se niega a aceptar la rendición en la más que aceptable Río Conchos y a otro coronel del
ejército adicto al azúcar al mando de un proyecto super-secreto de reducción de
cosas y personas en Viaje alucinante,
de Richard Fleischer, aún nos regalaría otro papel para el recuerdo. El anciano
Freddie Sykes de Grupo salvaje, el
único miembro de la temible banda de Pyke que acaba por salvarse y unirse a la
revolución mejicana aún a sabiendas de que nada será lo mismo. Un papel fuera
de serie que puso punto final a sus apariciones más brillantes.
Aunque todavía tardaría
seis años más en retirarse, O´Brien ya deambuló por las pantallas porque
comenzaban a manifestarse los primeros síntomas de la enfermedad de Alzheimer
que acabó por decidirse a abandonar su profesión al no poder recordar sus
líneas de diálogo con claridad. La enfermedad evolucionó muy lentamente, tanto
es así que aún tardó veinte años más en fallecer debido a un fallo
multiorgánico provocado por la misma enfermedad. En cualquier caso, “El Tigre”
dejó un vacío muy difícil de llenar. Un actorazo como la copa de un pino. A modo anecdótico, diremos que es uno de los
poquísimos actores que tiene dos estrellas en el Paseo de la Fama de Wilshire
Boulevard, Los Ángeles.
No me atrevo a poner
canción pero sí un pequeño extracto de su monólogo en Julio César. La escena es a la salida del Coliseo. A requerimiento
de Casio y de Bruto, Casca les cuenta lo que ha ocurrido en la celebración de
los juegos.
CASCA: ¡Que me ahorquen
si puedo decir cómo fue aquello! Fue pura farsa, apenas me fijé. Vi a Marco
Antonio ofrecerle una corona –aunque no era tampoco una corona, sino una
especie de coronilla- y, como os decía, la apartó una vez, pero, a pesar de
todo, pienso que le hubiera gustado tenerla. Entonces se la ofreció otra vez,
nuevamente la rechazó, pero tengo para mí que se le hizo muy pesado retirar de
ella los dedos. Y luego se la ofreció por tercera vez, y por tercera vez, la
alejó de sí. Y mientras de este modo la rehusaba, la chusma vitoreó y aplaudió
con sus callosas manos, echando por alto sus gorros mugrientos y exhalando tal
cantidad de aliento pestífero porque César había desdeñado la corona, que medio
lo asfixiaron, pues se desmayó y rodó por el suelo. Y en cuanto a mí, no me
atrevo a reírme, de miedo de abrir la boca y tragarme aquéllas miasmas. Por mi
fe, antes de caer, cuando él vio que aquel rebaño de populacho se alegraba de
que rehusase la corona, me pidió que le desabrochara su justillo y presentó el
cuello para que se lo cortasen. A ser yo uno del oficio, le hubiera cogido de
la palabra, aunque tuviese que ir al infierno en compañía de los tunantes. Y,
en esto, cayó. Al volver en sí, manifestó que si había dicho o hecho algo digno
de represión, deseaba que sus señorías lo atribuyesen a su mal. Tres o cuatro
mujerzuelas que se hallaban junto a mí exclamaron “¡Ay, qué buen alma!” y le
perdonaron de todo corazón. Pero de esos no hay que hacer demasiado caso pues
si César hubiese apuñalado a sus madres no habrían dicho menos.
Hoy no tenemos vídeo pero aquí os dejo una fotografía de Edmond O´Brien, un grandísimo actor. Va por él y por todos los secundarios que han dejado su huella en tantísimas historias.
Comentarios
Grandísimo Edmond O'Bren. Y grande tu repaso a su filmografía.
Besos
low
Yo, por ejemplo, estoy en desacuerdo con algunos de esos premios que se dan a aquellos que aun haciendo un gran papel no dejan de tener una participación testimonial en la película, lease el caso de Judi Dench en "Shakespeare enamorado". Otras veces, sin embargo, son fundamentales en la historia y podemos poner el ejemplo de Thomas Mitchell en "La diligencia". Aunque en ocasiones pierdan un poco el sentido pues ante un reparto coral no creo que se deba elegir algún secundario como tal si no lo es tanto como el principal, pensemos en Kevin Spacey en "Sospechosos habituales", ¿de verdad podíamos considerarlo secundario? O Ingrid Bergman en "Asesinato en el Orient Express"
De todas formas y volviendo a O´Brien, que magnífico actor, de joven y sobre todo de mayor. Cuantos personajes inolvidables.
Gran gus, Lobo.
Abrazos con barba
Grande O'Brien como muchos otros grandes secundarios que a la postre se han convertido en inolvidables.
Asi da gusto.
Besos segundones.
Albanta