EL CINE EN CIEN PELÍCULAS (LXXVIII)





Es la hora del espectáculo, amigos




ALL THAT JAZZ. EMPIEZA EL ESPECTÁCULO (Allthat jazz) USA, 1979. Dir Bob Fosse con Roy Scheider, Jessica Lange, Leland Palmer, Ben Veeren (117 min)

Bob Fosse comenzó a despuntar como actor y bailarín en los años cincuenta, el final de la época dorada de los grandes musicales del cine. Nuestro protagonista de hoy aún tendría tiempo de formarse y trabajar codo con codo con maestros como Minnelli o Donen, aunque, al mismo tiempo, no dudóen incorporar a sus primeras coreografías elementos que había aprendido del music hall y del burlesque, géneros que se alejaban tanto en forma como en fondo del modelo tradicional impuesto por Hollywood. De esa poderosa mezcla nace el musical moderno cuya paternidad sin duda le debemos.

Es cierto que cuando uno piensa en el musical clásico le vienen enseguida a la cabeza no solo historias alegres y optimistas que contagian de manera irrefrenable la alegría de vivir sino también números y coreografías llenas de luz y de color. Fosse encontró también la inspiración en la oscuridad y turbiedad provocadora de los night clubs para, con tan sólo cinco películas, revolucionar el género por completo. El artista demostró además que no era oro todo lo que relucía en un universo tan feroz y competitivo como el del show bussines.

Era un mundo que conocía bien ya que su padre era actor y cantante, un descendiente de noruegos nacido en Chicago en 1893. Allí, en la capital de Illionis, junto a su esposa, la irlandesa Sarah Stanton traería al mundo a su hijo Bob el 23 de junio de 1927. Este se sintió atraído por el mundo del espectáculo a edad muy temprana, y a los quince años ya presentó su primer número coreográfico junto a un amigo basado en una pieza musical de Cole Porter.

En sus inicios como bailarín, Fosse frecuentaba los teatros de variedades y soñaba con ser Fred Astaire.  Tras permanecer dos años en la Armada recala en Nueva York y es contratado para participar en el musical Call me mister donde conocerá a su primera mujer Mary Ann Niles; la relación apenas durará un par de años. Fosse pronto se dará cuenta de que su talento es más aprovechable detrás de las bambalinas preparando números y montando coreografías que ejecutándolas en el escenario.

Sus montajes para Broadway en Pajama game (1953) y Malditos yankees (1955) llaman la atención por lo imaginativo de sus secuencias de baile y su puesta en escena. En este último musical coincide con la bailarina Gwen Verdon con quien mantendrá una larga relación sentimental. Stanley Donen dirigiría la versión cinematográfica en 1958 con Verdon como protagonista. Gwen y Bob se casarán en 1960 cuando él se haya divorciado ya de su segunda esposa, Joan McCraken; a pesar de las continuas infidelidades del bailarín, solo la muerte de éste en 1987 pudo deshacer el matrimonio. (recientemente, la tortuosa historia de amor de la pareja fue objeto de una serie televisiva que protagonizaron Sam Rockwell y Michelle Williams). Fosse fue un amante compulsivo durante toda su vida; entre sus romances más sonados figuran los que mantuvo con la bailarina Ann Reinking o la actriz Jessica Lange (ambas coinciden en el reparto de All that jazz).

Hollywood ya ha llamado a las puertas del coreógrafo que hace sus pinitos en la gran pantalla en films como Tres chicas con suerte (Stanley Donen, 1953), The affairs of Dobie Wills (Don Weis, 1953), protagonizados ambos por Debbie Reynolds. O Bésame Kate (George Sidney, 1953), en la que además colabora -sin aparecer en los créditos- en el diseño de algunas coreografías.La primera película con Fosse en los créditos será Mi hermana Helena (Richard Quine, 1955) donde además interpreta un pequeño papel secundando a Janet Leigh y a Jack Lemmon.  No obstante, tras la experiencia, el coreógrafo opta por abandonar Hollywood y el cine para centrarse en el teatro.

Fosse no se pondrá delante de una cámara hasta casi dos décadas más tarde cuando su viejo amigo Stanley Donen le reclame para interpretar a la Serpiente en su arriesgada adaptación del clásico de Antoine de Saint Exupéry The Little prince (1974). Bob prepara su propia coreografía para el personaje, unos pasos que años después inspirarán al mismísimo Michael Jackson para crear su famoso “moonwalk”.  Para entonces, Fosse ya ha debutado en la dirección de largometrajes, tiene dos en su haber e incluso un Oscar en la categoría.

El debut de Bob como director se produce con Sweet charity (1969) en la que lleva a la pantalla la obra homónima de Neil Simon estrenada en Broadway a mediados de esa década. La pieza era a su vez una adaptación al musical del drama de Federico Fellini Las noches de Cabiria que había protagonizado en 1957 la esposa y musa del director Guilleta Massina; tal vez por guardar fidelidad al título original italiano, en España el film de Fosse fue bautizado como Noches en la ciudad.

La película contabala historia de Charity Hope Valentine, la bailarina de un cabaret de Times Square que no tiene suerte con los hombres; su ingenuidad y su gran corazón hacen que todos se aprovechen de ella. Shirley McLaine asumió el rol de Massina y fue nominada al Globo de Oro por su actuación, mientras que Fosse nos dejó para la historia números de antología como I´m a grass band o por supuestísimo Big Spender.

Cabaret (1972) es uno de los grandes hitos de la historia del cine, y también procede de un anterior éxito de Broadway.  Los compositores John Kander (música) y Fred Ebb (letras) habían llevado en 1966 a las tablas un libreto de Joe Masteroff basado en la obra de teatro I´m a camera de John Van Drutten que a su vez era ya una adaptación de una novela corta de Christopher Isherwood titulada Adiós a Berlín. La pieza de Van Druten ya había conocido una primera versión cinematográfica en 1995 con dirección de Henry Cornellius y Julie Harris y Laurence Harvey en el reparto. Antes de que Fosse llegase al proyecto de Cabaret, la productora había ofrecido dirigir la película a Gene Kelly y a Joseph L Mankiewicz que ese mismo año había anunciado su retirada del cine tras hacerse responsable de La huella.

En esta ocasión, Fosse nos lleva al Berlín de principios de los años treinta, en los últimos días de la República de Weimar. A través de la historia de su protagonista Sally Bowles nos sumergimos en un contexto histórico convulso en el que somos testigos del auge progresivo del nazismo. Bowles es la gran estrella del cabaret local Kit Kat Club, un refugio al que acude la gente para huir de la cruda realidad y del ambiente que está empezando a sentarse en las calles de la capital. La joven norteamericana intenta seducir a su compañero de pensión, un escritor inglés bisexual que trata de publicar su primera novela y entretanto da clases particulares como medio para ganarse vida. Otros personajes secundarios irán poco a poco añadiéndose a esta trama central.

En palabras del crítico Roger Ebert “Este no es un musical ordinario. Parte de su éxito se debe a que no cae en el viejo cliché de que los musicales tienen que hacerte feliz”, En efecto, la idea del musical asociado a la comedia se viene abajo cuando Robert Wise decide adaptar a nuestros tiempos la tragedia shakespereana de Romeo y Julieta en West side story (1960). Fosse queda muy impresionado por la cinta, y en especial por el trabajo con los actores en las coreografías de Jerome Robins.

Cabaret es pues un drama al que sirven de contrapunto los excelentes temas musicales de una banda sonora de las consideradas diegéticas, esto es que se introduce en la historia de un modo natural, en esta ocasión porque los protagonistas se dedican a lo que se dedican y su oficio es cantar y bailar. Con su aire provocador, las letras de las canciones que salen del escenario del Kit Kat no solo reflejan el ambiente de desinhibición y promiscuidad en el que se mueven los protagonistas, sino que sirven también para rebajar de manera notable el dramatismo de la acción.

Joel Grey, que interpreta al maestro de ceremonias del cabaret, fue el único actor que apareció en el film y se mantenía con respecto a las representaciones originales de Broadway (mereció un Tony por su actuación). Liza Minnelli, hija de dos leyendas de Hollywood como Judy Garland y Vincent Minnelli, había debutado en el cine unos años antes con un primer protagonista en El cuco estéril (Alan J. Pakula, 1969), pero encontró en el personaje de Sally Bowles el pasaporte definitivo al estrellato. Por cierto que Liza volvería a coincidir poco después con Kander y Ebb que compusieron el famoso New York, New York que ella cantaba en el film homónimo de Martin Scorsese, otra joya del cine musical contemporáneo.

Tanto Minnelli como Grey ganaron ese año sendos Oscars de interpretación en las categorías de actriz principal y actor secundario respectivamente. En total, el film se alzó con ocho estatuillas de diez posibilidades, lo cual es una auténtica barbaridad, pero alcanza el grado de proeza si, como es el caso, tu rival de la noche se llama Francis Ford Coppola y presenta a concurso una película como El padrino. Fosse fue capaz de arrebatarle el premio a Coppola como mejor director, aunque la primera parte de la saga Corleone le quitó finalmente a Cabaret los galardones de mejor guión adaptado y mejor película.

Además, ese año Bob Fosse se convierte en la primera persona en recibir en un mismo año Oscar (por Cabaret), Tony (por el musical teatral Pippin) y Emmy (por Liza A to Z, programa de televisión protagonizado por la Minnelli).

Aunque ambientado como los dos anteriores en el mundo de las variedades y el espectáculo, el siguiente film de Fosse, Lenny (1974), es también su primer largometraje estrictamente no musical.  La película es un drama que biografía al célebre showman Lenny Bruce, uno de los pioneros del género conocido como el “stand up”. Nacido Leonard Albert Scheiner en Nueva York en 1925, Bruce fue el precursor de la hoy archifamosa figura del monologuista; con él nacía una nueva estirpe de cómicos que no se limitaba a contar chistes a su auditorio desde un escenario (generalmente de un bar o un recinto pequeño), sino que relataban historias haciendo verdadera crítica social. Así empezó también por ejemplo Woody Allen.

Lenny se caracterizó siempre por no tener pelos en la lengua y se dedicó a censurar en todos sus espectáculos todo aquello que consideraba injusto por lo que tuvo numerosos problemas con la justicia, ya que, como es de suponer, al poder establecido no le hacían ninguna gracia sus bromas. Lenny trataba sin ningún tipo de cortapisas de temas espinosos en la época como el aborto, las drogas, el KuKlus Kan o Vietnam.

En 1961, el cómico, que ya había tenido problemas con el fisco diez años atrás, fue detenido y juzgado por emplear un lenguaje soez en sus espectáculos, en concreto por repetir 101 veces la palabra “coocksucker” (chupapollas) durante una actuación. En aquella ocasión, el acusado fue absuelto pero era el principio del fin. En 1964, Bruce compareció de nuevo ante un tribunal en un juicio en el que varios compañeros de profesión (el citado Woody Allen entre ellos) testificaron en su favor. Finalmente, Bruce no pudo superar la presión y murió víctima de una sobredosis de morfina el 3 de agosto de 1966. Cuatro décadas más tarde, el gobernador de Nueva York le absolvió a título póstumo de todos los cargos que tenía pendientes con la ley. A buenas horas.

El film, rodado íntegramente se centra en los problemas de su protagonista con el poder establecido en una película que ilustra mediante flashbacks diversos momentos de sus espectáculos y en la que Fosse empatiza por completo con la causa de su homenajeado. Se apoya para ello en la excelente actuación de Dustin Hoffman que más que interpretar a Lenny Bruce ES Lenny Bruce. Técnicamente, el film lleva el inconfundible sello de su autor y recuerda mucho a Cabaret en la singular concepción del montaje y la planificación a base de planos cortos, o bien planos detalle o bien primerísimos planos casi a la manera expresionista de los rostros de los personajes.

A pesar de ser un fracaso comercial, Lenny obtuvo en su año seis candidaturas al Oscar, incluyendo las de Mejor Película y Mejor Director. Coppola se tomó esta vez la revancha y ganó este último galardón por la realización de El Padrino II. Dustin Hoffman estuvo nominado por tercera vez en siete años (tras El graduado y Cowboy de medianoche) al igual que su compañera de reparto Valerine Perrin que previamente había conquistado el premio de interpretación femenina en Cannes por su papel Sin duda, se trata de un título a reivindicar y desde luego el mejor Fosse no musical; imprescindible para acercarse a los inicios de una forma de entender el mundo del espectáculo, sobre todo hoy que la figura del monologuista ha perdido su carácter de agitador social.

En paralelo a la realización de Lenny, Fosse prepara el estreno de un nuevo musical en Broadway, Chicago, de nuevo formando equipo con Kandar y Ebb. Ambientada en la ciudad natal del cineasta durante la época del jazz, la obra tuvo una base real, la historia de dos mujeres acusadas de asesinato a mediados de los años veinte cuyos respectivos casos fueron cubiertos por la periodista Maurice Dallas Watkins que años después ficcionó los hechos en una obra de teatro.  La pieza criticaba tanto la corrupción judicial como el sensacionalismo de los medios de comunicación.

Fue Gwen Verdon quien en los años sesenta leyó el texto de Watkins y sugirió a su entonces marido la posibilidad de adaptarlo para un musical. Solo a la muerte de su autora Fosse pudo hacerse con los derechos de un film cuya historia ya había sido llevada a la pantalla en dos ocasiones anteriormente: la primera durante el periodo mudo con Cecil B de Mille al mando, y la segunda en 1942 con Ginger Rogers como Roxie Hart a las órdenes de William A Wellman.

El éxito del Chicago de Fosse fue incontestable, e hizo que durante un tiempo se especulase con la posibilidad de una adaptación al cine en la que Liza Minelli sería Velma Kelly y Goldie Hawn sería Roxie Hart. El proyecto se canceló y vería la luz muchos años después del fallecimiento de su creador. El encargado de llevar a la pantalla la obra fue Rob Marshall, discípulo aventajado de Fosse que formó parte del cuerpo de baile de sus montajes hasta que una lesión discal le obligó a abandonar el mundo de la danza. El Renée Zelweger y Catherine Z Jones acabaron protagonizando un film que arrasó en la ceremonia de los Oscars de 2002 pasando por encima de propuestas como Las horas o El pianista. Marshall, que había debutado en la dirección con una versión televisiva de Annie (1999) con Kathy Bathes como protagonista, continuaría después prodigándose en el musical con títulos como Nine (2009), Into the Woods (2014) o El regreso de Mary Poppins (2018), si bien en paralelo abordaría también otros géneros como el melodrama – Memorias de una geisha (2005) – o el cine de aventuras – Piratas del Caribe: En mareas misteriosas (2011).

Pero volvamos a Fosse que durante los ensayos de Chicago sufre un infarto debido al stress y al ritmo de vida que lleva durante esos años.  La experiencia quedará plasmada, como veremos en su siguiente película, All that jazz, (1978) que, de todas formas, tarda un tiempo en llegar a los cines. La vida del bailarín siempre se caracterizó por los excesos: mujeres, drogas y alcohol, aunque hay quien cuenta que entre las obsesiones del bailarín estaba el trabajo, y si se drogaba era precisamente para no desfallecer nunca y permanecer al pie del cañón como si nada.

Tras el éxito de All that jazz, Bob Fosse se refugia de nuevo en Broadway y en el teatro. Sólo vuelve al cine para rodar un último film Star 80 (1983), el segundo largometraje no musical de su carrera, emparentado directamente además con Lenny.  La película, basada en un artículo galardonado de la periodista Theresa Palmer galardonado con un premio Pulitzer, se centra en la vida de la actriz y modelo canadiense Dorothy Stratten, elegida en 1980 Playmate del año por la revista Playboy. Siendo todavía menor, Dorothy conoció a Paul Snider, un vividor egocéntrico y narcisista que la lanzó al estrellato y la convirtió en su esposa. Ya separado de ella, Snider asesinó a su Dorothy al sospechar que ésta tenía un romance con el director Peter Bogdanovich con quien había rodado el film Todos rieron en 1981. Acto seguido, Snider se suicidó. La película, protagonizada por Mariel Hemingway, incide en uno de los temas recurrentes en la obra de Fosse, la tiranía de la fama y sus consecuencias, pero carece de su característico toque y de la magia de todos los títulos anteriores de su carrera.

A partir de entonces, Fosse se vuelca en la reposición de algunos de sus antiguos éxitos sobre las tablas. En el transcurso de una de las giras de Sweet Charity, un ataque al corazón acabó con su vida el 23 de septiembre de 1987, Estaba preparando un nuevo proyecto cinematográfico que iba a protagonizar Robert de Niro sobre la vida del columnista cómico Walter Wincher. Las cenizas del coreógrafo y bailarín fueron lanzadas al Océano Atlántico cerca de las playas de Long Island donde había fijado su última residencia.

Cuentan que el testamento del cineasta incluía una carta a setenta personas y un sobre con una cuantiosa cantidad de dinero destinada a que estas personas la gastasen en una fiesta en su honor. Entre los invitados, Dustin Hoffman, Neil Simon, Ben Gazzara, Janet Leigh o Jessica Lange. Fosse fue original y revolucionario hasta después de muerto. Solo él y Joe Gideon eran capaces de convertir su propio funeral en una fiesta.










Bailarín, coreógrafo, director de cine y de teatro, Joe Gideon lleva décadas en la cresta de la ola. Es un adicto a su trabajo que, por otra parte, siempre le ha apasionado. Ahora cientos de jóvenes esperan ansiosos el comienzo de las pruebas de selección de lo que será su próxima obra, un musical en Broadway.  Gideon se sitúa frente a ellos en medio del escenario y vigila atentamente todos sus movimientos, sus cuerpos moviéndose al ritmo del On Broadway de George Benson. Después vendrá el momento de la verdad, la alegría para unos, los elegidos, y la decepción para los que deban abandonar el teatro y esperar otra oportunidad.

Al mismo tiempo que prepara su obra teatral, Gideon ultima el estreno de su última película que ya se encuentra en fase de montaje y postproducción. El film gira en torno a la vida de un cómico del stand-up.En una de sus escenas cumbre, el protagonista recita un monólogo sobre la muerte que parece hacer gracia a todos menos a Joe; en el gag se hace alusión en tono jocoso a las cinco fases por las que, según la psicóloga suiza Elizabeth Kübler – Ross, pasa todo aquel que ve que está a punto de morir: negación, ira, pacto, depresión y aceptación.

Joe Gideon está sometido últimamente a un gran stress. Cada mañana al despertar sigue un mismo ritual, una ducha rápida, un cigarrito en los labios (al que seguirán después uno y otro y otro),unas gotas de colirio en los ojos, la dosis justa de pastillas y una misma frase ante el espejo para afrontar el día con ánimos: “It´s show time, folks” (“Es la hora del espectáculo, amigos”). Ah, y Vivaldi, que nunca falta de fondo. A Gideon también parecen relajarle las conversaciones que mantiene en su imaginación con una misteriosa mujer que se le aparece en sueños vestida toda ella de blanco y que se hace llamar Angelique. La misteriosa dama somete al artista a todo tipo de preguntas y repasa con él lo que ha sido su vida: su infancia, la relación con sus padres, con las mujeres. Pero ¿quién es Angelique en realidad? ¿una musa? ¿un recuerdo? ¿acaso la misma Muerte?

Una vez elegido el casting para su obra teatral, Gideon reúne a los afortunados en el centro del escenario, y pasa uno por uno para saludarles brevemente y darles la enhorabuena.  Se detiene con especial interés en las chicas con quienes coquetea sin ningún tipo de disimulo. Al llegar a una tal Victoria Holt le pide discretamente el teléfono. Después se baja de las tablas y se dirige hacia las butacas donde se sientan Audrey, su ex mujer, y Michelle, la hija de ambos, que han estado presentes en la audición junto a los productores del evento. Gideon pregunta a Michelle que qué le parece la tal Victoria Holt, y la niña le responde que no está mal.

Esa noche, Victoria se presenta en el apartamento de Joe.  La joven le cuenta con llegar a ser una gran actriz y declama ante él el monólogo final de Blanche Dubois en Un tranvía llamado deseo; Siempre he confiado en la bondad de los desconocidos, le dice. Quien no confía mucho en el talento de Victoria es Joe que le confiesa que nunca llegará a ser una buena actriz, aunque si quisiera podría hacer de ella una gran bailarina. Joe y Victoria pasan la noche juntos.

A la mañana siguiente, Kate, la actual novia de Joe, entra en el piso con sus llaves, pero huye furiosa después de descubrir a la pareja en la cama. Angelique mientras tiene un de sus sobrenaturales encuentros con la madre de Joe a quién pregunta por la infancia de su hijo. Acto seguido, vemos al propio Joe con diecinueve años preparándose para actuar en un teatro de variedades y siendo piropeado por un grupo de bailarinas. El joven sale al escenario para ejecutar un número de claqué, pero el público reacciona estallando en carcajadas. El joven descubre pronto el motivo de las risas; su pantalón está mojado a la altura de la entrepierna a consecuencia de la excitación anterior.

Mientras Kate amaga con irse de la ciudad por unos meses, los ensayos para la obra de Gideon continúan. Las pruebas dejan ver que Victoria tampoco será una buena bailarina, aunque Gideon decide mantenerla en el grupo porque se siente atraído por ella. Entretanto, la salud del bailarín empeora por momentos, por lo que debe visitar al médico que le recomienda llevar una vida sana y aflojar el pistón.

Finalmente, Joe debe ser ingresado y el equipo médico le diagnostica una angina de pecho. Pese a la gravedad del asunto, Audrey se presenta en los ensayos para tranquilizar a los bailarines diciéndoles que el artista está bien. Los ensayos han continuado con normalidad, algunos en presencia de los productores de la obra que consideran que algunos de los números tienen demasiada carga erótica, y que el espectáculo no será comercial.

Joe parece experimentar una leve mejoría y comienza a recibir visitas en su habitación. Contraviniendo las normas del hospital, en esas visitas corre el alcohol y las drogas, e incluso el enfermo organiza encuentros sexuales con alguna jovencita. En los momentos de más calma, Gideon ve la televisión junto a Kate, Audrey y Michelle que acuden a verle con frecuencia; ninguno de los tres se pierde el show de O´ Connor Flod, un cómico negro que mantiene una amistad de años con Joe.

La película de Gideon se estrena estando éste en el hospital siendo un éxito de taquilla y cosechando elogios en general entre los expertos.  La excepción viene no obstante de la mano de una crítica con programa de televisión propio que se dedica a echar pestes del film. Paralelamente, Joe ha sido sustituido en Broadway por Lucas Sargent, un coreógrafo más joven y algo petulante con quien Joe nunca se ha llevado bien.

Una nueva recaída lleva a Gideon a ser examinado otra vez por el equipo médico; en esta ocasión, los doctores dictaminan que el paciente tiene bloqueadas dos arterias del corazón y que es necesario intervenir quirúrgicamente. Alarmados por la noticia, los productores de la obra teatral se reúnen con la compañía aseguradora para discutir sobre la cantidad a cubrir en el caso de que Joe falleciera.

El bailarín es operado a corazón abierto y mientras sufre una de sus habituales alucinaciones. Se ve a sí mismo en un gran plató dirigiendo varios números musicales interpretados por Kate, Audrey y Michelle, las tres mujeres que en ese momento comparten su vida. Tras la intervención, Gideon es trasladado a la UCI donde posteriormente será víctima de un infarto.

A pesar de su estado, Joe consigue escapar de su habitación, burlando la vigilancia de las enfermeras, y vaga por los pasillos presintiendo su cercana muerte. Descubre que está en la primera de las fases descritas por Kübler- Ross, la de la negación. En su deambular, abre una puerta de emergencia y accede a un plató cinematográfico con un gran escenario circular en el centro. Allí le recibe O´Connor Flod, con el que empieza a cantar el tema Bye bye life (sobre la base del célebre Bye bye love de los Everly Brothers). Gideon reconoce que ese es el número que servirá como apoteosis a su propia vida y que mientras lo interpreta va pasando por las restantes fases del moribundo hasta llegar a la aceptación final. En un momento dado, Gideon corre hacia las gradas donde se encuentra el público para agradecerles su presencia en el espectáculo. Entre los asistentes, los productores de su obra, los médicos y enfermeras que le han atendido en el hospital, y por supuesto sus tres mujeres, Michelle, Kate (ya con una nueva pareja) y Audrey a la que dice con un guiño que ya no volverá a engañar.

Bye, bye, life, Joe acepta definitivamente su muerte. Le vemos avanzando por un pasillo oscuro. En el fondo, en una habitación llena de luz le espera para llevarle con él. There´s no bussines like show bussines, el cadáver de Gideon desaparece tras cerrarse la cremallera de su sudario.



Pese a tratarse de su penúltima película, All that jazz es el verdadero testamento cinematográfico de Bob Fosse, con la particularidad de que en él profetiza su propia muerte que tendrá lugar nueve años después del estreno del film.  Fosse murió en 1987 víctima de un infarto al igual que muere en pantalla su alter ego en la ficción, Joe Gideon. El corazón ya le había dado un aviso a Fosse unos años antes cuando, simultaneando la post producción de Lenny con el inicio de los ensayos teatrales de Chicago, se encontraba sometido a un extraordinario estado de ansiedad. Aquel fue el germen de la película que hoy comentamos.

All that jazz es pues el particular Ocho y medio de su director, mucho más sincero que el remake Nine que el discípulo de éste, Rob Marshall hará sobre la obra maestra de Fellini décadas después.  En su película, Fosse reflexiona sobre los conceptos de vida y muerte y el vínculo que ambos mantienen con el arte.  La relación con las mujeres es el principal nexo de unión entre Guido Anselmi y Joe Gideon que, a diferencia de su colega italiano, no parece tener problemas de inspiración sino precisamente una descomunal sobrecarga de trabajo así como cierto cansancio existencial.

Porque el film está cargado de un pesimismo existencial inédito en el género. Si Bergman se hubiese dedicado por rodar un musical a lo largo de su carrera, el resultado hubiese sido muy parecido a All that jazz.  La película es un perfecto oxímoron: la alegría propia del claqué y de los números musicales fundida con un argumento deprimente y tiste. Ni siquiera Lars Von Trier en Bailar en la oscuridad (2000), otro musical surgido de la tragedia,  fue capaz de transmitir después tanta desazón
Fosse cuida al máximo los detalles y no esconde en ningún momento el carácter autobiográfico de su obra.  Y para empezar eligió como protagonista a un actor con un parecido físico más que razonable con él mismo. Roy Scheider adelgazó y se dejó crecer una fina perilla para parecerse todavía más a Fosse. El actor, uno de los rostros imprescindibles del cine norteamericano de los setenta, había alcanzado gran popularidad gracias a sus trabajos en The French Connection (William Friedkin, 1971) y Tiburón (Steven Spielberg, 1975); personalmente creo que nos encontramos ante el mejor papel de su trayectoria. Y eso que su director no le hace bailar mucho, tal vez para no desentonar con el resto de sus compañeros de reparto, la mayoría de ellos con una sólida formación en el mundo de la danza. De la mano de Scheider nos asomamos al Fosse más íntimo con secuencias oníricas que ilustran sus recuerdos y sus miedos, viajando a momentos de su infancia y sus inicios profesionales – en este sentido también hay algo de Amarcord en la película.  El ambiente libertino de los night clubs y locales en los que se formó el bailarín aparece perfectamente descrito en el film.

Allthat jazz ganó en 1979 la Palma de Oro en el Festival de Cannes compartiendo el premio con Kaghemusa de Akira Kurosawa, La película se presentó en la edición de los Oscars con nueve nominaciones bajo el brazo que finalmente se materializaron en cuatro estatuillas (BSO adaptada, vestuario, dirección artística y montaje). Fosse volvió a citarse con el Coppola entre los finalistas a mejor dirección, pero esta vez no hubo opción al desempate ya que la gloria se la llevó un tercero, Robert Benton. Si hoy se nos hace difícil de entender que Kramer contra Kramer se llevase el Oscar a Mejor Película frente a All that jazz o Apocalypse Now, aún resulta quizá menos comprensible que la labor de Benton fuese reconocida por encima de la de Coppola o Fosse.

Y es que puede que Bob Fosse no fuese un genio del cine, pero pocas veces hemos visto a un director desnudar su alma como lo hace él en su film. A través de su alter ego, Joe Gideon, Fosse se nos abre en canal, a corazón abierto – literalmente además.  All that jazz termina de reinventar su género dejando al descubierto lo efímero de la vida.  Asimismo, Fosse retrata sin ningún tipo de pudor esa feria de vanidades que es su profesión, expuesta siempre a la sombra del fracaso.





Comentarios

carpet_wally@gmail.com ha dicho que…
Esta película es maravillosa. Tremendamente pesimista pero a la vez enormemente vital.

Es como esa coreografía que ha inventado y que muestra a los productores de la obra, que pasa de una rutina clasica del musical de toda la vida, llena de ritmo y muy vital a un ritmo sincopado, quizá algo lúgubre pero que destila sensualidad y erotismo en cada movimiento. Uno es incapaz de no quedarse impactado ante el número, los productores piensan que eso no se puede representar por amoral, pero están alucinados.

"No les ha gustado" dice Gideon.

"Es lo mejor que has hecho en tu vida, eres un hijo de puta" le contesta entre lágrimas Audrey.

"Cabaret" es una obra maestra, pero "All That jazz" es mucho más que una película, es la vida y sobre todo es la muerte. Fosse hizo algo al alcance de muy pocos se relató a si mismo de forma descarnada, sin un ápice de benevolencia, sin justificación hacia si mismo. Y nos regaló una maravilla, tanto desde el punto de vista musical y escenográfico, como desde el punto de vista de experiencia vital.

Pocas películas pero una filmografia impagable. Y su serpiente de "El principito" es simplemente magistral.

Otro gus a la altura.

Abrazos danzados
César Bardés ha dicho que…
Pues a mí también me encanta "All that jazz". La vi en su estreno (en su estreno de verdad) en el cine Callao allá por septiembre de 1980. Lo recuerdo porque ese mismo día, la familia entera habíamos vuelto de un viaje a Marbella y mi padre, enamorado del musical, nos puso a todos firmes y nos dijo que íbamos a ver "la de Bob Fosse" que seguro que,con ese cartel, era buenísima. Y allá que fuimos. Salimos todos encantados porque era un musical que iba mucho más allá del musical. Era una maravilla. Sus números eran increíbles, destilaba amargura y, a la vez, una dosis enorme de vitalidad. Roy Scheider no bailaba (Fosse tuvo que darle instrucciones de movimiento a través de un auricular y con vocabulario de béisbol para que lo entendiera) y, desde luego, es el mejor trabajo que hizo nunca. A través del baile, la música y la imaginación, Fosse hizo que nos encontrarámos con la muerte y consigo mismo, en un retrato fiel de su personalidad y de todos sus defectos. Una auténtica maravilla que alegra estos días.
Fe de Ratas: Según el libro biográfico "Fosse" (maravilloso salvo por la penosa traducción de algunos títulos), Bob Fosse nunca llegó a liarse con Jessica Lange. Lo intentó, eso sí. Trató de impresionarla con sus habilidades en la danza, pero,extrañado, se dio cuenta de que ella sólo destilaba un gesto de desinterés. Alguien del equipo le dijo: "Estás tratando de ligártela ¿no?". Y él dijo que era una de las chicas más guapas que había conocido nunca y que tenía que caer. El del rodaje le dijo: "Con el baile vas mal. Es la pareja de Mikhail Baryshnikov". Fosse, desde ese momento,la dejó en paz.
Por otro lado, una de las grandes características de "Lenny", efectivamente, es ese detalle en los planos, pero lo que realmente impresiona es el plano general de más de diez minutos que Fosse se marca en lo que sería la última actuación de Lenny Bruce y que Dustin Hoffman interpreta de forma magistralmente patética.
Por otro lado más, un gus impresionante que me voy a poner a cantar y a reproducir bailísticamente ahora mismo.
Abrazos diciendo adiós.
Anónimo ha dicho que…
Una catarsis persnoal demoledora que nos muestra una vez más que somos capaces de lo mejor y de lo peor.

No es que sea muy fans de esta película el descarnamiento no es lo mio aunque hay que reconocer que tiene algo hipnótico te encuentras con ella y no tienes más remedio que verla....otra vez.

Pues eso, que siga el espectáculo.

Besos coristas.

Albanta

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