EL CINE EN CIEN PELÍCULAS (LXXVIII)
Es la hora del espectáculo, amigos
ALL THAT JAZZ. EMPIEZA EL ESPECTÁCULO (Allthat
jazz) USA, 1979. Dir Bob Fosse con Roy Scheider, Jessica Lange, Leland Palmer,
Ben Veeren (117 min)
Bob
Fosse comenzó a despuntar como actor y bailarín en los años cincuenta, el final
de la época dorada de los grandes musicales del cine. Nuestro protagonista de
hoy aún tendría tiempo de formarse y trabajar codo con codo con maestros como
Minnelli o Donen, aunque, al mismo tiempo, no dudóen incorporar a sus primeras
coreografías elementos que había aprendido del music hall y del burlesque,
géneros que se alejaban tanto en forma como en fondo del modelo tradicional
impuesto por Hollywood. De esa poderosa mezcla nace el musical moderno cuya paternidad
sin duda le debemos.
Es
cierto que cuando uno piensa en el musical clásico le vienen enseguida a la
cabeza no solo historias alegres y optimistas que contagian de manera
irrefrenable la alegría de vivir sino también números y coreografías llenas de
luz y de color. Fosse encontró también la inspiración en la oscuridad y
turbiedad provocadora de los night clubs para, con tan sólo cinco películas,
revolucionar el género por completo. El artista demostró además que no era oro
todo lo que relucía en un universo tan feroz y competitivo como el del show
bussines.
Era
un mundo que conocía bien ya que su padre era actor y cantante, un descendiente
de noruegos nacido en Chicago en 1893. Allí, en la capital de Illionis, junto a
su esposa, la irlandesa Sarah Stanton traería al mundo a su hijo Bob el 23 de
junio de 1927. Este se sintió atraído por el mundo del espectáculo a edad muy
temprana, y a los quince años ya presentó su primer número coreográfico junto a
un amigo basado en una pieza musical de Cole Porter.
En
sus inicios como bailarín, Fosse frecuentaba los teatros de variedades y soñaba
con ser Fred Astaire. Tras permanecer
dos años en la Armada recala en Nueva York y es contratado para participar en
el musical Call me mister donde conocerá a su primera mujer Mary Ann
Niles; la relación apenas durará un par de años. Fosse pronto se dará cuenta de
que su talento es más aprovechable detrás de las bambalinas preparando números
y montando coreografías que ejecutándolas en el escenario.
Sus
montajes para Broadway en Pajama game (1953) y Malditos
yankees
(1955) llaman la atención por lo imaginativo de sus secuencias de baile y su
puesta en escena. En este último musical coincide con la bailarina Gwen Verdon
con quien mantendrá una larga relación sentimental. Stanley Donen dirigiría la
versión cinematográfica en 1958 con Verdon como protagonista. Gwen y Bob se
casarán en 1960 cuando él se haya divorciado ya de su segunda esposa, Joan
McCraken; a pesar de las continuas infidelidades del bailarín, solo la muerte
de éste en 1987 pudo deshacer el matrimonio. (recientemente, la tortuosa
historia de amor de la pareja fue objeto de una serie televisiva que
protagonizaron Sam Rockwell y Michelle Williams). Fosse fue un amante
compulsivo durante toda su vida; entre sus romances más sonados figuran los que
mantuvo con la bailarina Ann Reinking o la actriz Jessica Lange (ambas
coinciden en el reparto de All that jazz).
Hollywood
ya ha llamado a las puertas del coreógrafo que hace sus pinitos en la gran
pantalla en films como Tres chicas con suerte (Stanley Donen, 1953),
The affairs of Dobie Wills (Don Weis, 1953), protagonizados ambos por
Debbie Reynolds. O Bésame Kate (George Sidney, 1953), en la que
además colabora -sin aparecer en los créditos- en el diseño de algunas
coreografías.La primera película con Fosse en los créditos será Mi
hermana Helena (Richard Quine, 1955) donde además interpreta un pequeño papel
secundando a Janet Leigh y a Jack Lemmon.
No obstante, tras la experiencia, el coreógrafo opta por abandonar
Hollywood y el cine para centrarse en el teatro.
Fosse
no se pondrá delante de una cámara hasta casi dos décadas más tarde cuando su
viejo amigo Stanley Donen le reclame para interpretar a la Serpiente en su arriesgada
adaptación del clásico de Antoine de Saint Exupéry The Little prince (1974). Bob prepara
su propia coreografía para el personaje, unos pasos que años después inspirarán
al mismísimo Michael Jackson para crear su famoso “moonwalk”. Para entonces, Fosse ya ha debutado en la
dirección de largometrajes, tiene dos en su haber e incluso un Oscar en la
categoría.
El
debut de Bob como director se produce con Sweet charity (1969) en la que lleva a la
pantalla la obra homónima de Neil Simon estrenada en Broadway a mediados de esa
década. La pieza era a su vez una adaptación al musical del drama de Federico
Fellini Las noches de Cabiria que había protagonizado en 1957 la esposa y
musa del director Guilleta Massina; tal vez por guardar fidelidad al título
original italiano, en España el film de Fosse fue bautizado como Noches en
la ciudad.
La
película contabala historia de Charity Hope Valentine, la bailarina de un
cabaret de Times Square que no tiene suerte con los hombres; su ingenuidad y su
gran corazón hacen que todos se aprovechen de ella. Shirley McLaine asumió el
rol de Massina y fue nominada al Globo de Oro por su actuación, mientras que Fosse
nos dejó para la historia números de antología como I´m a grass band o por supuestísimo Big
Spender.
Cabaret (1972) es uno de los grandes hitos de la
historia del cine, y también procede de un anterior éxito de Broadway. Los compositores John Kander (música) y Fred
Ebb (letras) habían llevado en 1966 a las tablas un libreto de Joe Masteroff
basado en la obra de teatro I´m a camera de John Van Drutten que a su vez
era ya una adaptación de una novela corta de Christopher Isherwood titulada Adiós a
Berlín.
La pieza de Van Druten ya había conocido una primera versión cinematográfica en
1995 con dirección de Henry Cornellius y Julie Harris y Laurence Harvey en el
reparto. Antes de que Fosse llegase al proyecto de Cabaret, la productora había
ofrecido dirigir la película a Gene Kelly y a Joseph L Mankiewicz que ese mismo
año había anunciado su retirada del cine tras hacerse responsable de La huella.
En
esta ocasión, Fosse nos lleva al Berlín de principios de los años treinta, en
los últimos días de la República de Weimar. A través de la historia de su
protagonista Sally Bowles nos sumergimos en un contexto histórico convulso en
el que somos testigos del auge progresivo del nazismo. Bowles es la gran
estrella del cabaret local Kit Kat Club, un refugio al que acude la gente para
huir de la cruda realidad y del ambiente que está empezando a sentarse en las
calles de la capital. La joven norteamericana intenta seducir a su compañero de
pensión, un escritor inglés bisexual que trata de publicar su primera novela y
entretanto da clases particulares como medio para ganarse vida. Otros
personajes secundarios irán poco a poco añadiéndose a esta trama central.
En
palabras del crítico Roger Ebert “Este no es un musical ordinario. Parte de su
éxito se debe a que no cae en el viejo cliché de que los musicales tienen que
hacerte feliz”, En efecto, la idea del musical asociado a la comedia se viene
abajo cuando Robert Wise decide adaptar a nuestros tiempos la tragedia
shakespereana de Romeo y Julieta en West side story (1960). Fosse queda
muy impresionado por la cinta, y en especial por el trabajo con los actores en
las coreografías de Jerome Robins.
Cabaret
es pues un drama al que sirven de contrapunto los excelentes temas musicales de
una banda sonora de las consideradas diegéticas, esto es que se introduce en la
historia de un modo natural, en esta ocasión porque los protagonistas se
dedican a lo que se dedican y su oficio es cantar y bailar. Con su aire
provocador, las letras de las canciones que salen del escenario del Kit Kat no
solo reflejan el ambiente de desinhibición y promiscuidad en el que se mueven
los protagonistas, sino que sirven también para rebajar de manera notable el
dramatismo de la acción.
Joel
Grey, que interpreta al maestro de ceremonias del cabaret, fue el único actor
que apareció en el film y se mantenía con respecto a las representaciones
originales de Broadway (mereció un Tony por su actuación). Liza Minnelli, hija
de dos leyendas de Hollywood como Judy Garland y Vincent Minnelli, había
debutado en el cine unos años antes con un primer protagonista en El cuco
estéril (Alan J. Pakula, 1969), pero encontró en el personaje de Sally Bowles
el pasaporte definitivo al estrellato. Por cierto que Liza volvería a coincidir
poco después con Kander y Ebb que compusieron el famoso New York,
New York
que ella cantaba en el film homónimo de Martin Scorsese, otra joya del cine
musical contemporáneo.
Tanto
Minnelli como Grey ganaron ese año sendos Oscars de interpretación en las
categorías de actriz principal y actor secundario respectivamente. En total, el
film se alzó con ocho estatuillas de diez posibilidades, lo cual es una
auténtica barbaridad, pero alcanza el grado de proeza si, como es el caso, tu rival
de la noche se llama Francis Ford Coppola y presenta a concurso una película
como El padrino. Fosse fue capaz de arrebatarle el premio a Coppola como mejor
director, aunque la primera parte de la saga Corleone le quitó finalmente a Cabaret los galardones de
mejor guión adaptado y mejor película.
Además,
ese año Bob Fosse se convierte en la primera persona en recibir en un mismo año
Oscar (por Cabaret), Tony (por el musical teatral Pippin) y Emmy (por Liza A to
Z, programa de
televisión protagonizado por la Minnelli).
Aunque
ambientado como los dos anteriores en el mundo de las variedades y el
espectáculo, el siguiente film de Fosse, Lenny (1974), es también su primer largometraje
estrictamente no musical. La película es
un drama que biografía al célebre showman Lenny Bruce, uno de los pioneros del
género conocido como el “stand up”. Nacido Leonard Albert Scheiner en Nueva
York en 1925, Bruce fue el precursor de la hoy archifamosa figura del
monologuista; con él nacía una nueva estirpe de cómicos que no se limitaba a
contar chistes a su auditorio desde un escenario (generalmente de un bar o un
recinto pequeño), sino que relataban historias haciendo verdadera crítica
social. Así empezó también por ejemplo Woody Allen.
Lenny
se caracterizó siempre por no tener pelos en la lengua y se dedicó a censurar
en todos sus espectáculos todo aquello que consideraba injusto por lo que tuvo
numerosos problemas con la justicia, ya que, como es de suponer, al poder
establecido no le hacían ninguna gracia sus bromas. Lenny trataba sin ningún
tipo de cortapisas de temas espinosos en la época como el aborto, las drogas,
el KuKlus Kan o Vietnam.
En
1961, el cómico, que ya había tenido problemas con el fisco diez años atrás,
fue detenido y juzgado por emplear un lenguaje soez en sus espectáculos, en
concreto por repetir 101 veces la palabra “coocksucker” (chupapollas) durante
una actuación. En aquella ocasión, el acusado fue absuelto pero era el
principio del fin. En 1964, Bruce compareció de nuevo ante un tribunal en un
juicio en el que varios compañeros de profesión (el citado Woody Allen entre
ellos) testificaron en su favor. Finalmente, Bruce no pudo superar la presión y
murió víctima de una sobredosis de morfina el 3 de agosto de 1966. Cuatro
décadas más tarde, el gobernador de Nueva York le absolvió a título póstumo de
todos los cargos que tenía pendientes con la ley. A buenas horas.
El
film, rodado íntegramente se centra en los problemas de su protagonista con el
poder establecido en una película que ilustra mediante flashbacks diversos
momentos de sus espectáculos y en la que Fosse empatiza por completo con la
causa de su homenajeado. Se apoya para ello en la excelente actuación de Dustin
Hoffman que más que interpretar a Lenny Bruce ES Lenny Bruce. Técnicamente, el
film lleva el inconfundible sello de su autor y recuerda mucho a Cabaret en la
singular concepción del montaje y la planificación a base de planos cortos, o
bien planos detalle o bien primerísimos planos casi a la manera expresionista
de los rostros de los personajes.
A
pesar de ser un fracaso comercial, Lenny obtuvo en su año seis candidaturas al Oscar,
incluyendo las de Mejor Película y Mejor Director. Coppola se tomó esta vez la
revancha y ganó este último galardón por la realización de El
Padrino II.
Dustin Hoffman estuvo nominado por tercera vez en siete años (tras El
graduado
y Cowboy de medianoche) al igual que su compañera de reparto Valerine
Perrin que previamente había conquistado el premio de interpretación femenina en
Cannes por su papel Sin duda, se trata de un título a reivindicar y desde luego
el mejor Fosse no musical; imprescindible para acercarse a los inicios de una
forma de entender el mundo del espectáculo, sobre todo hoy que la figura del
monologuista ha perdido su carácter de agitador social.
En
paralelo a la realización de Lenny, Fosse prepara el estreno de un nuevo
musical en Broadway, Chicago, de nuevo formando equipo con Kandar y Ebb.
Ambientada en la ciudad natal del cineasta durante la época del jazz, la obra
tuvo una base real, la historia de dos mujeres acusadas de asesinato a mediados
de los años veinte cuyos respectivos casos fueron cubiertos por la periodista
Maurice Dallas Watkins que años después ficcionó los hechos en una obra de
teatro. La pieza criticaba tanto la
corrupción judicial como el sensacionalismo de los medios de comunicación.
Fue
Gwen Verdon quien en los años sesenta leyó el texto de Watkins y sugirió a su
entonces marido la posibilidad de adaptarlo para un musical. Solo a la muerte
de su autora Fosse pudo hacerse con los derechos de un film cuya historia ya
había sido llevada a la pantalla en dos ocasiones anteriormente: la primera
durante el periodo mudo con Cecil B de Mille al mando, y la segunda en 1942 con
Ginger Rogers como Roxie Hart a las órdenes de William A
Wellman.
El
éxito del Chicago de Fosse fue incontestable, e hizo que durante un
tiempo se especulase con la posibilidad de una adaptación al cine en la que
Liza Minelli sería Velma Kelly y Goldie Hawn sería Roxie Hart. El proyecto se
canceló y vería la luz muchos años después del fallecimiento de su creador. El
encargado de llevar a la pantalla la obra fue Rob Marshall, discípulo
aventajado de Fosse que formó parte del cuerpo de baile de sus montajes hasta
que una lesión discal le obligó a abandonar el mundo de la danza. El Renée
Zelweger y Catherine Z Jones acabaron protagonizando un film que arrasó en la
ceremonia de los Oscars de 2002 pasando por encima de propuestas como Las horas o El
pianista.
Marshall, que había debutado en la dirección con una versión televisiva de Annie (1999) con Kathy
Bathes como protagonista, continuaría después prodigándose en el musical con
títulos como Nine (2009), Into the Woods (2014) o El
regreso de Mary Poppins (2018), si bien en paralelo abordaría también otros
géneros como el melodrama – Memorias de una geisha (2005) – o el cine
de aventuras – Piratas del Caribe: En mareas misteriosas (2011).
Pero
volvamos a Fosse que durante los ensayos de Chicago sufre un infarto debido al
stress y al ritmo de vida que lleva durante esos años. La experiencia quedará plasmada, como veremos
en su siguiente película, All that jazz, (1978) que, de todas formas,
tarda un tiempo en llegar a los cines. La vida del bailarín siempre se
caracterizó por los excesos: mujeres, drogas y alcohol, aunque hay quien cuenta
que entre las obsesiones del bailarín estaba el trabajo, y si se drogaba era
precisamente para no desfallecer nunca y permanecer al pie del cañón como si
nada.
Tras
el éxito de All that jazz, Bob Fosse se refugia de nuevo en
Broadway y en el teatro. Sólo vuelve al cine para rodar un último film Star 80 (1983), el segundo
largometraje no musical de su carrera, emparentado directamente además con Lenny. La película, basada en un artículo
galardonado de la periodista Theresa Palmer galardonado con un premio Pulitzer,
se centra en la vida de la actriz y modelo canadiense Dorothy Stratten, elegida
en 1980 Playmate del año por la revista Playboy. Siendo todavía menor, Dorothy
conoció a Paul Snider, un vividor egocéntrico y narcisista que la lanzó al
estrellato y la convirtió en su esposa. Ya separado de ella, Snider asesinó a
su Dorothy al sospechar que ésta tenía un romance con el director Peter
Bogdanovich con quien había rodado el film Todos rieron en 1981. Acto seguido, Snider se
suicidó. La película, protagonizada por Mariel Hemingway, incide en uno de los
temas recurrentes en la obra de Fosse, la tiranía de la fama y sus
consecuencias, pero carece de su característico toque y de la magia de todos
los títulos anteriores de su carrera.
A
partir de entonces, Fosse se vuelca en la reposición de algunos de sus antiguos
éxitos sobre las tablas. En el transcurso de una de las giras de Sweet
Charity,
un ataque al corazón acabó con su vida el 23 de septiembre de 1987, Estaba
preparando un nuevo proyecto cinematográfico que iba a protagonizar Robert de
Niro sobre la vida del columnista cómico Walter Wincher. Las cenizas del
coreógrafo y bailarín fueron lanzadas al Océano Atlántico cerca de las playas
de Long Island donde había fijado su última residencia.
Cuentan
que el testamento del cineasta incluía una carta a setenta personas y un sobre
con una cuantiosa cantidad de dinero destinada a que estas personas la gastasen
en una fiesta en su honor. Entre los invitados, Dustin Hoffman, Neil Simon, Ben
Gazzara, Janet Leigh o Jessica Lange. Fosse fue original y revolucionario hasta
después de muerto. Solo él y Joe Gideon eran capaces de convertir su propio
funeral en una fiesta.
Bailarín,
coreógrafo, director de cine y de teatro, Joe Gideon lleva décadas en la cresta
de la ola. Es un adicto a su trabajo que, por otra parte, siempre le ha
apasionado. Ahora cientos de jóvenes esperan ansiosos el comienzo de las
pruebas de selección de lo que será su próxima obra, un musical en Broadway. Gideon se sitúa frente a ellos en medio del
escenario y vigila atentamente todos sus movimientos, sus cuerpos moviéndose al
ritmo del On Broadway de George Benson. Después vendrá el momento
de la verdad, la alegría para unos, los elegidos, y la decepción para los que
deban abandonar el teatro y esperar otra oportunidad.
Al
mismo tiempo que prepara su obra teatral, Gideon ultima el estreno de su última
película que ya se encuentra en fase de montaje y postproducción. El film gira
en torno a la vida de un cómico del stand-up.En una de sus escenas cumbre, el
protagonista recita un monólogo sobre la muerte que parece hacer gracia a todos
menos a Joe; en el gag se hace alusión en tono jocoso a las cinco fases por las
que, según la psicóloga suiza Elizabeth Kübler – Ross, pasa todo aquel que ve
que está a punto de morir: negación, ira, pacto, depresión y aceptación.
Joe
Gideon está sometido últimamente a un gran stress. Cada mañana al despertar
sigue un mismo ritual, una ducha rápida, un cigarrito en los labios (al que
seguirán después uno y otro y otro),unas gotas de colirio en los ojos, la dosis
justa de pastillas y una misma frase ante el espejo para afrontar el día con
ánimos: “It´s show time, folks” (“Es la hora del espectáculo, amigos”). Ah, y
Vivaldi, que nunca falta de fondo. A Gideon también parecen relajarle las
conversaciones que mantiene en su imaginación con una misteriosa mujer que se
le aparece en sueños vestida toda ella de blanco y que se hace llamar
Angelique. La misteriosa dama somete al artista a todo tipo de preguntas y
repasa con él lo que ha sido su vida: su infancia, la relación con sus padres,
con las mujeres. Pero ¿quién es Angelique en realidad? ¿una musa? ¿un recuerdo?
¿acaso la misma Muerte?
Una
vez elegido el casting para su obra teatral, Gideon reúne a los afortunados en
el centro del escenario, y pasa uno por uno para saludarles brevemente y darles
la enhorabuena. Se detiene con especial
interés en las chicas con quienes coquetea sin ningún tipo de disimulo. Al
llegar a una tal Victoria Holt le pide discretamente el teléfono. Después se
baja de las tablas y se dirige hacia las butacas donde se sientan Audrey, su ex
mujer, y Michelle, la hija de ambos, que han estado presentes en la audición
junto a los productores del evento. Gideon pregunta a Michelle que qué le
parece la tal Victoria Holt, y la niña le responde que no está mal.
Esa
noche, Victoria se presenta en el apartamento de Joe. La joven le cuenta con llegar a ser una gran
actriz y declama ante él el monólogo final de Blanche Dubois en Un
tranvía llamado deseo; Siempre he confiado en la bondad de los desconocidos, le dice. Quien no
confía mucho en el talento de Victoria es Joe que le confiesa que nunca llegará
a ser una buena actriz, aunque si quisiera podría hacer de ella una gran
bailarina. Joe y Victoria pasan la noche juntos.
A
la mañana siguiente, Kate, la actual novia de Joe, entra en el piso con sus
llaves, pero huye furiosa después de descubrir a la pareja en la cama.
Angelique mientras tiene un de sus sobrenaturales encuentros con la madre de
Joe a quién pregunta por la infancia de su hijo. Acto seguido, vemos al propio
Joe con diecinueve años preparándose para actuar en un teatro de variedades y
siendo piropeado por un grupo de bailarinas. El joven sale al escenario para
ejecutar un número de claqué, pero el público reacciona estallando en
carcajadas. El joven descubre pronto el motivo de las risas; su pantalón está
mojado a la altura de la entrepierna a consecuencia de la excitación anterior.
Mientras
Kate amaga con irse de la ciudad por unos meses, los ensayos para la obra de
Gideon continúan. Las pruebas dejan ver que Victoria tampoco será una buena
bailarina, aunque Gideon decide mantenerla en el grupo porque se siente atraído
por ella. Entretanto, la salud del bailarín empeora por momentos, por lo que
debe visitar al médico que le recomienda llevar una vida sana y aflojar el
pistón.
Finalmente,
Joe debe ser ingresado y el equipo médico le diagnostica una angina de pecho.
Pese a la gravedad del asunto, Audrey se presenta en los ensayos para
tranquilizar a los bailarines diciéndoles que el artista está bien. Los ensayos
han continuado con normalidad, algunos en presencia de los productores de la
obra que consideran que algunos de los números tienen demasiada carga erótica,
y que el espectáculo no será comercial.
Joe
parece experimentar una leve mejoría y comienza a recibir visitas en su
habitación. Contraviniendo las normas del hospital, en esas visitas corre el
alcohol y las drogas, e incluso el enfermo organiza encuentros sexuales con
alguna jovencita. En los momentos de más calma, Gideon ve la televisión junto a
Kate, Audrey y Michelle que acuden a verle con frecuencia; ninguno de los tres
se pierde el show de O´ Connor Flod, un cómico negro que mantiene una amistad
de años con Joe.
La
película de Gideon se estrena estando éste en el hospital siendo un éxito de
taquilla y cosechando elogios en general entre los expertos. La excepción viene no obstante de la mano de
una crítica con programa de televisión propio que se dedica a echar pestes del
film. Paralelamente, Joe ha sido sustituido en Broadway por Lucas Sargent, un
coreógrafo más joven y algo petulante con quien Joe nunca se ha llevado bien.
Una
nueva recaída lleva a Gideon a ser examinado otra vez por el equipo médico; en
esta ocasión, los doctores dictaminan que el paciente tiene bloqueadas dos
arterias del corazón y que es necesario intervenir quirúrgicamente. Alarmados
por la noticia, los productores de la obra teatral se reúnen con la compañía
aseguradora para discutir sobre la cantidad a cubrir en el caso de que Joe
falleciera.
El
bailarín es operado a corazón abierto y mientras sufre una de sus habituales
alucinaciones. Se ve a sí mismo en un gran plató dirigiendo varios números
musicales interpretados por Kate, Audrey y Michelle, las tres mujeres que en
ese momento comparten su vida. Tras la intervención, Gideon es trasladado a la
UCI donde posteriormente será víctima de un infarto.
A
pesar de su estado, Joe consigue escapar de su habitación, burlando la
vigilancia de las enfermeras, y vaga por los pasillos presintiendo su cercana
muerte. Descubre que está en la primera de las fases descritas por Kübler-
Ross, la de la negación. En su deambular, abre una puerta de emergencia y
accede a un plató cinematográfico con un gran escenario circular en el centro.
Allí le recibe O´Connor Flod, con el que empieza a cantar el tema Bye bye life (sobre la base del
célebre Bye bye love de los Everly Brothers). Gideon reconoce que
ese es el número que servirá como apoteosis a su propia vida y que mientras lo
interpreta va pasando por las restantes fases del moribundo hasta llegar a la
aceptación final. En un momento dado, Gideon corre hacia las gradas donde se
encuentra el público para agradecerles su presencia en el espectáculo. Entre
los asistentes, los productores de su obra, los médicos y enfermeras que le han
atendido en el hospital, y por supuesto sus tres mujeres, Michelle, Kate (ya
con una nueva pareja) y Audrey a la que dice con un guiño que ya no volverá a
engañar.
Bye, bye, life, Joe acepta definitivamente
su muerte. Le vemos avanzando por un pasillo oscuro. En el fondo, en una
habitación llena de luz le espera para llevarle con él. There´s
no bussines like show bussines, el cadáver de Gideon desaparece tras
cerrarse la cremallera de su sudario.
Pese
a tratarse de su penúltima película, All that jazz es el verdadero testamento
cinematográfico de Bob Fosse, con la particularidad de que en él profetiza su
propia muerte que tendrá lugar nueve años después del estreno del film. Fosse murió en 1987 víctima de un infarto al
igual que muere en pantalla su alter ego en la ficción, Joe Gideon. El corazón
ya le había dado un aviso a Fosse unos años antes cuando, simultaneando la post
producción de Lenny con el inicio de los ensayos teatrales de Chicago, se encontraba
sometido a un extraordinario estado de ansiedad. Aquel fue el germen de la
película que hoy comentamos.
All that jazz es pues el particular Ocho y
medio
de su director, mucho más sincero que el remake Nine que el discípulo de éste, Rob Marshall hará sobre
la obra maestra de Fellini décadas después.
En su película, Fosse reflexiona sobre los conceptos de vida y muerte y
el vínculo que ambos mantienen con el arte.
La relación con las mujeres es el principal nexo de unión entre Guido
Anselmi y Joe Gideon que, a diferencia de su colega italiano, no parece tener
problemas de inspiración sino precisamente una descomunal sobrecarga de trabajo
así como cierto cansancio existencial.
Porque
el film está cargado de un pesimismo existencial inédito en el género. Si
Bergman se hubiese dedicado por rodar un musical a lo largo de su carrera, el
resultado hubiese sido muy parecido a All that jazz.
La película es un perfecto oxímoron: la alegría propia del claqué y de
los números musicales fundida con un argumento deprimente y tiste. Ni siquiera
Lars Von Trier en Bailar en la oscuridad (2000), otro
musical surgido de la tragedia, fue
capaz de transmitir después tanta desazón
Fosse
cuida al máximo los detalles y no esconde en ningún momento el carácter
autobiográfico de su obra. Y para
empezar eligió como protagonista a un actor con un parecido físico más que
razonable con él mismo. Roy Scheider adelgazó y se dejó crecer una fina perilla
para parecerse todavía más a Fosse. El actor, uno de los rostros
imprescindibles del cine norteamericano de los setenta, había alcanzado gran
popularidad gracias a sus trabajos en The French Connection (William Friedkin,
1971) y Tiburón (Steven Spielberg, 1975); personalmente creo que
nos encontramos ante el mejor papel de su trayectoria. Y eso que su director no
le hace bailar mucho, tal vez para no desentonar con el resto de sus compañeros
de reparto, la mayoría de ellos con una sólida formación en el mundo de la
danza. De la mano de Scheider nos asomamos al Fosse más íntimo con secuencias
oníricas que ilustran sus recuerdos y sus miedos, viajando a momentos de su
infancia y sus inicios profesionales – en este sentido también hay algo de Amarcord en la
película. El ambiente libertino de los
night clubs y locales en los que se formó el bailarín aparece perfectamente
descrito en el film.
Allthat jazz ganó en 1979 la Palma de Oro en
el Festival de Cannes compartiendo el premio con Kaghemusa de Akira Kurosawa, La película se
presentó en la edición de los Oscars con nueve nominaciones bajo el brazo que
finalmente se materializaron en cuatro estatuillas (BSO adaptada, vestuario,
dirección artística y montaje). Fosse volvió a citarse con el Coppola entre los
finalistas a mejor dirección, pero esta vez no hubo opción al desempate ya que
la gloria se la llevó un tercero, Robert Benton. Si hoy se nos hace difícil de
entender que Kramer contra Kramer se llevase el Oscar
a Mejor Película frente a All that jazz o Apocalypse Now, aún resulta quizá
menos comprensible que la labor de Benton fuese reconocida por encima de la de
Coppola o Fosse.
Y
es que puede que Bob Fosse no fuese un genio del cine, pero pocas veces hemos
visto a un director desnudar su alma como lo hace él en su film. A través de su
alter ego, Joe Gideon, Fosse se nos abre en canal, a corazón abierto –
literalmente además. All that
jazz termina de
reinventar su género dejando al descubierto lo efímero de la vida. Asimismo, Fosse retrata sin ningún tipo de
pudor esa feria de vanidades que es su profesión, expuesta siempre a la sombra
del fracaso.
Comentarios
Es como esa coreografía que ha inventado y que muestra a los productores de la obra, que pasa de una rutina clasica del musical de toda la vida, llena de ritmo y muy vital a un ritmo sincopado, quizá algo lúgubre pero que destila sensualidad y erotismo en cada movimiento. Uno es incapaz de no quedarse impactado ante el número, los productores piensan que eso no se puede representar por amoral, pero están alucinados.
"No les ha gustado" dice Gideon.
"Es lo mejor que has hecho en tu vida, eres un hijo de puta" le contesta entre lágrimas Audrey.
"Cabaret" es una obra maestra, pero "All That jazz" es mucho más que una película, es la vida y sobre todo es la muerte. Fosse hizo algo al alcance de muy pocos se relató a si mismo de forma descarnada, sin un ápice de benevolencia, sin justificación hacia si mismo. Y nos regaló una maravilla, tanto desde el punto de vista musical y escenográfico, como desde el punto de vista de experiencia vital.
Pocas películas pero una filmografia impagable. Y su serpiente de "El principito" es simplemente magistral.
Otro gus a la altura.
Abrazos danzados
Fe de Ratas: Según el libro biográfico "Fosse" (maravilloso salvo por la penosa traducción de algunos títulos), Bob Fosse nunca llegó a liarse con Jessica Lange. Lo intentó, eso sí. Trató de impresionarla con sus habilidades en la danza, pero,extrañado, se dio cuenta de que ella sólo destilaba un gesto de desinterés. Alguien del equipo le dijo: "Estás tratando de ligártela ¿no?". Y él dijo que era una de las chicas más guapas que había conocido nunca y que tenía que caer. El del rodaje le dijo: "Con el baile vas mal. Es la pareja de Mikhail Baryshnikov". Fosse, desde ese momento,la dejó en paz.
Por otro lado, una de las grandes características de "Lenny", efectivamente, es ese detalle en los planos, pero lo que realmente impresiona es el plano general de más de diez minutos que Fosse se marca en lo que sería la última actuación de Lenny Bruce y que Dustin Hoffman interpreta de forma magistralmente patética.
Por otro lado más, un gus impresionante que me voy a poner a cantar y a reproducir bailísticamente ahora mismo.
Abrazos diciendo adiós.
No es que sea muy fans de esta película el descarnamiento no es lo mio aunque hay que reconocer que tiene algo hipnótico te encuentras con ella y no tienes más remedio que verla....otra vez.
Pues eso, que siga el espectáculo.
Besos coristas.
Albanta