GUS MORNINS 25/3/20


“Nunca he sido uno de esos ídolos a los que han imitado su corte de pelo, o su forma de hablar, o su forma de vestir. Nunca he sentido la inquietud de tener que perpetuar una imagen que, a menudo, es como esa melodía tan particular que todos tenemos y que siempre nos recuerdo un momento determinado de nuestra juventud”
                                                                                                           Simone Signoret
Hoy vamos a rendir homenaje a esta pedazo de actriz inconmensurable, una de las mejores del cine y el teatro europeos porque hubiese cumplido los 99 años. Ya falleció hace unos cuantos años y creo que se sigue echando de menos su forma de actuar, su belleza impresionante y su capacidad de saber estar delante de una cámara o encima de un escenario.
Lo curioso es que Simone Signoret no era francesa, era alemana. Su padre, después de pasar una temporada en el ejército francés, se convirtió en un experto lingüista que llegó a trabajar como traductor en la ONU. Siendo muy pequeña Simone, la familia se trasladó a Francia y ella estudió en París, licenciándose en filología inglesa. De hecho, durante algún tiempo, fue maestra de Inglés y de Latín, completándose el sueldo como mecanógrafa para un periódico.
Durante la ocupación alemana, Simone entró en contacto con una serie de intelectuales y escritores franceses que la situó como una mujer extraordinariamente inteligente y respetada. Fueron ellos, precisamente, que, impresionados por su belleza, la animaron a prepararse como actriz. Corría el año 1942 y Simone contaba con veintiún años. Tuvo sus dificultades porque su padre era judío y había huido a Inglaterra. Así que tomó el apellidos de su madre, Signoret, para ocultar sus raíces y obtener un permiso de trabajo. Así, haciendo de extra en algunas películas y pequeños papeles, comenzó a llamar la atención de diversos directores. Comenzó una relación con el director Yves Allegret y éste no dudó en ofrecerle el papel protagonista de su película Dedé de Amberes, el primero de su amplia galería de prostitutas, un rol en el que Simone Signoret llegó a especializarse.
Ahí está, por ejemplo, esa prostituta que aparece al final de esa maravillosa obra de arte que es La ronda, de Max Ophüls; o la mítica Marie que es razón y núcleo de la mítica París, bajos fondos, de Jacques Becker. Sin embargo, el papel que llama la atención de Simone Signoret a nivel internacional es el de la maestra de Las diabólicas, de Henri Georges Clouzot, que obtiene un éxito multitudinario y catapulta a Simone al cine anglosajón, debutando con Un lugar en la cumbre, de Jack Clayton, en el papel de una mujer madura que cree que ha encontrado al amor de su vida cuando, en realidad, no es más que un joven ambicioso y sin escrúpulos. Por este papel, Simone Signoret fue galardonada con el Oscar a la mejor actriz del año 1958.
Comienza su tortuosa relación con el actor y cantante Yves Montand, además de su militancia activa en el Partido Comunista. Con Montand se junta y se separa en múltiples ocasiones y el alcohol corre entre ellos como si fuera agua. Sin embargo, es mítico su emparejamiento sobre las tablas en una adaptación de Las brujas de Salem, de Arthur Miller, que se mantiene en cartel durante varias temporadas.
Continúa con sus apariciones en el cine de otras latitudes como en la estupenda El barco de los locos, donde queda impresionada por Vivien Leigh; o en la excelente Llamada para un muerto, de Sidney Lumet. Arropada por un reparto de estrellas internacionales interviene en el papel protagonista de La gaviota, de Sidney Lumet y, por supuesto, realiza un papel sencillamente escalofriante en El ejército de las sombras, de Jean Pierre Melville, en la piel de uno de los miembros (y el más inteligente) de una célula de resistencia en Paris.
No tiene una filmografía muy extensa porque siempre prefirió el teatro, pero siguió en activo hasta su fallecimiento en 1985, a la edad de 64 años.
El apellido de su padre era Kaminker, muy delator de su procedencia judía.
Durante una temporada en la que vivieron en Estados Unidos, ella y Montand fueron vecinos de Marilyn Monroe y Arthur Miller. El escritor la encontró tan inteligente que pasaba todas las noches a hablar con ella o la invitaba a su casa. Montand, que era de armas tomar, llegó a sospechar que ella y Miller se entendían y hubo unas cuantas broncas por ello.
Hablaba con fluidez alemán, francés e inglés.
Publicó una novela con el título de Adiós, Volodia en la que relataba las desventuras de una compañía de cómicos judíos durante la guerra.
También publicó su autobiografía en 1976 con el título de La nostalgia ya no es lo que era.
El actor Philippe Noiret declaró sobre ella lo siguiente: “Trabajar con ella es toda una experiencia porque es una actriz fabulosa, porque lo sabe absolutamente todo sobre las películas y sobre lo que un intérprete tiene que hacer en escena. Es un desafío trabajar con ella, pero también es muy duro porque quiere meterse en la cabeza de todo el mundo y tienes que permanecer alerta con ella porque te puede devorar y, al final, eso lo dificulta todo. Tienes que estar un poco fuera de su órbita porque, si se acerca, te acaba comiendo con patatas”.
Uno de sus más grandes fracasos fue interpretando a Lady Macbeth al lado de Alec Guinness. No supo dar con el personaje y la crítica y el público destrozaron su interpretación. Aún se recuerda en las calles del West End londinense como una de las peores interpretaciones de Shakespeare nunca realizadas en la ciudad.
Era una gran amiga de Romy Schneider y fue un apoyo permanente cuando ésta perdió a su hijo en un desgraciado accidente.
También desarrolló una gran amistad con Jane Fonda, pero vino motivada por afinidad política antes que por admiración profesional.
Siempre se refirió a Yves Montand como “Montand”. Le llamaba así en privado. Fue el gran amor de su vida y dejó escrito que debía ser enterrada junto a él.
Como vídeo, además os dejo unas cuantas fotos personales entre ella y su amor.

Y como mosaico, ahí os la dejo compartiendo tertulia con su marido y con sus vecinos.




Comentarios

dexterzgz ha dicho que…
Mereció la pena esperar un día para este fantástico gus sobre esta grandísima actriz. Su interpretación en Un lugar en la cumbre es prodigiosa en la piel de esa mujer dura por fuera y tremendamente frágil por dentro. Entre sus rivales de aquel año, si no me equivoco, y no me equivoco porque lo acabo de mirar, estaban las dos Hepburn,Kate y Audrey. Un rostro ligado a Melville y al cine francés de los sesenta. Y por supuesto en "Las diabólicas" impresiona

Hay un título que no nombras y que a mí me parece maravilloso y es "El gato" con otro de los imprescindibles del cine de nuestros vecinos de arriba, Jean Gabin.

Un gus en la cumbre.

Abrazos diabólicos
César Bardés ha dicho que…
Pues tienes toda la razón. "El gato" es una excelente película que se me ha pasado aunque es de esos títulos que, fugazmente, pasan por el cerebro con la idea de que la tenía que nombrar y, al final, se te olvida. Bien visto.
Abrazos en las sombras.
Anónimo ha dicho que…
“ La nostalgia ya no es lo que era”, me gusta tanto esta frase suya que la tenía puesta en un lugar preferente en mi antiguo blog, Pentimento. Admiro a esta gran actriz muchísimo, siempre me atrajo su enorme personalidad, su gran belleza y esa historia de amor/ desamor que mantuvo con Montand a lo largo de tantos años. Doy fe de que están enterrados juntos porque uno de mis sueños cumplidos ha sido visitar el cementerio Pere Lachaise y estuve un ratito delante de su tumba, allí están, juntos.

Gran señora, gran actriz, gran mujer...gran gus

Besos

low

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