GUS MORNINS 5/11/19


“Algún críticos dijo que yo era una gran actriz. Fue un completo idiota porque eso supuso poner sobre mí una enorme responsabilidad para la que yo nunca he estado preparada”                                                                    Vivien Leigh
Acerquémonos hoy a esta gran actriz que nunca quiso serlo. Hoy hubiera cumplido los ciento seis años de edad. En realidad, Vivien Leigh fue una gran actriz, y eso es alguien que muy pocos pueden negar. Lo peor no fue eso. Sus desestabilidad mental marcó su vida siempre e hizo que fuera una intérprete muy poco aprovechada por el cine, aunque sí por el teatro que era su gran pasión. Aún así tuvo que alternar períodos de gran actividad con otros de total retiro.
Vivien era hija del financiero Ernest Hartley y de la dama de la alta sociedad irlandesa Gertrude Yacjee. Sí, era una niña bien. En 1917, cuando Vivien contaba apenas cinco añitos, su padre fue reclamado por el ejército como oficial para ser destinado en la India, pero, por aquel entonces, la pequeña Vivien ya había hecho algún pinito colegial en la escena. Su madre, una mujer extraordinariamente culta, la leía por la noches cuentos de Andersen, de Kipling y de Carroll, además de un buen puñado de leyendas indias. A los seis años, fue enviada como interna a un colegio de alta alcurnia, donde conoció a Maureen O´Sullivan, la madre de Mia Farrow, que, además, fue una de sus grandes amigas de toda la vida. Después de cuatro años allí, su padre la sacó de la escuela e hizo que Vivien viajara por Biarritz, San Remo y París, y estudiara francés e italiano. La visión de ese mundo maravilloso despertó en Vivien el deseo de ser actriz y su padre, en 1931, cuando ella tenía diecisiete años, la matriculó en la Real Academía de Arte Dramático de Londres.
Durante un año, Vivien se aplicó al arte dramático, pero el amor llamó a su puerta y se fijó en un abogado, Herbert Holman, con el que contrajo matrimonio al año siguiente. Eso hizo que Vivien perdiera interés en sus estudios porque, ante todo, quería actuar como esposa y madre, y al año siguiente, con diecinueve años, dio a luz a Suzanne, una niña.
Bajo el nombre de Vivien Holman y por hacer un favor a unos amigos que estaban empezando en eso del cine, apareció brevemente en una película titulada Las cosas que sueles mirar. A pesar de la brevedad de su aparición, hubo un agente británico, John Glidden, que se fijó en ella y se apresuró a firmar un contrato con ella. Lo primero que hizo fue cambiarla el nombre y así Vivien Holman pasó a ser Vivien Leigh. Bajo la égida de los contactos del agente, Vivien realizó una prueba para Alexander Korda, todopoderoso productor del cine británico, pero fue rechazada. Vivien era una apasionada del teatro, así que aceptó subirse al escenario en la obra La máscara de la virtud, de Carl Sternheim, y fue un rotundo éxito. Comenzó a aparecer en todas las revistas especializadas como la gran sensación del año y fue la actriz más solicitada en las entrevistas de la época. En una de ellas, para el Daily Express, el periodista se extrañó de que, durante la realización de la interviú, “su rostro experimentó un cambio, como si se partiera con un rayo”. Apenas pasó desapercibida la aseveración, pero fue la primera demostración pública del trastorno bipolar agudo que la acompañaría para siempre.
El caso es que, a raíz del éxito, Alexander Korda admitió su error y le puso un contrato en exclusiva en bandeja a la gran Vivien Leigh. Ese contrato incluía la prolongación de las representaciones de La máscara de la virtud en un teatro más grande del West End y a una de esas representaciones acudió un joven y prestigioso actor llamado Laurence Olivier que, sin dudarlo por un instante, acudió a su camerino para felicitarla por su trabajo. Aunque ambos estaban casados, iniciaron un romance extramarital que culminó con el rodaje en 1937 de la película Fuego sobre Inglaterra. Después de esta película de cierto éxito, Olivier no dudó en elegirla para dirigirla en el papel de Ofelia en el Hamlet que estaba preparando en el West End. Allí, durante estas representaciones, Olivier se dio cuenta de que algo no iba bien en Vivien. Un momento antes de salir a escena, Vivien comenzó a gritarle sin venir a cuento y luego se sumió en el silencio. Al minuto siguiente, salió y sonrió. Al día siguiente, Vivien no se acordaba de nada. Aún así, Olivier estaba tan enamorado de ella que no dudó en proponerle una vida en común, así que se fueron a vivir juntos.
Vivien firmó para rodar Un yanqui en Oxford, al lado de Robert Taylor y de su amiga Maureen O´Sullivan. De ese rodaje, sus compañeros dijeron que tenía un carácter extremadamente difícil porque estaba muy disgustada por hacer un papel secundario y por una actitud insoportablemente arrogante que, además, parecía gustarle. Korda la demandó y la advirtió severamente de que tendría que mejorar su actitud. Vivien, con las orejas algo gachas, se avino a un acuerdo y participó en una mediocre película de castigo, Las aceras de Londres, al lado de Charles Laughton.
Olivier deseaba triunfar en el cine americano, dado que no estaba muy contento con el rumbo que había tomado su carrera dentro del cine inglés y se trasladó a Hollywood para rodar Cumbres borrascosas llevándose a Vivien con él. Cuenta la leyenda que Myron Selznick, hermano del productor David O. Selznick, y agente de la carrera de Olivier en Estados Unidos, les llevó a él y a Vivien a los exteriores que se estaban filmando del incendio de Atlanta de Lo que el viento se llevó. Myron presentó a Vivien a David y le dijo: “Ahí tienes a Scarlett O´Hara” y David, a pesar de que ya había apalabrado a Paulette Goddard para el papel, quedó fascinado con la belleza de Vivien Leigh. El resto es historia. A ello contribuyó también la opinión del director que estaba supervisando la escena del incendio que, en aquel momento, era George Cukor.
El rodaje de Lo que el viento se llevó fue difícil para Vivien Leigh. Primero vino el despido de Cukor, con quien se llevaba maravillosamente, para traer a Victor Fleming, con el que no podía cruzar dos palabras seguidas. Congenió muy bien tanto con Olivia de Havilland como con Clark Gable y su esposa, Carole Lombard, pero odiaba a Leslie Howard. Le parecía un presumido demasiado estirado y muy condescendiente. Además, echaba de menos a Olivier, que estaba preparando Rebeca con Hitchcock. En una llamada a su amante, Vivien le dijo que odiaba profundamente el cine. Eso contrasta con Olivia de Havilland que siempre aseguró que era una profesional de los pies a la cabeza y que sólo tenía dos preocupaciones en la cabeza: hacer su papel de la mejor manera posible y volver con Laurence Olivier.
Evidentemente, su trabajo fue tan extraordinario que ganó sin discusión el Oscar a la mejor actriz del año 1939 por ese papel de mujer sureña, mimada, caprichosa y valiente que ya es parte de la historia del cine.
En 1940, las respectivas parejas de Laurence Olivier y de Vivien Leigh decidieron conceder el divorcio a cambio de la custodia de los hijos (tenía uno cada uno), así que en agosto de ese año, Laurence Olivier y Vivien Leigh se casaron en el rancho de Ronald Colman, actuando como padrinos éste y su mujer, Benita Colman, y como testigos Katharine Hepburn y Garson Kanin.
Vivien quiso interpretar el papel de la señora de Winter en Rebeca, pero fue rechazada por Alfred Hitchcock, que prefirió a Joan Fontaine. Selznick entonces la emparejó con Robert Taylor para protagonizar El puente de Waterloo, un melodrama tremendamente desgarrador que tuvo un éxito instantáneo. Aprovechando el éxito mutuo, Olivier y Vivien montaron en Broadway un Romeo y Julieta que fue absolutamente vapuleado por la crítica. Perdieron todo lo que tenían en las escasas representaciones en las que se mantuvo en cartel así que volvieron a juntarse para otra película que, ésta vez sí, fue todo un éxito: Lady Hamilton, destinada sobre todo a encender un sentimiento probritánico para la entrada de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. Desde el momento del estreno de esta película, el matrimonio Olivier dedicó gran parte de sus esfuerzos a apoyar el esfuerzo bélico y, sobre todo, a la figura de Winston Churchill.
Vivien fue al frente para hacer un espectáculo en el norte de África para los heroicos soldados que combatían a Rommel. Durante la gira, cayó enferma con una persistente tos y fiebre. Uno de sus pulmones tenía tuberculosis. Nunca llegó a curarse. Descansó durante dos años antes de volver a actuar y lo hizo en 1945 con una versión en cine de la obra de George Bernard Shaw César y Cleopatra, durante el rodaje de esta película descubrió que estaba embarazada y tuvo un aborto espontáneo, lo que la sumió en una profunda depresión, llegando a tirarse al suelo al final de una toma presa de un ataque de histeria. Olivier reconoció desde entonces cuándo se producía el trastorno. Días de hiperactividad, súbita depresión y colapso nervioso. Cuando acababa el ciclo, Vivien no recordaba nada y se mostraba profundamente avergonzada.
En esta época, Vivien Leigh cimentó un prestigio teatral impresionante. Rodó dos películas sin ningún éxito, pero era aplaudida cada vez que se subía al escenario. Uno de los éxitos vino con la obra de Thornton Wilder The skin of our teeth y, a raíz del éxito, emprendió una gira por Australia, acompañada de Olivier, en la que representaron Ricardo III, The skin of our teeth, School for scandal y Antígona. En una representación en Melbourne, Vivien tuvo un ataque de histeria antes de salir a escena porque no encontraba sus zapatos, Olivier la abofeteó y ella devolvió la bofetada. Cogió unos zapatos prestados y entró sonriente a escena. Al día siguiente, no se acordaba de nada.
Cuando volvieron de la gira por Australia, estaban deshechos física y anímicamente. Aún así, Olivier la convenció para que interpretara el personaje protagonista de Un tranvía llamado Deseo, de Tennessee Williams en la obra que él mismo iba a dirigir en el West End. Fue otro de sus grandes éxitos. Noel Coward llegó a decir que era una de las más grandes actrices vivas.
Después de 326 representaciones, Elia Kazan la reclama, en contra de su voluntad, para ir a Hollywood a rodar la película basada en la obra. Kazan prefería a Jessica Tandy, con quien había trabajado en el montaje en Broadway, pero después de los primeros días quedó absolutamente impresionado con el trabajo de Vivien, adaptando a la perfección el acento sureño del personaje y destacando su enorme capacidad de sacrificio. Vivien hizo gala de un irreverente y obsceno sentido del humor que conquistó a Marlon Brando desde el primer momento y su relación fue muy cordial. El caso es que, en su encarnación de Blanche DuBois, Vivien Leigh consiguió muy merecidamente el Oscar a la mejor actriz del año 1952.
Aprovechando el tirón, Olivier y Vivien decidieron probar suerte de nuevo en Broadway con Antonio y Cleopatra, de Shakespeare, y César y Cleopatra, de Shaw, obteniendo un éxito clamoroso. Después de un año de aplausos, Vivien viaja a Ceilán para intervenir en La senda de los elefantes, pero después de haber rodado un tercio de la película, sufre un colapso nervioso y es sustituida por Elizabeth Taylor. Absolutamente agotada, Olivier la lleva a su casa en el campo y ella le confiesa que, durante el rodaje, se había enamorado perdidamente de Peter Finch. David Niven fue a visitarles y luego declaró que Vivien estaba “bastante, bastante loca”. Noel Coward también y confirmó lo que había dicho Niven. Vivien Leigh iba cuesta abajo.
Después de un año de descanso, Vivien volvió a los escenarios con El príncipe y la corista junto a Olivier y encadenó tres Shakespeares consecutivos: Noche de reyes, Tito Andrónico y Macbeth. Fueron tres grandes éxitos. Aún se recuerda el enfoque originalísimo que le dio a su Lady Macbeth, centrando su actuación no en la redomada maldad del personaje, sino en su sensualidad para mantener preso a Macbeth en su denodada búsqueda del poder.
Después del rodaje de The deep blue sea, junto a Kenneth More, que no la aguantó, Vivien y Larry se embarcaron en una gira europea para representar Tito Andrónico en varios prestigiosos escenarios del continente, pero Vivien sufría frecuentes recaídas, atacaba a Olivier y a otros compañeros sin venir a cuento y Olivier suspendió más de dos tercios de las actuaciones.
A la vuelta, Olivier pidió consejo a Herbert Holman, el primer marido de Vivien y éste accedió a pasar una temporada con ellos para intentar calmar los nervios de la actriz. Vivien consideró que su matrimonio con Olivier ya había terminado así que inició una relación con el actor Jack Merivale. Olivier le llamó en cuanto supo que tenían un romance y Merivale le dijo que sabía de los trastornos de Vivien y que no se preocupase porque trataría de cuidarla.
En 1959 obtiene un gran éxito con la obra Buscando a Lulú, de Noel Coward y Laurence Olivier presenta una demanda de divorcio. Al hacerse efectivo, Olivier se casa con Joan Plowright. Vivien, a pesar de que vivía con Merivale, cayó en una profunda depresión porque, en el fondo, seguía enamorada de él. Para alejarla de esos pensamientos, Merivale montó una gira por Australia con la obra Tovarich y reciben críticas muy elogiosas. Interviene en la película La primavera romana de la Señora Stone, al lado de Warren Beatty, al que considera el actor más atractivo que ha conocido nunca, y rueda a las órdenes de Stanley Kramer El barco de los locos. Mentalmente, Vivien se está resquebrajando poco a poco y termina el rodaje gracias al cariño que vierten sobre ella Lee Marvin y Simone Signoret. En la escena de la violación a su personaje, por parte de Marvin, ella se tenía que defender con un zapato. Se sintió tan turbada, que sacudió al actor de verdad y Marvin lució la marca justo encima de la ceja. Vivien, después de mucho tiempo, recibe críticas muy elogiosas por el papel de neurótica en su última aparición en el cine.
En 1967, mientras ensaya al lado de Michael Redgrave la obra Un delicado equilibrio tiene un ataque de tuberculosis. Está varias semanas de reposo. En la noche del 7 de julio, Jack Merivale la deja acostada para irse a trabajar al teatro. Cuando vuelve, entra en la habitación y comprueba que sigue tranquila y bien. Media hora después vuelve a entrar y Vivien yace en el suelo, muerta. Al intentar ir al servicio, sus pulmones se inundaron de sangre y falleció silenciosamente.
Las luces de todos los teatros de Londres se apagaron durante una hora al saberse su fallecimiento. Su panegírico fue leído por el gran John Gielgud.
Lo cierto es que Vivien Leigh fue una actriz inmensa, dotada de una capacidad natural para trasladar fragilidad y fortaleza a la vez, con unos ojos preciosos y una belleza extraordinaria, con talento dramático a raudales y siempre con un leve aire de desamparo escondido detrás de su físico espectacular. Una actriz que merece mucho más que un recuerdo.
Gran parte de la culpa de su tuberculosis fue debido a que era una fumadora compulsiva. Consumía más de cuatro paquetes diarios en la época en la que rodaba Lo que el viento se llevó.
Le encantaba tener gatos por toda la casa, especialmente si eran siameses.
Su papel favorito en el cine fue el de Myra Lester de El puente de Waterloo.
Uno de sus dos Oscars lo utilizaba como tope de la puerta del baño.
Llegó a ser sometida a tratamiento de choque para tratar su enfermedad mental.
Odiaba profundamente a Bette Davis. De hecho, cuando Joan Crawford rehusó interpretar Canción de cuna para un cadáver, Robert Aldrich, el director, le ofreció a ella el papel. La contestación fue: “No, gracias. Puedo soportar ver cada mañana a Joan. Pero de ninguna manera puedo soportar ver cada mañana a Bette”.
Os dejo con un clip que recoge varias de las películas de las que hemos hablado. No cabe duda de su belleza y del intenso dramatismo que había bajo esos ojos maravillosos.


Y como mosaico, ahí están los dos, en un momento en el que, tal vez, los dos eran felices.  



Comentarios

dexterzgz ha dicho que…
Pues para no querer ser actriz, dos Oscars y una carrera como la de esta mujer ya lo quisieran muchas.

No deja de ser curioso que de los cuatro protagonistas de "Lo que el viento se llevó" la única que sigue viva es la que se muere en la peli, Olivia. Y que los tres tuvieran una muerte más o menos temprana y trágica y ahí tenemos a la tía Oli vivita y dando guerra a los 103.

A Dios pongo por testigo de que este es un gran Gus.

Abrazos confiando en la bondad de los desconocidos
Anónimo ha dicho que…
Una de mis actrices preferidas. Tenía una ternura que la hacía especial. A veces parecía una mujer desvalida y otras parecía que podía comerse el mundo. Ya sabéis que una de mis pelis preferidas es El puente de Waterloo. Qué recuerdos cuando has comentado su nombre en aquella peli, Myra, mi nombre en Pentimento, mi blog ya desaparecido. No sabía que había protagonizado The deep blue sea. Vi una peli protagonizada por Rachel Weisz con ese mismo título, supongo que será la misma.
He disfrutado leyendo tantas curiosidades de la vida de esta grandísima actriz. Una vida bastante triste.

Besos al viento.

low
carpet_wally@gmail.com ha dicho que…
Tremendo gus, tremenda actriz.

Puede que su bipolaridad fuese un punto en el que apoyase su interpretación. Me refiere a, como dice Low, ese punto en el que sus personajes parecen a veces una fuerza incontrolable de la naturaleza y en otros momentos frágiles como las alas de una mariposa.

Yo también vi "The deep blue sea" con Rachel Weistz, parace que Vivian estuviera destinada a los remakes de sus películas, porque "La primavera romana de la señora Stone" también tiene otra versión con Helen Mirren y Olivier Martinez.

Una mujer tan guapa que, según dicen, los críticos la apreciaban más por su belleza que por su actuación y eso la disgustaba mucho. Historia pura del cine.

Enorme Lobo.

Abrazos desde Oxford

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