GUS MORNINS 19/11/19
“Waldo
Lydecker: Yo
soy una buena persona, Teniente. Me apenaría enormemente ver a los niños de mis
vecinos siendo devorados por los lobos”
Clifton Webb en “Laura”, de Otto
Preminger
Hoy vamos a hablar un poco
sobre este maravilloso actor que habría cumplido los ciento treinta años. Poseedor de una
elegancia rayana con lo sublime, imprimió a sus personajes una pátina de
arrogancia que hacía que, de alguna manera, se pudiera ver que no se tomaba
demasiado en serio la vanidad que se adivinaba en ellos. En este tipo de
papeles es donde alcanzó sus más altas cotas y, aunque su filmografía no fue
muy larga, nos dejó un buen puñado de interpretaciones para recordar.
El verdadero nombre de
Clifton Webb era Webb Parmalee Hollenbeck, ahí es nada. Fue hijo de un revisor
de tren y de una actriz de teatro. Cuando Webb nació, el padre los abandonó así
que la madre, Mabel Parmalee, no se lo pensó dos veces y cogió al pequeño y se
fue a vivir a Nueva York desde Indianápolis, que es donde nació el niño y donde
vivían. Mabel Parmalee inculcó a su hijo la pasión por el teatro y le hizo
estudiar artes escénicas desde los cinco años. En poco tiempo, el pequeño Webb
era un consumado bailarín y poseía unos buenos cimientos para la interpretación
así que la madre comenzó a presentarle en todos los castings del Broadway de
fin de siglo.
Webb no tardó en ser
contratado. Se le incluyó en el reparto de una obra para niños titulada The Brownies y de ahí consiguió el papel
protagonista de una adaptación de Oliver
Twist y el de Tom Sawyer para otra de Las
aventuras de Huckleberry Finn. A los diecinueve años, Webb era un bailarín
muy elegante y se cambió el nombre profesional de Webb Parmalee al de Clifton
Webb. Se tiene registro de que, en esos principios de siglo, Webb formó parte
del reparto de, al menos, veinticuatro musicales de todo corte y clase y
trabajó ininterrumpidamente hasta 1925 en las tablas del teatro. Eso le hizo
ganar aplomo y definir un estilo de interpretación muy característico. Hollywood
le llamó para hacerle una prueba e intervino en dos películas, en papeles muy
secundarios, pero gustó. Tanto es así que no dudaban de que, dada su habilidad
para el baile, Clifton Webb podía ser el rival ideal de un jovencito que ya
estaba dando que hablar y que se llamaba Fred Astaire.
Y aquí empieza una de
las más estrambóticas historias de Hollywood. La Metro Goldwyn Mayer contrató
al futuro bailarín a tres mil dólares la semana durante un contrato de siete
años…pero sin intervenir en ninguna película. Webb durante gran parte de ese
tiempo, se dedicó a tomar el sol y haraganear y, cuando le entraba el
gusanillo, decidía volver a Broadway a hacer algún musical. De aquella época,
él siempre recordó que “mi estancia en
Hollywood cuando llegué fue lo más parecido a unas vacaciones indefinidas y
extraordinariamente bien pagadas”. Bien es verdad que se barajaron
distintos proyectos e, incluso, era el actor previsto para protagonizar Alma de bailarina al lado de Joan
Crawford, pero a la actriz no le gustó nada Clifton y fue sustituido,
precisamente, por Fred Astaire en su primer papel para el cine.
Así que, después de
tratar de incluirle en seis películas, la Metro Goldwyn Mayer no le renueva el
contrato para siete años y Webb vuelve con total libertad a Broadway. Sin
embargo, en 1944, Otto Preminger le ve en una función y decide que él es el
Waldo Lydecker ideal para la película que está preparando basándose en el libro
de Vera Caspary Laura
Clifton Webb hace de
este personaje una obra maestra. El escritor y columnista que escribe desnuda
en la bañera (inspirándose, sin ninguna duda, en Dalton Trumbo), que utiliza la
ironía y el cinismo como principales armas, comenzando por la frase con la que
abrimos el gus de hoy y terminando con “yo
no uso estilográfica. Escribo con una pluma de ganso mojada en veneno” , es
uno de esos personajes inolvidables de la historia del cine y eclipsa
magistralmente al resto del reparto. Por este papel, Clifton Webb recibe una
nominación al Oscar al mejor actor secundario.
Al instante, todo el
mundo habla sobre ese personaje cáustico que tan bien ha sabido encarnar
Clifton Webb y le ofrecen otro papel maravilloso en El filo de la navaja, al lado de Tyrone Power en el papel de
Elliott Templeton, el tío rico de Gene Tierney por quien pierde los huesos el
protagonista. Nuevamente, Webb da en la diana, y obtiene otra nominación al
Oscar al mejor secundario.
No contento con eso,
acepta por primera vez un papel protagonista. Y hace historia. Se trata del
hipnótico y fascinante Míster Belvedere de Niñera
moderna al lado de Maureen O´Hara y Robert Young. Ahí tenemos a un señor ya
entradito en años, que sabe hacer de todo, es licenciado en todas las carreras
posibles, escribe, sabe boxear y guarda un montón de virtudes y secretos que se
ofrece como niñera a un matrimonio que no da abasto entre tanto niño. Su
interpretación, impertérrita y milimétrica, es legendaria y ya, para siempre,
Míster Lynn Belvedere pasa a formar parte de imaginario de todos los que,
alguna vez, hemos amado el cine. Por este papel, Clifton Webb recibe una
nominación para el mejor actor.
Aún interpretaría al
personaje en dos ocasiones más. Concretamente en la mediocre Míster Belvedere estudiante, una
película que se resiente de coger una historia ajena y tratar de adaptarla al
fascinante personaje, y la mucho más divertida El genio se divierte, en la que Lynn Belvedere se propone la
infiltración en un hogar y hacer sentir jóvenes a todos los miembros de la
familia.
También interviene en
la muy divertida Trece por docena en
la piel de un padre abrumado por doce hijos a los que trata de inculcar una
disciplina muy particular que, sin ser férrea, si es algo retrógrada. Para
calmar los ánimos, tiene a Myrna Loy como pareja. También sabe hacer papeles
más dramáticos y encarna al marido de Barbara Stanwyck en El hundimiento del Titanic y es uno de los candidatos a marido de
esas tres chicas que comparten apartamento en Europa encarnadas por Dorothy
McGuire, Jean Peters y Maggie McNamara en el melodrama de Jean Negulesco Creemos en el amor, famosa por su
canción Tres monedas en la fuente.
Trabaja al lado de Alan
Ladd y de Sophia Loren en aquel melodrama del que ya hablamos otro día, La sirena y el delfín, y hace un
maravilloso papel de despedida como el padre Bovard de Satanás nunca duerme, un misionero en la turbulenta China de los
años veinte al lado de un sacerdote más joven encarnado por un espléndido
William Holden.
No se puede hablar del
final de la carrera de Clifton Webb sin mencionar su vida personal. Mucho se
hablado sobre su supuesta homosexualidad, dado que no se le conoció pareja en
ningún momento de su vida. Parece ser que se dedicó única y exclusivamente a su
madre, a la que profesaba verdadera adoración. No está demostrado que fuera ni
homosexual, ni heterosexual, ni bisexual. De hecho, lo que muchos autores
piensan es que era asexual. No mantuvo relaciones con nadie porque lo único que
le importaba era su madre. Y de hecho, ella falleció en 1961 a la edad de 91
años. Clifton Webb estaba tan profundamente apenado que decidió dejarlo todo.
Cumplió con el contrato que tenía para rodar Satanás nunca duerme y se retiró a su mansión de Beverly Hill, sin
apenas salir para nada. Cuatro años después, falleció de un infarto de
miocardio, con setenta y cinco años de edad. Lo que le conocieron bien dijeron
que, sencillamente, Clifton Webb murió de pena.
En el campo teatral,
intervino en innumerables obras y musicales, pero aún es recordada su
impresionante actuación en la versión de Broadway de Un espíritu burlón, de Noel Coward, manteniéndose dos años en
cartel.
Me hubiera gustado
poneros algún trozo de película en el que Clifton Webb mostrase sus habilidades
bailarines, pero jamás bailó para el cine. Bueno, sí, en una ocasión, de un
modo totalmente cómico y elegante. Es en la película Niñera moderna. Os dejo con él. Es el momento en el que el “niñero”
disfruta de una noche libre y se encuentra con su patrona y una amiga en un
local de copas y baile.
Y como mosaico, ahí os
lo dejo con la persona a la que más quiso en su vida.
Comentarios
Me has traído un montón de recuerdos bonitos, de tardes de cine en blanco y negro junto a mi madre.
Besos
low
Abrazos en blanco y negro