GUS MORNINS 1/10/19


“Muchos de los papeles que me han ofrecido se los dejé a Robert Redford”
                                                                                                        Walter Matthau
Damas y caballeros, pónganse de pie. En tal día como hoy, hace 99 años, nació este pedazo de actor que ha sido un maravilloso intérprete de comedia (aunque él odiaría que dijera esto) y también poseía un increíble talento dramático. Trabajó con los mejores y lo hizo siempre bien (yo aún estoy por ver algún comentario negativo de alguna de sus actuaciones). Profesional hasta la médula y algo difícil de carácter, Walter Matthau impuso el tipo del individuo algo dejado, capaz de decir las mayores barbaridades sin mover una ceja, con una sorna incomparable en sus diálogos y siempre con una de las miradas más inteligentes del cine.
Walter Matthau (él aseguró que su auténtico apellido era Matuschankayansky aunque luego se confirmó, a través de su hija, que eso no era verdad y que su verdadero apellido era Matthow) nació en pleno Nueva York, hijo de una inmigrante lituana y de un electricista judío de Kiev que habían emigrado un par de años antes a Estados Unidos. Durante su época de estudiante, trabajó como monitor de campamentos para niños judíos y como socorrista en un lago vacacional. El estallido de la Segunda Guerra Mundial hizo que abandonara sus estudios. Walter Matthau fue destinado al 453 grupo de Bombarderos, el mismo en el que estaba destinado, en otro avión, James Stewart, como radiotelegrafista y artillero de un B-24. Fue herido en una incursión aérea y terminó la guerra con el grado de Sargento. Precisamente en este período es donde le entraron las ganas de actuar debido a que en la base aérea en donde radicaba su unidad se hacían pequeñas representaciones teatrales. Matthau descubrió que esa era su vocación.
Ayudado por un físico peculiar y su inconfundible manera de andar, consiguió un contrato como figurante en la televisión y ahí es donde comenzó. Estuvo durante cinco años interviniendo en episodios de diferentes series, cada vez con papeles más importantes. En 1955, Burt Lancaster iba a dirigir una película (un western ecológico) llamado El hombre de Kentucky y quiso ofrecer un papel a Walter Matthau. Tuvo que andar de secundario por algunas otras películas de cierta clase, como Pacto de honor, al lado de Kirk Douglas, del que se hizo amigo; o la estupenda Más poderoso que la vida, al lado de James Mason, una demoledora película sobre la adicción a las drogas; y, por supuesto, en el papel de periodista que se anima a descubrir el fraude que es Andy Griffith (una especie de Pablo Iglesias de la política estadounidense) en la impresionante Un rostro entre la multitud.
El talento dramático de Walter Matthau se hace evidente en películas como El barrio contra mí, de Michael Curtiz, al lado de Elvis Presley, realizando el papel de un villano tremendo, decidido a cortar las alas de un joven con talento de un suburbio de Nueva York. Quizá ésta sea una de las mejores películas de la carrera cinematográfica de Elvis Presley. Y sin quizá.
En 1959, deseoso de abrir nuevos horizontes, Matthau dirige su única película detrás de las cámaras (aunque también la protagoniza). Se trata de Historia de gángsters. Según parece, él le estaba dando vueltas a la idea de probar suerte como director mientras trabajaba con Elvis en El barrio contra mí. Le ofrecieron hacerse cargo de un guión infecto destinado a la serie B. Matthau aceptó porque estaba pasando una pésima situación financiera (él fue un adicto al juego durante toda su vida) y porque creía que podría arreglar aquello porque, a pesar de todo, había una buena historia detrás. Se equivocaba. La película no sirvió ni para los programas dobles. Matthau reescribía el guión cada noche y trabajó con un equipo técnico de apenas cinco personas. La experiencia no fue buena salvo por un pequeño detalle. Conoció a la que luego fue su mujer, la actriz Carol Grace. Su matrimonio duró hasta el fin de sus días.
Se sucedieron los papeles secundarios de cierto lucimiento. Ahí está el insidioso vecino de Kim Novak de Un extraño en mi vida; el policía razonable y constante que va detrás de Kirk Douglas en esa estupenda película que es Los valientes andan solos; el farsante funcionario de embajada de Charada; el científico anonadado por lo que está pasando en Punto límite, de Sidney Lumet; el destacado socio de la víctima en la muy agradable Adiós, Charlie, de Vincente Minnelli; el detective privado que trata de encontrar el pasado de Gregory Peck en esa película olvidada y muy, muy destacable que se llama Espejismo, de Edward Dmytrik.
¿En qué momento Walter Matthau asciende a la categoría de primer actor? Cuando gana el Premio de la Academia al mejor actor secundario por el cuñado picapleitos y carroñero de Jack Lemmon en En bandeja de plata, de Billy Wilder. El propio Wilder reconoció que “la película se moría si Walter no estaba en pantalla”. Una interpretación que pasó a la historia de la mala leche.
Así que comenzaron a caer papeles de mucha importancia. Ahí está la divertida Guía para el hombre casado, una comedia dirigida por Gene Kelly; o el extraordinario Oscar Madison que se convierte, casi, en el marido de Jack Lemmon en La extraña pareja, de Gene Saks, un papel que había interpretado antes en Broadway; o el solterón Horacio Vandergelder de Hello, Dolly; o el aprovechado doctor en odontología Julian Winston de Flor de cactus, con uno de los más inolvidables papeles de Ingrid Bergman en cine; o el anciano señor Kotcher de la única película dirigida por Jack Lemmon, Kotch, sobre un hombre que en la tercera edad no hace más que preguntarse cómo puede ser útil a los demás; o el avispado ladrón de bancos que roba a quien no debe en la genial La gran estafa, de Don Siegel.
Curiosamente, a partir de este último papel, se imprime un pequeño giro a la carrera de Walter Matthau, con roles centrados en su faceta más dura, de policía o ladrón veterano e implacable. Quizá la parte más seria de su carrera y que se colocaba al rebufo del inmenso éxito que supuso el Harry el sucio. Ahí están San Francisco, ciudad desnuda, como el duro policía que trata de investigar quién asesinó a su compañero y, al mismo tiempo, resolver un crimen colectivo en un autobús. O la extraordinaria Pelham 1,2,3, como un policía de transportes muy cínico que trata de negociar y atrapar después a los secuestradores de un vagón de metro.
De esta época, destaca su aparición como borracho que no nota el seísmo en Terremoto (a modo de broma, aparece en los créditos como Walter Matuschanskayansky). Y Billy Wilder le rescata de nuevo para aparecer como el ponzoñoso director del periódico en el que trabaja Jack Lemmon en Primera plana; y se completa como el insoportable cómico de La pareja chiflada en donde realiza una auténtica creación.
A partir de aquí, la carrera de Walter Matthau comienza a perder fuelle. Aún nos regala una divertidísima interpretación en uno de los episodios de la formidable California Suite; o como el espía que amenaza con escribir sus memorias y burla a todos los servicios de espionaje de media Europa en Un enredo para dos formando pareja con Glenda Jackson. Vuelve con Billy Wilder y Jack Lemmon para interpretar al asesino profesional que tiene que salvar continuamente a un suicida compulsivo en Aquí un amigo, una película que no estuvo a la altura del talento de ninguno de los tres; y entró en sustitución de nada más y nada menos que Jack Nicholson en Piratas, de Roman Polanski, una película que es mucho mejor de lo que se ha querido ver.
Se tomó un descanso de tres años, para volver en el episódico papel del senador que empieza a abrir los ojos al fiscal Jim Garrison en JFK, de Oliver Stone y, a partir de aquí, se enreda en una serie de películas para revivir la relación que en pantalla había descrito de forma inigualable con el gran Jack Lemmon. Así se sucedieron Dos viejos gruñones, Discordias a la carta o incluso La extraña pareja, otra vez. Todas ellas divertidas…pero sólo eso.
También financió para su hijo Charles una bellísima película y se reservó un pequeño papel en El arpa de hierba, un retrato de la adolescencia de Truman Capote, con una delicada dirección del pequeño Matthau y unas interpretaciones deliciosas por parte de Piper Laurie, Sissy Spacek, Jack Lemmon y Mary Steenburgen. E, incluso, realiza una divertida aparición como Albert Einstein en la aceptable El genio del amor, con Tim Robbins de protagonista. Su última película, poco antes de fallecer, fue Colgadas, una comedieta sin mucha gracia con Meg Ryan, Diane Keaton y Lisa Kudrow haciendo, precisamente, del padre de ésta última.
Walter Matthau falleció el año 2000 de un repentino ataque al corazón. Cuando murió, su grandísimo amigo Jack Lemmon sólo acertó a decir: “No se ha muerto un amigo…se ha muerto mi hermano”.
En el apartado de anécdotas puedo contaros alguna. Era un profundo admirador de Rex Harrison. Decía que era el mejor actor de todos los tiempos.
Sus amigos y la gente que le conocía bien decían que era un poco difícil tratar con él porque nunca se estaba muy seguro de si hablaba en broma o en serio y, a menudo, la gente se confundía en una u otra dirección.
Odiaba que se le identificara como actor de comedias. Decía que había hecho de todo.
Cuando en una entrevista televisiva dijo que su mujer era actriz, el presentador, que no se había preparado muy bien el encuentro, le preguntó que cómo se llamaba. Él, muy serio, le contestó: “Caroline Wellington-Smythe Marcus, una aristócrata inglesa”.
Una vez llegó a confesar que, a lo largo de su vida, había perdido alrededor de cinco millones de dólares por su incurable adicción al juego.
Mientras trabajaba en la televisión a principios de los cincuenta, llegó a perder hasta 183.000 dólares apostando en los partidos de béisbol.
Lo de expandir el bulo de que se llamaba Walter Matuschanskayansky fue porque le parecía un nombre exótico e interesante, según su hijo Charles.
Era un auténtico apasionado de la música clásica y, en los descansos de los rodajes, se le podía escuchar a menudo canturreando alguna melodía de Mozart.
Su forma de andar, con la espalda encorvada, fue motivada por las heridas que recibió en la guerra. Sin embargo, él la acentuaba un poco porque decía que iba mejor al carácter de los personajes que solía interpretar.
Dan Castellaneta, el actor que ha doblado a Homer Simpson durante muchísimos años, decía que la voz que ponía para el personaje no era más que una imitación de la de Walter Matthau.
Ganó dos Tonys, uno al mejor actor secundario por su interpretación en Un disparo en la oscuridad y otro al principal por su creación en La extraña pareja, también el Oscar al mejor actor secundario por En bandeja de plata (fue nominado otras dos veces), un BAFTA al mejor actor por La gran estafa y un Globo de Oro al mejor actor de comedia por La pareja chiflada.
Es famosa la anécdota de realizar una prueba para interpretar el papel protagonista de La tentación vive arriba, de Billy Wilder. El director creyó encontrar al hombre perfecto y así se lo hizo saber al estudio. Los productores, con una ceguera mítica, le dijeron que ese tipo no era famoso (era verdad, aún no lo era) y que sería mejor que la hiciera con el actor que representó el papel en las tablas, Tom Ewell. Wilder siempre dijo que fue una de las peores decisiones de su vida.
Aborreció muchísimo trabajar con Barbra Streisand en Hello, Dolly. Decía de ella que tenía menos talento que el pedo de una mariposa. “No me desagradó en absoluto trabajar con Barbra Streisand. Yo sólo aborrecía su exasperante tendencia a la megalomanía. Es la más extraordinaria y…eh…aburrida persona que he encontrado en mi vida. La encuentro terriblemente aburrida. Ella, una vez, estaba rodando una escena conmigo y le dijo a Gene Kelly si podía darme instrucciones para que yo dijera mi frase de determinada manera. Antes de que Kelly pudiera intervenir, me dirigí a ella y le dije: “Mira, guapa, yo soy actor desde antes de que tú nacieras, así que no me vengas ahora a decirme cómo tengo que actuar”. Ella se volvió al director y le dijo: ¿Este tío está loco o algo así?”
Le encantó, eso sí, trabajar con Barbara Stanwyck. Decía que era una actriz que no se notaba en absoluto que estaba actuando. También le gustó muchísimo trabajar con Glenda Jackson por su simpatía, su profesionalismo y sus ganas de hacerlo bien.
Y además, fue un demócrata convencido durante toda su vida.
Su estatura era de 1,90.
Aquí os dejo el momento en el que recibe el Oscar de manos de Shelley Winters. Aparece sorpresivamente con el brazo escayolado y heridas en la cara. Shelley Winters, al entregárselo y verle así, le dice: “Has sufrido mucho para llegar hasta aquí”. Sin perder el sentido del humor, literalmente dice: “El otro día, mientras me caía de la bicicleta…iba pensando que tengo un trabajo muy jugoso. He trabajado con gente maravillosa y de talento, he ganado un buen montón de pasta y he disfrutado divirtiéndome… ¿no creéis que esto está yendo demasiado lejos?”


Y como mosaico…sinceramente, yo a estos tres tipos les levantaba un monumento. Por su amistad y por su talento.





Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Grandísimo actor. Era capaz de inspirarte ternura y antipatía a partes iguales dependiendo del papel que le tocará interpretar. De hecho no parecía que estuviera interpretando, así de natural era. Ahora bien, desconocía esas palabras que dijo sobre la Streisand y eso no se lo perdono. Puedes decir que tenía mal carácter, que no lo sé, o que era difícil trabajar con ella, que tampoco lo sé, pero no puedes decir de esta mujer que no tenía talento. Canta, dirige, interpreta...y todo lo hace bien.
Por lo demás, mi recuerdo para uno de los mejores.

Besos

low
INDI ha dicho que…
genial gus para un pedazo de actor. Como bien dice Low, al verle actuar lo hace tan natural que es como si no interpretase, como si fuera él en realidad.

Desconocía muchos datos que se indican en el gus, siempre aprendiendo con vosotros.

Abrazos en bandeja (de plata)

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