EL CINE EN CIEN PELÍCULAS (LXII)


¡¡¡ TENGO HAMBRE ¡¡¡ ¡¡¡ DAME COMIDA¡¡¡



LA TIENDA DE LOS HORRORES (The Little shop of horrors) USA, 1960. Dir Roger Corman con Johnattan Haze, Jackie Joseh, Mel Welles, Dic Miller, Jack Nicholson (72 min)


Ya hemos hablado por aquí en más de una ocasión en “El cine en cien películas” de Roger Corman a propósito de su faceta como productor, mecenas y cazatalentos del neo Hollywood. Figuras como Martin Scorsese o Francis Ford Coppola se lo deben TODO a Corman que en su día se atrevió a darles su primera oportunidad en el cine. Así que un respeto. De la mano de Corman también hicieron sus primeros pinitos en el oficio gentes como Johnattan Demme,  John Sayles, Joe Dante Ron Howard, James Cameron o Peter Bogdanovich. Eso entre los directores; la nómina de intérpretes a cuyas carreras dio el empujón inicial es si cabe todavía más impresionante: Jack Nicholson, Robert De Niro, Sylvester Stallone, Bruce Dern, Peter Fonda, Dennis Hooper… Con razón se dice que sin Corman el cine americano no sería hoy es el que es.

Hoy toca hablar del Corman director, o casi mejor decir, del Corman artesano; muy pocos realizadores responden de forma tan fiel a este adjetivo en el cine de las últimas décadas. Considerado el “rey de la serie B”, Corman sacaba petróleo de los presupuestos más irrisorios y era capaz de rodar sus películas en tiempo récord, aunque en contrapartida, ello le costara granjearse cierta caña de tacaño entre la profesión (cuentan que llegó a rodar dos películas diferentes en un mismo día utilizando también los mismos decorados en ambas). Con Corman menos era siempre más. De manera más que gráfica, su autobiografía lleva por título Cómo realicé un centenar de películas y nunca perdí un centavo.

Nacido en Detroit el 5 de abril de 1926, Roger vivió gran parte de su infancia y juventud en Los Ángeles, ciudad a la que se trasladó con su familia cuando tenía pocos meses. Allí comenzó a estudiar ingeniería industrial con el objeto de seguir los pasos de su padre, descendiente de emigrantes rusos. Tras pasar por la marina y participar en guerra, se da cuenta de que la ingeniería no es lo suyo y se matricula en Literatura inglesa. Comienza a trabajar como lector de guiones para la Fox, y en 1954 presenta a los estudios uno suyo titulado Highway dragnet que finalmente dirigirá Nathan Juran.

Corman funda la American Industrial Pictures (API) y produce la primera película de la compañía que lleva por título Thefast and thefurious (nada que ver con la saga actual del mismo nombre). Su debut en la dirección se produce en 1955 con Cinco pistolas, un western en el que participan John Lund y Dorothy Malone.  Ese mismo año dirige tres películas más, otro western, La mujer apache, y dos cintas de ciencia ficción La bestia de un millón de ojos yEl día del fin del mundo. Será este último género el que propicie en los cincuenta un resurgimiento de la denominada serie B con producciones de bajo presupuesto en las que adquieren importancia los efectos especiales y en donde las invasiones alienígenas actúan como metáfora en el contexto histórico de la Guerra Fría.

Y en este campo, Corman se hace el amo. A estas primeras películas le seguirán títulos como Conquistaron el mundo (1956), Las mujeres vikingo y la serpiente del mar (1957), El ataque de los cangrejos gigantes (1957), Yo fui un cavernícola adolescente (1958), o La mujer avispa (1959). Títulos que hablan por sí solos y que no pueden faltar en la programación de ningún festival o maratón de cine freak que se precie y en los que la calidad es inversamente proporcional a la cantidad. Solo en 1957 Corman se ventila él solito y estrena nueve largometrajes.

No obstante, entre tanto lodazal es posible encontrar también alguna pequeña mena. Un cubo de sangre (1959) es por ejemplo una divertidísima sátira que carga contra el esnobismo de los intelectuales y los artistas de la generación beatnik.  Su referente más inmediato es el clásico de André de Toth Los crímenes del museo de cera, y su argumento está emparentado con el de la película que hoy comentamos que Corman rodará tan solo un año después.

En ese mismo 1960 el cineasta decide llevar a la pantalla el relato de Edgar Allan Poe La caída de la casa Usher; Corman cuenta con un mayor presupuesto que le permite entre otras cosas rodar en scope y tener a sus órdenes a Vincent Price. El éxito de la película hace creer a su responsable que ha descubierto un filón y le empuja a llevar a cabo nuevas versiones de obras del maestro norteamericano. En concreto serán seis más; a La caída de la casa Usher le seguirán en cuestión de meses El péndulo de la muerte (1961), La obsesión (1962), Historias de terror (1962), El cuervo (1963), La tumba de Ligeia (1964) y La máscara de la muerte roja (1964). En todas ellas Vincent Price está al frente del reparto, y en la mayoría el guión corre a cargo del prestigioso novelista Richard Matheson, autor de Soy leyenda, cuya primera versión cinematográfica tenía precisamente a Price como protagonista absoluto.  Curioso el caso de El palacio de los espíritus que pese a estar inspirado en un poema de Allan Poe es la adaptación de un cuento corto de otro genio de la literatura de terror, H. P. Lovecraft. El guión del film es por cierto obra de un tal Francis Ford Coppola.

El futuro director de El padrino interviene también, aunque sin acreditar, como ayudante de dirección de El terror, otra de las fantasías góticas del realizador que protagonizó Jack Nicholson, otro de los ahijados cinematográficos de Corman. Nicholson era hijo de uno de los miembros fundadores de la AIP que había producido años antes, Grita asesino, la película con la que el actor debutó en el mundo de la interpretación. Al parecer, Nicholson habría aportado numerosas ideas que después se añadirían al guión de El terror, aunque no hasta el punto de merecer la aparición en los créditos. Sea como sea, la película, ambientada en la época de las guerras napoleónicas y con el legendario Boris Karloff acompañando en el reparto al futuro Jack Torrance, ha pasado a la posteridad como uno de los mejores y más reconocidos títulos de la filmografía de su autor.

Gracias a todas estas películas, el nombre de Roger Corman se asocia a partir de esta década al cine fantástico y al terror. Fuera del género, el realizador saca su lado más “serio” en films como el drama antirracista El intruso (1962), o en la reconstrucción de La matanza del día de San Valentín e ndonde por primera y única vez en su vida trabajó en exclusiva para un gran estudio. El privilegio, en este caso, correspondió a la Fox. Ya en el pasado la United había cofinanciado La torre de Londres, remake en clave de farsa de una vieja película de Rowland V. Lee sobre las intrigas en la Inglaterra del siglo XV a la muerte del rey Eduardo IV.   

En paralelo, Corman se reivindica como un autor de culto gracias a títulos como el clásico de ciencia ficción El hombre con rayos X en los ojos(1963) con un ya maduro Ray Milland, o Los ángeles del infierno, que se convierte de forma casi automática en objeto de veneración para las tribus urbanas de moteros que en el mundo son y serán. Por su parte, Thetrip (1967) es toda una experiencia psicodélica y psicotrópica que unánimemente tiende a considerarse un aperitivo de la legendaria Easy Rider (1969)

Dejando atrás ya su década más fecunda Corman estrena Mamá sangrienta (1970) violento y desprejuiciado biopic de la popular Ma Baker (inmortalizada en un clásico homónimo para discotecas de los Boney M). La dos veces ganadora del Oscar Shelley Winters figura al frente de un reparto en el que también destaca la presencia de un casi primerizo Robert de Niro.  Al año siguiente, el director llega con su última gran película bajo el brazo, El barón rojo, interesante drama bélico que repasa en esta ocasión la vida del famoso piloto alemán de la I Guerra Mundial y en el que destacan sus impresionantes secuencias aéreas.

Dos son los títulos que completan la filmografía como director de Corman que a partir de los setenta decide centrarse en otras facetas. Se trata de Deathsproof (1978), secuela de La carrera de la muerte del año 2000 que él mismo había producido tres años antes, y La resurrección de Frankestein (1990), imposible distopia futurista que retoma el mito del personaje de Mary Shelley y que le sirve para entonar su despedida detrás de las cámaras.

Quien no se jubila es el Corman productor ni el Corman cazatalentos. El cineasta se estrena además como distribuidor, y gracias a él pueden verse en los cines estadounidense películas de autores extranjeros como Kurosawa o Bergman. La factoría Corman sigue apoyando a los que empiezan como ya hiciera en los sesenta.  Si antaño auspició los debuts cinematográficos de Coppola (Dementia 13) o Bogdanovich (Viaje al planeta de las mujeres prehistóricas) ahora se vuelca con Scorsese (de quien produce en El tren de Bertha), John Sayles o Ron Howard. Los pupilos de Corman obsequian a su descubridor en forma de pequeños cameos en algunas de sus películas y así podemos ver a este fugazmente en films como El Padrino II o Apolo XIII.

Queda pues demostrado, como hemos dicho al principio, que el Hollywood actual no sería el mismo sin la labor impagable de Roger Corman (sería bastante peor incluso de lo que es). A sus 93 años, todavía puede presumir de ello. Y de haber sido artífice de tantas y tantas películas para la Meca del Cine. Sin perder un centavo, además.




Seymour Krelboyne es un joven de Los Ángeles que trabaja como dependiente en una pequeña floristería situada en Skid Raw, uno de los barrios más temidos por la policía de la ciudad debido a su fama de conflictivo. Seymour está soltero y vive con su madre, viuda y enferma – y también algo desquiciada- que no quiere por nada del mundo que su hijo se case para no quedarse sola. La tienda en la que trabaja el muchacho está regentada por el tacaño Gravis Mushnick (su apellido da nombre al establecimiento) que mantiene una relación con Audrey, la otra empleada de la tienda de la que Seymour está enamorado en secreto.  Entre los peculiares clientes de la floristería se encuentran un hombre con una desmedida afición por comer flores y plantas en crudo y una viejecita algo gafe encargada de comprar las flores para todos los funerales que se celebran en su familia (lo cierto es que cada vez que pisa la tienda, y lo hace con frecuencia, es porque uno de los miembros de su extensa prole se ha ido al otro barrio).

Seymour es algo atolondrado y suele equivocarse a menudo con los pedidos a domicilio. Tras su enésimo despiste, su jefe amenaza con despedirle. No obstante, Mushnick le da un ultimátum: o cambia radicalmente en el plazo de una semana y ayuda a renovar la imagen de la tienda o se verá obligado a ponerle de patitas en la calle. Seymour parece tener un as en la manga. Desde hace algunos días está cultivando una misteriosa planta que creció a partir de las semillas que le regaló un jardinero japonés. Le ha puesto hasta nombre y todo: Audrey Jr en honor a su compañera de trabajo. Seymour lleva a la tienda la planta y se la enseña a todos. Aunque se trata de una especie diminuta confía en que crezca en los días siguientes.

Esa noche mientras observa a Audrey Jr, Seymour sufre accidentalmente un corte en el dedo. La gota de sangre que cae de él es engullida al instante por la planta que ha crecido de una forma considerable al día siguiente cuando la tienda se abre al público. Esa mañana, Seymour se presenta en el trabajo con las extremidades de sus dos manos cubiertas de tiritas.

Mushnick está tan eufórico que regala a una de sus clientes una docena de claveles. Aparece una pareja de jovencitas interesándose por la planta para usarla en la carroza de un desfile. Pero de pronto Audrey Jr regresa a su estado original y cunde de nuevo el desánimo. El jefe pregunta a su empleado si cree que la planta volverá a crecer y este le responde que sí. Esa noche se queda en vela y la planta de repente comienza a hablarle. Lo que creía que era una variante del “atrapamoscas” en realidad no come insectos sino carne humana.

Desesperado, Seymour sale a la calle para despejarse y llega hasta las vías del tren. Le llama la atención una botella que alguien ha colocado en lo alto de una vagoneta e intenta derribarla haciendo blanco con unas piedras. La mala fortuna quiere que uno de los pedruscos impacte contra la cabeza de un empleado del ferrocarril que dormía debajo y que, aturdido por el golpe, se precipita hacia las vías donde es arrollado por un tren que pasa en esos mismos momentos.

De repente, Seymour se ha convertido en un asesino, pero ya no hay vuelta atrás. El joven corta en pedazos a su víctima y se dirige la tienda. Mushnick que también ha acudido esa noche al negocio para recoger dinero de la caja, se queda estupefacto cuando ve que Seymour está alimentando a su planta con restos humanos. Pero decide no actuar y no acudir tampoco a la policía.

A la mañana siguiente, Audrey Jr ha alcanzado un tamaño espectacular. Todo el mundo se agolpa en el escaparate de la floristería que ya anuncia a su extraordinaria criatura como un reclamo.  Krelboyne se presenta en la tienda con un terrible dolor de muelas por lo que pide a su superior ausentarse para ir al dentista. Este le pide explicaciones de lo sucedido antes de darle permiso.  El sacamuelas resulta ser un despiadado psicópata que además le tiene ganas a Seymour que el día anterior se confundió en uno de los pedidos. El chico intenta defenderse del dentista al que mata clavándole en el cuello uno de los tornos que usa como herramienta. Entonces entra en la consulta otro paciente al que Seymour se dispone a atender como si fuera el sustituto del titular cuyo cadáver sienta en el sillón de extracciones como si estuviese a punto de someterse a una de ellas. Ni que decir tiene que Seymour causa una auténtica escabechina en la boca del paciente, pero no importa demasiado. Es masoquista y está acostumbrado a esa clase de servicios.

Pasados unos días, la policía se presenta en la tienda de Mushnick que era cliente habitual del dentista. Denuncian la desaparición de este, que por supuesto sirvió de cena a Audrey Jr la noche de autos, y de un empleado de ferrocarril. El interpelado sospecha lo peor y anuncia a Seymour que esa noche se quedará él a vigilar a la planta. El joven aprovechará para pedirle a Audrey salir a cenar, aunque como no tiene mucho dinero, la velada tendrá que transcurrir en su apartamento con su madre de testigo. Las buenas noticias nunca vienen solas parece; esa misma mañana a Seymour le acaban de decir que ha ganado el premio de la sociedad de vigilantes de plantas de California por su descubrimiento.

Mientras Seymour y Audrey cenan junto a la señora Krelboyne, Mushnick pasa la noche en su tienda vigilando a la planta que ya está enorme, y se sorprende cuando esta le habla y le pide comida. De pronto, entra en la floristería un ladrón dispuesto a atracar, y su dueño le dice que el dinero está en la planta. No hace falta ser muy listo para saber lo que viene después.

Seymour y Audrey acaban la noche en la tienda, ajenos a lo sucedido allí antes. El joven se arma de valor y se declara ante la chica, pero justo en el momento del beso, Audrey Jr pide más comida. Seymour finge ante su enamorada que en realidad es él quien habla, pues tiene cualidades de ventrílocuo, pero ella no se lo cree y le abandona. Seymour se queda solo ante su planta al que maldice por haber arruinado su vida; en contrapartida, Audrey Jr le hipnotiza y le pide que salga a la calle en busca de más alimento. Por el camino encuentra a una prostituta que trata de seducirle repetidamente, y a la que termina dejando inconsciente para que sirva de sustento a su voraz criatura.

La mañana en el que Seymour va a recibir el premio de la asociación de vigilantes de plantas de California, Audrey Jr se rebela definitivamente y abriendo sus hojas deja ver ante los presentes los rostros de las víctimas que ha ido devorando los días anteriores. Viéndose sin escapatoria, Seymour huye hasta dar esquinazo a todos en un desguace de coches.

Al volver a la tienda la encuentra vacía y decide acabar de una vez por todas con el problema. Agarra un cuchillo y se mete en las fauces de Audrey Jr que naturalmente se lo zampa. Cuando al final de la tarde todos se reúnan en la floristería, la planta exhibe una nueva en el que se trasluce la cara de Seymour. “Fue sin querer” es todo lo que acierta a decir el pétalo antes de marchitarse definitivamente.




Cuenta la leyenda que el rodaje de La tienda de los horrores es uno de los más rápidos de la historia del cine al haber sido filmado en tan solo dos días y una noche. Lo cierto es que posteriormente algunos de los actores del film se encargaron de desmentir este récord al reconocer que a las pocas semanas fueron de nuevo reclamados por su director para rodar algunas nuevas tomas. Roger Corman acababa de finalizar la grabación de Un cubo de sangre y quería aprovechar algunos de sus decorados antes de que fuesen destruidos definitivamente. Era la máxima del cineasta, capaz de rodar tres o cuatro películas con el presupuesto que recibía para hacer una.

La idea inicial del realizador era la de otra comedia negra como la mentada Un cubo de sangre, y para ello recurrió al guionista Charles B Griffith con quien ya había colaborado en la película y también en varias ocasiones anteriormente. Griffith demostró en el film ser un auténtico todoterreno llegando a interpretar a hasta cuatro personajes diferentes y poniendo voz al personaje de Audrey Jr. Su abuela y su padre también aparecen en la cinta como secundarios. El guión, un total de noventa y ocho páginas de diálogos, fue escrito en el también asombroso plazo de seis días, y eso sí que no lo ha desmentido nadie hasta hoy.Griffith se inspiró en un relato de H.G Wells titulado La floración de la extraña orquídea (1905) tras desechar un primer argumento en el que un cocinero terminaba por comerse a los clientes de su restaurante.

Para los dos protagonistas, Corman había pensado en Dick Miller y Susan Cabot, dos de los fijos en sus películas de aquella época, pero ambos rechazaron intervenir en la obra. Miller se pidió un papel secundario e interpretó a uno de los clientes de la floristería (el que se alimenta de flores) reservándole la gloria al más limitado Johnatan Haze que dio vida al atolondrado Seymour. En un breve papel podemos ver a Jack Nicholson, hijo de uno de los socios de Corman. El director buscó al resto del elenco entre los amigos y parientes de su equipo, una práctica que solía usar frecuentemente incluso para elegir a los actores que tenían líneas de diálogo.

Algo que no podía faltar en los rodajes de Corman era la improvisación. Aquí por supuesto la hubo en abundancia. En las escenas de exteriores, el director y su equipo iban preguntando a los transeúntes que se encontraban a su paso si les apetecía aparecer en una película.  Al parecer, llegaron a filmar incluso a un coche fúnebre que en esos momentos se encontraba de servicio trasladando un ataúd al cementerio.  En las escenas de interior, Corman llegó emular a los mismísimos Kurosawa y Peckinpah llegó a rodar hasta con tres cámaras simultáneamente en tomas únicas para obtener perspectivas diferentes. El alquiler de los equipos ascendió a un total de 280 dólares. Se desconoce con exactitud cuánto fue el coste total de la película, aunque se sabe que este no superó los 34.000 dólares.

El resultado de todo ello es una comedia negra con elementos de cine fantástico y cine de terror que en el mejor de los casos – y siendo bastante benévolo – se podría tildar de irregular. El guión parece escrito precipitadamente – en realidad hemos visto que lo fue- y en algunos momentos resulta incongruente, su sentido del humor bastante naif e infantiloide. La puesta en escena se asemeja más a la de un teatrillo de pueblo o a la de una función escolar de fin de curso que a otra cosa. Las interpretaciones tampoco son lo que se dice precisamente de Oscar, y eso que en su reparto figura alguien que con el tiempo será agasajado con la estatuilla dorada hasta en tres ocasiones. Los “efectos especiales” más cutres no pueden ser. En fin… Lo más sorprendente de todo es que Corman acometiese este proyecto justo cuando su cine, gracias sobre todo a las adaptaciones de Allan Poe, se disponía a intentar dar un salto de calidad.

Y pese a todo, bajo esta tosquedad, bajo este cutrez, bajo esta aparente torpeza,  subyace algo de ingenio y audacia en la propuesta. La tienda de los horrores tiene eso que se conoce como el irresistible encanto de la serie B.  A fin de cuentas no hay nada más sano que reírse de uno mismo  y de sus propias limitaciones (lo de situar el escenario en una tienda al borde de la bancarrota es toda una declaración de intenciones). Será por eso que Roger Corman ha llegado a los noventa y tres con ese vigor.

La tienda de los horrores no fue un clásico inmediato, de hecho fue un fracaso comercial en su estreno. Debido a su corta dirección, solía exhibirse en programa doble junto a otras películas del propio Corman. Solo el tiempo y las siguientes reposiciones televisas hicieron posible que las nuevas generaciones se interesasen por el film y lo elevasen a la categoría de culto. Contribuyó igualmente a ese redescubrimiento la  adaptación musical que realizó para Broadway Howard Arhsman a comienzos de los ochenta (casualmente la obra se representa estos días en Barcelona a cargo de la compañía de Angel Llacer).

El éxito de la pieza de Arshman dio pie a su vez a un remake cinematográfico que dirigió Fran Oz en 1986 con Steve Martin y Rick Moranis en el reparto. Puede que de un modo objetivo la película sea superior a su original ( y eso que soportar al Martin de aquellos años y a Moranis) también se las trae. Pero definitivamente a la obra de Oz le falta algo, la obra de Oz no tiene el irresistible encanto de la serie B.





Comentarios

César Bardés ha dicho que…
A Corman se le podría calificar como el "genio más barato de la historia del cine". (Os remito a mi referencia a él en "El sueño americano", bastante extensa). Lo cierto es que no deja de ser verdad que el cine americano no sería lo mismo sin él. Con sus presupuestos de risa y echándole ingenio, fabricó una serie de películas que hoy forman parte de la historia del cine independiente. Rodó rápido y descubrió a unos cuantos talentos, hizo dinero e incluso se permitió alguna que otra incursión dentro del studio system. Habría que destacar que sus esperanzas artísticas se centraron en una película que cita Dex y es "The intruder", en la que, según él mismo confiesa, vertió todo el talento del que era capaz para hacer una película de calidad en la que invirtió la cantidad de...200.000 dólares. Sin duda, un presupuesto bajo, pero muy, muy superior al de muchas de sus producciones. Hoy en día es una película que se está rescatando como un retrato de la América interior, llena de prejuicios y fácilmente manipulable (el ejemplo lo tenemos hoy en día cuando esa misma América interior ha sido decisiva en la elección de Donald Trump como presidente). En cualquier caso, un oportuno homenaje a una figura única en el mundo del cine.
Abrazos desde el dentista.
INDI ha dicho que…
genial Roger Corman. Recuerdo que en un grupo de debates sobre cine que organizamos en el instituto en primero de BUP dedicamos unos cuantos de éstos a las películas de Corman sobre historias de Edgar Allan Poe. Por aquella época en la 2 ponían en un ciclo sobre Corman los domingos por la tarde una de éstas a la semana y los lunes después de clase la comentábamos.

Grande Corman y grande el Gus de hoy, felicidades

Abrazos recordatorios
carpet_wally@gmail.com ha dicho que…
Otro gran gus sobre un personaje referente del cine americano, casi indispensable, lejos de los grandes nombres y de las grandes obras, su legado está más en su carácter de figura del cine barato y resultón. No siempre hay que tener grandes presupuestos. ni gran reparto, ni siquiera grandes historias que contar...basta con tener imaginación y hacer las cosas como deben hacerse.

Sobre la peli, bueno...No termino de entender la reivindicación de esta pequeña película que se puso de moda en los 80/90 y continua hasta ahora. A mi nunca me pareció nada del otro jueves y como encanto de serie B tampoco le veo mucho...pero Corman tenía que estar en la lista y quizá este sea uno de sus films más representativo.

Otro gran gus para una lista imprescindible.

Abrazos baratísimos.

Entradas populares de este blog

Guuud mornins, 14/05/13

EL CINE EN CIEN PELÍCULAS (XLVIII)

EL CINE EN CIEN PELÍCULAS (LXV)