EL CINE EN CIEN PELÍCULAS (LX)


No me gustaría llegar a ser como mi padre. Quiere hacerse amigo mío pero ¿cómo voy a fiarme de él? Si alguna vez, aunque sea por un día, no sintiera vergüenza de él, entonces a lo mejor….



REBELDE SIN CAUSA (Rebel without a cause) USA, 1955.Dir: Nicholas Ray con James Dean, Natalie Wood, Sal Mineo, Jim Backus, Dennis Hoopper (112 min)


La carrera cinematográfica detrás de las cámaras del director Nicholas Ray, nuestro protagonista de hoy, se compone de un total de veintitrés largometrajes rodados entre 1948 y 1980. Estamos pues ante otro de esos realizadores que vivieron en primera persona la transición desde el Hollywood más clásico al cine que podríamos denominar contemporáneo. Ray, eso sí, responde a un perfil de realizador más independiente y transgresor que el de la mayoría de sus compañeros de quinta. Entre la nómina de películas referida anteriormente se encuentran algunos de los grandes clásicos de la historia, títulos inequívocamente populares, además de alguna que otra obra maestra. Es muy probable la película que comentamos hoy se englobe en el primer grupo antes que en este segundo por razones que explicaremos más adelante.

Raymond Nicholas Kenzler, ese era su verdadero nombre que se cambió al iniciar su carrera en el teatro, nació en Wisconsin el 7 de agosto de 1911. De padre de origen alemán y madre artista, se crio en un pueblecito a orillas del río Mississippi donde coincidió con el futuro arquitecto Frank Lloyd Wright que fue uno de sus compañeros de pupitre, y con Joseph Losey que más tarde se haría cineasta como él. Su infancia fue muy dura a causa de los problemas de su padre con el alcohol – al parecer no debió aprender mucho de aquella experiencia. Cuando se traslada a Nueva York dispuesto a triunfar en el mundo del espectáculo, ingresa en el Teatro de Improvisación de la Gran Manzana, y allí conoce a Elia Kazan. Ambos desarrollan en estos primeros tiempos una intensa amistad, tanto es así que Kazan contrata a Ray como ayudante de dirección para su opera prima Lazos humanos (1945).

Tres años después del debut cinematográfico de Kazan se produce el del propio Ray que ya en solitario dirige Los amantes de la noche, cine negro del mejor aderezado con unas gotitas de drama romántico. La película que recrea la huida de un delincuente recién salido de la cárcel y una joven a la que acaba de conocer y que participa con él y otros compinches en el asalto a un banco contiene la primera escena cinematográfica rodada desde un helicóptero. Ray explicó que desde esta perspectiva simbolizaba la larga mano del destino persiguiendo a los protagonistas.

A este primer film le sigue Un secreto de mujer (1949), otro melodrama con sabor a humo y pólvora que protagonizan Maureen O ´Hara y Melvin Douglas. En el reparto figura también Gloria Grahame que unos meses antes se había convertido en la señora Ray, aunque el matrimonio apenas dura cuatro años. Posteriormente Grahame protagonizará uno de los escándalos de la década en Hollywood al casarse con Tony Ray, fruto de una anterior relación de su exmarido que además siempre se confesó bisexual. La anécdota se cuela de soslayo en el estupendo y reciente biopicLas estrellas de cine no mueren en Hollywood (Paul McGuigan, 2017) con una magistral Annete Bening encarnando a la protagonista de Los sobornados.

 En su tercer trabajo Ray cambia al drama social y se reúne por primera vez con Humprey Bogart que en Llamad a cualquier puerta (1949) se pone en la piel de Nick Romano, un abogado surgido de los barrios bajos encargado de defender a un joven que ha sido acusado de matar a un policía. Se trata además de la primera película financiada por la compañía del actor, y en ella se puede oír la mítica frase “Vive joven, muere deprisa y tendrás un bonito cadáver” que después tanto se ha aplicado para aludir a los llamados “juguetes rotos” del mundo del cine o de la música.  El film suele considerarse un claro antecedente de Rebelde sin causa por el tratamiento que se hace de la juventud y de los problemas intergeneracionales, y tuvo una secuela dirigida por Philip Leacock con el título Que nadie escriba mi epitafio (1960).

Bogart volverá a encontrarse con Ray (y con Grahame) en la soberbia En un lugar solitario (1950), una película como pocas. Ya sabéis: “Nací cuando ella me besó, morí cuando me abandonó, viví unas semanas mientras ella me amó” ¿Hace falta añadir más? Otros títulos de Ray en aquella época son Infierno en las nubes (1951), una bélica con John Wayne u Hombres errantes (1952) con Robert Mitchum en el papel de una estrella del rodeo. Pero el cine negro donde el cineasta sigue siendo el principal fuerte del cineasta en esta primera etapa de su carrera.  La casa en la sombra (1951) puede ser un perfecto ejemplo de ello con un vigoroso y estupendo Robert Ryan acompañado por la también realizadora Ida Lupino en una de sus incursiones delante de las cámaras.
¿Alguien se había quedado con ganas de más diálogos para la leyenda en películas de Nicholas Ray? Ahí va uno


“¿A cuántos hombres has olvidado?
“A tantos como mujeres tú recuerdas”
(…)
Miénteme, dime que me has estado esperando todos estos años, Dímelo”.
“Te he estado esperando todos estos años”
“Dime que te habrías muerto si no hubiera regresado”
“Me hubiera muerto si no hubieses regresado”
“Dime que aún me quieres como yo te quiero a ti”
“Aún te quiero como yo a ti”
“Gracias. Muchas gracias”.

En su día, Johnny Guitar (1954) fue un gran éxito de taquilla, pero fue defenestrada por la crítica que atacó su falta de credibilidad y su estética excesivamente colorista. Hoy es uno de los westerns más populares, si bien el prestigioso Roger Ebert matiza y habla del film como “uno de los melodramas psicosexuales más flagrantes que se hayan disfrazado en el géneroRay adaptó libremente una novela de Ray Chanslor y con un presupuesto ínfimo le dio la vuelta a algunos de los clichés del cine del Oeste reproduciendo el encarnizado enfrentamiento entre dos auténticas tigresas. Saltan chispas cada vez que vemos una escena en la que entran en plano las dos, una malvada y maravillosa Mercedes McCambridge y una Joan Crawford que abandona por una vez sus habituales visones y vestidos de fiesta para convertirse en toda una fetichista del cuero.  Además de las veladas referencias sexuales, muchos creyeron ver en la pasiva actitud de los habitantes del pueblo en la que viven los protagonistas una sutil alusión al proceso de la Caza de Brujas. Lo cierto es que Nicholas Ray nunca llegó a estar en el punto de mira del Comité de Actividades Antiamericanas del senador McCarthy.

El mismo año en el que rueda Rebelde sin causa, 1955, el director estrena otro western, Busca tu refugio, con James Cagney en el papel principal. El guión remite de manera parcial a Los amantes de la noche, Llamad a cualquier puerta o incluso Johnny Guitar, usando lógicamente otros registros. Ray nunca se mostró especialmente satisfecho con el resultado, si bien en la película se manifiesta ya su inclinación hacia personajes atormentados y enredados en intentos conflictos y dilemas psicológicos.

Sangre caliente (1955) es un título menor en la carrera del director que ese mismo año entrega Más poderoso que la vida con el gran James Mason en la piel de un hombre aquejado de una rara enfermedad que le convierte en un adicto a los medicamentos.  Después Ray hace lo que mejor se le da, travestir un melodrama con todas las letras en una película de género, en este caso una bélica, Amarga victoria (1957). Y como en esa época el cineasta está en forma y sale a dos películas por año, en esa misma temporada se enfrenta a todo un mito del Oeste y da a conocer La verdadera historia de Jesse James.

Después de 1958 Nicholas Ray ya no volverá a rodar nunca en Hollywood. En esa época, el cineasta comienza a sumergirse en un proceso de autodestrucción que le lleva directamente al alcoholismo y provoca que los estudios y el establishment del cine ya no cuenten con él. Dicen que una de las causas fundamentales por las que el director se introdujo en esa espiral depresiva fue la muerte de James Dean al poco de rodar con él. Como despedida de la Meca del Cine, Ray nos regala dos películas, el drama ecologista Muerte en los pantanos y todo un espectáculo en clave noir, Chicago, años 30 (si mal no recuerdo fue la película que escogió Garci para homenajearle en su mítico Qué grande es el cine).

El realizador se viene entonces al Viejo Continente donde tendrá una primera experiencia en Inglaterra donde rueda Los dientes del diablo. Se trata de una exótica, atípica pero muy atractiva película de aventuras que cuenta el día a día de una tribu de esquimales. Además, Peter O Toole y Anthony Quin, convenientemente caracterizados para la ocasión, nos brindan un mano a mano que, como no podía ser de otra forma, resulta toda una gozada.

España será el siguiente destino de Ray en su periplo europeo. El director recala en nuestro país contratado por el productor Samuel Bronston que a primeros de los sesenta está tratando de establecer su imperio cinematográfico. Con él rodará dos películas, una muy conocida con la que nos suelen deleitar las televisiones cada primavera. Rey de reyes (1961) supone un acercamiento intimista a la vida de Jesús que recibe un tratamiento inédito hasta entonces visto en pantalla.  Nunca hasta ese momento se había mostrado en pantalla el rostro de Cristo en primer plano y Ray se atreve a romper ese tabú. En el film ese rostro pertenece al actor Jeff Hunter que ya había colaborado con el director anteriormente en La verdadera historia de Jesse James. La película, rodada íntegramente en localizaciones de Madrid y Toledo, contó la participación de numerosos compatriotas en tareas tanto técnicas como artístico. En este último apartado destaquemos la presencia de nuestra folclórica Carmen Sevilla desempeñando el papel de María Magdalena.

Lo de 55 días en Pekín(1963) fue otra historia. La superproducción pretendía contar los estragos que había supuesto en las embajadas extranjeras la revuelta de los Bóxers en la capital china a comienzos del siglo XX, aunque para estragos los que se produjeron en el propio rodaje, el más difícil de la era Bronston en Madrid. El productor se había traído de Hollywood a Ava Gardner y a Charlton Heston que no se llevaron ni un poquito bien durante la filmación, ella más pendiente de las juergas nocturnas que de las escenas en las que tenía que intervenir. Por si fuera poco, Ray sufrió un colapso debido al consumo de alcohol y estupefacientes y tuvo que ser sustituido por los directores Guy Green y Andrew Marton que se encargaron de terminar la película. Rodada en Las Rozas, el film contó con aproximadamente 500 extras entre nativos y asiáticos.

La estancia de Ray en nuestro país fue tortuosa pero aun así, parafraseando el título de una de sus películas, encontró en la piel de toro un pequeño refugio e incluso se atrevió a emprender algún pequeño negocio como la apertura de una galería de arte. No obstante, la enfermedad lo estaba consumiendo y el cineasta pareció alejarse definitivamente de la profesión al fijar su residencia en una isla naturista del Mar del Norte. Fueron años oscuros en los que apenas se relacionaba con el exterior ni se sabía nada de él.

Ya en la década siguiente, Ray participa en Sueños húmedos (1974), una rara película holandesa que contiene diversos episodios de carácter erótico dirigidos por varios directores. Su declive es evidente y por esa época sufre un glaucoma que le deja tuerto de un ojo. Su amigo Dennis Hooper consigue que le contraten como profesor de teoría cinematográfica en el Harpur College de Nueva York.  Allí colabora con sus alumnos en un film experimental, Nunca llegaremos a casa (1975) que incluso se presenta a concurso en Cannes.

Enfermo de cáncer decide rodar su propia agonía en Relámpago sobre el agua (1980), impresionante testamento artístico. En el proyecto colabora Win Wenders que había utilizado a Ray como actor en su película El amigo americano y era consciente de que el realizador “sabía que quería trabajar y morir trabajando".

  Y así fue.  Ray murió en Nueva York el 16 de junio de 1979. Con él se iba el primero de los directores modernos del cine clásico, el último clásico del cine moderno.






Jim Stark, un introvertido adolescente que arrastra serios problemas a la hora de relacionarse con los demás y hacer amigos, acaba de mudarse junto a su familia a Los Ángeles para iniciar un nuevo curso en el instituto. En una de sus primeras noches en la ciudad, el joven acaba siendo arrestado por la policía que lo encuentra tirado en la calle con claros síntomas de embriaguez.  Al llegar a la comisaría un agente le pide el teléfono de sus padres que acuden inmediatamente a recoger a su hijo acompañados de una de las abuelas del menor. En un aparte, Jim confesará al policía que lo atiende los problemas de incomunicación que tiene con sus progenitores, especialmente con su padre a quien considera una persona pusilánime dominado por una esposa demasiado autoritaria.

En ese momento, en las mismas dependencias policiales se encuentra Judy, una muchacha que ha huido de su casa esa noche tras ser repudiada por su padre que le recriminó ponerse demasiado colorete en la cara y vestirse de manera indecorosa. Judy cree que su padre le odia y así se lo transmite al oficial de menores que se ocupa de su caso. Por último, en otro despacho, otro joven, John Crawford – aunque se hace llamar por todos Platón- responde a las preguntas de un agente que le interroga por su implicación en la matanza de tres cachorrillos de perro. Platón ha ido a comisaría acompañado de su nodriza negra, la única persona que se ha ocupado de él desde que sus padres le abandonaron siendo niño.

Jim, Judy y John volverán a coincidir el primer día de instituto. En ese momento, comenzará a fraguarse una amistad que solo el destino será capaz de romper.

El primer día de clases, Jim sale de casa y se encuentra con Judy que vive en una casa colindante a la suya. El joven, que la reconoce del día anterior en la comisaría, le pregunta dónde está el instituto y se ofrece a llevarla en su coche, pero ella está esperando a que la recoja su pandilla que llega acto seguido en un coche conducido por Buzz, su novio. Tras besarla en los labios, el chico pregunta a Judy quién era el desconocido que estaba con ella, y esta le responde que se trata de un vecino nuevo. Buzz y sus amigotes se burlan del aspecto de Stark.

Jim llega tarde a su primera clase, una demostración de astrología que se imparte en el planetario de la ciudad.  El joven, que ha accedido al local en su propio vehículo, toma asiento al lado de Platón y unas filas por detrás de los amigos de Judy. Cuando el profesor muestra en el mapa la constelación de Tauro, Jim imita el mugido de un toro, intentando hacerse el gracioso y caer simpático a la banda de Buzz. Pero lo que consigue es el efecto contrario. La lección acaba con una simulación de la destrucción de la Tierra rematada por el profesor con una reflexión sobre la insignificancia y la soledad del ser humano. Platón le responde por lo bajo con un “¿Qué sabrá este de soledad?”.

A la salida del planetario, Buzz y sus amigos están esperando a Jim con ganas de bronca. Para provocarle, el novio de Judy pincha con una navaja una de las ruedas del coche del chico. En un principio este se muestra impasible ante las bravuconadas, pero finalmente la cosa se calienta, y a pesar de las advertencias de Platón, se enfrenta a Buzz que acaba retándole a un duelo de navajas. La pelea se interrumpe tras la repentina llegada de un policía, por lo que los dos gladiadores deciden postponer su enfrentamiento para la tarde.

El nuevo reto será “una carrera de gallinas” y tendrá lugar en un promontorio cercano a la costa. Jim y Buzz se pondrán a los mandos de sendos coches – robados ambos- y se dirigirán a toda velocidad hacia el precipicio; quien antes abra la puerta del coche y salte será el más cobarde y perderá. La carrera tiene un desenlace trágico; en el momento de saltar Buzz descubre que su cazadora se ha enganchado con la manecilla de la puerta del vehículo y no puede salir. El coche se precipita al vacío con él dentro.

La escena ha sido contemplada por todos los amigos de Buzz que habían acudido a la fiesta y ahora abandonan poco a poco el lugar consternados. Jim, Platón y Judy quedan solos en el lugar, notablemente conmocionada esta última. Por su parte, Platón que ya siente una gran admiración por su nuevo amigo, respira aliviado al saber que ha ganado la prueba y no ha sufrido daño alguno.  Los tres montan en el coche de Jim que lleva primero a su casa a Jduy; al despedirse de ella le entrega el espejito que había dejado olvidado en la comisaría la noche en la que se vieron por primera vez y él recogió. Después se dirige a su domicilio acompañado por Platón que le propone ir a una casa abandonada de la que le había hablado esa misma mañana cuando estaban en el planetario. Allí podrán charlar, conocerse mejor, incluso desayunar como hacía años hacía con su padre. Platón confiesa Jim que desearía que él fuese su padre. Al despedirse de él, Platón apunta en su agenda la dirección de su amigo.

Ya en el interior, Jim procede a contar a sus padres todo lo sucedido sin obviar ningún detalle. La conversación desemboca en una feroz discusión en la que el muchacho termina cogiendo de las solapas a su padre al que recrimina tener pocas agallas. A continuación, sale disparado rumbo a comisaría dispuesto a confesar, pero en la entrada se encuentra con los amigos de Buzz a quienes acaban de poner en libertad y que piensan que va a delatarles. Crunch que parece haberse autoerigido el líder del grupo tras la muerte de Buzz jura vengarse.

Al ver que en esos momentos no está en comisaría el amable agente que estuvo con él la noche en la que fue arrestado por la borrachera, Jim desecha su idea de declarar. En su lugar llama a casa de Judy, pero quien coge el teléfono es el padre de la chica que le despide con cajas destempladas. Al volver a casa, Jim se encuentra con Judy, dispuesta a pedirle perdón por lo sucedido durante la mañana cuando ella se mostró tan discipline. En la radio del coche un locutor presenta una canción dedicada por un tal Buzz a un tal Jim.  Stark propone a su amiga a la casa abandonada de la que le había oído hablar a Platón y esta acepta.

Por otra parte, al disponerse a entrar en su casa, el joven Crawford es sorprendido por Crunch y los suyos que le roban la agenda donde acaba de apuntar la dirección de su amigo. Platón consigue entrar en su casa mientras su criada negra logra echar a sus acosadores lanzándoles toda clase de improperios. John sube a toda prisa a su habitación y se hace con un revólver que tenía escondido bajo la almohada de su cama. Enloquecido, huye del hogar para avisar Jim ante la impotencia de la nodriza.

La banda de Church acude al domicilio de los Stark, pero al no encontrar lo que buscaban deciden recorrer la ciudad hasta encontrarlo. Jim ha acudido con Judy a la casa abandonada, y la pareja recibe la llamada de Platón que también ha ido al lugar para avisar a aquel de que andan tras él.  Con la seguridad que les da saberse a salvo, los tres recorren las estancias de la mansión relajados y con total despreocupación. Platón finge ser un agente inmobiliario que enseña la casa a una pareja que a su vez simula ser un matrimonio adinerado que anda buscando piso. La felicidad se refleja en el rostro de todos ellos. Platón confiesa a sus nuevos amigos que nunca lo había pasado tan bien en aquel lugar, les habla de su padre que era un héroe del Mar de China sin que se sepa muy bien si es verdad o no. Al final, el joven se queda dormido y la pareja aprovecha para irse a otro cuarto para estar a solas.

Mientras el agente Frameck de la policía llama a los padres de Jim y Judy y a la criada de John para preguntar por los jóvenes ante su repentina desaparición. Al mismo tiempo, la banda de Crunch localiza la mansión abandonada y entran en ella, encontrando a Platón dormido en el jardín. Se establece un forcejeo entre todos ellos del que John logra zafarse. Platón corre a alertar a sus amigos pero en el camino encuentra a uno de los amigos de Buzz al que dispara hiriéndole de gravedad. Acto seguido huye hacia el bosque hasta llegar al planetario. Tras romper el cristal de la puerta con la culata de su pistola entra y se esconde allí.

Un coche de policía de patrulla advierte la presencia del coche de Jim en la casa y lo comunica por radio. El mensaje es interceptado por Frameck que en ese momento se halla con los Stark; juntos se dirigen a la zona.  Jim sale en busca de Platón, desoyendo las voces de Judy que trata de disuadirle. Ambos se llegan hasta el planetario y Jim habla con su amigo contándole lo importante que sería para él su amistad, y pidiéndole que le muestre un momento su pistola. Platón cede y Jim aprovecha para quitar el cargador y guardárselo en su bolsillo. En el exterior se han apostado varios coches policiales aguardando la salida de los jóvenes.

Jim anuncia a los agentes que están dispuestos a salir. Al abandonar el umbral, Platón se pone nervioso y huye despavorido, y al ver la pistola en sus manos, un agente dispara contra él. Jim sale del local llorando y mostrando a los agentes el cargador mientras grita que en la pistola de John no había balas. Se dirige a continuación al cadáver de Platón preguntándole por qué ha hecho lo que acaba de hacer. La nodriza del joven llora desconsolada lamentándose de que nadie en su vida se había preocupado por él. Jim, que había abrigado anteriormente a su amigo prestándole su chaqueta roja, le sube la cremallera antes de que se lo lleven. “Siempre tenía frío” dice a modo de despedida.

Poco a poco, todos van abandonado el lugar. Abrazado a Judy, Jim se dirige a sus padres y les presenta a su nueva amiga. Estos sonríen satisfechos pensando que su hijo por fin ha encontrado un alma gemela.





Varios son los factores que confluyeron para convertir ya en su día a Rebelde sin causa en eso que denominamos película de culto; el primero y fundamental, aunque por supuesto hay más, tiene naturalmente nombre y apellido: James Dean. El rubio intérprete de Indiana había debutado un año antes en la gran pantalla con la magistral adaptación de la novela de John Steinbeck Al este del Edén a cargo de Elia Kazan; la nominación al Oscar que obtuvo por su trabajo en la película le convirtió en una joven promesa cinematográfica con un más que prometedor futuro por delante. Al año siguiente completaría su breve carrera con Gigante que le valdría su segunda nominación al eunuco dorado y con la película que hoy comentamos (curiosamente la única de las tres que protagonizó por la que no fue candidato a la estatuilla).  Fue sin duda su papel de Jim Stark en la película de Ray el que elevó a Dean a la categoría de mito, un mito que quedaría definitivamente apuntalado tras la repentina y trágica muerte del actor en aquel fatídico 30 de septiembre de 1955.

James Dean, Jim Stark, se enarbola en la bandera americana (vaquero azul, camiseta blanca y cazadora roja) para erigirse en iconode la juventud estadounidense de la época. Esta crecía al ritmo del rock and roll poniendo al día su discoteca y sustituyendo los viejos vinilos de Frank Sinatra o Nat King Cole que escuchaban sus padres por los de Chuck Berry o Elvis Presley. Algo estaba cambiando en la sociedad y en el país y películas como Rebelde sin causa se dedican a preconizar el mensaje y a hacerse eco de esa transformación. En su film, Ray retrata a una juventud díscola y contestataria que vuelve la cara a sus progenitores y les reta sin complejos exigiéndoles incluso cuentas. Salvaje (Laslo Benedeck, 1953) había sentado un poco antes las bases de ese tipo de películas convirtiendo a Marlon Brando en otro ícono juvenil. La Warner, responsable de Rebelde sin causa, se desmarcó de este último título al considerar que se pasaba en su apología de la violencia, e incluso llegó a eliminar del montaje final una escena del comienzo de la película en la que un grupo de jóvenes apaleaba a un hombre en plena calle durante los títulos de crédito.

No hay que encontrar exagerada la afirmación por la que muchos consideran que Rebelde sin causa inagura una etapa dentro del cine americano, al menos es la puerta a un nuevo modelo para contar historias desde una perspectiva y una sensibilidad diferentes. Los nuevos cineastas se fijan cada vez más en los jóvenes y se atreven a llevar a la pantalla los conflictos que se establecen entre ellos y la generación de sus mayores. Las películas de Dean y Brando son dos de las primeras películas que abordan esta novedosa temática e instauran una tradición en el cine de Hollywood que llegan hasta las décadas de los sesenta y los setenta. En pleno apogeo de la cultura hippie aparecen películas que vuelven a reflejar esa misma tensión intergeneracional, indiscutibles obras maestras como El graduado (Mike Nichols, 1967) o La última película (Peter Bogdanovich, 1971).

A Nicholas Ray le interesaba especialmente el tema de la juventud como ya había quedado patente en Llamad a cualquier puerta.  Años después, el director se habría ofrecido a la propia Warner para dirigir un guión basado en una idea suya y que llevaba por título The Blind run; los estudios se mostraron interesados en el proyecto y le sugirieron llevar a la pantalla la obra Rebel without a cause: the story of a criminal psicophatic, un estudio psicológico escrito en 1944 por el Dr Robert Lindon que analizaba el comportamiento de jóvenes delincuentes. El de las bandas fue un fenómeno muy extendido en la América de los años que siguieron al final de la II Guerra Mundial. Así nació la película, y con ella todo un fenómeno social que causó un enorme impacto en su tiempo.

Ray dudo en aceptar la oferta de los productores al considerar que el libro en el que se inspiraba podía resultar demasiado sensacionalista a la hora de ser plasmado en imágenes. Una vez aceptada esta, se rodeó del novelista Irivng Shulman para ficcionar el texto de Lindon, y de Stewart Stern para completar el guión cinematográfico definitivo. Dudas hubo también a la hora de elegir a los protagonistas del film; para los personajes de Jim y Judy se tanteó a John Cassavetes y Debbie Reynolds que estuvo a punto de ser cedida por la Metro para la ocasión. Sin embargo, Elia Kazan que acababa de trabajar con James Dean en Al este del Eden sugirió que este, figura emergente del Actor´s Studio, era perfecto para el papel. El director tuvo que pelear para convencer a los estudios de que su Judy ideal era Nathalie Wood, una actriz de orígenes rusos que por entonces contaba tan solo con dieciséis años y que se había dado a conocer como niña prodigio en películas como De ilusión también se vive(de George Seaton ) o  El fantasma y la señora Muir (Joseph L. Mankiewicz), ambos títulos de 1947. No se tardó menos en encontrar al actor que debía encarnar a Platón, el amigo de la pareja protagonista, papel que recayó en el quasi debutante Sal Mineo. En el reparto podemos ver a un jovencísimo Dennis Hooper en la que era su segunda aparición en la gran pantalla.

Estaba previsto que  en un pirncipio la película se rodase en blanco y negro y en Cinemascope- de hecho así llegarían a filmarse algunas escenas-  pero como la Fox tenía la patente del formato panóramico y se negó a cederla para la película, Ray y su operador de fotografía Ernest Haller tuvieron que hacer el film en Warnercolor. Fue un acierto; el formato panorámico estaba reservado hasta entonces a los grandes westerns y los musicales donde podían lucirse a base de bien las enormes praderas y otra serie de escenarios espectaculares. Ray lo puso al servicio de los sentimientos. Es prodigioso cómo usa el formato en escenas como la inicial de la comisaria en la que utiliza el fondo de campo para, a través de las ventanas de los despachos encadenar emocionalmente las figuras de sus tres protagonistas mostrándolos en el mismo plano. Y por supuesto, en la famosa secuencia de la carrera de coches. Nadie había visto algo así antes en un melodrama.

El rodaje se prolongó durante ocho semanas, dos más que las previstas en principio por la Warner, se extendió de marzo a mayo, y tuvo lugar en estudio y en escenarios reales de Los Ángeles y Santa Mónica. Como curiosidad, la piscina vacía en la que transcurre la última escena del film es la misma en la que Billy Wilder rodó las secuencias que abren y cierran El crepúsculo de los dioses.  La filmación fue un remanso de paz; Ray se dejaba cada mañana su mala leche habitual en la “roulotte” y llegó a hacerse querer entre los técnicos y los actores, llegando a establecer un clima de perfecta armonía en el equipo. Especialmente intensa fue la relación entre el director y James Dean, una bonita amistad que por desgracia quedaría truncada a los pocos meses de haberse iniciado tras la muerte de la estrella. Actor y realizador manejaban la idea de crear una productora juntos. Dicen que Ray quedó muy afectado y que nunca superó del todo la pérdida de su amigo.


Tras sugerir unos pequeños cambios en el montaje, Jack Warner dio el visto bueno para el estreno de la película que tuvo lugar el 27 de octubre en Hollywood. Un mes antes James Dean había muerto en un accidente automovilístico mientras regresaba a casa después de una puesta a punto de su Porsche. La película ya era leyenda antes de ser vista por el primer espectador.

El film consiguió al año siguiente tres nominaciones a los Oscars; uno a la mejor Historia y los otros dos para Natalie Wood y Sal Mineo que competían en las categorías de interpretación de reparto. Por cierto que los dos compañeros de Dean en la película también tuvieron un final trágico como él. Wood moriría ahogada en 1981 al caer desde su yate Splendor (así bautizado como homenaje a una de sus películas más famosas, Esplendor en la hierba). Por su parte, Mineo fue asesinado por una panda de delincuentes mientras volvía una noche a su casa cuando sólo contaba 37 años.

Puede que para las nuevas generaciones millenials, Rebelde sin causa resulte una visión algo trasnochada de la juventud y del llamado sueño americano. En lo que fue toda una declaración de intenciones, Damien Chazelle le rindió un bonito homenaje en su espléndida La la land (2016). La puesta en escena de Ray sigue pareciendo prodigiosa seis décadas después, y en cuanto a la temática, la película queda como un testimonio único del modo de vivir de los jóvenes de aquellos años. Desde luego, el film tiene problemas narrativos (situaciones que se precipitan de forma casi inverosímil), y presenta arquetipos que hoy nos pueden parecer algo ridículos y trasnochados. Sin embargo, la película ha de verse como una obra que abrió puertas y levantó la maleza para acabar siendo decisiva en el cine posterior. Como precursor, Ray insinúa e introduce temas que hoy son de la actualidad más candente como los malos tratos o la homosexualidad que se manifiesta en todo momento de un modo nada sutil en la relación entre Platón y Jim.

Además, Rebelde sin causa presenta un problema intrínseco a todas las películas que tratan el tema de la juventud. Cada nueva generación verá inevitablemente estas películas como algo superado por el tiempo; los sueños, las aspiraciones, los miedos de los jóvenes de hoy no son los mismos sueños ni las mismas aspiraciones ni los mismos miedos que los jóvenes de ayer.  Y entra muy dentro de lo posible que lo que en la actualidad vemos como algo transgresor a los ojos de nuestros nietos resulte lo más convencional del mundo. Ante esa realidad irrefutable, solo cabe contraatacar con cine. Y qué duda cabe que el del pionero Ray es del mejor.

Como canción de despedida de hoy he elegido una que ya ha sonado alguna vez por aquí, y que en realidad homenajea a otro de los grandes clásicos del director. Y que nos lleva a un lugar que, como este a veces, resulta demasiado solitario.





Comentarios

César Bardés ha dicho que…
Tocapelotas al ataque.
No es "Las estrellas de cine no mueren en Hollywood·. Es "Las estrellas de cine no mueren en Liverpool". Te equivocaste de sitio, amigo.
En cuanto a Ray, a mí me pareció siempre un director con muchísimo brío, con una mala suerte que llegó a ser marca de fábrica (siempre se ha dicho que los dos directores con más mala suerte de todo Liverpool...digo Hollywood son Orson Welles y Nicholas Ray). Tenía una sensibilidad especial para las escenas intimistas (de ahí que su relación con Bronston, que quería espectáculo, espectáculo y espectáculo, no fuera especialmente buena) y un gran tino manejando a los actores.
Sigo pensando que su mejor película es "En un lugar solitario", una película tremenda y que, vista hoy en día, sería vilipendiada a base de bien porque el protagonista, en realidad, es un maltratador.
De "Rebelde sin causa", fíjate, no soy mucho. Y la razón principal es James Dean. Tampoco es que me encantara el muchacho. Era mono y eso, pero tenía una tendencia a los tics propios de la interpretación del Actor´s Studio que eran bastante irritantes. En muchos de ellos, reconozco a Brando, al que, seguramente, quiere imitar (de hecho, Brando es presa de los tics a partir, sobre todo, de "El baile de los malditos", de Dmytrik). En cualquier caso, recordar a Ray siempre es bueno (también recordemos que interpretó al general que preside el desfile de "Hair"). Lo del glaucoma es cierto, pero lo que es un poco de traca es que el tío se ponía un parche en el ojo sin tener glaucoma ni nada, por puro snobismo.
En cualquier caso, gran gus.
Abrazos sufriendo.
Anónimo ha dicho que…
Buen repaso por la vida y filmografía de uno de los grandes directores que ha dado el cine. Qué bonitos diálogos nos ha regalado este señor. Me pasa como al pedantón, siento un cariño especial por En un lugar solitario. Me parece una película preciosa y tanto Bogart como Graham están en estado de gracia. Preciosa también Johny Guitar.

Besos.

low

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