EL CINE EN CIEN PELÍCULAS (LX)
No me gustaría llegar a ser como mi padre. Quiere hacerse
amigo mío pero ¿cómo voy a fiarme de él? Si alguna vez, aunque sea por un día,
no sintiera vergüenza de él, entonces a lo mejor….
REBELDE SIN CAUSA
(Rebel without a cause) USA, 1955.Dir: Nicholas Ray con James Dean, Natalie
Wood, Sal Mineo, Jim Backus, Dennis Hoopper (112 min)
La carrera
cinematográfica detrás de las cámaras del director Nicholas Ray, nuestro
protagonista de hoy, se compone de un total de veintitrés largometrajes rodados
entre 1948 y 1980. Estamos pues ante otro de esos realizadores que vivieron en
primera persona la transición desde el Hollywood más clásico al cine que
podríamos denominar contemporáneo. Ray, eso sí, responde a un perfil de
realizador más independiente y transgresor que el de la mayoría de sus
compañeros de quinta. Entre la nómina de películas referida anteriormente se
encuentran algunos de los grandes clásicos de la historia, títulos
inequívocamente populares, además de alguna que otra obra maestra. Es muy
probable la película que comentamos hoy se englobe en el primer grupo antes que
en este segundo por razones que explicaremos más adelante.
Raymond Nicholas
Kenzler, ese era su verdadero nombre que se cambió al iniciar su carrera en el
teatro, nació en Wisconsin el 7 de agosto de 1911. De padre de origen alemán y
madre artista, se crio en un pueblecito a orillas del río Mississippi donde
coincidió con el futuro arquitecto Frank Lloyd Wright que fue uno de sus
compañeros de pupitre, y con Joseph Losey que más tarde se haría cineasta como
él. Su infancia fue muy dura a causa de los problemas de su padre con el
alcohol – al parecer no debió aprender mucho de aquella experiencia. Cuando se
traslada a Nueva York dispuesto a triunfar en el mundo del espectáculo, ingresa
en el Teatro de Improvisación de la Gran Manzana, y allí conoce a Elia Kazan.
Ambos desarrollan en estos primeros tiempos una intensa amistad, tanto es así
que Kazan contrata a Ray como ayudante de dirección para su opera prima Lazos
humanos (1945).
Tres años después
del debut cinematográfico de Kazan se produce el del propio Ray que ya en
solitario dirige Los amantes de la noche, cine negro del mejor aderezado
con unas gotitas de drama romántico. La película que recrea la huida de un
delincuente recién salido de la cárcel y una joven a la que acaba de conocer y que
participa con él y otros compinches en el asalto a un banco contiene la primera
escena cinematográfica rodada desde un helicóptero. Ray explicó que desde esta
perspectiva simbolizaba la larga mano del destino persiguiendo a los
protagonistas.
A este primer film
le sigue Un secreto de mujer (1949), otro melodrama con sabor a humo y
pólvora que protagonizan Maureen O ´Hara y Melvin Douglas. En el reparto figura
también Gloria Grahame que unos meses antes se había convertido en la señora
Ray, aunque el matrimonio apenas dura cuatro años. Posteriormente Grahame
protagonizará uno de los escándalos de la década en Hollywood al casarse con
Tony Ray, fruto de una anterior relación de su exmarido que además siempre se
confesó bisexual. La anécdota se cuela de soslayo en el estupendo y reciente
biopicLas estrellas de cine no mueren en Hollywood (Paul McGuigan, 2017)
con una magistral Annete Bening encarnando a la protagonista de Los
sobornados.
En su tercer trabajo Ray cambia al drama
social y se reúne por primera vez con Humprey Bogart que en Llamad a
cualquier puerta (1949) se pone en la piel de Nick Romano, un abogado
surgido de los barrios bajos encargado de defender a un joven que ha sido
acusado de matar a un policía. Se trata además de la primera película
financiada por la compañía del actor, y en ella se puede oír la mítica frase
“Vive joven, muere deprisa y tendrás un bonito cadáver” que después tanto se ha
aplicado para aludir a los llamados “juguetes rotos” del mundo del cine o de la
música. El film suele considerarse un
claro antecedente de Rebelde sin causa por el tratamiento que se hace de
la juventud y de los problemas intergeneracionales, y tuvo una secuela dirigida
por Philip Leacock con el título Que nadie escriba mi epitafio (1960).
Bogart volverá a
encontrarse con Ray (y con Grahame) en la soberbia En un lugar solitario
(1950), una película como pocas. Ya sabéis: “Nací cuando ella me besó, morí
cuando me abandonó, viví unas semanas mientras ella me amó” ¿Hace falta añadir
más? Otros títulos de Ray en aquella época son Infierno en las nubes (1951),
una bélica con John Wayne u Hombres errantes (1952) con Robert Mitchum
en el papel de una estrella del rodeo. Pero el cine negro donde el cineasta
sigue siendo el principal fuerte del cineasta en esta primera etapa de su
carrera. La casa en la sombra
(1951) puede ser un perfecto ejemplo de ello con un vigoroso y estupendo Robert
Ryan acompañado por la también realizadora Ida Lupino en una de sus incursiones
delante de las cámaras.
¿Alguien se había
quedado con ganas de más diálogos para la leyenda en películas de Nicholas Ray?
Ahí va uno
“¿A cuántos hombres
has olvidado?
“A tantos como
mujeres tú recuerdas”
(…)
Miénteme, dime que me
has estado esperando todos estos años, Dímelo”.
“Te he estado
esperando todos estos años”
“Dime que te habrías
muerto si no hubiera regresado”
“Me hubiera muerto
si no hubieses regresado”
“Dime que aún me
quieres como yo te quiero a ti”
“Aún te quiero como
yo a ti”
“Gracias. Muchas
gracias”.
En su día, Johnny
Guitar (1954) fue un gran éxito de taquilla, pero fue defenestrada por la
crítica que atacó su falta de credibilidad y su estética excesivamente
colorista. Hoy es uno de los westerns más populares, si bien el prestigioso
Roger Ebert matiza y habla del film como “uno de los melodramas psicosexuales
más flagrantes que se hayan disfrazado en el género” Ray
adaptó libremente una novela de Ray Chanslor y con un presupuesto ínfimo le dio
la vuelta a algunos de los clichés del cine del Oeste reproduciendo el
encarnizado enfrentamiento entre dos auténticas tigresas. Saltan chispas cada
vez que vemos una escena en la que entran en plano las dos, una malvada y
maravillosa Mercedes McCambridge y una Joan Crawford que abandona por una vez
sus habituales visones y vestidos de fiesta para convertirse en toda una
fetichista del cuero. Además de las
veladas referencias sexuales, muchos creyeron ver en la pasiva actitud de los
habitantes del pueblo en la que viven los protagonistas una sutil alusión al
proceso de la Caza de Brujas. Lo cierto es que Nicholas Ray nunca llegó a estar
en el punto de mira del Comité de Actividades Antiamericanas del senador
McCarthy.
El mismo año en el
que rueda Rebelde sin causa, 1955, el director estrena otro western, Busca tu
refugio, con James Cagney en el papel principal. El guión remite de manera
parcial a Los amantes de la noche, Llamad a cualquier puerta o incluso Johnny
Guitar, usando lógicamente otros registros. Ray nunca se mostró especialmente
satisfecho con el resultado, si bien en la película se manifiesta ya su
inclinación hacia personajes atormentados y enredados en intentos conflictos y
dilemas psicológicos.
Sangre caliente
(1955) es un título menor en la carrera del director que ese mismo año entrega Más
poderoso que la vida con el gran James Mason en la piel de un hombre
aquejado de una rara enfermedad que le convierte en un adicto a los
medicamentos. Después Ray hace lo que
mejor se le da, travestir un melodrama con todas las letras en una película de
género, en este caso una bélica, Amarga victoria (1957). Y como en esa
época el cineasta está en forma y sale a dos películas por año, en esa misma
temporada se enfrenta a todo un mito del Oeste y da a conocer La verdadera
historia de Jesse James.
Después de 1958
Nicholas Ray ya no volverá a rodar nunca en Hollywood. En esa época, el
cineasta comienza a sumergirse en un proceso de autodestrucción que le lleva
directamente al alcoholismo y provoca que los estudios y el establishment del
cine ya no cuenten con él. Dicen que una de las causas fundamentales por las
que el director se introdujo en esa espiral depresiva fue la muerte de James
Dean al poco de rodar con él. Como despedida de la Meca del Cine, Ray nos
regala dos películas, el drama ecologista Muerte en los pantanos y todo
un espectáculo en clave noir, Chicago, años 30 (si mal no recuerdo fue
la película que escogió Garci para homenajearle en su mítico Qué grande es el
cine).
El realizador se
viene entonces al Viejo Continente donde tendrá una primera experiencia en
Inglaterra donde rueda Los dientes del diablo. Se trata de una exótica,
atípica pero muy atractiva película de aventuras que cuenta el día a día de una
tribu de esquimales. Además, Peter O Toole y Anthony Quin, convenientemente
caracterizados para la ocasión, nos brindan un mano a mano que, como no podía
ser de otra forma, resulta toda una gozada.
España será el
siguiente destino de Ray en su periplo europeo. El director recala en nuestro
país contratado por el productor Samuel Bronston que a primeros de los sesenta
está tratando de establecer su imperio cinematográfico. Con él rodará dos
películas, una muy conocida con la que nos suelen deleitar las televisiones
cada primavera. Rey de reyes (1961) supone un acercamiento intimista a
la vida de Jesús que recibe un tratamiento inédito hasta entonces visto en
pantalla. Nunca hasta ese momento se
había mostrado en pantalla el rostro de Cristo en primer plano y Ray se atreve
a romper ese tabú. En el film ese rostro pertenece al actor Jeff Hunter que ya
había colaborado con el director anteriormente en La verdadera historia de
Jesse James. La película, rodada íntegramente en localizaciones de Madrid y
Toledo, contó la participación de numerosos compatriotas en tareas tanto
técnicas como artístico. En este último apartado destaquemos la presencia de
nuestra folclórica Carmen Sevilla desempeñando el papel de María Magdalena.
Lo de 55 días en
Pekín(1963) fue otra historia. La superproducción pretendía contar los
estragos que había supuesto en las embajadas extranjeras la revuelta de los Bóxers
en la capital china a comienzos del siglo XX, aunque para estragos los que se produjeron
en el propio rodaje, el más difícil de la era Bronston en Madrid. El productor
se había traído de Hollywood a Ava Gardner y a Charlton Heston que no se
llevaron ni un poquito bien durante la filmación, ella más pendiente de las
juergas nocturnas que de las escenas en las que tenía que intervenir. Por si
fuera poco, Ray sufrió un colapso debido al consumo de alcohol y
estupefacientes y tuvo que ser sustituido por los directores Guy Green y Andrew
Marton que se encargaron de terminar la película. Rodada en Las Rozas, el film
contó con aproximadamente 500 extras entre nativos y asiáticos.
La estancia de Ray
en nuestro país fue tortuosa pero aun así, parafraseando el título de una de
sus películas, encontró en la piel de toro un pequeño refugio e incluso se
atrevió a emprender algún pequeño negocio como la apertura de una galería de
arte. No obstante, la enfermedad lo estaba consumiendo y el cineasta pareció
alejarse definitivamente de la profesión al fijar su residencia en una isla
naturista del Mar del Norte. Fueron años oscuros en los que apenas se
relacionaba con el exterior ni se sabía nada de él.
Ya en la década
siguiente, Ray participa en Sueños húmedos (1974), una rara película
holandesa que contiene diversos episodios de carácter erótico dirigidos por
varios directores. Su declive es evidente y por esa época sufre un glaucoma que
le deja tuerto de un ojo. Su amigo Dennis Hooper consigue que le contraten como
profesor de teoría cinematográfica en el Harpur College de Nueva York. Allí colabora con sus alumnos en un film
experimental, Nunca llegaremos a casa (1975) que incluso se presenta a
concurso en Cannes.
Enfermo de cáncer
decide rodar su propia agonía en Relámpago sobre el agua (1980),
impresionante testamento artístico. En el proyecto colabora Win Wenders que
había utilizado a Ray como actor en su película El amigo americano y era
consciente de que el realizador “sabía que quería trabajar y morir
trabajando".
Y así
fue. Ray murió en Nueva York el 16 de
junio de 1979. Con él se iba el primero de los directores modernos del cine
clásico, el último clásico del cine moderno.
Jim Stark, un
introvertido adolescente que arrastra serios problemas a la hora de
relacionarse con los demás y hacer amigos, acaba de mudarse junto a su familia
a Los Ángeles para iniciar un nuevo curso en el instituto. En una de sus
primeras noches en la ciudad, el joven acaba siendo arrestado por la policía
que lo encuentra tirado en la calle con claros síntomas de embriaguez. Al llegar a la comisaría un agente le pide el
teléfono de sus padres que acuden inmediatamente a recoger a su hijo
acompañados de una de las abuelas del menor. En un aparte, Jim confesará al
policía que lo atiende los problemas de incomunicación que tiene con sus
progenitores, especialmente con su padre a quien considera una persona
pusilánime dominado por una esposa demasiado autoritaria.
En ese momento, en
las mismas dependencias policiales se encuentra Judy, una muchacha que ha huido
de su casa esa noche tras ser repudiada por su padre que le recriminó ponerse
demasiado colorete en la cara y vestirse de manera indecorosa. Judy cree que su
padre le odia y así se lo transmite al oficial de menores que se ocupa de su
caso. Por último, en otro despacho, otro joven, John Crawford – aunque se hace
llamar por todos Platón- responde a las preguntas de un agente que le interroga
por su implicación en la matanza de tres cachorrillos de perro. Platón ha ido a
comisaría acompañado de su nodriza negra, la única persona que se ha ocupado de
él desde que sus padres le abandonaron siendo niño.
Jim, Judy y John
volverán a coincidir el primer día de instituto. En ese momento, comenzará a
fraguarse una amistad que solo el destino será capaz de romper.
El primer día de
clases, Jim sale de casa y se encuentra con Judy que vive en una casa
colindante a la suya. El joven, que la reconoce del día anterior en la
comisaría, le pregunta dónde está el instituto y se ofrece a llevarla en su
coche, pero ella está esperando a que la recoja su pandilla que llega acto
seguido en un coche conducido por Buzz, su novio. Tras besarla en los labios,
el chico pregunta a Judy quién era el desconocido que estaba con ella, y esta
le responde que se trata de un vecino nuevo. Buzz y sus amigotes se burlan del
aspecto de Stark.
Jim llega tarde a su
primera clase, una demostración de astrología que se imparte en el planetario
de la ciudad. El joven, que ha accedido al
local en su propio vehículo, toma asiento al lado de Platón y unas filas por
detrás de los amigos de Judy. Cuando el profesor muestra en el mapa la
constelación de Tauro, Jim imita el mugido de un toro, intentando hacerse el
gracioso y caer simpático a la banda de Buzz. Pero lo que consigue es el efecto
contrario. La lección acaba con una simulación de la destrucción de la Tierra
rematada por el profesor con una reflexión sobre la insignificancia y la
soledad del ser humano. Platón le responde por lo bajo con un “¿Qué sabrá este
de soledad?”.
A la salida del
planetario, Buzz y sus amigos están esperando a Jim con ganas de bronca. Para
provocarle, el novio de Judy pincha con una navaja una de las ruedas del coche
del chico. En un principio este se muestra impasible ante las bravuconadas,
pero finalmente la cosa se calienta, y a pesar de las advertencias de Platón,
se enfrenta a Buzz que acaba retándole a un duelo de navajas. La pelea se
interrumpe tras la repentina llegada de un policía, por lo que los dos
gladiadores deciden postponer su enfrentamiento para la tarde.
El nuevo reto será
“una carrera de gallinas” y tendrá lugar en un promontorio cercano a la costa.
Jim y Buzz se pondrán a los mandos de sendos coches – robados ambos- y se
dirigirán a toda velocidad hacia el precipicio; quien antes abra la puerta del
coche y salte será el más cobarde y perderá. La carrera tiene un desenlace
trágico; en el momento de saltar Buzz descubre que su cazadora se ha enganchado
con la manecilla de la puerta del vehículo y no puede salir. El coche se
precipita al vacío con él dentro.
La escena ha sido
contemplada por todos los amigos de Buzz que habían acudido a la fiesta y ahora
abandonan poco a poco el lugar consternados. Jim, Platón y Judy quedan solos en
el lugar, notablemente conmocionada esta última. Por su parte, Platón que ya
siente una gran admiración por su nuevo amigo, respira aliviado al saber que ha
ganado la prueba y no ha sufrido daño alguno.
Los tres montan en el coche de Jim que lleva primero a su casa a Jduy;
al despedirse de ella le entrega el espejito que había dejado olvidado en la
comisaría la noche en la que se vieron por primera vez y él recogió. Después se
dirige a su domicilio acompañado por Platón que le propone ir a una casa
abandonada de la que le había hablado esa misma mañana cuando estaban en el
planetario. Allí podrán charlar, conocerse mejor, incluso desayunar como hacía
años hacía con su padre. Platón confiesa Jim que desearía que él fuese su
padre. Al despedirse de él, Platón apunta en su agenda la dirección de su
amigo.
Ya en el interior,
Jim procede a contar a sus padres todo lo sucedido sin obviar ningún detalle.
La conversación desemboca en una feroz discusión en la que el muchacho termina
cogiendo de las solapas a su padre al que recrimina tener pocas agallas. A
continuación, sale disparado rumbo a comisaría dispuesto a confesar, pero en la
entrada se encuentra con los amigos de Buzz a quienes acaban de poner en
libertad y que piensan que va a delatarles. Crunch que parece haberse
autoerigido el líder del grupo tras la muerte de Buzz jura vengarse.
Al ver que en esos
momentos no está en comisaría el amable agente que estuvo con él la noche en la
que fue arrestado por la borrachera, Jim desecha su idea de declarar. En su
lugar llama a casa de Judy, pero quien coge el teléfono es el padre de la chica
que le despide con cajas destempladas. Al volver a casa, Jim se encuentra con
Judy, dispuesta a pedirle perdón por lo sucedido durante la mañana cuando ella
se mostró tan discipline. En la radio del coche un locutor presenta una canción
dedicada por un tal Buzz a un tal Jim.
Stark propone a su amiga a la casa abandonada de la que le había oído
hablar a Platón y esta acepta.
Por otra parte, al
disponerse a entrar en su casa, el joven Crawford es sorprendido por Crunch y
los suyos que le roban la agenda donde acaba de apuntar la dirección de su
amigo. Platón consigue entrar en su casa mientras su criada negra logra echar a
sus acosadores lanzándoles toda clase de improperios. John sube a toda prisa a
su habitación y se hace con un revólver que tenía escondido bajo la almohada de
su cama. Enloquecido, huye del hogar para avisar Jim ante la impotencia de la
nodriza.
La banda de Church
acude al domicilio de los Stark, pero al no encontrar lo que buscaban deciden
recorrer la ciudad hasta encontrarlo. Jim ha acudido con Judy a la casa
abandonada, y la pareja recibe la llamada de Platón que también ha ido al lugar
para avisar a aquel de que andan tras él.
Con la seguridad que les da saberse a salvo, los tres recorren las
estancias de la mansión relajados y con total despreocupación. Platón finge ser
un agente inmobiliario que enseña la casa a una pareja que a su vez simula ser
un matrimonio adinerado que anda buscando piso. La felicidad se refleja en el
rostro de todos ellos. Platón confiesa a sus nuevos amigos que nunca lo había
pasado tan bien en aquel lugar, les habla de su padre que era un héroe del Mar de
China sin que se sepa muy bien si es verdad o no. Al final, el joven se queda
dormido y la pareja aprovecha para irse a otro cuarto para estar a solas.
Mientras el agente
Frameck de la policía llama a los padres de Jim y Judy y a la criada de John
para preguntar por los jóvenes ante su repentina desaparición. Al mismo tiempo,
la banda de Crunch localiza la mansión abandonada y entran en ella, encontrando
a Platón dormido en el jardín. Se establece un forcejeo entre todos ellos del
que John logra zafarse. Platón corre a alertar a sus amigos pero en el camino
encuentra a uno de los amigos de Buzz al que dispara hiriéndole de gravedad.
Acto seguido huye hacia el bosque hasta llegar al planetario. Tras romper el cristal
de la puerta con la culata de su pistola entra y se esconde allí.
Un coche de policía
de patrulla advierte la presencia del coche de Jim en la casa y lo comunica por
radio. El mensaje es interceptado por Frameck que en ese momento se halla con
los Stark; juntos se dirigen a la zona.
Jim sale en busca de Platón, desoyendo las voces de Judy que trata de
disuadirle. Ambos se llegan hasta el planetario y Jim habla con su amigo
contándole lo importante que sería para él su amistad, y pidiéndole que le
muestre un momento su pistola. Platón cede y Jim aprovecha para quitar el
cargador y guardárselo en su bolsillo. En el exterior se han apostado varios
coches policiales aguardando la salida de los jóvenes.
Jim anuncia a los
agentes que están dispuestos a salir. Al abandonar el umbral, Platón se pone nervioso
y huye despavorido, y al ver la pistola en sus manos, un agente dispara contra
él. Jim sale del local llorando y mostrando a los agentes el cargador mientras
grita que en la pistola de John no había balas. Se dirige a continuación al
cadáver de Platón preguntándole por qué ha hecho lo que acaba de hacer. La
nodriza del joven llora desconsolada lamentándose de que nadie en su vida se
había preocupado por él. Jim, que había abrigado anteriormente a su amigo
prestándole su chaqueta roja, le sube la cremallera antes de que se lo lleven.
“Siempre tenía frío” dice a modo de despedida.
Poco a poco, todos
van abandonado el lugar. Abrazado a Judy, Jim se dirige a sus padres y les
presenta a su nueva amiga. Estos sonríen satisfechos pensando que su hijo por
fin ha encontrado un alma gemela.
Varios son los
factores que confluyeron para convertir ya en su día a Rebelde sin causa
en eso que denominamos película de culto; el primero y fundamental, aunque por
supuesto hay más, tiene naturalmente nombre y apellido: James Dean. El rubio intérprete
de Indiana había debutado un año antes en la gran pantalla con la magistral
adaptación de la novela de John Steinbeck Al este del Edén a cargo de
Elia Kazan; la nominación al Oscar que obtuvo por su trabajo en la película le
convirtió en una joven promesa cinematográfica con un más que prometedor futuro
por delante. Al año siguiente completaría su breve carrera con Gigante
que le valdría su segunda nominación al eunuco dorado y con la película que hoy
comentamos (curiosamente la única de las tres que protagonizó por la que no fue
candidato a la estatuilla). Fue sin duda
su papel de Jim Stark en la película de Ray el que elevó a Dean a la categoría
de mito, un mito que quedaría definitivamente apuntalado tras la repentina y
trágica muerte del actor en aquel fatídico 30 de septiembre de 1955.
James Dean, Jim
Stark, se enarbola en la bandera americana (vaquero azul, camiseta blanca y cazadora
roja) para erigirse en iconode la juventud estadounidense de la época. Esta
crecía al ritmo del rock and roll poniendo al día su discoteca y sustituyendo
los viejos vinilos de Frank Sinatra o Nat King Cole que escuchaban sus padres
por los de Chuck Berry o Elvis Presley. Algo estaba cambiando en la sociedad y
en el país y películas como Rebelde sin causa se dedican a preconizar el
mensaje y a hacerse eco de esa transformación. En su film, Ray retrata a una
juventud díscola y contestataria que vuelve la cara a sus progenitores y les
reta sin complejos exigiéndoles incluso cuentas. Salvaje (Laslo Benedeck,
1953) había sentado un poco antes las bases de ese tipo de películas
convirtiendo a Marlon Brando en otro ícono juvenil. La Warner, responsable de Rebelde
sin causa, se desmarcó de este último título al considerar que se pasaba en
su apología de la violencia, e incluso llegó a eliminar del montaje final una
escena del comienzo de la película en la que un grupo de jóvenes apaleaba a un
hombre en plena calle durante los títulos de crédito.
No hay que encontrar
exagerada la afirmación por la que muchos consideran que Rebelde sin causa inagura
una etapa dentro del cine americano, al menos es la puerta a un nuevo modelo
para contar historias desde una perspectiva y una sensibilidad diferentes. Los
nuevos cineastas se fijan cada vez más en los jóvenes y se atreven a llevar a
la pantalla los conflictos que se establecen entre ellos y la generación de sus
mayores. Las películas de Dean y Brando son dos de las primeras películas que
abordan esta novedosa temática e instauran una tradición en el cine de
Hollywood que llegan hasta las décadas de los sesenta y los setenta. En pleno
apogeo de la cultura hippie aparecen películas que vuelven a reflejar esa misma
tensión intergeneracional, indiscutibles obras maestras como El graduado
(Mike Nichols, 1967) o La última película (Peter Bogdanovich, 1971).
A Nicholas Ray le
interesaba especialmente el tema de la juventud como ya había quedado patente
en Llamad a cualquier puerta. Años después, el director se habría ofrecido
a la propia Warner para dirigir un guión basado en una idea suya y que llevaba
por título The Blind run; los estudios se mostraron interesados en el
proyecto y le sugirieron llevar a la pantalla la obra Rebel without a cause: the story of a criminal psicophatic, un
estudio psicológico escrito en 1944 por el Dr Robert Lindon que analizaba el
comportamiento de jóvenes delincuentes. El de las bandas fue un fenómeno muy
extendido en la América de los años que siguieron al final de la II Guerra
Mundial. Así nació la película, y con ella todo un fenómeno social que causó un
enorme impacto en su tiempo.
Ray dudo en aceptar
la oferta de los productores al considerar que el libro en el que se inspiraba podía
resultar demasiado sensacionalista a la hora de ser plasmado en imágenes. Una
vez aceptada esta, se rodeó del novelista Irivng Shulman para ficcionar el texto
de Lindon, y de Stewart Stern para completar el guión cinematográfico
definitivo. Dudas hubo también a la hora de elegir a los protagonistas del
film; para los personajes de Jim y Judy se tanteó a John Cassavetes y Debbie
Reynolds que estuvo a punto de ser cedida por la Metro para la ocasión. Sin
embargo, Elia Kazan que acababa de trabajar con James Dean en Al este del
Eden sugirió que este, figura emergente del Actor´s Studio, era perfecto
para el papel. El director tuvo que pelear para convencer a los estudios de que
su Judy ideal era Nathalie Wood, una actriz de orígenes rusos que por entonces
contaba tan solo con dieciséis años y que se había dado a conocer como niña
prodigio en películas como De
ilusión también se vive(de George Seaton ) o El
fantasma y la señora Muir (Joseph L. Mankiewicz), ambos títulos de 1947. No
se tardó menos en encontrar al actor que debía encarnar a Platón, el amigo de
la pareja protagonista, papel que recayó en el quasi debutante Sal Mineo. En el
reparto podemos ver a un jovencísimo Dennis Hooper en la que era su segunda
aparición en la gran pantalla.
Estaba previsto que en un pirncipio la película se rodase en
blanco y negro y en Cinemascope- de hecho así llegarían a filmarse algunas
escenas- pero como la Fox tenía la patente
del formato panóramico y se negó a cederla para la película, Ray y su operador
de fotografía Ernest Haller tuvieron que hacer el film en Warnercolor. Fue un
acierto; el formato panorámico estaba reservado hasta entonces a los grandes
westerns y los musicales donde podían lucirse a base de bien las enormes
praderas y otra serie de escenarios espectaculares. Ray lo puso al servicio de
los sentimientos. Es prodigioso cómo usa el formato en escenas como la inicial
de la comisaria en la que utiliza el fondo de campo para, a través de las
ventanas de los despachos encadenar emocionalmente las figuras de sus tres
protagonistas mostrándolos en el mismo plano. Y por supuesto, en la famosa
secuencia de la carrera de coches. Nadie había visto algo así antes en un
melodrama.
El rodaje se
prolongó durante ocho semanas, dos más que las previstas en principio por la
Warner, se extendió de marzo a mayo, y tuvo lugar en estudio y en escenarios
reales de Los Ángeles y Santa Mónica. Como curiosidad, la piscina vacía en la
que transcurre la última escena del film es la misma en la que Billy Wilder
rodó las secuencias que abren y cierran El
crepúsculo de los dioses. La
filmación fue un remanso de paz; Ray se dejaba cada mañana su mala leche
habitual en la “roulotte” y llegó a hacerse querer entre los técnicos y los
actores, llegando a establecer un clima de perfecta armonía en el equipo.
Especialmente intensa fue la relación entre el director y James Dean, una
bonita amistad que por desgracia quedaría truncada a los pocos meses de haberse
iniciado tras la muerte de la estrella. Actor y realizador manejaban la idea de
crear una productora juntos. Dicen que Ray quedó muy afectado y que nunca
superó del todo la pérdida de su amigo.
Tras sugerir unos
pequeños cambios en el montaje, Jack Warner dio el visto bueno para el estreno
de la película que tuvo lugar el 27 de octubre en Hollywood. Un mes antes James
Dean había muerto en un accidente automovilístico mientras regresaba a casa
después de una puesta a punto de su Porsche. La película ya era leyenda antes
de ser vista por el primer espectador.
El film consiguió al
año siguiente tres nominaciones a los Oscars; uno a la mejor Historia y los
otros dos para Natalie Wood y Sal Mineo que competían en las categorías de
interpretación de reparto. Por cierto que los dos compañeros de Dean en la
película también tuvieron un final trágico como él. Wood moriría ahogada en
1981 al caer desde su yate Splendor (así bautizado como homenaje a una de sus
películas más famosas, Esplendor en la
hierba). Por su parte, Mineo fue asesinado por una panda de delincuentes
mientras volvía una noche a su casa cuando sólo contaba 37 años.
Puede que para las
nuevas generaciones millenials, Rebelde
sin causa resulte una visión algo trasnochada de la juventud y del llamado
sueño americano. En lo que fue toda una declaración de intenciones, Damien
Chazelle le rindió un bonito homenaje en su espléndida La la land (2016). La puesta en escena de Ray sigue pareciendo
prodigiosa seis décadas después, y en cuanto a la temática, la película queda
como un testimonio único del modo de vivir de los jóvenes de aquellos años.
Desde luego, el film tiene problemas narrativos (situaciones que se precipitan
de forma casi inverosímil), y presenta arquetipos que hoy nos pueden parecer
algo ridículos y trasnochados. Sin embargo, la película ha de verse como una
obra que abrió puertas y levantó la maleza para acabar siendo decisiva en el
cine posterior. Como precursor, Ray insinúa e introduce temas que hoy son de la
actualidad más candente como los malos tratos o la homosexualidad que se
manifiesta en todo momento de un modo nada sutil en la relación entre Platón y
Jim.
Además, Rebelde sin causa presenta un problema
intrínseco a todas las películas que tratan el tema de la juventud. Cada nueva
generación verá inevitablemente estas películas como algo superado por el
tiempo; los sueños, las aspiraciones, los miedos de los jóvenes de hoy no son los
mismos sueños ni las mismas aspiraciones ni los mismos miedos que los jóvenes
de ayer. Y entra muy dentro de lo
posible que lo que en la actualidad vemos como algo transgresor a los ojos de
nuestros nietos resulte lo más convencional del mundo. Ante esa realidad
irrefutable, solo cabe contraatacar con cine. Y qué duda cabe que el del
pionero Ray es del mejor.
Como canción de
despedida de hoy he elegido una que ya ha sonado alguna vez por aquí, y que en realidad
homenajea a otro de los grandes clásicos del director. Y que nos lleva a un
lugar que, como este a veces, resulta demasiado solitario.
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No es "Las estrellas de cine no mueren en Hollywood·. Es "Las estrellas de cine no mueren en Liverpool". Te equivocaste de sitio, amigo.
En cuanto a Ray, a mí me pareció siempre un director con muchísimo brío, con una mala suerte que llegó a ser marca de fábrica (siempre se ha dicho que los dos directores con más mala suerte de todo Liverpool...digo Hollywood son Orson Welles y Nicholas Ray). Tenía una sensibilidad especial para las escenas intimistas (de ahí que su relación con Bronston, que quería espectáculo, espectáculo y espectáculo, no fuera especialmente buena) y un gran tino manejando a los actores.
Sigo pensando que su mejor película es "En un lugar solitario", una película tremenda y que, vista hoy en día, sería vilipendiada a base de bien porque el protagonista, en realidad, es un maltratador.
De "Rebelde sin causa", fíjate, no soy mucho. Y la razón principal es James Dean. Tampoco es que me encantara el muchacho. Era mono y eso, pero tenía una tendencia a los tics propios de la interpretación del Actor´s Studio que eran bastante irritantes. En muchos de ellos, reconozco a Brando, al que, seguramente, quiere imitar (de hecho, Brando es presa de los tics a partir, sobre todo, de "El baile de los malditos", de Dmytrik). En cualquier caso, recordar a Ray siempre es bueno (también recordemos que interpretó al general que preside el desfile de "Hair"). Lo del glaucoma es cierto, pero lo que es un poco de traca es que el tío se ponía un parche en el ojo sin tener glaucoma ni nada, por puro snobismo.
En cualquier caso, gran gus.
Abrazos sufriendo.
Besos.
low