EL CINE EN CIEN PELÍCULAS (XX)
¿Para qué continuar?
Ánimo, no te rindas
nunca, Seguiremos adelante.
TIEMPOS MODERNOS (Modern Times) USA, 1936. Dir Charles Chaplin, con Charles Chaplin, Paulette Goddard, Henry Bergman, (89 min)
No descubro nada nuevo si digo que Charlot es uno de los
grandes íconos cinematográficos de la Historia; es el primer personaje
importante y reconocible – con nombre, pero sin apellidos- que surge de la gran
pantallacuando el cine está dejando de ser un mero espectáculo de barraca de
feria y está pasando a ser otra cosa. Con el tiempo se convertirá en una de las
principales aportaciones que el llamado Séptimo Arte legue a la cultura
universal y popular del siglo XX. Su
creador, el genial Charles Chaplin, actor, director, productor, escritor,
editor, otro hombre del Renacimiento nacido fuera de su tiempo. Su creación,
Charlot, no es ningún rey ni ningún príncipe, ni tampoco un rico todopoderoso
sino un simple e ingenuo vagabundo, y su nacimiento, como suele suceder casi
siempre en el caso de los grandes hallazgos, es fruto de la casualidad.
Estamos en 1914. Charles Chaplin trabaja para la Keystone,
productora fundada en Los Ángeles dos años antes por el actor y productor
canadiense Max Sennett. La compañía se
había especializado en películas de carácter cómico, no en vano a Sennett, uno
de los mayores innovadores del género “slapstick” se le conoció durante años
como el “Rey de la Comedia”. En la Keystone se rodaba a un ritmo frenético, a
razón de varias películas a la semana. Para una de ellas, Chaplin tuvo la
libertad de diseñar el aspecto del protagonista. Según confesaría más tarde no
tenía ni idea de cómo iba a maquillarse ni a vestir al personaje, pero al
llegar al guardarropa cogió lo que le vino más a mano: unos pantalones oscuros
que le venían anchoS, una chaqueta que le sentaba bastante justa para hacer contraste,
enormes zapatones, un sombrero hongo y un bastón. Para dar impresión de que el
personaje era más viejo se colocó además un pequeño bigotito postizo. Chaplin
diría también que al salir del vestuario para dirigirse al set de rodaje sintió
una sensación extraña, como si ya se hubiese hecho con el personaje, “tan pronto estuve preparado, el maquillaje y
las ropas me hicieron sentir el personaje, comencé a conocerlo y cuando llegué
al escenario ya había nacido por completo” añadiría. Lo que en realidad
había nacido era una leyenda.
Algo, no obstante, debía tener en la cabeza el bueno de
Charlie cuando ocurrió todo esto. Había
pasado una infancia dura y digna de una novela de Charles Dickens en el Londres
que le vio nace un 16 de abril de 1889. Inglaterra era todavía esa potencia
mundial que seguía recogiendo los frutos de la llamada Segunda Revolución
industrial; sin embargo, la clase obrera vivía en unas condiciones bastante
precarias, y los índices de pobreza eran alarmantemente elevados. Los padres de
Chaplin trabajaban como artistas del “music hall”, la principal vía de
entretenimiento para los londinenses de la época. Ambos tuvieron un final
desgraciado; él, Charles, acabó cayendo en el alcoholismo, y ella, Hannah,
internada en un sanatorio psiquiátrico debido a problemas mentales. Al parecer, era Hannah la que tenía más
aptitudes artísticas; un día decidió subir al escenario a su chiquillo y su
actuación fue muy aplaudida por lo que se repetiría en los días siguientes. Un
día se presentó en la sala el empresario teatral Fred Kamo que le fichó
inmediatamente para su compañía. A los 12 años, Chaplin pertenecía a un grupo
llamado “Los ocho muchachos de Lancashire”.
Con la compañía de Kamo viajó a París, y en 1910 inicio una primera gira
por Estados Unidos en la que coincidiría con un muchacho llamado Arthur Stanley
Jefferson, que después triunfaría también en Hollywood formando pareja
artística con Oliver Hardy con el seudónimo de Stan Laurel.
El talento de Chaplin no pasa desapercibido tampoco en el
Nuevo Continente. Mack Sennett le ve en un teatro de Nueva York interpretando el
papel de un borracho y le contrata para la Keystone donde, como vimos, nacerá
Charlot. Gracias a su vagabundo, Chaplin se convierte en una figura muy popular
en todo el país; los imitadores del personaje salen de hasta debajo de las
piedras e incluso se organizan concursos para ver quién es el mejor Charlot (es
famosa la anécdota de que, por mera curiosidad, el propio actor se presentó a
uno de ellos, y el premio fue para otro). A causa también de esta popularidad,
Chaplin se convierte en una de las estrellas de la compañía y accede a uno de
sus grandes sueños, dirigir. En los años siguientes rueda una docena de cortos
y varios largometrajes. En 1915, Chaplin firma un nuevo contrato con la Essanay
donde sigue con su ritmo prolífico. Estados Unidos entra en la I Guerra
Mundial, y Chaplin prefiere hacer un cine mucho más comprometido que denuncie
el abuso de los poderosos y la mala situación de los inmigrantes y de las
clases trabajadoras, aunque siempre sin abandonar ni la comedia ni a Charlot.
Al parecer, ahí pudo estar el origen de su desavenencia con Sennett que seguía
defendiendo las películas de payasadas, persecuciones y tartazos. Por esa misma
época conoce a la actriz Edna Puirvance que se convertirá en su musa y a la que
dirigirá en más de una treintena de películas.
A la etapa fugaz con Essanay le sigue en 1917 otra con la
Mutual Film Corporation para quien dirige films como Charlot emigrante, Charlot
bombero o Charlot en la tienda. Sin embargo, en 1919 Chaplin se convierte en
productor y funda junto a Mary Pickford, David W Griffith y Douglas Fairbanks
la United Artist en un intento por librarse de la creciente tiranía de los
productores y trabajar con una mayor libertad creativa. En este formato, la
compañía se mantendrá en pie durante poco más de tres décadas hasta su
definitiva quiebra en 1951.
Con un mayor control sobre su obra, Chaplin comienza a
barajar la idea de hacer películas más largas. Hasta entonces, rodar por encima
de dos bovinas era un lujo prácticamente reservado a las grandes epopeyas
históricas de Griffith (que se fue hasta los 190 minutos en El nacimiento de una nación y hasta los 197 en Intolerancia), pero en ningún caso a la comedia, demasiado asociada
al formato de cortometraje de gags y al “slapstick”. Bajo el amparo de su nueva
productora, Charles Chaplin Productions, el padre de Charlot rueda en 1918 sus
primeros grandes clásicos como Armas al
hombro o Vida de perro rondando
los tres cuartos de horas; tres años después llega la memorable El chico que se extiende ya a los 68
minutos y en la que se observa una importante evolución psicológica del
personaje. Chaplin mezcla momentos de
auténtica emoción en la relación entre el vagabundo y su protegido con otros realmente
divertidos cuando todo se reduce a la picaresca de intentar enseñar y aprender
un oficio, de sobrevivir en suma.
La primera película de Chaplin bajo el auspicio de la
flamante United Artists es Una mujer de
París, la única de esta época que curiosamente no está protagonizada por
Charlot (auque aparece en un pequeño cameo). Se trata de un elegante melodrama
ambientado en la Cuidad de la Luz que protagoniza Edna Puirvance y que censura
de manera abierta las costumbres de la aristocracia y las clases altas. Después
vendrán las películas que figuran con letras de oro en la filmografía
chapliniana que es casi tanto como decir en la propia Historia del Cine. La quimera del oro (1925) y El circo (1928) son las primeras en
llegar.
En 1931 se estrena Luces
de la ciudad, otro de los títulos emblemáticos del actor / director. Hacía
tres años que el cine había comenzado a hablar, pero Chaplin, que no olvidemos
venía del mundo del mimo, se resistió a incorporar diálogos al film, aunque se
vio obligado a introducir algunos efectosde sonido. Recordemos la escena
inicial en la que se manipulan las voces de los asistentes a la inauguración de
una estatua en el centro de la cuidad, o el gag en el que al vagabundo le entra
el hipo y se traga sin querer un silbato que emite un pitido con cada
convulsión. En la película, vemos a
Charlot enamorado de una joven ciega que vende flores en la calle, y que, por
diversas circunstancias, acaba tomándolo como un rico millonario. Cuando el
vagabundo se entera de que la muchacha está a punto de ser desahuciada de su
hogar, y de que además existe una operación que puede curarle la vista, hará
todos los posibles por ayudarla. En Luces de la ciudad vemos también al
Charlot de siempre, ingenuo, torpe, tierno, a la par que audaz y romántico.
Sigue siendo también un personaje que tiene bastante de quijotesco, algo que se
observa por ejemplo en la escena de la sala de fiestas cuando intenta defender
a una chica de un presunto maltratador que en realidad lo único que hace con
ella es bailar un tango que forma parte del espectáculo. La película se
mantiene entre las grandes de la Historia al ofrecer otra portentosa combinación
de melodrama y comedia, el drama que proviene de la historia de amor imposible
entre el vagabundo y la vendedora de flores ciega, y la comedia que acompaña al
protagonista allá dónde va. Chaplin sabe conmovernos como nadie, y el último
plano de la película da perfecta fe de ello, pero también nos deleita con gags
ocurrentes y con sus payasadas de siempre.
Por primera vez, Chaplin compuso la banda sonora del film e incluyó la
famosa pieza “La violetera” del maestro español José Padilla (que de entrada no
aparecía en los créditos por lo que le puso un pleito). El británico quería que
Raquel Meller, que popularizó el tema en Estados Unidos, encabezase el reparto
del film pero finalmente no pudo (a buen seguro se acordaría de ello pues se
llevó fatal durante todo el rodaje con Virginia Cherill, la actriz elegida para
encarnar a la protagonista).
En el Hollywood de mediados de los treinta nadie rueda ya
películas mudas, sólo Chaplin que se mantiene en sus trece en su cruzada contra
el sonoro. Al menos en la película que hoy comentamos, Tiempos modernos (1936), una sátira cruel sobre la deshumanización de la sociedad capitalista, podemos oír por primera vez la voz de
Charlot, cantando “Je cherche aprèsTitine”, eso sí en un idioma inventado e
ininteligible. Asimismo se añaden
efectos de sonido como los que reproducen el ruido de las máquinas que aparecen
en pantalla y el único personaje al que escuchamos es al jefe de la fábrica en
la que trabaja Charlot al principio de la película. Chaplin cede por fin cuando
en 1940 decide rodar El gran dictador,
otra de sus cumbres ya totalmente dialogada que el mismo protagoniza
interpretando dos papeles diferentes. La
película, un duro alegato contra los totalitarismos en general y el nazismo en
particular, comienza a rodarse en septiembre de 1939, justo la fecha en la que
la Alemania de Hitler invade Polonia. Como ya hiciera en algunas de sus
anteriores películas, Chaplin juega con el recurso de la confusión de
identidades, y cuenta la historia de un humilde barbero de origen judío es
tomado por un tiránico dictador a causa de su gran parecido físico.
El film contiene escenas antológicas como la que muestra al
dictador jugando con un globo terráqueo como si de un balón se tratase, o como
el emocionante discurso final que aún escuchado hoy, casi ochenta años después,
sigue poniendo la piel de gallina, pues más actual no puede ser. El
gran dictador estuvo prohibida en España durante la dictadura franquista y
no se estrenaría hasta 1976 después de la muerte del dictador.
La sombra de la sospecha se cierne sobre Chaplin que es
duramente criticado por no apoyar de manera activa la presencia de Estados
Unidos en la II Guerra Mundial (en la Primera había estado vendiendo bonos
junto a su socio Douglas Fairbanks). En 1947, el Comité de Actividades
Antiamericanas comienza a presionar a la fiscalía para que deporte al cineasta
que ese año ha estrenado en las pantallas Monsieur
Verdoux. La película cuenta la historia de un asesino de mujeres, pero en
el fondo encierra otro ataque furibundo a los desmanes del capitalismo.
Candilejas, una
maravilla hecha celuloide, es la última película que Chaplin rueda en Estados
Unidos antes de ser definitivamente exiliado en 1953. Ese año fija su
residencia en Vevey (Suiza), y partir de entonces espacia mucho más el estreno
de sus películas que rodará con su propia productora, y siempre bajo bandera
británica. En Un rey en Nueva York (1957) satiriza a McCarthy y a los suyos con
una parábola sobre la inmigración; dos años más tarde, en 1959, en La revista de Chaplin recopila tres de
sus comedias mudas (Vida de perro, Armas al hombro y El peregrino) añadiéndoles
música y narración. Su despedida del cine se produce con La condesa de Hong
Kong, fallida comedia que pese a reunir en lo alto de su reparto a dos grandes
estrellas como Marlon Brando y Sophia Loren no termina de estar a la altura del
genio. De hecho, lo único que merece la pena recordar de la película es la
breve aparición del propio Chaplin en el papel de camarero de barco, así como la
canción “This is my song” que popularizó la cantante Petula Clark. Fue la primera y también la
última película en color del director que moriría una década después, el día de
Navidad de 1977, dejándonos un legado irrepetible.
El director británico Richard Attenborough filmó en 1992 un
biopic dedicado al autor de La quimera del oro que llevaba por título su
apellido. Chaplin estaba
protagonizado por Robert Downey Jr que recibió una nominación al Oscar por su
papel, y recorría los principales hitos de su carrera y de su vida al tiempo
que intentaba aproximarse a su compleja personalidad..Como dato curioso,
Geraldine Chaplin, hija del director y musa de directores españoles, primero
Saura y ahora J.Bayona, interpreta en el film a la madre del cineasta, así que
es probable que sea el único caso en la historia del cine en el que una nieta
da vida en pantalla a su abuela). A pesar de las críticas negativas con las que
fue saludada, personalmente creo que se trata de una película que tiene su
interés.
Existe, por cierto, una pequeña controversia en torno a si Tiempos modernos supone o no la última
aparición en pantalla del personaje de Charlot. Muchos sostienen que el barbero
judío que coprotagoniza El gran dictador
comparte muchos gestos y muchos rasgos con el vagabundo por lo que se atreven a
afirmar que en realidad sigue siendo él. Personalmente, creo que el plano que cierra Tiempos modernos en el que vemos al
vagabundo de la mano de su chica caminando felices rumbo a un horizonte plagado
de sonrisas y de esperanza (hoy sí haremos spoilers) es suficientemente
esclarecedor para pensar que al menos Chaplin tenía la intención de despedirse
de su casi alter-ego en esta película.
En Tiempos modernos,
Charlot trabaja como empleado ajustando tornillos en una gran cadena de
montaje. El dueño de la fábrica es un
tirano que vigila a sus operarios desde pantallas de televisión como si del
Gran Hermano se tratase (1984, la
novela de Orwell no aparecerá hasta 1949). En cualquier caso, si hay una
distopía que marcó la senda que siguió Chaplin en el film esa no es otra que la
Metropolis de Fritz Lang.
En el colmo de la avaricia, el tacaño empresario adquiere
para la fábrica un prototipo de máquina provista de brazos mecánicos
extensibles para dar de comer a los trabajadores; el propósito es claramente
que éstos no dejen de producir durante su hora de almuerzo. Charlot es elegido
como conejillo de indias para probar el artilugio, y el resultado no puede ser
más desastroso (eso sí, la escena es divertidísima). Charlot está tan
obsesionado por su trabajo que se vuelve loco, y acaba siendo ingresado en un
sanatorio mental. Una vez sano, sale del hospital y ya en la calle se cruza en
su camino un camión del que cae una bandera roja en señal de peligro. Charlot
la recoge y comienza a agitarla para llamar la atención del camionero, pero en
ese momento – un memorable gag- vuelve la esquina una manifestación obrera a la
que persigue la policía. El vagabundo es tomado por el cabecilla de la revuelta
y es detenido. En prisión, Charlot ayuda a sofocar un motín y por ello las
autoridades le conceden un indulto.
Ya libre, nuestro héroe comienza a buscar trabajo pero en
todos los que encuentra fracasa. Por ejemplo contratado en un astillero, pero es despedido al
poco tiempo tras lograr que se hunda en el mar un barco a medio construir. En
una de sus andanzas conoce a una chica huérfana- personaje interpretado por
Paulette Goddard quien tras el rodaje de la película se convertirá en la señora
de Chaplin por espacio de seis años. Como Charlot se siente mejor en la cárcel
hace todos los posibles por regresar a prisión. Siempre que sale de ella le
espera la huérfana que se ha enamorado de él, y en una de las ocasiones le dice
que ha encontrado una casa para vivir juntos, y que se cae a trozos, pero en la
que son felices un tiempo. Un día, Charlot consigue un trabajo como vigilante nocturno en unos grandes almacenes,
y él y su amada pasan una noche de ensueño. Mientras él exhibe sus dotes como patinador en la sección de
deportes, ella se prueba un abrigo de visón y duerme en una lujosa cama. Sin
embargo, al día siguiente, Charlot es de nuevo fulminantemente despedido tras
haber sido descubierto durmiendo sobre un mostrador cubierto de diversas telas y complementos.
En otra de las ocasiones, la huéfana es contratada como
bailarina en un restaurante que ofrece espectáculos en directo. La joven
convence al dueño del local para que contrate a Charlot como camarero, pero es
un nuevo fracaso (delirante el gag de la bandeja ), aunque tiene una nueva
oportunidad cuando el empresario le pide que pruebe como cantante. En el
momento de salir a escena, se olvida de la letra pero a base de improvisarla en
un idioma inventado logra que la actuación sea un éxito. Cuando parece que por
fin Charlot ha encontrado un trabajo fijo, irrumpen en el local dos inspectores
que quieren llevarse a la chica porque en su día huyo de la policía cuando iba
a ser internada en un orfanato. Charlot y la joven huyen. En la última escena,
ambos están sentados al borde de un camino yermo; ella está desesperada, ¿para
qué continuar? “ le dice, pero él la invita a no rendirse, y a seguir adelante;
entonces la levanta, le coge de la mano, le pide que sonría, y vemos cómo ambos
emprenden la marcha y se pierden en el
horizonte.
Otro de esos finales de Chaplin que te ponen el nudo en la
garganta, cuando no directamente los ojos vidriosos. A base de ternura, el director inglés, nos
traslada el mensaje de que, a pesar de todos los pesares, siempre hay una
esperanza al final del camino y la vida merece ser la vida. Charlot será un
desastre, la sociedad le podrá tratar como a ganado (la primera imagen que se
ve en la película es la de un rebaño que muta en el plano siguiente a un grupo de obreros que se dirigen a su
puesto en la fábrica); sin embargo, siempre nos quedará el amor como un bastón
en el que apoyarnos y seguir adelante.
Y qué más da que Chaplin fuera ese personaje ambiguo del que
todos hablan, égolatra, arrogante y encantado de haberse conocido a sí mismo.
Lo hubiera tenido muy difícil en esta época convulsa del # me too, por su
afición a las faldas, principalmente a las faldas de las jovencitas. Nos queda su cine, ese es su mayor legado, un
cine lleno de valores, de risas, de sentimientos, de talento y de, pese a todo, una fe insistente en el ser
humano.
Me despido de vosotros hasta el próximo lunes en un nuevo
capítulo de “El cine en cien películas”. Mientras tanto, por favor, no dejéis
de sonreír.
Comentarios
Su humor está lleno de inenio y frescura, un humor sin complicaciones que aun hoy consigue su propósito.
No podia faltar Charlot en este repaso. Dicen que era una persona asequible que gustaba de gastar bromas constantemente y, además, era un enamorado de la cultura española.
Gracias por este Gus.
Abrazos con bastón.
Albanta
He disfrutado con este gus.
Gracias maño
Besos
low